Códices universitarios
a Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, resguarda en dos distintas dependencias códices originales. Por un lado, el Museo Universitario custodia un libro llamado Códice de Yanhuitlan, documento pictográfico del siglo XVI. Por otro, en la Biblioteca José María Lafragua se encuentran depositados cuatro documentos originales de diversa índole; tres de los llamados menores no por ello menos importantes , que son dos planos y una genealogía. Además está el Códice Sierra, que es un libro de contabilidad elaborado en el siglo XV en un pueblo mixteco llamado Santa Catalina Texupan. Este importante acervo documental que está al cuidado de nuestra Institución, son fuentes primigenias, invaluables del que nos interesa informar a la comunidad universitaria para que lo conozca, lo valore y contribuya a su conservación. En esta ocasión hablaremos sobre todo del Códice Sierra porque es el documento que más exhuativamente hemos estudiado, sin embargo daremos un esbozo del Códice Yanhuitlán. De los otros, solo damos noticia de su ubicación. Códice Yanhuitlán s un códice histórico económico. Originario de Yanhuitlán, exdistrito de Nochistlán, Oaxaca. Su formato es un libro empastado con papel europeo, (12 fojas 31 x 22.5 cms. aproximadamente) y fragmentos. Todas sus fojas son de una misma calidad, como lo muestran las marcas de agua que aún conserva: un círculo que encierra a un soldado español con un arcabuz al hombro con la inicial B. Esta marca se usó desde 1550 hasta 1570 con ciertas variaciones. El códice está sumamente deteriorado. Existen cuatro hojas desprendidas, separadas del códice que se encuentran en el Archivo General de la Nación en el Ramo de Vínculos tomo 272. Se le hizo una restauración en la que lo "parcharon" con papel moderno en todas las hojas que presentaban faltantes y al final en una hoja se pegaron todos los fragmentos. La importancia de este códice radica en que nos muestra la gran cantidad de tributos que le fueron extraídos a los pueblos por parte de los españoles, aunque trata de otros temas, éste es el que más resalta tanto por las cantidades de oro extraídas como por la explotación de que fueron objeto los indígenas. Historia del códice Reporta una noticia citada por Quintana Roo en 1860 que no se sabe de qué manera llegó a manos de José Manso en 1848. Para 1892 estuvo en la Exposición Histórico Americana de Madrid y lo resguardaba la Academia de Bellas Artes en Puebla. La Universidad Autónoma de Puebla quien es el actual custodio lo tiene depositado, a través del Museo Universitario en una caja de seguridad de un Banco de esta ciudad. Como todos los códices mesoamericanos el autor es anónimo. El tlacuilo que lo realizó es de origen indígena con gran conocimento de la plástica europea. Contiene anotaciones breves en caracteres latinos; pudo haber sido la misma persona que dibujaba quien las realizó. El anonimato de la pictografía se debe a la tradición indígena, ya que era considerado pertenencia del pueblo y no propiedad del autor. Contenido Uno de los graves problemas para la lectura de este códice es tanto su deterioro como el desacomodamiento del orden original de las páginas, el contenido trata sobre todo de la tributación que los indígenas de Yanhuitlán y sus sujetos hacían a los caciques y especialmente a los funcionarios españoles. A través de este documento vemos claramente cuáles eran los principales productos del pueblo (chía, chile, frijol y maíz), de los cuales vivían y tributaban. Así mismo nos da un panorama geográfico general de los pueblos que conformaban esa región. Y sobre la explotación a que fueron sometidos los mixtecos de este pueblo por los españoles. Se registran personajes españoles e indígenas. De los primeros nos encontramos con funcionarios civiles y eclesiásticos y de los segundos indígenas principales y macehuales. A los funcionarios civiles españoles, encomenderos, los vemos recabando el tributo, haciendo cuentas de lo recogido y presionando a los indígenas en la recolección del oro. De los funcionarios eclesiásticos vemos al misionero dominico que registra el diezmo recabado y entrega cuentas a un jerarca superior. Los indígenas de menor jerarquía, los macehuales, los encontramos siempre trabajando extrayendo oro para el tributo español. Los pueblos que se lograron salvar de la lista del códice son 21, casi todos llevan el glifo cerro-tepetl de altépetl, que significa pueblo en náhuatl o un rectángulo con una greca mixteca que es el glifo mixteco que significa pueblo en mixteco, mas los glifos que especifican el nombre del lugar de que se trata. Seguramente había otros más en la lista pero ésta se encuentra mutilada. En cuanto al estilo de la pintura podemos decir que es muy especial, primero porque carece de color y sin embargo no pierde su atractiva belleza. El estilo es muy indígena pero abundan los motivos europeos, tanto iglesias como personajes y es aquí donde se percibe una influencia de estilos y podemos hablar de una mezcla mudejar-indígena muy sui-géneris, que nos habla de la habilidad del tlacuilo en el manejo de la plástica. Códice
Sierra
a importancia de este códice radica en el hecho de que se trata de un libro de contabilidad de un pueblo indígena del siglo XVI y constituye un ejemplo de los muchos que debieron existir y hoy han desaparecido. A este tipo de obras se les llamó Libro de la caja de la comunidad, en estos documentos anotaban los pueblos indígenas coloniales sus gastos y ventas, y llevaban el registro de la cantidad de dinero que disponían. Descripción El soporte de este manuscrito es de papel europeo; está forrado con piel color miel, la pasta hace las veces de una caja cuyas dimensiones son 36x27 cm. La contraportada tiene cuatro pestañas de piel alrededor y dentro de ellas se encuentran las 32 hojas sueltas de papel europeo que forman el códice, la portada es al mismo tiempo la cubierta de su caja; las hojas están utilizadas en verso y anverso, formando 64 láminas que miden 31 x 21.5 cm. Aproximadamente. Presenta trece mutilaciones, sin embargo, en la actualidad está bien conservado porque fue restaurado por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH. Las mutilaciones seguramente las hizo una persona motivada por su ignorancia; con ellas desaparecieron tanto elementos glíficos como caracteres latinos. Además tiene en todas las hojas pequeños orificios hechos por insectos y las orillas están deterioradas por el tiempo. Aunque las hojas fueron lavadas en la restauración, al desencuadernar el códice se descubrió que faltaban dos hojas completas y sólo quedaban pequeños fragmentos de ellas en la parte del lomo. Las hojas están cubiertas por ambos lados con un papel traslúcido reversible que las protege. Estas cubiertas rebasan las hojas por la parte del lomo, donde tienen un doblez de 1.5 cm. Quedando así la orilla doblemente protegida. Finalmente, cada hoja lleva intercalada otra de papel de china para su mayor protección. Historia del Códice
El original de este códice se encuentra en la Biblioteca José María Lafragua de la Universidad Autónoma de Puebla, así como dos copias litográficas de distinta encuadernación, con traducción y comentarios del doctor Nicolás León. Existe también una copia en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. Como en todo este tipo de documentos el autor es anónimo. En este caso el manuscrito fue ejecutado por varios tlacuilos (pintores-escribanos) que continuaron la tradición indígena durante la época colonial) del pueblo de Santa Catalina Texupa, Oaxaca, de donde es originario. La época de realización abarca trece años del siglo XVI, de 1551 a 1564. No sabemos de qué manera llegó en 1828 a un pequeño museo de la Academia de dibujo y pintura de la ciudad de Puebla, probablemente con un donativo de 48 antigüedades. Permaneció ignorado hasta 1892 cuando, con motivo de la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América, lo fotografió el doctor Francisco Río de la Loza. En ese mismo año gracias a Francisco del Paso y Troncoso, las fotografías se exhibieron en la Exposición Colombina de Madrid. En 1905 el doctor Nicolás León lo mandó calcar a un dibujante de Puebla y en 1906 hizo una reproducción litográfica del códice, copias que se dispersaron después, quedando dos de ellas en la citada Biblioteca José María Lafragua. Después la Academia señalada se convirtió en la Pinacoteca de la UAP, así el códice pasó a su custodia. Una vez restaurado ingresó a las colecciones del Museo Universitario, y posteriormente llegó a su depósito actual. Contenido
El contenido general del Códice Sierra es de índole económico, pues se refiere a la contabilidad de los recursos, los gastos y la producción del pueblo de Texupan. Se registran con glifos y con caracteres latinos los gastos que la comunidad realizó durante trece años; la escritura latina como la indígena se usan en la misma proporción. Este códice registra las acciones de compraventa, los diversos productos adquiridos, el valor de cambio de cada uno, el dinero que se tenía disponible en la caja de la comunidad y los gastos que se iban haciendo año con año. El manejo de la caja de la comunidad estaba a cargo de funcionarios indígenas y supervisado por un funcionario español: el corregidor. La producción de los macehualtin (el común del pueblo trabajador) era controlada por los funcionarios locales y los caciques. Al estudiar el códice conocimos la estructura social del pueblo, muchos de cuyos personajes hemos identificado con su nombre y cargo. El códice da cuenta de quiénes eran los personajes que conformaban el pueblo de Texupan: su población estaba formada por distintas clases y etnias, pues tanto indígenas como españoles participaban en las actividades económicas y políticas de la población aunque de manera diferenciada. Este manuscrito nos muestra como los indígenas macehualtin de Texupan ayudaban al sostenimiento del rey, de los funcionarios españoles (civiles y eclesiásticos), así como a los caciques indígenas. Mantenían el hospital con sus enfermos; además salían a trabajar a México en las obras públicas, trabajaban en la cría y venta de seda y de ganado, así como de sus derivados, queso y lana; y la siembra del maíz y posteriormente del trigo. El códice se refiere a un pueblo cuyas actividades productivas para soportar las grandes cargas del colonialismo español fueron: la producción y venta de seda, la cría de ganado, la producción de lana, queso, maíz y trigo. Cinco actividades de tradición española (seda, ganado, queso, lana y trigo) contra una actividad de tradición indígena (el cultivo de maíz). Para entonces la intromisión española estaba muy avanzada en Texupan. La tradición plástica de la pictografía está muy mezclada. El estilo pictográfico (aquí nos referimos a las formas que usa una cultura para expresarse por medio de sus pinturas que al mismo tiempo eran su forma de escritura) es mixto porque contiene las tradiciones europea e indígena, de esta última conserva los estilos mixteco y nahua. Las técnicas de realización son acuarela o aguada. Los contornos están hechos con tinta negra y sepia, y los espacios internos de los glifos están cubiertos con pintura de agua.
Los colores más usados son el amarillo oro, guinda, bugambilia, negro, gris, rosa y verde, en lugar de utilizar blanco se abstuvieron de colorear ciertos espacios. La intensidad de los colores es mayor en las últimas páginas. Las escenas de este códice en realidad son escasas. Lo que se encuentra son conjuntos de glifos que representan listas de objetos o actividades en las cuales se gastó. Los lazos gráficos que tiene son líneas que enlazan principalmente a las monedas para hacer conjuntos de cinco o diez monedas de un peso de 8 tomines, el usual en esa época. También enlazan las monedas con otros glifos. Estas recurrencias que nos muestran los glifos para transcribir una palabra, nos dan a conocer las convenciones de la escritura indígena y la existencia de leyes y reglas que se respetan para escribir o pintar palabras. Esto ocurre incluso para transcribir palabras de tradición española, como las festividades cristianas, el funcionario español o los mismos productos españoles como las botas de vino o los vestuarios eclesiásticos. Así, la escritura pictográfica tradicional indígena se tuvo que adaptar a la nueva situación que imponía la conquista española, y este códice lo muestra ampliamente. Los glifos cristianos adoptados por la escritura indígena tienen características propias. Los nombres de los santos cristianos se escriben con la representación del martirio o del tributo del santo. La rueda del martirio de Santa Catalina fue usada para expresar el día de fiesta de la santa patrona. Así vemos que se trata de signos simbólicos que también son expresiones pictográficas, y que la iconografía cristiana, es decir, los nombres de los santos cristianos ocuparon un lugar muy importante en la evolución de la escritura indígena tradicional expresada en este códice. ¿Qué son los códices? Por: Joaquín Galarza
e han dado varias definiciones sobre los códices casi siempre en sentido negativo y llenas de limitaciones. Vamos a examinar detenidamente algunas de ellas. Hablar de códices nos lleva fatalmente a la clásica discusión sobre la existencia de la escritura en Mesoamérica; tema específico al que dedicamos la parte más importante de esta obra: t. II Tlacuiloa. Se ha dicho que los códices "son los manuscritos pintados o escritos dentro de la tradición indígena de manufactura" (1). Para entender completamente esta definición, tenemos que saber qué es la "tradición indígena de manufactura", que pude referirse a aspectos múltiples; algunos materiales, tales como el soporte, la presentación o el formato y otros de contenido y arreglo interno o composición, así como las técnicas mismas de hechura. Esta definición encierra ya una afirmación positiva, que es la de reconocer la existencia de una tradición y que los grupos indígenas eran capaces de elaborar documentos; pues leyendo a los especialistas es difícil tener una idea precisa de lo que realmente son. Si se refiere al soporte, serían entonces tradicionales únicamente, papel de amate, pieles de venado preparadas, lienzos de algodón de telar indígena y el tantas veces citado papel de maguey. Se excluyen también automáticamente los documentos que se encuentran escritos en soportes europeos tales como el papel y el cartón de esa procedencia, la tela industrial y las reproducciones modernas en otros materiales como la madera, el plástico y el metal. En cuanto al formato o presentación, serían códices únicamente las tiras o rollos, los "bimbos", los lienzos y los paneles; y entonces se excluirían las hojas y los libros encuadernados a la europea. En suma, esto sería negar la inmensa producción de documentos indígenas en la época colonial. Por lo que toca al contenido, lo tradicional sería la religión, la economía, la historia, el calendario, la genealogía prehispánica y no se incluirían la religión cristiana y todos los temas relacionados con la vida indígena en el período de la colonia. Del arreglo mismo de los elementos, ya no serían tradicionales los que incluyen textos en caracteres latinos y se niegan entonces todos los documentos mixtos que imitan las páginas de los manuscritos o impresos europeos con texto e imagen separados; y de los dibujos mismos si éstos se presentan en arreglos que siguen las normas de Europa. Pierden sus cualidades tradicionales, por ejemplo; portadas, frontispicios, viñetas y láminas. La manufactura se puede aplicar a la elaboración misma del soporte, que vimos anteriormente; o a la ejecución del dibujo mismo que tendría que ser con materiales y útiles prehispánicos o sea colorantes cuya composición todavía no conocemos e instrumentos que aún no se han estudiado. Quedan fuera de esta denominación los "dibujos" indígenas realizados con colores, tintas y útiles europeos. En cuanto al estilo, la utilización de técnicas europeas elimina que las imágenes incluidas dentro de ellas puedan tener alguna aplicación tradicional.
Alguien dijo también que "los códices son los libros que nos legaron nuestros antepasados, los indígenas mesoamericanos". Esta afirmación aunque poética y positiva encierra limitaciones, como en el caso de que se entienda libro como una de las formas de presentación de lo escrito, sin incluir otros formatos: lienzos, tiras, rollos, "biombos", paneles, bandas verticales, y los necesarios para fijar temas que van más allá de la producción literaria, como serían: mapas, planos, ciertas genealogías y ciertas listas de tributos. La base de esta limitación proviene de la utilización de la palabra "libro" en el sentido europeo, formado por una serie de hojas plegadas en forma de cuaderno y cosidas entre sí por un lado, protegidas por una cubierta. Esta definición no se puede referir entonces sino a los códices coloniales que imitaron a los libros de Europa. Si se tratara de dar una definición de códices, ésta tendría que abarcar las variedades de formato, contenido temático y las relaciones entre lo hablado y los escrito. Como un inicio tentativo, podríamos decir que: "los códices son los manuscritos de los indígenas mesoamericanos que fijaron sus lenguas por medio de un sistema básico del empleo de la imagen codificada, derivada de sus convenciones artísticas". Como el propósito de la creación de este sistema fue el de perpetuar lo hablado, se trata de una verdadera escritura; por ello, puede fijar todos los temas producto de la tradición indígena antes de la llegada de los españoles y los nuevos temas aportados por ellos, como la religión cristiana y los problemas económicos y sociales derivados del contacto. Se les ha llamado también manuscritos pictóricos y pictográficos, con cierto sentido de limitación, porque en cierta forma se les puede aplicar estos dos términos; pictóricos porque son "imágenes" y pictográficos porque son escritos por medio de imágenes. Pero si no se examinan y explican detenidamente las cualidades de estos manuscritos, no se puede saber que existe una codificación compleja de los dibujos y que estos son estilizaciones extraídas de convenciones plásticas muy antiguas y muy elaboradas. Otro de los puntos que se calla es que convenciones y codificación se relacionan estrechamente con las lenguas que lo produjeron y que siguen las leyes gramaticales de éstas. Uno de los problemas esenciales que veremos posteriormente es que todos los juicios emitidos se derivan de comparaciones superficiales con lo europeo en los que a priori se toma éste como modelo superior y muy rara vez se trata de entender la originalidad de lo indígena. Instruidos nosotros mismos por la cultura dominadora nos es difícil ver después de cinco siglos, los valores de la cultura dominada.
Para aumentar la confusión de las clasificaciones se les ha llamado igualmente códices a ciertos manuscritos en caracteres latinos que no contienen dibujos, como el Códice Franciscano, la Historia de los mexicanos por sus pinturas, o el Códice Chimalpopoca. Otra confusión es la denominación que algunos especialistas han dado a documentos realizados por indígenas, únicamente porque contienen uno o varios pequeños dibujos que algunas veces pertenecen a la iconografía cristiana, como el Calendario Matlazinca, escrito en caracteres latinos y en lengua indígena. En las instituciones europeas como bibliotecas, se sigue empleando el término codex en latín para designar cualquier tipo de manuscrito, por ejemplo, en la Biblioteca Nacional de París se clasificó Codex Mexicanus Seguido de un número a cada documento proveniente de México, de cualquier época: manuscritos originales o copias pictóricas o en caracteres latinos en lenguas indígenas o en español, planos croquis, testamentos, etc. En nuestro trabajo seguiremos empleando ciertos términos erróneos o poco adecuados, por comodidad, mientras llega el momento de que las propias lenguas indígenas nos den los términos correctos y sepamos utilizarlos. Los Autores
*Joaquín Galarza.- Nació en San Luis Potosí, México. Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, hasta el Doctorado de Letras. Obtuvo en la Biblioteca Nacional de París el Diploma superior de bibliotecario; en la Universidad y la Escuela de altos estudios en Ciencias Sociales de París el Doctorado en Etnología y el doctorado de Estado Francés en Letras y Ciencias Humanas. Desde 1958 es colaborador del Museo de l´Homme de París, en donde es consejero científico del Departamento de América y del Laboratorio de Etnología. En 1962 ingresó al Centro Nacional de Investigaciones, con el tema de Códices y Escritura Azteca-Náhuatl. Su bibliografía en francés y en español es muy abundante, y su investigación sobre el Códice Mendocino ha producido varios artículos, dos audiovisuales y la película Tlacuilo. En París y en México ha formado dos grupos de investigación, en el caso de nuestro país ha colaborado con el Archivo General de la Nación, y la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en esta última imparte la materia básica de Fuentes para la Historia de México I y Códices, para la que escribió tres libros de texto como apoyo y, el Taller Proyecto de investigación sobre Escritura indígena tradicional. Actualmente trabaja para la BUAP en el Proyecto: Estudio etnológico de la imagen azteca, además de impartir cursos de su especialidad en el colegio de Antropología y en la elaboración de un CD room referente al estudio de la imagen azteca con base en el Códice Mendocino.
*Hilda Judith Aguirre Beltrán. Nació en Puebla el 4 de agosto de 1954, antropóloga social por la Universidad Autónoma Metropolitana, maestra de Historia de México por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y pasante de doctorado en Antropología en la misma institución. Ha participado, entre otros, en los seminarios siguientes: instituciones coloniales, impartido por la maestra Teresa Martínez Peñaloza; Un Proceso y una Metodología en la Ciencia Social dictado por el Dr. Claude Mellassoux; Escritura indígena tradicional dirigido por el Dr. Joaquín Galarza. De los trabajos de investigación están los siguientes: 1975, Formas de control natal entre las mujeres indígenas de Tepetlaocxcoc y San Jerónimo Amanalco. Dir. Ann Millard Universidad de Austin, Texas y UAM Ixtapalapa, México; 1976, Estrategias económicas familiar de la producción en Gervacio Mendoza, Valle de Santiago, Guanajuato. Dir. Juan Vicente Palerm UAM, Ixtapalapa; 1979, Las actividades productivas de la comunidad en Pocoboch, Yucatán. Dir. Arturo Warman. UAM Ixtapalapa; 1980-82, Paleografía de los documentos siglos XVI y XVII de los pueblos de Tecamachalco, Tlacotepec y Quecholac. Publicación de fuentes. CIESAS Dir. Hildeberto Martínez; 1981-1984, Ayudante de investigación "C" La congregación civil de Tlacotepec 1604-1606. Paleografía e investigación del tema; 1982, Los antropónimos de la primera página del Códice Mendocino. Siglo XVI; 1983 Tres planos indígenas de la ciudad de México del siglo XVI.
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