La
Universidad de Puebla, sus orígenes, Por Antonio Esparza Soriano
l Colegio del Espíritu Santo, hoy Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, se fundó el día 15 de abril de 1587, fecha en que otorgó la escritura correspondiente , Dn. Melchor de Covarrubias, aún cuando los primeros cursos se empezaron a impartir algunos años después. Los orígenes del Colegio están íntimamente ligados con la Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva España. En 1572 se embarcaron rumbo a América los primeros padres jesuitas, bajo el mando del padre Pedro Sánchez, y cuatro años después de su llegada a la ciudad de México ya habían establecido algunos colegios de instrucción superior. En el año de 1578 fue comisionado el padre Hernando Suárez de la Concha, quien se encontraba en la Villa de Carreón (Atlixco), para predicar en Puebla durante la cuaresma; y de tal modo impresionó por su sabiduría a los habitantes de la ciudad de los Angeles, que tanto el Cabildo Eclesiástico como el Ayuntamiento, hicieron gestiones ante el Padre Provincial de los Jesuitas con objeto de que ordenara la fundación de una Residencia y un Colegio de la Compañía en Puebla. Viendo el mucho provecho que para su religión se podía alcanzar en esta ciudad, el Padre Pedro Sánchez estableció la Residencia de la Compañía, nombrando como rector de la misma al padre Diego López de Meza, quien, con la aportación económica de los particulares, compró una casa que fue del arcediano Fernando Gutiérrez Pacheco, situada en el lugar que hoy es el edificio conocido como carolino, la que costó nueve mil pesos. Más tarde la Compañía adquirió otra casa que se levantaba en la calle que hoy es la tres oriente, fundando en ella el Colegio de San Jerónimo. Se sostuvo, al principio, de limosnas, hasta que el caballero Dn. Melchor de Covarrubias otorgó una escritura ante el notario de su Majestad Dn. Melchor de Molina, entregando a los padres jesuitas la cantidad de 28 mil 869 pesos en efectivo, y comprometiéndose a legar, a su muerte, la mayor parte de sus bienes para el Colegio, a cambio de recibir los fueros y privilegios de fundador. La escritura se tiró el día 15 de abril de 1587, y como en ella se indica que los fondos estaban destinados a la fundación del Colegio del Espíritu Santo de la Compañía de Jesús, es la fecha aceptada, históricamente, como la primera en los orígenes de la hoy Universidad de Puebla.
El fundador. - Don Melchor de Covarrubias fue natural y vecino de la ciudad de los Angeles: sus padres, Dn. Francisco Pastor de Valencia y Dña. Catalina de Covarrubias, vinieron de España, entre los primeros pobladores, por el año de 1530. Don Melchor, siendo niño, se trasladó a la provincia de Michoacán, donde al amparo de su tío, Dn. Gaspar de Covarrubias, emprendió la carrera eclesiástica, siendo ordenado de primera tonsura. Sin embargo, no era ese el camino que estaba destinado a recorrer, y pronto lo abandonó, dedicándose al comercio. Hizo una fortuna en Oaxaca, y retornó a Puebla, conquistando fama de generoso por los muchos donativos que con frecuencia entregaba a iglesias y conventos. El Virrey Don Martín de Almanza le ofreció a don Melchor de Covarrubias, quien ya había sido designado por el Rey, consultor, el grado de capitán con poderes ilimitados para combatir a los piratas holandeses que amenazaban el puerto de San Juan de Ulúa. Don Melchor de Covarrubias falleció el 25 de mayo de 1592, y para honrar su memoria, los padres jesuitas "erigieron un suntuoso túmulo en la Capilla Mayor de la Iglesia del Colegio, quedando al lado derecho del Evangelio, poniendo encima del sepulcro una hermosa estatua de su persona, armada a lo militar". Dicha estatua orante, que es una pieza escultórica de gran valor artístico, se conserva aún en el Museo Universitario (antigua Casa de los Muñecos ubicada en 2 norte número 2). Cuando los jesuitas reconstruyeron su Iglesia, trasladaron sus restos a una pieza que está antes de la Sacristía de la iglesia de La Compañía, y pusieron en una pequeña lápida de piedra de Santo Tomás, la siguiente inscripción, que, traducida del latín dice: "Aquí yacen sus cenizas; pero vivirá el recuerdo del muy ilustre y noble caballero D. Melchor de Covarru-bias, fundador insigne de esta Iglesia y de este Colegio". Por último diremos que don Melchor de Covarrubias fue un "Caballero muy lucido, con casa y criados, armas y caballos".
El patrimonio.- El ejemplo del fundador se extendió muy pronto por la ciudad de Puebla y las donaciones hechas al Colegio del Espíritu Santo fueron de tal magnitud que llegó a ser uno de los más ricos de la Nueva España. Entre sus propiedades, mencionaremos las siguientes: Hacienda de San Jerónimo, con 78 mil cabras; 58 mil ovejas; 4 mil 323 yeguas; 2 mil 606 vacas, y que producía 8 mil 350 fanegas de maíz. Hacienda de los Llanos, en la que se levantaban, por año, 24 mil 802 fanegas de maíz; 12 mil 742 fanegas de haba; 24 mil 490 cargas de cebada y en la que se criaban 10 mil cerdos. Además, contaba con las haciendas de Amalucan, Sn. Lorenzo, Ozumba, Ojo de Agua y con el Rancho de los Reyes, en donde la riqueza era mayor que en las dos haciendas señaladas. Por otra parte, durante dos siglos, el Colegio acrecentó de tal manera sus bienes, que llegó a dominar todo el comercio de la Provincia. El edificio.- Mucho se ha discutido sobre la personalidad del constructor del magnífico edificio que ocupa la rectoría, el archivo histórico y otras oficinas administrativas. Es indudable suponer que, en el siglo XVI, el Colegio del Espíritu Santo no haya sido más que un conjunto de casas, situadas entre las calles 4 y 6 sur. Sin embargo, al emprenderse la construcción de la Iglesia, iniciada por Juan López de Arbaizza, y reconstruída tal como hoy se conoce, por el alarife mestizo José Miguel de Santa María, se iniciaron también las obras del Colegio.
De acuerdo con datos documentales obtenidos recientemente, puede comprobarse que el constructor del edificio carolino, lo fue el hermano Juan Gómez, quien nació en la Villa de la Higuera, Extremadura, el año de 1661. Ocupó en la Compañía de Jesús en Puebla el cargo de coadjutor, desde el mes de marzo de 1690 hasta principios de agosto de 1744. "Cuanto sea lo que el Hermano Juan Gómez trabajó en este Colegio, (dice el Padre Andrés Velázquez, Rector del Colegio del Espíritu Santo en 1748), cuanto su celo en atender a sus mayores adelantamientos, lo publican las paredes mismas del Colegio, pues siendo, como todos admiran, de una fábrica tan suntuosa, a su celo, diligencias y esmero debe casi todo su ser". Como comprobación de que el hermano Juan Gómez fue realmente el constructor del edificio, en la misma carta del padre Velázquez, se lee: "Fue también obra de su celoso empeño el haber conseguido traer por secretos conductos por espacio de una legua el agua de Amalucan, celebrada por todos, por la más delgada y saludable de esta ciudad, y habiéndola traído hasta este Colegio, y distribuídola dentro de su recinto en siete fuentes para que la tuviesen a mano las oficinas, dispuso y labró también otra fuente en la calle pública para dar al común de la ciudad ese subsidio y refrigerio, de que se oyen cada día de los muchísimos que la logran, muchas gracias, que dan a Dios, y alabanzas a su bienhechor insigne el Hermano Juan Gómez". El edificio carolino consta de tres patios, siendo el primero de ellos un magnífico ejemplo del estilo herreriano. Para admiración de propios y extraños, tiene un corredor monumental a base de cúpulas, que se extienden 99 metros, así como un salón de actos, el que primeramente fue capilla de San José cuyo techo está totalmente cubierto de molduras barrocas de inigualable belleza (salón Melchor de Covarrubias, mejor conocido como salón Barroco).
La expulsión de los jesuitas.- Durante cerca de dos siglos, el Colegio del Espíritu Santo prosperó continuamente, influyendo de una manera poderosa y eficaz en el desarrollo cultural y material de la ciudad de Puebla. La Compañía de Jesús, que tan firmemente se había asentado en la Nueva España, fue expulsada de la Metrópoli y de sus dominios por el Rey Carlos Tercero, el día 24 de junio de 1767. Después del extrañamiento de los padres de esa Residencia, se pusieron en venta los bienes del Colegio, que ascendía a 53 haciendas, 162 fincas urbanas y muchas más propiedades diversas. Colegio Carolino.- El 2 y 9 de enero de 1790, el Virrey de la Nueva España, Dn. Vicente de Güames Pacheco, Conde de Revillagigedo, puso en ejecución, cumpliendo órdenes reales, el informe del señor obispo Dn. Santiago José Echevarría referente a la aplicación de los bienes no enajenados de los Jesuitas, resolviendo que en el Colegio del Espíritu Santo se reunieran los de San Jerónimo y San Ignacio, bajo el título de advocación de Colegio Carolino, quedando de inmediato bajo el Real Patronato de su Majestad Carlos Tercero. Con tal motivo se mandó pintar un cuadro, el que se encuentra en el muro del primer descanso de la escalera de los leones, representando una alegoría del Espíritu Santo, y que tiene la siguiente inscripción: "Collegium Spiritus Sancti ab erectione anno milésimo quincuagéntésimo septuagésimo octavo Carolini dein cognómine honestatum regio, ubidenuo únita. Et in se traslate Collegio Sancti Hierónimi et Ignati habuit milésimo septuagentésimo nonagésimo". "Se llamó Colegio del Espíritu Santo desde su erección verificada el año de 1578. Después fue honrado con el sobrenombre de Regio de Carolino, y al cual se trasladaron unidos, en 1790 los Colegios de San Jerónimo y San Ignacio".
Colegio del Estado .- El día 28 de mayo de 1825, cuatro años después de consumada la independencia de México, el Congreso Constituyente de Puebla, expidió el Decreto que sigue: "Primero: El Estado ejercerá la Suprema inspección o Superintendencia de estudios en el Colegio del Espíritu Santo, haciéndolo, entre tanto otra cosa no se dispone, por medio del Gobierno. Segundo: Este procederá a propuesta del Consejo al nombramiento del Rector. Tercero: Para el de maestros, el rector con los demás catedráticos unidos en junta secreta votarán tres individuos y los que reunan la pluridad absoluta de votos serán propuestos al Gobierno, para que de ellos nombre el que mejor le parezca". A partir de esa fecha, se le llamó Colegio del Estado, nombre que conservó, con pequeñas modificaciones circunstanciales hasta su erección en Universidad. Este período de su vida fue extraordinariamente fecundo, pues durante él, iniciaron sus labores dos de las Escuelas, ahora Facultades de mayor prestigio: la de Medicina, en 1835, y la de Leyes, en 1837. Universidad.- Aunque desde 1926, un año después de haberse celebrado el primer centenario de la vida civil del Colegio del Estado, se iniciaron las gestiones para elevarlo a la categoría de Universidad, no se logró este propósito sino hasta el día 5 de mayo de 1937, durante el gobierno del general Maximino Ávila Camacho. La Universidad de Puebla abrió sus puertas con siete facultades, cinco escuelas y ocho institutos. A la fecha, 20 de mayo de 1999, cuenta con veintiséis facultades en las cuales se imparten treinta y siete carreras; ocho preparatorias, cuatro institutos, cincuenta y tres posgrados. Se atienden a cuarenta y tres mil alumnos. Los rectores de la Universidad, desde su erección hasta 1956 en que se otorgó la autonomía, han sido los siguientes:
Licenciado Manuel L. Márquez, doctor Alfonso G. Alarcón, doctor Raymundo Ruiz Rosete, doctor Roberto Larragoiti, licenciado Horacio Labastida Muñoz, licenciado Armando Vergara Soto, licenciado José Guillermo Borja Osorno, doctor Gonzalo Bautista O´Fárril, licenciado Armando Porras y López, doctor Rafael Artasánchez Romero y licenciado Armando Guerra Fernández. A partir de 1956, la Universidad de Puebla conquistó su autonomía, convirtiéndose en una de las instituciones educativas más prestigiosas del país. Desde entonces, la evolución de la Universidad ha estado ligada a la evolución de la sociedad con mayor fuerza que en sus etapas anteriores, y pasado por todas las vicisitudes de un pueblo que cambió, de pronto, la apacible vida provinciana por el vértigo de la expansión industrial. En poco tiempo se multiplicaron las escuelas y las facultades, y creció enormemente el número de alumnos, lo que propició que surgieran en su seno diferentes ideologías y tendencias políticas que durante algunos años perturbaron el desarrollo académico de la Universidad. Sin embargo, como lo anuncia su escudo, la institución siempre resurge de sus cenizas y emprende un vuelo más alto. En 1987 recibió el título de Benemérita, y han dirigido sus destinos, a partir de su autonomía (1956), los siguientes rectores: 1956-1959 Dr. Manuel S. Santillana.
En este resumen histórico de la vida de la Universidad de Puebla, hemos advertido la influencia que ejerció en el desarrollo de la ciudad, de la provincia y de todo nuestro país. Entre sus hijos más ilustres figuran hombres de la talla de Landívar y de Clavijero. Artísticamente, fomentó el desenvolvimiento de la arquitectura, de la poesía y de la pintura, sobre todo de ésta última, adquiriendo cuadros de los más distinguidos pintores de la colonia y de la época nacional, cuadros que, para fortuna nuestra, se conservan todavía, como los de Echave, Borgraf, Zendejas, Caro, Villalpando, Valladares, Tinoco, Berrueco y Talavera. Durante siglos, la hoy Benemérita Universidad Autónoma de Puebla ha sido la fuente inagotable del prestigio cultural de la entidad. En la última década del siglo y del milenio, la comunidad de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla la ha colocado en un nivel de privilegio, por lo que entrará al futuro cumpliendo con las características que Jaime Torres Bodet soñó para las universidades mexicanas: "Puesto que la juventud necesita de un aliento digno de los ideales de verdad y de libertad en cuyo acuerdo reconocemos la tradición más honrosa del pensamiento universitario, deben ser testimonio cada día más eficiente de esa tradición las casas de estudio donde se impartan las enseñanzas más prestigiosas. Casas de estudio, sí. Casas de inteligencia, innegablemente. Pero, al mismo tiempo, casas de solidaridad social en cuyos recintos a-prenda el hombre a comprender su destino propio y a servir el de todos sus semejantes. Casas, por consiguiente, de paz activa, donde se formen buenos profesionales, buenos especialistas, buenos investigadores, pero sin olvidar que al mejor profesional, al más profundo especialista y al más atrevido investigador los completa y los perfecciona el sentido humano de la justicia en las relaciones sociales que sus trabajos pueden y deben favorecer". El progreso de nuestra civilización dependerá cada día más del equilibrio que la enseñanza superior pueda otorgar a los directivos de las nuevas generaciones. Equilibrio entre las humanidades y las técnicas. Equilibrio entre las cualidades de la inteligencia y las del carácter. Equilibrio entre el pensamiento y la acción. Equilibrio entre el fervor por la libertad y el respeto a las responsabilidades individuales, sociales, nacionales e internacionales que implica una convivencia libre, justa y equitativa. Equilibrio, en fin, entre el desarrollo de la persona, la fidelidad a la patria y la solidaridad para todo el linaje humano. Este es el presente y será el futuro de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. La casa de don Melchor Por el Lic. Luis G. Montiel y de Uriarte
Esta casona ejemplar
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