Historia
moderna Por Humberto Sotelo Mendoza
ntes de entrar en materia, deseamos advertirle al lector que en este lugar no procederemos a abordar las raíces históricas de la Escuela de Medicina de la UAP, dado que ello nos obligaría a remontarnos a la fundación de la ciudad de Puebla, y a analizar la gran tradición hospitalaria y la práctica de la medicina en la entidad, lo cual exige no sólo un espacio inmensamente mayor al que disponemos en este número de Tiempo Universitario sino una investigación mucho más amplia y exhaustiva. En ese sentido, pues, abordaremos más bien lo que podríamos considerar como la historia moderna de dicha Escuela. 1.- Génesis de la Escuela (1831) La mayoría de los historiadores coincide en señalar que a partir de la Independencia de México se inicia un cambio notable en el ejercicio y enseñanza de la medicina, debido principalmente a la desaparición de las trabas y obstáculos que predominaban en la época de la Colonia para el pleno desarrollo de dicha actividad.1 Después de la entrada triunfal de Iturbide a la ciudad de Puebla, en 1823, el presidente de la Junta de Sanidad y el delegado local del protomedicato, solicitaron autorización para instalar las cátedras de medicina, proyectadas desde 1814. Tales gestiones no prosperaron, debido a la inestabilidad política que aún existía en el país, y a la adversa situación económica que imperaba en el estado.2 La citada Junta de Sanidad creada al parecer en 1824 es la primera asociación médica de la que se tiene noticia en Puebla. En sus estatutos se contempló el establecimiento de una "Academia Médico-Chirúrgica de la Puebla de los Ángeles" que contribuyese a la enseñanza y a la práctica de la medicina. Según el doctor Ricardo Martínez Marañón, tal Academia "es una asociación tan interesante como poco conocida en la actualidad, pues desgraciadamente, no sólo en el resto de la República, sino aún entre nosotros mismos, son muy pocos los que tienen noticia de su existencia, y ni los más competentes autores que han tratado la historia de la medicina en México conocen, como no sea en forma superficial que ni merece tomarse en consideración, la meritoria labor cultural que esta institución desarrolló en Puebla, y aún fuera de ella, ya que algunas de sus publicaciones son de interés general".3
Tal academia estableció los pilares de la práctica y la enseñanza moderna en el estado, y decimos que los "pilares" porque, sin duda, los cimientos de las mismas fueron construidos por instituciones como el Hospital de San Pedro, en la cual se creó, desde 1801, una "Academia Médico-Práctica" que se propuso los mismos fines, sólo que el centralismo asfixiante de la colonia impidió que sus actividades se desarrollasen de manera adecuada. Gracias a la semilla sembrada por la Junta de Sanidad y la "Academia Médico-Chirúrgica", el Gobierno del Estado publicó el 6 de junio de 1831 la ley relativa al "arreglo del ejercicio y estudio de la Medicina", en la que se estableció que cualquier rama de la Medicina no podría ser ejercida sin la autorización expresa del Gobieno, y que tal autorización sólo se podía dar a los que fuesen examinados y aprobados, acreditando sus estudios ante la Dirección de Sanidad; los que no estuviesen aprobados deberían presentar examen, excepto los que tuviesen 15 años de ejercicio.4 Para que tal ley pudiera aplicarse, se abrieron por primera vez en Puebla las cátedras de Anatomía General y Descriptiva, Operaciones de Partos, Clínica Médica y Patología Interna, Clínica Quirúrgica y Patología Externa y Botánica. Se estipuló que los cursos serían de cinco años, y la admisión a los mismos exigía estudios previos de Gramática Latina, Lógica y Física, además de nociones de Francés. Las dos primeras cátedras, así como las de Clínica y Patología, se impartirían en el Hospital de San Pedro, y las restantes en el Colegio del Estado.5 De esta forma, pues, se establecen las bases para la creación de la Escuela de Medicina. Según el historiador Manuel Frías Olvera tal Escuela surgió en 1833, a partir de una iniciativa promovida por el entonces gobernador del Estado, general Cosme Furlong, la cual fue aprobada por la legislatura local. Aquél agrega que "prácticamente su establecimiento no se logró en este año sino hasta el de 1835, cuando el Sr. Gral. D. Manuel Rincón que también desempeñó el Gobierno del Estado inauguró la Facultad solemnemente".6 Frías Olvera incurre en un doble error. Por un lado, en 1833 el gobernador de Puebla era Patricio Furlong y no su hermano Cosme Furlong. Ciertamente éste ocupó tal cargo, pero al año siguiente. Por otro, la iniciativa a la que se refiere iba más bien orientada a convertir la citada "Academia Práctica-Chirúrgica" en "Sociedad Médica de Puebla". A este respecto, el doctor Ricardo Martínez Marañón observa: "El 21 de marzo de 1833 el Ciudadano Patricio Furlong, a la fecha Gobernador del Estado, expidió un decreto por el cual esta Academia se transformaba denominándose en lo sucesivo Sociedad Médica de Puebla".7 En 1833 se promulgó una nueva reglamentación de la enseñanza de la medicina, que no difería sustancialmente de la ley de 1831. Según Ivanhoe Gamboa, "este acto formalizó en la práctica la creación teórica de la Escuela, porque los documentos aluden al hecho de que la institución no funcionó hasta 1834". De este modo, pues, habría sido en 1834 cuando se inaugura la Escuela de Medicina.8
Para 1842 el gobierno decide introducir algunas variantes en los estudios, según reglamentación del 2 de junio. Las cátedras deberían impartirse en cinco años, y serían Anatomía General y Descriptiva, Fisiología e Higiene, Patología General, Patología Externa, Clínica Interna, Clínica Externa, Farmacología, Operaciones y Obstetricia, Medicina Legal y Botánica.9 El multicitado historiador Efraín Castro Morales es más cauteloso en lo que concierne a la fecha real en que se inician las actividades de la Escuela. Sólo se limita a señalar que "en 1845, en algunos documentos, la Escuela de Medicina aparece como Cátedra de Medicina, dentro del Colegio del Estado, a pesar de que su gobierno y medios de sostenimiento eran ajenos a esa institución".10 Tanto Castro Morales como Gamboa nos informan que la incorporación de la Escuela de Medicina al Colegio del Estado se produjo en 1850, aunque ambos señalan ésto con una cierta reserva. Así, el primero escribe: "Ya en 1850 se habla de una incorporación de la Escuela al Colegio del Estado".11 Por su parte, el segundo anota: "(En) 1850 se menciona ya una incorporación de la escuela al Colegio del Estado"12 En 1854, debido a las turbulencias que se desatan en el país debido al estallido de la Revolución de Ayutla, la Escuela es clausurada, empero se reestablece al año siguiente, por decreto del gobernador Francisco Ibarra. Éste mantiene vigente el reglamento de 1842. En 1856 entra en vigor una nueva reglamentación, en la que se especifica que la enseñanza de la medicina se impartirá en un periodo de siete años, cursándose once materias. Las lecciones teóricas se impartirían en el Colegio del Estado y las prácticas en el Hospital de San Pedro. La institución recibe el título de "Colegio de Medicina", estableciéndose que sería regida por una Junta Directiva, encabezada por el director, el cual desempeñaría su puesto por tres años. Esta ley respondía a los lineamientos establecidos en el "Plan General de Estudios", promulgado por Santa Anna en 1854, el cual fue publicado en Puebla en 1855. Las guerras de Reforma y la Intervención Francesa impiden el desarrollo de las actividades de la Escuela, la cual se ve ante la necesidad de cerrar temporalmente sus aulas, esperando el momento en que retorne la paz en el país. 1.Vid.
Morales Castro, Efraín, La Escuela de Medicina de Puebla,
Puebla, S/E, 1965, pág. 25.
II.-La Escuela de Medicina, a raíz del triunfo de los liberales
Una vez que triunfa la República sobre el invasor francés, situación que termina por consolidar a la fracción de los liberales, la Escuela de Medicina se enfrenta a una nueva etapa en la que bifurcan enormes posibilidades para su establecimiento definitivo. En su periodo como gobernador de Puebla (1878-1880), Juan Crisóstomo Bonilla impulsa una serie de iniciativas tendientes a fortalecer a la Escuela, entre ellas sin duda la más importante el nombramiento de Joaquín Ibáñez como director de la misma. Éste que gozaba de un gran prestigio entre la planta de profesores, y en general en los círculos intelectuales y científicos del estado impulsó varias reformas importantes, entre las que sobresalen la elaboración de un reglamento interno orientado a asegurar la disciplina de los alumnos y el cumplimiento puntual de las labores de los docentes a quie-nes, en contrapartida, se les aseguró la regularización de sus percepciones. Asimismo, se elevó de manera notable el nivel académico de los profesores, a lo cual contribuyó de manera decisiva el hecho de que los mismos fueran escogidos entre los médicos más destacados de la ciudad. De esta forma arribaron a la escuela personalidades tan brillantes como el doctor Francisco Marín que tiñó por primera vez en Puebla el bacilo de Koch, y autor de la primera transfusión sanguínea en el estado el doctor Francisco Marchena, el doctor Luis Zara-goza, el doctor Wenceslao Villanueva, el doctor Manuel Rivadeneyra y el profesor Manuel M. Mena.13
Hacia 1875 la Escuela contaba con 24 alumnos de medicina, y uno solo para la carrera de farmacéutico. Los catedráticos eran ocho.14 Según el historiador Manuel Frías Olvera, la Escuela se trasladó al ex- Colegio de San Juan en 1868, empero todo parece indicar que en realidad tal hecho se suscitó el 19 de mayo de 1879, tal como lo pone de relieve un decreto gubernamental emitido en la fecha de marras. Los cuartos del ex- Colegio de San Juan a excepción de la Biblioteca Palafoxiana fueron habilitadas como aulas. Al término de la gestión gubernamental de Juan Crisóstomo Bonilla, la Escuela se enfrenta a una situación económica sumamente difícil debido a la falta de apoyo de los gobernadores posteriores quienes, a diferencia de aquél, no se muestran interesados en su fortalecimiento. El gobernador Rosendo Márquez llega al extremo de suprimir los fondos destinados a la Escuela, decidiendo transferirlos a la Escuela de Artes y Oficios, que él mismo impulsa en 1886. Esta situación se debió al parecer de acuerdo con el historiador Efraín Castro Moralesa una venganza del gobernador, motivada por algunas bromas estudiantiles de que había sido objeto.15 No obstante tales dificultades, los alumnos y profesores de la Escuela no ceden en su propósito de continuar avanzando en el fortalecimiento de la institución. En 1891 su tenaz voluntad se ve recompensada con un hecho crucial: en ese año la Escuela queda incorporada al Colegio del Estado, recibiendo ayuda económica de éste. 13.Castro
Morales, Efraín, Op. Cit., pág. 32. III.- La Escuela de Medicina en la etapa porfirista
Durante los primeros años del régimen porfirista el Colegio del Estado recibió un apoyo notable por parte de las autoridades, sobre todo de índole económico, lo cual se reflejó en la situación de la Escuela de Medicina, la cual estuvo en condiciones de adquirir todo tipo de aparatos e instalar magníficos gabinetes de bacteriología, aparte de enriquecer su acervo bibliográfico. El cuerpo docente se fortalece, con la incorporación de personalidades tan distinguidas en el campo de la medicina como Heliodoro González, Feliciano Hernández, Rafael Serrano, Francisco Martínez Vaca, Manuel y Fausto Vergara, Manuel Calva, Isaac del Río, Juan N. Quintana, entre otros, que habrían de dejar una impronta imborrable en la institución.16 Habría que recordar que en esa época cobran auge las ideas positivistas en el país, las cuales inciden ampliamente en los planes de estudio de la mayoría de las instituciones educativas. Tales ideas propician que el Colegio del Estado experimente cambios notables en su organización, reglamentos y planes de estudio, situación que desde luego se refleja en la Escuela de Medicina, que por esos años se convierte en una de las mejores instituciones de ese tipo, no sólo de Puebla sino de toda la nación. Como es del dominio público, en los primeros años del siglo XX el régimen porfirista comienza a entrar en un grave periodo de descomposición, convirtiéndose en una verdadera dictadura que se aferra al poder a sangre y fuego, propiciando que diversos sectores del pueblo mexicano consideraran que había llegado la hora de abrirle paso a un sistema político más justo y democrático. Los estudiantes del Colegio del Estudiante tal como lo señalamos aquí mismo en Tiempo Universitario, en una edición dedicada exclusivamente al análisis de esa problemática lejos de ser insensibles al clamor que se escuchaba a lo largo y ancho del país, por el contrario decidieron convertirse en sujetos protagónicos de la transformación revolucionaria. Por cierto, fueron precisamente algunos estudiantes de la Escuela de Medicina los que encendieron la chispa de la rebelión estudiantil hacia el régimen porfirista, entre ellos Alfonso G. Alarcón y Gil Jiménez. Como era de esperar, el estallido de la Revolución de 1910 impidió que continuara el desarrollo normal de las actividades del Colegio del Estado y de la Escuela de Medicina del mismo. 16.Ibid., pág. 37. IV.- La Escuela de Medicina en el contexto de la transformación del Colegio del Estado en Universidad de Puebla
Durante los años que siguieron al triunfo de la Revolución, la Escuela vivió una etapa de postración académica, al igual que la mayoría de las escuelas del Colegio. Si bien ello tenía que ver con los grandes problemas que enfrentó el país en la etapa de reconstrucción, también a ello contribuyó la falta de interés de las autoridades estatales por el destino de dicho centro de estudios, el cual fue prácticamente abandonado a su suerte. En 1937 el Colegio del Estado se convierte en Universidad de Puebla, iniciativa que se limitó a un mero cambio de nombre de la institución, ya que no trajo consigo ninguna transformación en sus estructuras académicas.17 El doctor Héctor Labastida Muñóz, médico poblano eminente que ingresó a la Escuela de Medicina en ese período de decadencia ingresó en 1934 nos relata la situación que imperaba en la misma en esos años, en los siguientes términos: "La escuela de Medicina de nuestra Universidad no tenía un sitio fijo en mi época. Teníamos clases en el Colegio Carolino y teníamos clases aquí, en este hospital, en el viejo hospital Francisco Marín, por ejemplo. Las clases de disección las teníamos también en el hospital y la histología la teníamos en el Colegio Carolino. Teníamos que correr de un lado a otro para recibir clases". Y Agrega: "...En aquella época las clases eran básicamente teóricas. Esto se resentía sobre todo en las materias que precisaban de la asistencia del laboratorio para aprenderse, como la histología. Aquí, el tema se aprende cuando uno pasa ante el microscopio viendo los cortes una y otra vez. Yo creo que en total hemos de haber visto una o dos ocasiones a través de las lentes. Todo lo teníamos que aprender de memoria... No había microscopios suficientes, ni gabinetes suficientes en donde pudiéramos tener alguna práctica. Lo mismo ocurría en fisiología y en patología. Había que memorizar y memorizar; pero de prácticas no teníamos nada".18 Imperaba, como puede verse, una situación realmente deplorable. No es sino hasta finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta que la Escuela comienza a recuperarse de su postración académica. 17.Ibid.,
pág. 37. V.- La Escuela de Medicina en la etapa de la transformación de la Universidad de Puebla en Universidad Autónoma de Puebla En 1956 la Universidad de Puebla logra acceder a la autonomía, pero tampoco este hecho se reflejó en un mejoramiento sustancial de su nivel académico. Sin embargo contribuyó de algún modo a que los estudiantes tuviesen un mayor grado de conciencia política, y una mayor lucidez para advertir las limitaciones de su centro de estudios. En 1961 estalla el Movimiento de Reforma Universitaria en la UAP, que se propone la transformación de la universidad de acuerdo a los cambios que por esos años se registran en el país y en el mundo en los terrenos de la ciencia, de la técnica, y en los diversos campos del conocimiento.
No obstante las reacciones adversas que suscita dicho movimiento entre las fuerzas reaccionarias del estado y entre los sectores más retrógrados de la universidad dicho movimiento logra, en efecto, sacudir las estructuras semifeudales que imperaban en la institución, estableciendo los cimientos para la transformación académica de la misma. De este modo, se modernizan los planes de estudio, se actualizan los equipos y los laboratorios, se crean más bibliotecas y, en general, se abre paso a un ambiente de renovación en todos los ámbitos universitarios. La Escuela de Medicina, al igual que las otras unidades académicas, logra importantes avances en esos años. Así, en 1962 se establece un nuevo plan de estudios que, aunque no logra aún desterrar el predominio excesivo de la teoría, introduce sin embargo algunas modificaciones importantes en el campo de la práctica. El plan continúa siendo de seis años, en el cual los primeros cinco se ocupan de clases teóricas, pero en el sexto prevalecen las clases prácticas, llamándosele "año de pre-internado", el cual tenía que ejercerse en algún hospital.19 Por esos años, además, la Escuela de Medicina logra integrar una de las mejores plantas de profesores de la universidad, entre la que se encontraban verdaderas eminencias, entre otros Edgar Arvea, Rubén Tamayo Pérez, César Núñez, Eduardo Vázquez Navarro, Efraín Castro Morales, Rolando Revilla, y Julio Glockner, que gozaban de un gran prestigio en la comunidad cultural y científica de Puebla. Pese a tales avances, la Escuela continuaba enfrentando enormes carencias, sobre todo de espacio físico. Los estudiantes tomaban clases en el edificio Carolino y en el viejo hospital Jesús Carranza, los cuales no se daban abasto para albergar a los alrededor de 300 alumnos que había en ese entonces. Aunque la población estudiantil a principios de los sesentas no era excesiva, las aulas eran insuficientes. Así, por ejemplo, en la clase de anatomía que daba el doctor Arvea ¡se concentraban hasta 100 estudiantes!.20
Así las cosas, las autoridades universitarias comprendieron que era necesario construir un espacio especial para la Escuela, proyecto que empezó a materializarse al inicio de los sesenta en el sitio donde se localiza actualmente, en la 13 sur 2702 pero que, ante la carencia de recursos, no pudo cristalizar hasta 1965, gracias al empeño que puso en esa tarea el entonces rector Manuel Lara y Parra. La comunidad de la Escuela de Medicina tiene una gran deuda con este hombre, quien no reparó en esfuerzos con tal de que la misma contara con un edificio a la altura de sus necesidades. En su Informe de Labores 1964-1965, el rector Lara y Parra, expresaba: "Visitamos innumerables veces al Gobernador anterior a fin de discutir la continuación de la obra suspendida del edificio de la Escuela de Medicina, sin cuyas instalaciones no podía imprimirse a esta Escuela el carácter científico y técnico que actualmente debe tener la docencia médica. El Gobierno del señor licenciado Adolfo López Mateos otorgó para esta obra, en 1964, un millón de pesos como subsidio especial y único para continuar la construcción del edificio. El subsidio fue manejado por el propio Gobierno, sin que hayamos conocido el estado final de las erogaciones en esta construcción". Y agregaba: "El señor Ing. Aarón Merino Fernández, gobernador actual, ha ordenado la continuación de la obra para que los acabados que se habían proyectado, sean superados en su calidad y función, lo que ha motivado un aumento en el presupuesto de más de cinco millones".21 Finalmente, "dicho edificio y sus correspondientes instalaciones tienen un valor de $14,600 000.00"22, el responsable de la construcción fue el ingeniero Juan Valera. Después de toda una serie de vicisitudes, final-mente el nuevo edificio de la Escuela de Medicina fue inaugurado por el presidente de la república Gustavo Díaz Ordáz el 18 de noviembre de 1965, en el periodo del rector José Garibay Avalos y director de la escuela de Medicina, el doctor Manuel Gil Barbosa. De esta forma, se iniciaba una nueva etapa en su vida académica, ya que el nuevo edificio venía a cubrir algunas de las necesidades fundamentales que exige la enseñanza de la medicina moderna. Desde luego la construcción del nuevo edificio no fue suficiente para resolver todos los problemas de la escuela. Así, por ejemplo, el alumnado de la misma continuaba sin tener un espacio adecuado para llevar a cabo las clases prácticas, las cuales como señalamos en líneas anteriores tenían necesariamente que realizarse en hospitales. Este problema se resolvió en 1973, una vez que el Hospital Civil pasa a formar parte de la Universidad Autónoma de Puebla, convirtiéndose en Hospital Universitario. Este hecho lo comentamos en Tiempo Universitario, en el número dos (30 de enero de 1998). Como es del conocimiento público, el edificio de la Escuela de Medicina resultó profundamente dañado por el sismo ocurrido el 15 de junio de 1999, a un grado tal que fue preciso demolerlo. Resulta realmente un hecho insólito que una construcción relativamente nueva tenía apenas 34 años de existencia haya resultado tan vulnerable ante el mencionado fenómeno telúrico. Al término de este ensayo la comunidad de la Escuela de Medicina al igual que el conjunto de la comunidad universitaria de la UAP se aprestaba a enfrentar el problema concerniente a su ubicación provisional. Es de subrayar que autoridades, maestros, alumnos, personal administrativo y trabajadores de la Escuela, lejos de sentirse abatidos por la tragedia que se cernió sobre su institución, despliegan todo un cúmulo de esfuerzos orientados a reiniciar las labores académicas con renovados bríos. Después de todo tal como se muestra en este trabajo no es la primera vez que la Escuela de Medicina sufre los embates de la adversidad. Si algo nos pone de relieve su historia, es que sus diversas generaciones de profesores y alumnos han tenido el temple y el arrojo suficientes para vencer todo tipo de obstáculos, ora de tipo social, ora de tipo político, ora de tipo académico, etc. Estamos persuadidos, en ese sentido, que la actual generación actuará de manera similar a sus predecesoras. 19.Ibid.,
pág. 25.
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