Manuel
Azpíroz (1836- 1905): Un poblano Por Cristina Aguirre Beltrán
anuel Azpíroz Mora es, sin duda, uno de los personajes más interesantes de la Puebla del siglo XIX. Destacó principalmente por haber sido el fiscal militar que presidió el consejo de guerra que pidió la pena de muerte contra Maximiliano de Habsburgo, y los generales mexicanos Miguel Miramón y Tomás Mejía, sin embargo, los otros aspectos notables de su carrera política, militar y literaria son prácticamente desconocidos. Así, para mencionar sólo algunos de sus méritos, a él le cupo la honra de haber sido el primer embajador de México en Estados Unidos, ya que antes existía sólo una legación. Azpíroz fue jefe político de su estado natal, Puebla, y diputado al Congreso Constituyente en 1857. Participó en la toma de Chihuahua, en 1866, con el grado de comandante. También destacó en su papel como representante de México ante la Comisión Arbitral que se constituyó en 1868 para decidir el asunto del Fondo Piadoso de las Californias. Aparte de dichas actividades políticas y militares empuñó la pluma a efecto de defender ante la opinión pública mundial la actuación de México frente a la invasión francesa, escribiendo el documento Causa de Maximiliano de Habsburgo y de Miramón y Mejía. Nos encontramos frente a un poblano que hizo grandes aportaciones a la vida política de su estado natal y del país. Lamentablemente la historia no ha sido muy justa con él porque, como ya hemos dicho, su nombre es mencionado con poca frecuencia. Ello se debe, quizá, al hecho de que en el firmamento histórico en que vivió predominen las estrellas de hombres como Benito Juárez, Jesús González Ortega, Ignacio Zaragoza y otros de los personajes más conocidos del México de la Reforma y de la Intervención. Esto, de ningún modo justifica el olvido en que le tienen nuestros historiadores. Este trabajo persigue el propósito de contribuir a superar esa injusticia y destacar que nuestro personaje fue formado intelectual y patrioticamente en lo que hoy se conoce como Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UAP, antes Colegio del Estado. La Reforma, el Plan de Ayutla y la intervención extranjera
l surgimiento de México como nación independiente fue muy azaroso. Después de la caída del Primer Imperio de Agustín de Iturbide, del sempiterno gobierno santannista, de la agresión de Estados Unidos contra nuestro país, de la pérdida de más de la mitad del territorio nacional, del sinfín de gobiernos breves, interinatos, y cruentas guerras intestinas, finalmente con la llegada de Benito Juárez a la Presidencia de la República, México comienza a experimentar un periodo de consolidación en sus estructuras políticas y sociales, que le permite a nuestro país ingresar al escenario de la historia universal, aunque se logró a costa del sacrificio de miles de nuestros compatriotas. Es en el periodo comprendido entre 1854 y 1876, identificado como la Revolución de Reforma, cuando se realizan profundos cambios en la sociedad mexicana, mismos que fueron inducidos y diseñados por los liberales, cuyo factor determinante fue una larga lucha por el poder en contra de los conservadores y sus aliados extranjeros. En este proceso podemos distinguir tres momentos importantes, en el primero de los cuales (1854-1860) se gesta y desarrolla el enfrentamiento entre conservadores y liberales. El primero de marzo de 1854 estalla la rebelión proclamada en el "Plan de Ayutla", que se propone el objetivo de desterrar a "Su Alteza Serenísima", Antonio López de Santa Anna. El centro de la conspiración estaba en Nueva Orleans y Brownsville, donde se encontraban desterrados Benito Juárez, Melchor Ocampo y otros destacados liberales quienes convocaron a la formación de un Congreso Constituyente. El "Plan de Ayutla" no fue un documento radical, por lo que tuvo la virtud de lograr amplias adhesiones entre liberales "puros" o radicales, y liberales "moderados". De esa revuelta surge un gobierno provisional, en el que encontramos a grandes personajes de nuestra historia patria. Aparte de los citados Benito Juárez y Melchor Ocampo, participaron personalidades tan brillantes como Guillermo Prieto, Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, Manuel Doblado, y los ilustres poblanos don José María Lafragua y a nuestro biografiado, Manuel Azpíroz. En este periodo se promulgan las Leyes de Reforma de Lerdo y de Juárez, la Constitución de 1857, y surge la Guerra de Tres Años, que concluye con la victoria de los liberales en la batalla de Calpulalpan, Tlaxcala. El segundo momento del proceso de referencia se desarrolla en el lapso comprendido entre 1861 y 1867, en el cual tiene lugar la Intervención Extranjera y el Imperio de Maximiliano.1 Como sabemos, el 17 de julio de 1861 el Congreso se vio ante la necesidad de decretar la suspensión del pago por un periodo de dos años de la deuda pública, iniciativa que se adoptó debido a la penuria de las arcas de la nación. Esto propició que los principales acreedores de México, Inglaterra, Francia y España, organizaran una expedición armada con miras a forzar al gobierno al pago de sus compromisos. Frente a dicha amenaza, el gabinete de Juárez le propuso a los representantes de esa Triple Alianza un arreglo diplomático, para lo cual los citó en el pueblo de La Soledad, Veracruz, el 19 de febrero de 1862. Inglaterra y España aceptaron el trato, retirándose con sus tropas, mismas que tenían estacionadas en Veracruz. Francia no aceptó el acuerdo, decidiendo actuar por sí sola en la invasión a nuestro país. El gobierno de Juárez no tuvo otra opción que enfrentar de lleno al invasor, para lo cual contó en todo momento con el respaldo del pueblo mexicano.
La heroica lucha de nuestro pueblo contra el entonces ejército más poderoso del mundo despertó una profunda admiración en las principales naciones civilizadas. Incluso en Francia hubo amplios sectores de la población que se manifestaron en contra de la violación a la soberanía de México. El célebre poeta y escritor, Víctor Hugo, en una carta a los mexicanos, expresó lo siguiente: "Mexicanos teneís razón en creerme con vosotros. No os hace la guerra Francia; es el Imperio. Vosotros y yo combatimos contra el Imperio; vosotros en vuestra Patria, y yo en el destierro. Luchad, combatid, sed terribles y, si creéis que mi nombre os puede servir de algo, aprovechadle, apuntad a ese hombre a la cabeza con el proyectil de la libertad... Y agregó: "Valientes hombres de México, resistid. Esperad. Vuestra heroica resistencia se apoya en el derecho y tiene a su favor la certidumbre de la justicia. El atentado contra la República Mexicana es un atentado contra la República de Francia. Una emboscada completa la otra. El imperio fracasará en esta tentativa infame, así lo creo y vosotros venceréis. Pero ya venzáis o seáis vencidos, la Francia continuará siendo vuestra hermana, hermana de vuestra gloria y de vuestro infortunio y yo... os repito que estoy con vosotros. Si sois vencedores os ofrezco mi fraternidad de ciudadano, si sois vencido, mi fraternidad de proscrito". Y, ciertamente, los mexicanos resistieron, llegaron a vencer... Fueron terribles, tal como lo pedía el autor de Los Miserables. Sin embargo, el proyectil al que aludía éste no dio en la cabeza de Napoleón III, como era su deseo, sino en la del príncipe que envió para extender su imperio, esto es, Maximiliano de Habsburgo. Refiriéndose al emperador francés, Carlos Marx escribía: "Este Lazarillo de Tormes palaciego es ahora la caricatura no sólo de su tío, sino de sí mismo... No me cabe la menor duda: en México se romperá la crisma si es que antes no lo cuelgan".2 Y Marx no se equivocó... Aunque la crisma rota fue la de Maximiliano. El llamado Imperio Mexicano nunca pudo consolidarse,3 dado que en ningún momento gozó del respaldo popular, llegando incluso a perder el apoyo de no pocos de los principales sectores del movimiento conservador. Su dependencia económica, política y militar respecto a Francia, la situación internacional desfavorable, y el posterior retiro de las tropas francesas lo llevaron al derrumbe. Ante esta evidencia, Napoleón III desconoció los acuerdos de Miramar a través de los cuales había enviado a Maximiliano a esa trágica aventura. El tercer momento del proceso que estamos refiriendo, se desarrolló durante los años de 1867 a 1876, durante los cuales se dan los pasos necesarios para la centralización del Estado y el fortalecimiento del poder Ejecutivo. Manuel Azpíroz: Fiscal de Maximiliano
Manuel Azpíroz le correspondió participar en los tres periodos de referencia. Nació en la ciudad de Puebla en 1836, hijo de don Francisco Azpíroz y de doña Josefa Mora. Realizó sus estudios profesionales en el Colegio del Estado, institución que precedió a nuestra Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. En la época en que Azpíroz inició estudios de jurisprudencia, la semilla del liberalismo ya había sido sembrada en el país por el vicepresidente D. Valentín Gómez Farías y por D. José María Luis Mora,4 para ambos, era indispensable la destrucción del monopolio del clero en la educación pública, por lo que el laicismo fue el elemento esencial en la educación.5 Las ideas liberales germinaron en la conciencia de los jóvenes alumnos del Colegio del Estado, mismos que se distinguirían por su participación en los próximos hechos históricos que se avecinaban, Miguel Cástulo Alatriste, Gabino Barreda, Abraham García Sota y Manuel Azpiroz. El pensamiento liberal se proponía la transformación ideológica de México, una educación nueva y progresista, que traería como consecuencia una sociedad consciente de sus deberes y de sus derechos y un estado fortalecido. Desde entonces Azpíroz se identificó con la causa liberal por lo cual decidió participar en el Movimiento de Reforma. Siguió al presidente Juárez en su odisea hacia el norte del país. Fue secretario de gobierno del general Ojinaga, oficial mayor en el gobierno del general Villagrán, fiscal militar en la Plaza de Chihuahua en 1856, y diputado al Congreso Constituyente de 1856 a 1857. Destacó, asimismo, por su participación como militar en la gloriosa batalla del 5 de mayo de 1862. Al ser derrotadas las fuerzas de Maximiliano en Querétaro, Manuel Azpíroz que en esa etapa ostentaba el grado de teniente coronel de infantería fue nombrado Fiscal del Consejo de Guerra que habría de juzgar a aquél y a los generales Miramón y Mejía.6 Su dictamen fue la pena capital para los procesados, a quienes acusó de "delitos contra la independencia y la paz pública, el derecho de gentes, y las garantías individuales". Se basó al respecto en la Ley del 25 de enero de 1862, en la cual se especificaba que "serían condenados a muerte los extranjeros que conspiraran contra la independencia de México, y que se aplicaría la misma pena a los mexicanos que les ayudaran". Pese a las enormes presiones que desplegaron la mayoría de las potencias del orbe para impedir el fusilamiento de Maximiliano, Azpíroz se mantuvo inquebrantable en su decisión, convencido, al igual que el presidente Benito Juárez, de que aquél había sido un protagonista fundamental en la violación a la soberanía nacional, lo consideraba el responsable visible de la intervención extranjera en México, misma que había generado una prolongada y cruel guerra que causó miles de muertos y heridos, y una profunda ruina económica del país, por lo consiguiente, el pueblo reclamaba a su presidente el castigo del culpable.
Habría que subrayar, sin embargo, que Maximiliano y sus aliados fueron juzgados de acuerdo con las leyes, teniendo todas las garantías legítimas para su defensa. Pero no fue fácil para el gobierno de Juárez frente al mundo este proceso. Posteriormente, el fiscal Azpíroz sufriría en carne propia, como diplomático en funciones, el rechazo de los países que consideraban al príncipe austríaco como intocable. Trece fueron los cargos que formuló Azpíroz a Maximiliano: "1º. Fue instrumento de la Intervención Francesa, la cual intentó destruir las instituciones republicanas de México. 2º. Atentó contra la Constitución de 1857 y apoyándose en unos cuantos votos, trató de justificar el llamado Imperio Mexicano. 3º. Usurpó la soberanía nacional. 4º. Dispuso, por medio de la violencia, de vidas e intereses de los mexicanos. 5º. Auxiliado por (Francisco) Bazaine, llevó a cabo una guerra implacable contra los republicanos. Muchos hombres fueron sacrificados en su nombre por las cortes marciales. 6º. Hizo una guerra de filibusteros, trayendo incluso belgas y austríacos, ciudadanos de países que no estaban en guerra con la República. 7º. Haber dado el Manifiesto del 2 de Octubre (1865), preámbulo del decreto del día siguiente, tratando de justificar su conducta con el falso argumento de que Juárez había abandonado el territorio de México y la defensa de la causa nacional. 8º. Haber emitido el terrible decreto del 3 de octubre.7 9º. Después de retirado el ejército francés, cuando la república entera se levantaba contra él, persistió en seguir dominando con su falso título de emperador. 10º. Abdicaba a su falso título de emperador sólo en caso de ser tomado prisionero. 11º. Que no se le podía ser considerado como soberano vencido en guerra, ya que legítimamente no lo había sido nunca. 12º. Negar la competencia del Consejo de Guerra. 13º. Cargo de contumacia y rebeldía por negarse a contestar las preguntas formuladas por el fiscal". Después de algunas gestiones de algunos gobiernos europeos y del norteamericano en defensa de la vida del archiduque; de una defensa no muy brillante, ni atinada por parte de sus defensores, los licenciados Mariano Riva Palacio y Rafael Martínez de la Torre, cuyo principal alegato fue que sus defendidos no debían ser juzgados por corte marcial, ni por la Ley de 25 de enero de 1862; de un fracasado intento de fuga auspiciado por la princesa Salm Salm y de un duro peregrinar de la esposa de Miramón ante todas las instancias posibles para que los procesados obtuvieran el indulto, Maximiliano, Miramón y Mejía fueron condenados a muerte, y fusilados en el Cerro de las Campanas, el 19 de junio de 1867.8 Manuel Azpíroz durante la República restaurada
na vez restaurada la República, Azpíroz continuó sirviendo a la patria desde distintos frentes. En 1867 desempeñó el puesto de Alcalde Primero del Ayuntamiento de Puebla, cargo en el que sufrió una humillación intolerable por parte del general Pablo Gutiérrez, quien pretendió pasar por encima de sus atribuciones como autoridad. Para un hombre con tanto sentido de la dignidad como el ex-fiscal de Maximiliano ello no podía quedar impune, por lo cual le reclamó enérgicamente su proceder al general de referencia quien, lejos de aceptar su error, por el contrario reaccionó con violencia intentando disparar su arma contra Azpíroz, pero éste se le adelantó descargándole su propia pistola. Gutiérrez no murió en ese momento, sino unos días después, debido a que no respetó las indicaciones de sus médicos de que guardara reposo, dada la gravedad de sus heridas. Azpíroz fue procesado por la muerte de dicho militar, pero más adelante fue exonerado gracias a la eficaz defensa de su caso por el licenciado J. Rafael Isunza, otro ilustre egresado de lo que hoy se conoce como Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UAP, antes Colegio del Estado. Éste demostró que, a final de cuentas, aquel no había hecho otra cosa que defender con dignidad, entereza y energía el honor de la judicatura y de su propia persona. En 1871 Azpíroz fue nombrado Oficial Mayor encargado del despacho de Relaciones Exteriores del gabinete de Benito Juárez, y fue ratificado en ese cargo por el general Porfirio Díaz, en 1890 y 1898. En 1872 fue nombrado como agente y abogado en la Comisión Mixta de Mutuas Reclamaciones en los Estados Unidos, y como Cónsul en San Francisco, California. En los años 1873-1875 fue electo Senador, y ocupó el cargo de Subsecretario de Relaciones Exteriores. Tal experiencia le permitió escribir un Código de Extranjería. Poco después recibió la honra de ser el primer embajador de México en los Estados Unidos, ya que antes existía sólo una legación. Sin embargo, su nombramiento no fue bien visto por el cuerpo diplomático europeo radicado en Washington, debido a su actuación como fiscal en el caso de Maximiliano. La prensa mexicana silenció el desprecio de la diplomacia europea hacia Azpíroz, a excepción del célebre periódico El Hijo del Ahuizote, el cual satirizó la conducta de la misma. Así, en su número 678 (1899) aparecieron tres caricaturas geniales que reproducimos en este lugar y dos notas, en una de las cuales se reproduce un artículo publicado en The Mexican Herald, de fecha 9 de abril de 1899, donde se denuncia el boicot sufrido por nuestro embajador. En otro prestigioso diario estadounidense se observaba que Azpíroz tenía bien acreditada su aptitud como embajador por puestos que había desempeñado: "Nada menos que en cumplimiento de su deber como Promotor Fiscal expresaba dio pruebas de su energía y patriotismo en 1867. No es necesario hacer su elogio como liberal; baste decir que comprendió las necesidades de la República, y dejó que la justicia descargara su mano sobre los traidores y el aventurero (Maximiliano)...'¡Este acto de Azpíroz no es una mancha, es un timbre de gloria!' ". Habría que señalar que el presidente Porfirio Díaz sostuvo y apoyó en todo momento al embajador mexicano en los Estados Unidos, quien murió en el ejercicio de su función diplomática en la capital de ese país, en 1905. Manuel Azpíroz Mora legó al Colegio del Estado su Alma Mater la totalidad de los libros que constituían su biblioteca personal, cuya calidad y multiplicidad de los materiales que contiene dan testimonio de la vasta cultura de su dueño, enriqueciéndose así el acervo bibliográfico y documental de la Biblioteca José María Lafragua del antiguo Colegio del Estado, hoy Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Génesis de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
a Comisión de Diseño Curricular de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales en un documentado trabajo afirma que los estudios de derecho en el Colegio del Espíritu Santo, hoy Universidad Autónoma de Puebla, se iniciaron aproximadamente en 1595 y cita como referencia la Enciclopedia de México que dice entre otras cosas lo siguiente: "...los que disponían de más personal, tenían también cátedras de sagrada escritura, teología dogmática y moral y derecho canónico. Tal era el caso de México y Puebla..." Al triunfo de la revolución de independencia el gobernador del estado José María Calderón hizo saber un decreto aprobado por el Congreso del Estado referente a los estudios de derecho, antecedente de la actual Facultad y que fueron la base para la formación de hombres ilustres y patriotas como es el caso de Manuel Azpíroz. A continuación se transcribe el decreto de referencia. El general de Brigada
José María Calderón A todos sus habitantes Sabed: que el Congreso ha decretado lo siguiente. El Congreso del Estado Libre y Soberano de Puebla decreta: 1º. Queda reducido el estudio de jurisprudencia a tres años de teórica y tres de práctica. 2º. En el primer año de teórica se darán lecciones de derecho natural y de gentes, y en los dos restantes se explicará el canónico y el civil. 3º. Derecho natural y de gentes se estudiará por Burlomaqui: el civil por Alvarez: y el canónico por Cavalario. 4º. Si no hubiere ejemplares de estos autores el Gobierno activará su reimpresión. 5º. Los juristas cursarán en sus aulas respectivas hora y media por la mañana e igual tiempo por la tarde. 6º. Practicarán dos horas por la mañana y dos por la tarde. 7º. Además de las materias que han sido hasta ahora objeto del examen de práctica para recibirse de abogado, se añadirá el de las lecciones que sean conducentes al estudio de la elocuencia por Hugo Blair. 8º. Los cursantes actuales que no hubieren alcanzado dispensa de algún tiempo se admitirán al examen luego que completen los tres años, si se gradúan en el estado, y si según el curso en que hallaren hacen constar con documentos de sus maestros haberse dedicado al estudio de los autores que se prescriben, y correspondan al tiempo que han cursado desde el establecimiento de la ley. 9º. Los que pretendan dispensa de tiempo en teórica sufrirán un examen público de dos horas que harán cuatro profesores nombrados por el Gobierno, a propuesta del consejo. 10º. El primer nombrado será el presidente de la junta y no tendrá voto. 11º. Los sinodales no calificarán por los atestados sino solamente por el examen si se debe o no conocer la dispensa, y el tiempo que ha de comprender, con tal que no pase de un año. 12º. Se faculta al Gobierno para que calificada la aptitud del pretendiente por los sinodales pueda concederle la dispensa. El gobernador cuidará de que se imprima, publique, circule y observe. Dado en Puebla a 20 de mayo de 1826. José María Crespo, Diputado Presidente. Marcelino de Ezeta, Diputado Secretario, Antonio María de la Rosa, Diputado Secretario. Al Gobernador del Estado. Por tanto mando se imprima, publique y circule a quienes corresponda para su cumplimiento. En Puebla a 26 de mayo de 1826. José María Calderón (Rúbrica)
Ramón Ponce de León. Srio (Rúbrica) Biografía del eximio poeta Rafael Cabrera Por Mario Amezcua
l poeta poblano Rafael Cabrera, ha sido, en los últimos tiempos, uno de los exalumnos más distinguidos de nuestra Universidad. Un grupo de sus admiradores encabezado por el señor profesor Luis Casarrubias Ibarra, tuvo la idea de levantarle un monumento que se encuentra en el paseo de San Francisco, costeado por el señor don Enrique Benítez. También publicamos parte de la biografía de tan distinguido poeta y una parte de su obra. Rafael Cabrera nació en la ciudad de Puebla el 5 de marzo de 1884. Fueron sus padres, el ingeniero don Angel Cabrera, catedrático del Colegio del Estado, y doña Elena Camacho, ambos de rancio abolengo. Ella murió cuando Rafael contaba escasos dos años y su padre tres años después. Huérfano Rafael, fue a vivir al lado de sus padrinos, don Tomás Furlong, hombre severo, distinguido y hábil financiero y doña Conchita Armijo de Furlong, virtuosa y estimada dama poblana, que siempre prodigó a su ahijado maternal cariño. Ingresó a la escuela anexa a la Normal de Profesores, terminando sus estudios en esa escuela pasó al Colegio del Estado para estudiar ahí preparatoria y su carrera profesional en la escuela de Medicina, profesión que ejerció muy poco. El doctor Cabrera desempeñó en la ciudad de Puebla el cargo de Director de la Biblioteca José María Lafragua del Colegio del Estado, desde el año de 1907. En 1917 fue llamado por la Secretaría de Educación del gobierno federal e ingresó a la Dirección de las Bellas Artes. Poco tiempo después pasó a la Secretaría de Relaciones Exteriores, desempeñando los siguientes cargos: Primer Ayudante del Protocolo hasta 1918; Segundo Secretario en Italia en 1919; Segundo Secretario de Bélgica en 1920; Segundo Secretario de Francia en 1922; Encargado Extraordinario y Ministro Plenipotenciaro en Holanda en 1927; Comisionado en la Secretaría de Relaciones en 1930; Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciaro ante el Gobierno de la República Argentina de 1931 a 1934, fecha en que presentó su renuncia con motivo del nuevo período presidencial, renuncia que le fue aceptada por no tener fuerza política, como la tuvo quien fue a ocupar su puesto. Cabrera (como sucedió con Manuel Azpíroz), desempeñó con acierto, honradez y gran conocimiento del Derecho Internacional, durante dieciocho años, los cargos que le fueron conferidos. Con su modestia habitual, amplia cultura y exquisito buen trato, se captó la simpatía y cariño de cuantos lo trataron, pudiendo así rehacer el prestigio que México había perdido en el extranjero, con motivo de la situación caótica y de los acontecimientos desarrollados en nuestro país en aquella época. Si dominando vuestra emoción, ponéis un oído más atento, escucharéis que los libros no solamente os hablan de sus dueños. Fijaos, son los autores de ellos, sus padres los que os hablan. Os hablan de vigilias, de desvelos, de ideales acariciados con amor a través de las vicisitudes, de hambres, de miserias sin nombre... R. Cabrera, Los libros viejos
|