Mujeres Universitarias La nueva democracia (detalle) mural de David Alfaro Siqueiros en Bellas Artes
"Lo único que puede mejorar al mundo es que las mujeres asuman la dirección de los gobiernos" Gabriel García Márquez
n marzo de 1910 se reunieron en Copenhague, Dinamarca, más de cien delegadas socialistas, comunistas y sufragistas en el Primer Congreso Internacional de Mujeres, con el propósito de unificar esfuerzos para conquistar el sufragio universal, los derechos civiles y políticos, así como el derecho al trabajo y la igualdad de salarios.1 Participaron en dicho evento luchadoras sociales e intelectuales tan sobresalientes como Rosa Luxemburg y Clara Zetkin, y otras destacadas personalidades, quienes decidieron convertir el 8 de marzo en Día Internacional de la Mujer. Propusieron esta fecha tomando como punto de referencia la tragedia que vivieron dos años antes -en ese mismo día- las trabajadoras de la fábrica textil Cotton de Nueva York, quienes, al declarar una huelga contra las pésimas condiciones de trabajo, el patrón respondió encerrándolas en el edificio. Por causas desconocidas, se produjo un incendio 129 de ellas murieron carbonizadas.2 Así como el Primero de Mayo se conmemora el Día del Trabajo en homenaje a los Mártires de Chicago el Ocho de Marzo se celebra, pues, el Día Internacional de la Mujer. En Tiempo Universitario hemos decidido evocar esa fecha para contribuir, aunque sea sólo con un grano de arena, al esfuerzo de la mujer mexicana y poblana por conquistar sus plenos derechos como ser humano. Desde luego en este lugar no podemos por limitaciones de espacio examinar el proceso de liberación de la mujer en los diversos ámbitos sociales. Nos limitaremos sólo a recordar algunos de los principales hitos de su inserción en la vida profesional de la entidad, lo cual tiene que ver naturalmente con su acceso a la educación superior. En ese sentido, nos daremos a la tarea de examinar el recorrido de las mujeres por las aulas de nuestro principal centro de estudios. Derechos humanos de la mujer en América Latina a mujer en nuestro país y en general en América Latina tardó muchos años en que le fueran reconocidos sus derechos humanos. Para poner tan sólo un ejemplo, concerniente a su participación política, en México no fue sino hasta 1953 cuando se le reconoció por vez primera su derecho al voto. En la mayoría de las naciones de nuestro hemisferio, las mujeres conquistaron ese derecho antes que en México. Así, por ejemplo, en Ecuador lo consiguieron en 1929. En Brasil y en Uruguay en 1932. En Cuba en 1934. En la República Dominicana en 1942. En Guatemala en 1945. En Panamá en 1946. En Argentina y Venezuela en 1947. En Costa Rica y Chile en 1949. En El Salvador en 1950, en Bolivia en 1952.3 Sólo en Colombia(1954), Honduras(1955), Perú(1955), Nicaragua(1955), y Paraguay (1961), las mujeres conquistaron más tarde dicho derecho. 4 Sin embargo, el reconocimiento del derecho de la mujer latinoamericana al voto no marchó de manera simultánea con el reconocimiento a todos sus derechos humanos, entre ellos, su derecho a participar en los diversos espacios del poder. Así, por ejemplo, no fue sino hasta 1981 cuando en México una mujer arribó al cargo de Secretaria de Estado, en este caso al cargo de Secretaria de Turismo. En ese aspecto también la mayoría de las naciones hispanoamericanas se adelantaron a nuestro país. Así, desde 1952 Chile ya contaba con una mujer en la administración pública federal (Justicia). En Colombia, Costa Rica y Cuba en 1952, 1954 y 1958, respectivamente, ya podíamos encontrar mujeres dirigiendo diversas Secretarías de Estado. 5 En términos generales, podríamos afirmar que es principalmente a partir de la década de los cincuenta cuando se inicia una ampliación progresiva de los espacios de participación de la mujer. En México, en 1937 el presidente Lázaro Cárdenas promueve una reforma al Artículo 34 constitucional para reconocer la plena capacidad cívica de la mujer, pero no se concluyó el trámite legislativo porque prevaleció el temor de que las mujeres pudiesen aliarse a las corrientes conservadoras. En 1947, el presidente Miguel Alemán promulgó una reforma al Artículo 115, a efecto de facultar a las mujeres a votar y ser votadas en las elecciones municipales. Finalmente, en 1953, Adolfo Ruiz Cortínes promulgó la reforma constitucional al Artículo 34, otorgando la ciudadanía a las mujeres.6 No obstante estos avances en cuanto a la participación de la mujer en la vida cívica del país, tuvieron que pasar varios años más para que le fuesen reconocidos sus derechos humanos en otros ámbitos. Así, por ejemplo, no fue sino hasta 1960 cuando se reconoció oficialmente que el trabajo de la mujer debía tener las mismas prerrogativas que el trabajo del hombre. En este caso fue el presidente Adolfo López Mateos quien adicionó un apartado B al Artículo 123, en el que se señalaba que a trabajo igual correspondería salario igual, sin importar el sexo. En 1962, otra reforma a este artículo preceptuó que la jornada máxima nocturna sería de siete horas, quedando prohibidas las labores insalubres o peligrosas para las mujeres y menores de dieciséis años. En 1969, el presidente Gustavo Díaz Ordaz promulgó la reforma a la fracción II del Artículo 30 Constitucional, según la cual ambos padres podían transmitir la nacionalidad mexicana a sus descendientes nacidos en el extranjero. En la Ley General de Reforma Agraria de 1971, promulgada por Luis Echeverría Álvarez, se le reconoce a la mujer campesina la igualdad de derechos en relación al campesino ejidatario, por cuanto hace a los aspectos de orden político y administrativo. En 1974, el mismo mandatario promovió tres reformas constitucionales tendientes al pleno equiparamiento jurídico del varón y la mujer.7 Como puede verse, la mujer mexicana ha logrado avances innegables en su lucha por el reconocimiento a sus derechos humanos; sin embargo, lo cierto es que no pocos de esos avances distan mucho de ser una realidad palpable: en no pocos casos sólo se reflejan en la letra de determinados ordenamientos y disposiciones jurídicas, empero no en la realidad cotidiana. Es el caso, por ejemplo, de las desigualdades que continúan imperando en nuestro país en materia educativa. De cada tres personas adultas que no saben leer ni escribir, dos son mujeres. Las diferencias por sexo son especialmente importantes en las entidades federativas más pobres, donde el analfabetismo femenino llega a ser superior al 30 por ciento, en comparación con la población masculina, que registra un nivel no mayor de 20 por ciento.8 El número de mujeres que obtienen una educación media y superior ha aumentado continuamente en los últimos años, sin embargo lo cierto es que continúan existiendo todo un cúmulo de obstáculos para la incorporación plena de aquella a todas las esferas de la vida económica. Del mismo modo, continúan existiendo desigualdades notables entre el hombre y la mujer en lo que se refiere a las remuneraciones económicas. Así, por ejemplo, en el caso de los profesionistas, los hombres ganan en promedio alrededor de 650 pesos más que las mujeres, para los técnicos y el personal especializado, la diferencia es de más de 200 pesos. Diferencias mayores a los 300 pesos promedio se aprecian en los vendedores y dependientes, en los trabajadores directos en los procesos de producción y en los maestros.9 Como puede verse, las mujeres mexicanas todavía están muy lejos de haber logrado el pleno reconocimiento a sus derechos humanos. Esta situación, reiteramos, no se puede superar únicamente a través de determinados decretos y leyes, debido principalmente a que se trata de una problemática de índole cultural, que tiene que ver con los prejuicios seculares que permean a nuestra sociedad, en la que continúa imperando la ideano sólo entre los varones, sino incluso en no pocos grupos del sexo femenino de que el papel de las mujeres debe estar en el hogar, avasallada por sus maridos. En ese sentido, pues, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer en México atraviesa por la puesta en marcha de proyectos y programas orientados a desterrar los prejuicios mencionados. Tal como observa Rosario Green Secretaria de Relaciones Exteriores de nuestro país "en ningún caso será posible avanzar en esa línea (esto es, el reconocimiento pleno de los derechos humanos de las mujeres) si no se crea la conciencia en la población acerca de la condición de la mujer. No será posible adelantar en el camino de la igualdad entre hombres y mujeres si no se sensibiliza a la sociedad con programas orientados a eliminar los prejuicios que impiden a la población femenina gozar a plenitud de sus derechos constitucionales" .10 1. "La Mujer y su lucha contra la explotación humana", en Universidad, órgano de difusión de la UAP, Año IV, Núm 08, 8 de marzo de 1984, pág. 2. 2. Ibid. 3.Vid. FLACSO--Chile, Base de datos, Mujeres Latinoamericanas en Cifras, Santiago, 1995 4. Ibid. 5. Ibid. 6. Vid. Vallarta Vázquez, María de la Concepción, Derechos Humanos de la Mujer, Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla, 1998, pág. 31 7. Ibid., pág. 110 8. Ibid., pág. 101 9. Ibid., pág. 106 10. Perfiles Liberales, Revista Latinoamericana por la Libertad, No. 57, enero-febrero de 1998, pág. 45 Las mujeres en la educación superior y en la UAP omo señalábamos más arriba, el acceso de la mujer a la educación superior en nuestro país ha sido lento, cargado de dificultades, derivadas sobre todo de la cultura machista que impera en la mayoría de nuestra sociedad. No contamos a la mano con estadísticas que nos permitan una visión cabal de cómo la mujer ha ingresado paulatinamente a la educación superior desde las primeras décadas del siglo, empero sí tenemos algunos puntos de referencia que nos pueden dar una idea al respecto. Así, por ejemplo, Juan Manuel Contreras Urbina observa que a finales de 1910, de 116 títulos profesionales que se extendieron, únicamente ocho fueron otorgados a mujeres.11 En su excelente libro Ensayo Sociológico sobre la Universidad, Lucio Mendieta y Nuñez nos señala que según el Primer Censo Nacional Universitario, realizado por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, ésta tenía 23 mil alumnos en el año de 1949, de los cuales el 80.9 por ciento eran hombres, y apenas el 19.11 por ciento mujeres".12 Sin duda una proporción semejante ha de haber existido en la mayoría de las instituciones de educación superior de México, aunque no descartamos la posibilidad de que el porcentaje de mujeres haya sido menor en aquellas universidades insertas en entidades signadas por su conservadurismo político y cultural. En ese sentido, seguramente en nuestra institución el porcentaje de mujeres fue, en la época señalada por el autor de referencia, mucho menor al de los varones. Es en la década de los setenta que tiende a intensificarse el ingreso de las mujeres a las universidades, empero aún en los ochenta constituían tan sólo el 30 por ciento de la población en estudios superiores. Hoy en día, en el nivel de licenciatura, de un millón 310 mil 229 alumnos, el 46 por ciento corresponde a mujeres. En el nivel de maestría, de 59 mil 913 estudiantes, el 39. 6 por ciento son mujeres, y en el doctorado, de 6 mil 158 aspirantes a ese grado, 3l.34 por ciento son mujeres.13 En la Universidad Autónoma de Puebla cada vez más se tiende a establecer un equilibrio entre los sexos. Mientras que a finales de la década de los sesenta las mujeres apenas constituían el 25 por ciento de la comunidad universitaria (véase cuadro 1), al iniciarse la década de los noventa tal proporción se había modificado de manera notable. Así, en 1990-1991 nuestra institución contaba con una población de 89 mil 991 estudiantes, de los cuales 49 mil 021 eran varones, y 40 mil 970 mujeres.14 Incluso, en algunos niveles ya era mayor el porcentaje de mujeres, como sería el caso del nivel medio profesional, el cual hacia 1990-1991 ya contaba con una población femenina mayoritaria : de 6 mil 950 estudiantes, 2 mil 178 eran hombres y 4 mil 772 eran mujeres (Veáse cuadro 2).
No deja de ser interesante observar, en el ciclo escolar de referencia, datos como los siguientes: mientras que en carreras como Ingeniería Civil es abrumadoramente mayoritaria la presencia de varones en dicha escuela había 2 mil 360 hombres, y tan sólo 134 mujeres en otras unidades académicas el número de representantes del sexo femenino es mayor, tal como lo podemos ver en los casos de Contaduría Pública donde encontramos a 3 mil 419 hombres y a 3 mil 807 mujeres, Ciencias Químicas donde había mil 468 hombres y mil 964 hombres y Lenguas Extranjeras en donde existían sólo 445 hombres y mil 194 mujeres .15 Las tendencias descritas se confirman en años recientes. Así, hacia 1997 en el último año de la gestión del rector José Doger Corte la población escolar de la UAP se encontraba distribuida del siguiente modo:
Como puede observarse, pues, en nuestra institución cada vez más se equilibra la proporción hombres-mujeres en el seno de la comunidad universitaria. 11. Contreras Urbina, Juan Manuel, en "Mujeres Universitarias: Presencia Masiva, Discriminación Persistente", ver Triple Jornada, No. 6, febrero 1999. 12.Mendieta y Núñez, Lucio, Ensayo Sociológico sobre la Universidad, UNAM, México, 1980, pág. 143. 13. Contreras Urbina, Juan Manuel, Op. Cit. 14. Anuario Estadístico de la UAP. Ciclo 1990-1991. Población Escolar Total en Niveles por Sexo. Cuadro No. 16. Dirección de Planeación y Presupuestos, septiembre de 1991. 15. Ibid. Hombres
y mujeres en n los últimos veinte años, se ha podido comprobar un aumento importante aunque no suficiente de la matriculación de mujeres en la educación superior. Este progreso se debe en parte a estrategias específicas que han centrado la atención en las desigualdades que debían corregirse. La actividad de las Naciones Unidas a este respecto ha sido eficaz, porque los encargados de la adopción de políticas han cobrado conciencia de los derechos de las mujeres y de la necesidad de abrir a mayor cantidad de ellas el acceso a todos los niveles de educación. Un análisis detallado de las estadísticas sobre la educación superior pone de manifiesto la distinta índole de este problema en función de los diferentes contextos socioculturales y económicos. En general, la matriculación de las mujeres ha aumentado y puede que incluso haya superado a la de los hombres. Además, algunos países han contraído claramente un decidido compromiso de facilitar el acceso de las mujeres a la enseñanza superior. Como puede suponerse, las disparidades mayores se siguen encontrando en los países en desarrollo:
Primeras mujeres que egresaron de nuestra casa de estudios Cuáles fueron las primeras mujeres profesionistas en nuestra institución? Nos basaremos al respecto en los datos aportados por la Gaceta Universidad (Órgano de Difusión de la Universidad Autónoma de Puebla, Año IV, núm. 08, 8 de marzo de 1984), que por cierto nos aclara que "debido a las dificultades técnicas que significó recabar los datos correspondientes a este apartado, prevenimos al lector de algún error de nombre o de fecha que pudiera haber tenido lugar en el presente artículo". En tal órgano, se nos dice que "en el siglo pasado sólo dos mujeres se titularon a nivel subprofesional.... "El 27 de enero de 1881 el Periódico Oficial del Gobierno de Puebla que dirigía Miguel Galindo y Galindo daba cuenta de un acontecimiento inusitado en esa época: la inscripción al Colegio del Estado, por vez primera en su historia, de una mujer llamada Matilde Montoya, a las cátedras de física y zoología... "El 7 de febrero de 1893, la señora Francisca Campos obtuvo su título de enfermera partera, luego de realizar los cursos correspondientes en la antigua Escuela de Medicina y haber aprobado por unanimidad, tanto el examen teórico como el clínico. "Días después, el 16 de ese mes, Teodora Acosta se tituló como enfermera obstetra, al ser aprobada por unanimidad en las dos etapas de su examen profesional. Cursó también estudios en la antigua Escuela de Medicina. "Pasaron otros 24 años antes que una mujer egresara con título universitario del entonces Colegio del Estado. Fue Herminia Franco Espinoza, quien el 7 de diciembre de 1917 presentó examen profesional para médico cirujano. "El 19 de junio de 1928, Irene Rojas se convirtió en la primera mujer titulada como química farmacéutica, al aprobar por unanimidad el examen profesional correspondiente. "Ese mismo año, Delphy Oropeza Menéndez fue aprobada por unanimidad en su examen profesional para química farmacéutica bióloga. La tesis que presentó fue Tinta; definición, historia, fabricación: constituyentes y clases, análisis, ensayo, falsificación de escritos y regeneración y conservación de escritos. "Carmen R. Arellano Muñoz fue, el 29 de octubre de 1940, la primera mujer que obtuvo el título de licenciado en Derecho, tras aprobar, por mayoría de votos, en las etapas oral y escrita de su examen profesional. "Teresa Zafra Ortega fue la primera odontóloga que se graduó en nuestra universidad. Obtuvo su título el 16 de octubre de 1945, mediante la tesis "Puentes Fijos"... "En la carrera de Contaduría Pública y Auditoría, la primer titulada fue María Cuesta Contreras, en 1946... "Ana María Ochoa Calderón se convirtió, el 24 de marzo de 1960, en la primera mujer que se titulara como maestra en Ciencias Físicas". En la actualidad año tras año egresan cientos de mujeres de las diversas carreras que imparte nuestra universidad. Aunque este hecho tiene que ver principalmente con el complejo de transformaciones que ha experimentado el estado de Puebla en su vida económica, política, social y cultural, estamos persuadidos, sin embargo, que a ello también contribuyó de manera decisiva el ejemplo de las primeras mujeres que osaron desafiar la cauda de prejuicios predominantes en su entorno social, para embarcarse en la odisea de acceder a la educación superior, conscientes de que en ninguna parte estaba escrito que la mujer está condenada a ocupar un espacio marginal en la sociedad. Matilde P. Montoya: primera médica mexicana atilde P. Montoya nació en la ciudad de México el 14 de marzo de 1859. Desde muy joven realizó estudios de medicina en la capital del país, pero por cuestiones de salud se vio ante la necesidad de trasladarse a Puebla. Aquí trató de continuar sus estudios en dicha carrera, pero tuvo que cursar con antelación los conocimientos preparatorianos, por lo cual ingresó al Colegio del Estado en donde aprobó los exámenes de Zoología, Botánica, Biología, Física y Química. Poco después, en 1882 retornó a la Escuela Nacional de Medicina, empero debido a todo un cúmulo de vicisitudes sobre todo, una grave enfermedad no pudo graduarse sino hasta 1887. Gracias a su férrea tenacidad y a su decisión inquebrantable, fue la primera médica mexicana y, reiteramos, la primer mujer que se inscribió en el Colegio del Estado. Por cierto, su ingreso a este centro de estudios motivó que en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Puebla, con fecha 27 de enero de 1881, dirigido por el historiador Miguel Galindo y Galindo, apareciese la siguiente información: Un acontecimiento notable "La señorita Matilde Montoya, se ha matriculado en el Colegio del Estado, para cursar las cátedras de Física y Zoología. "Ante la realización de actos como el de que nos estamos ocupando, hay que convenir en que, a despecho de las arterías y tramas tenebrosas del retroceso, el mundo marcha, como ha dicho el ilustre Pelletan. "La mujer, bella mitad del género humano, personificación sublime del talento y de la virtud, ha entrado ya, gracias a la civilización y progreso de la presente época, en una nueva faz de su existencia social. "Hay un hecho incontestable, y es, la influencia que ejerce la mujer en los destinos del mundo, bajo el triple aspecto de la piedad filial, del talento y del amor; y siendo esto así; si la mujer está dotada de una alma poética y sensible, y una inteligencia superior, ¿por qué tratar de nulificar tan brillantes cualidades?, ¿por qué pretender apagar esa lámpara que alumbra el porvenir de los pueblos y constituye un motor universal? "Si la instrucción en todos los grados debe proponerse como objeto fundamental, la consecución y práctica del bien, desarrollando en la especie humana sus facultades principales, que son la voluntad, la inteligencia y el sentimiento, ¡con cuanta más razón no deberán dirijirse todos los esfuerzos hacia la mujer, a fin de redimirla de la postración en que se encuentra! "El progreso social será tardío y hasta raquítico, sin la ayuda de la compañera del hombre; y, en esa virtud, no habrá pueblo mas feliz en la tierra, que aquel en que mejor se proteja y estimule la enseñanza del sexo débil, ensanchando hasta donde fuere posible la esfera de sus conocimientos. "A la obtención de ese fin deben tender todas las aspiraciones levantadas; todos los deseos honrados. "Creemos que esa hora bendita ha llegado; y el ejemplo dado por la señorita Montoya, augura la llegada de una nueva era, en la que la mujer, querida como hija, santificada como esposa, y adorada como madre, vendrá a ser por su genio, virtudes e ilustración, la generadora de la idea, y la protagonista de la nueva civilización." Promover la presencia de la mujer demanda la UNESCO n octubre de 1998 se celebró la Conferencia Mundial sobre Educación Superior, cuya organización estuvo a cargo de la UNESCO. El objetivo de dicho evento fue examinar los principales desafíos que enfrentan las universidades y otras instituciones de educación superior a nivel internacional en los umbrales del nuevo milenio. A continuación se transcriben los objetivos que para el año 2010 propone la UNESCO: 1.- Para el año 2010, el número de estudiantes matriculados en la enseñanza superior de un país (es decir, en la educación postsecundaria para los grupos de 18 a 24 años de edad y los estudiantes de edad madura) debería corresponder a la realización del objetivo de mantener o aumentar el número de mujeres matriculadas. Por ejemplo, mantener el porcentaje de un 50 por ciento o más de mujeres en los países donde se haya alcanzado esa cifra; O bien, fijarse un objetivo de aumento del 20 al 30 por ciento en los países donde sea la matriculación de mujeres sea baja. 2.- Los puestos de catedráticos, profesores y jefes de departamento, deben ser desempeñados por hombres y mujeres sobre un pie de igualdad. Como muchas mujeres poseen hoy en día los títulos exigidos, se deben establecer objetivos para aumentar sus nombramientos hasta que lleguen a alcanzar el 50 por ciento de los puestos. Esto puede implicar la creación de nuevos puestos. 3.- Lo ideal sería que el 50 por ciento de todos los puestos de rectores y vicerrectores fuesen ocupados por mujeres. Las estadísticas muestran que en la actualidad las mujeres solamente ocupan entre un 5 y 7 por ciento de estos puestos. Las instituciones deberían adoptar una política de aumentar esas cifras anualmente en un 25 por ciento hasta alcanzar el 50 por ciento. En este caso, podría ser útil aplicar una política de alternancia. 4.- El 50 por ciento de los miembros de los órganos rectores de la educación superior (por ejemplo, juntas de gobierno, consejos nacionales, etc.) deberían ser mujeres. Deberían establecerse objetivos para aumentar su número periódicamente hasta alcanzar ese 50 por ciento. 5.- En determinados contextos culturales, se necesita desplegar grandes esfuerzos para evitar que las mujeres sean excluidas del acceso a la educación superior y de su participación en ella. Una exclusión de este tipo significa negar a la mujer el derecho al desarrollo humano sostenible. Homenaje Para recordar la presencia de Luis Rivera Terrazas, rector de la UAP 1975-1981, el Departamento de Microelectrónica ha creado una medalla con la efigie del maestro que falleciera el 20 de marzo de 1989, una réplica de esta será colocada en el panteón Valle de los Angeles, el 18 de marzo del presente año a las 12:00 horas. El mismo día, en el Salón Barroco a las 19:00 horas se hará un recuento del trabajo y compromiso histórico del ameritado maestro. En el acto harán uso de la palabra el rector Horacio Labastida Muñoz ( 1947-1951) y Alfonso Yáñez Delgado, director del Archivo Histórico Universitario.
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