Año 3, número 13
H. Puebla de Zaragoza a 31 de agosto de 2000

La pinacoteca Guillermo O. Jenkins,
con acervo pictórico universitario

Pinacoteca colonial Guillermo O. Jenkins, creada en 1972. Foto tomada del libro Apología del Teatro Principal de Puebla, Patronato del Teatro Principal de Puebla, p.131

 

D

urante muchos años, los rectores Horacio Labastida Muñoz (1947- 1951) y Manuel Lara y Parra (1962-1965) hicieron gestiones para recuperar 125 pinturas propiedad del Colegio del Estado, hoy Universidad Autónoma de Puebla, que pasaron en 1937 1, por ordenes del gobernador Maximino Avila Camacho, a la Academia de Bellas Artes que finalmente fue incorporada a la máxima institución educativa del Estado.

Ese hecho es una parte de las vicisitudes que ha afrontado el patrimonio universitario que en mínima parte ha sido recuperado por algunas gestiones rectorales. En el caso de la pinacoteca Guillermo O. Jenkis que se ubica en el segundo nivel del Teatro Principal, ésta se formó con 22 pinturas del acervo pictórico universitario, según testimonio del antropólogo Eduardo Merlo, hoy director del Museo Virreynal de Arte Poblano, quien publicó en el libro Apología del Teatro Principal 2, un excelente trabajo sobre la pinacoteca de referencia y sobre cada uno de los cuadros que la integran. Del trabajo de introducción reproducimos dos párrafos y sobre la descripción plástica transcribimos los textos completos cuyo mérito, como se ha dicho, es de Merlo.

"...durante la gestión 1969-71 del Patronato del Teatro, cuyo presidente era don Roberto Cañedo, se solicitó el apoyo del gobernador Rafael Moreno Valle, quien amablemente interpuso su interés e influencia para poder lograr una exposición permanente de arte, con lo que se vestiría adecuadamente dicha instalación. El apoyo financiero surgió de la Fundación Jenkins, por lo que se denominó Galería William O. Jenkins.

"Con tales propósitos se hizo la solicitud, tanto a la Universidad Autónoma de Puebla, como a la Academia de Bellas Artes, para entonces ya Instituto de Artes Plásticas (hoy de Artes Visuales). La respuesta fue inmediata, permitiendo el acceso a las bodegas de ambas instituciones, mediante un convenio de retención de dominio."


1 Archivo Histórico Universitario, Fondo Colegio del Estado, serie, Sría. General, subserie, Admón., legajo 54, marzo 1937.
2 Editado por el Patronato del Teatro Principal,pp.146-158

Obras de arte, propiedad de la UAP,
que integran la Galería William O. Jenkins,
en el Teatro Principal en 1995

Virgen Dolorosa

Pintura al óleo sobre tela
Autor: Anónimo
Siglo: XIX
Con marco: Alto: 1.97 m. Ancho: 1.34 m.
Pintura: Alto: 1.65 m. Ancho: 1.03 m.
Marco de madera dorada con molduras floridas y esquinas curvadas.

 

Representa a la Virgen María, transida de dolor por la muerte de su Hijo. Está de pie, de cuerpo completo, lo cual es un tanto inusual, ya que comúnmente se pinta de medio cuerpo o bien en el conjunto del Calvario. Luce ataviada con una túnica morada, una especie de toca muy tenue y un gran manto azul muy oscuro, casi negro. Los ropajes no tienen tantos pliegues, sino que muestran una caída natural.

La Virgen Dolorosa tiene al lado una especie de columna, tal vez la que sirvió para la flagelación, sobre la cual parece haberse colocado el manto de Jesús y también el cáliz o una ánfora, dado que el claroscuro no permite plena identificación. La técnica es mediocre aunque da una buena apariencia de lejos. Es posible que sea del pincel de un alumno no muy avanzado de la Academia, puesto que se nota un intento de darle una composición clásica.

 

 

Virgen de Guadalupe

Pintura al óleo sobre tela
Autor: Anónimo
Siglo: XVIII
Con marco: Alto: 1.99 m. Ancho: 1.36 m.
Pintura: Alto: 1.68 Ancho: 1.04 m.

 

El marco es aparentemente el original, labrado en madera y dorado. La parte que afianza a la pintura está saliente, de tal modo que resalta mucho más el adorno de grutescos y flores. Es una excelente representación de la afamada imagen, yo diría "copia fiel", pues en ella podría caber la descripción que hiciera en el siglo XVIII el Padre Francisco de Florencia "La estatura de la santa imagen es de seis palmos y un jeme; el cabello es muy negro y partido al medio de la frente serena y proporcionada; el rostro lleno y honesto, las cejas muy delgadas, los ojos bajos, la nariz aguileña, la boca breve, el color trigueño nevado, el movimiento humilde y amoroso, las manos puestas y unidas, levantadas hacia el rostro y arrimadas al pecho sobre la cintura, en la que tiene un cinto morado, pareciendo sueltos debajo de las manos los dos cabos de su atadura. Descubre solamente la punta del pie derecho, con el calzado pardo muy claro. La túnica que le viste desde el cuello a los pies es de color rosado muy claro y las sombras de carmín obscuro, y está labrada de labores de oro. El manto es de color azul celeste, que cubre la cabeza y descubre todo el rostro y parte del cuello; va tendiéndose airoso hasta los pies; hace pliegues en algunas partes y recógese mucho sobre el brazo izquierdo ...está sembrado el campo que se descubre de cuarenta y seis estrellas de oro..."

La composición denota claramente que la obra es del siglo XVIII, cuando a las imágenes guadalupanas, empezando por la original, les fueron añadidos ángeles y rosas en el entorno, esto para denotar lo dicho en la narración histórica, cuando a Juan Diego lo condujeron los alados seres hasta la cima del Tepeyac, y luego el milagro de las rosas. La Virgen ostenta todavía la tan controvertida corona, que para algunos es original y para otros añadida arbitrariamente.

Se le colocaron en los ángulos unas cartelas muy historiadas con las famosas cuatro apariciones, a saber: Juan Diego es interceptado por la Señora; la segunda: unos ángeles lo conducen hasta la cima del Tepeyac; la tercera, se ve al indio recogiendo las rosas; la cuarta aparición es ante el obispo Zumárraga, cuando la imagen ha quedado estampada en la tilma.

Al parecer es una "calca" del original, lo que indicaría que se trata de un pintor cercano a los maestros José de Ibarra o Miguel Cabrera, quienes ostentaban ser poseedores de las medidas exactas del ayate.

Se trata de una excelente obra, con los detalles muy cuidados y la esplendidez del barroco.

Lágrimas de San Pedro

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Anónimo.
Siglo: XVIII
Con marco: Alto: 1.17 m. Ancho: 0.97 m.
Pintura: Alto: 0.95 m. Ancho: 0.74 m.

Evidentemente es una copia del famoso cuadro de Surbarán, del cual se han detectado controvertidas versiones, una de las cuales se encuentra en el Museo Bello y otra en el Templo Parroquial de Atlixco. La pintura está bastante deteriorada, especialmente muy craquelada. Representa al Apóstol de medio cuerpo hacia arriba, destacando su cabeza dentro del claroscuro, que apenas deja ver los detalles. Las manos arrugadas, lo mismo que parte del pecho y cuello, este último exageradamente musculoso. Se advierte un poco más de medio rostro en el que destaca una barba blanca abundante y parte del pelo alrededor de las orejas, la frente despejada con una calvicie avanzada, el bigote profundo y poblado, la nariz aguileña y los ojos con muchísimas arrugas y una notable expresión de dolor y de angustia.

La razón de tales sentimientos es por la negación que hiciera de Cristo, justo en el momento en que el Maestro era presentado ante la cohorte de Anás, el viejo pontífice judío, en la trágica noche del Jueves Santo.

La huida a Egipto

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Gaspar Conrado.
Siglo: XVII
Con marco: Alto: 1.81 m. Ancho: 2.48 m.
Pintura: Alto: 1.64 m. Ancho: 2.32 m.

 

Representa la "Huida a Egipto" o la "Virgen del Destierro", momento en que la Sagrada Familia huyendo de Herodes, se dirige a Egipto. La Virgen María va montada en un burro, las riendas son sostenidas por un arcángel o ángel muy barroco, vestido con una larga túnica de color azul con gran cantidad de pliegues, se cubre con otra de color rosa y una clámide o manto rojo, la anatomía está muy bien lograda, así como las alas; deben mencionarse los pies puestos en un escorzo para disimular los dedos, recurso muy usual de los pintores. El otro ángel que acompaña al que sostiene las riendas, se encuentra en señal contemplativa; está de pie, su mano derecha a la altura del pecho, con la izquierda recoge el extremo de su manto, su túnica es muy larga con muchos pliegues, luce un cuello muy grande, su cabello es rizado, el único pie que se alcanza a ver está muy elaborado lo mismo que las manos, su rostro denota gran tranquilidad.

La parte principal del cuadro es la Virgen María montada en el equino, el cual además carga un guaje o calabazo como cantimplora, la Virgen monta sentada en una silla de mujer, con los dos pies para el costado derecho del animal. Va vestida de rosa, con un velo de seda de color pardo que envuelve su rostro, dejando ver su cabello castaño, asomándose por el sombrero no al estilo tradicional, sino barroco. Su manto es azul obscuro con unos pliegues preciosamente desplegados alrededor del Niño Jesús que lleva en sus brazos, vestido solamente con un pañal o lienzo que le cubre parte de la espalda y que después pasa por en medio de las piernas; en una perfecta anatomía; es regordete como corresponde al concepto de belleza del siglo XVII. La Virgen está en actitud de amamantarlo, sosteniendo el seno izquierdo con su mano derecha; el Niño toma amorosamente la mano de su Madre.

Es una composición muy bien lograda. El pintor ha envuelto los pies de la Virgen en el manto, para evitarse problemas de técnica pictórica.

Al lado del animal está de pie San José, vestido como peregrino, ataviado con una túnica no muy larga, hasta media pierna, dejando ver unas botas, lo cual es extraño, pues generalmente portan sandalias y no este calzado de viajero. Lleva una vestimenta ceñida de color verde, que es la tradicional de San José; en la parte alta con el cuello abierto, se asoma una tuniquilla interior. Lleva un manto o clámide de color púrpura o rojo. Porta el sombrero típico de los peregrinos, es decir con el ala frontal plana y hacia arriba. Con la mano izquierda sostiene un cayado del que pende un bulto, donde lleva sus enseres. La derecha sostiene la punta del manto. Los rasgos anatómicos fueron muy bien logrados: el rostro es tranquilo, la barba rala pero abundante en el mentón, el cabello largo y la cara apacible, la nariz recta.

El paisaje es un camino pedregoso con algunas matas y un árbol cortado; al fondo se ven una palma y un cedro, ambos símbolos de la Virgen; más atrás un lago o quizá la orilla del mar, en la que se nota una población donde sobresale una torre circular almenada (¿Turris Davidica?), luego una casa con techo de paja tras lo cual se observa un castillo (¿Domus Aurea?) y otra serie de casas rodeadas de vegetación, para rematar en lo más alto con un cielo de nubes obscuras y claridad al fondo. Es una escena típica de la vida de Jesús, tomada de la historia sagrada.

El marco es antiguo pero no el original, presenta labrados en las esquinas y en las partes medias.

El maestro Gaspar Conrado, quizá nativo de aquí trabajó en Puebla durante la segunda mitad del siglo XVII, sobre todo ligado al flamenco Diego de Borgraf; realizando varias obras para la Catedral, y luego sobre la vida y pasión de Cristo, tanto en el templo de la Compañía, como en otros.

P. Francisco Xavier Lazcano

Pintura al óleo sobre tela
Autor: Francisco Muñoz
Siglo: XVIII
Con marco: Alto: 2.07 m. Ancho: 1.27 m.
Pintura: Alto: 1.88 m. Ancho: 1.10 m.

Representa al P. Francisco Xavier Lazcano, jesuita del siglo XVIII. La firma del pintor Muñoz se encuentra en la parte inferior izquierda. El personaje está de pie, revestido con la sotana propia de la Compañía de Jesús, recubierto con su manto. Tiene puesto un gorro de color negro que parece haber estado de moda en el siglo XVIII. Sostiene en sus manos el bonete típico de su instituto.

El hombre es maduro, sin barba ni bigote, el pelo no se adivina por el gorro. Es un retrato bien logrado. Las manos apenas se notan por los dedos. Junto a él tiene una mesa en donde está doblada la esclavina o capa corta, complementada por el birrete de doble fleco blanco y remate florido, culminando en picos a la manera de San Ignacio de Loyola, distinción que lo define como doctor en Teología. Hay un tintero que pondero sus dotes de escritor y una beca roja.

Está de pie en lo que puede ser su celda que es una auténtica biblioteca, en ella se pueden ver algunos libros, sobre Sagrada Escritura, el Evangelio de S. Juan, otro de Theología y uno más de Vega así como algunos otros títulos. Una cartela en la parte inferior de la mesa dice: "El Padre Francisco Xavier Lazcano de la Compañía de Jesús, Profeso de cuarto voto, Calificador del Santo Oficio, Prefecto de la muy ilustre Congregación de la Purísima, Doctor en Sagrada Theologia, Cathedrático de la Real Universidad de México. Nació en la Ciudad de los Angeles a 24 de Octubre de 1702. Fue colegial de este Colegio, el año de 9. Desde los siete hasta los doce de su edad. Murió en México el día 13 de Mayo del 62, a los 59 años, seis meses y 19 días de edad y de religión 45."

El colegio a que se refiere debió ser alguno ,de los poblanos, a saber: La Compañía, San Ignacio, San Ildefonso o San Francisco Xavier, con lo cual se establece la procedencia de la obra.

El cuadro está aparentemente en buenas condiciones, un poco colgado y deteriorado en su parte inferior.

Sacerdote jesuita

Pintura al óleo sobre tela
Autor: Anónimo (¿Pablo de Talavera?)
Siglo: XVIII
Con marco: Alto: 2.06 m. Ancho: 1.42 m.
Pintura: Alto: 1.89 m. Ancho: 1.24 m.

El personaje está de pie revestido con el atuendo propio de la Compañía de Jesús. La mano derecha detiene un poco su manto; la izquierda está sobre el breviario en una mesa taraceada, por cierto muy bien lograda. El rostro muestra a un hombre maduro, adusto como correspondía a tan graves responsabilidades. El resto del cuadro está lleno de símbolos. Sobre la mesa un tintero con dos plumas, símbolo de que era escritor, un marca tiempo a manera de reloj. En la parte posterior un librero con obras trascendentales de Teología, entre otras: Teología Moral de Lacroix; las Conciones de Segneri; los Sermones de Vieyra, los Ejercicios de Rodrió, las Meditaciones de Fuente, un Bordaliux; un Tratado de Religiones de Suárez, uno de Cánones y uno de Meditaciones de la Compañía de Jesús. En un rincón un cuadro que representa a una "Madonna" a la manera italiana, con una cartela en la parte de abajo que dice: "Refuggium Peccatorum, Ora Pro nobis." En el librero está una llave, lo que puede equivaler a la calidad de rector ecónomo de alguno de los colegios jesuitas. La celda se abre hacia la perspectiva muy bien lograda de un edificio con claustro a base de columnas de fustes toscanos y arcos rebajados, que dan a una cornisa a base de ménsulas. Al fondo presenta lo logia o comunicación con otro claustro de bóvedas de arista. El conjunto es de una sola planta. Al fondo están unas torres gemelas sin cupulines, tal vez de una escuela española. Lamentablemente carece de alguna cartela que nos permita identificarlo con seguridad en su tiempo y quizá un poco después; los profesores y colegiales le reconocieran en este retrato, pero al cabo de varios años quedó en el anonimato. En el Museo Universitario de la BUAP existe un cuadro con un personaje muy parecido en el rostro, que es el Padre Francisco Xavier Rodríguez Calado, que era Colegial de Oposición del Colegio de San Ignacio y consejero del Virrey don Juan Antonio de Vizarrón, obra del pintor Pablo de Talavera; bien pudiera ser el mismo de esta obra.

Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu, obispo de Puebla

Pintura al óleo sobre tela
Autor: Luis Berrueco
Siglo: XVIII
Con marco: Alto: 2.33 m. Ancho: 1.49 m.
Pintura: Alto: 2.09 m. Ancho: 1.26 m.

La obra indica por sí misma su original ubicación en la sala de honor del Colegio de San Ignacio, actual Palacio de Gobierno del Estado (Avenida Reforma 700).

El ilustre señor está de pie con la sotana propia episcopal, en un cuarto con un gran cortinaje a manera de dosel con flores entramadas. En la parte superior izquierda se recarga su escudo episcopal, apenas visible. También la cruz pastoral y el báculo. Sobre la mesa están dos mitras, una representa la arquidiócesis de Santo Domingo de la que fue prelado y la otra la de Puebla; esta última que es la más importante para el autor, tiene el palio con sus cruces, enlazado en la propia mitra. Hay un breviario y una carta sobre la mesa, la que tiene un gran mantel con orlas y borlas. La sotana es gris oscuro, con un sobrepelliz o roquete plisado y replisado para lograr lo abigarrado propio del barroco en las acanaladuras en zigzag. Viste una sobresotana larga como cota y se cubre con una amplia esclavina que llega hasta los codos, abotonada por el frente con una especie de capucha hacia atrás. Tiene el cuello romano doblado hacia delante, muestra la cadena y la cruz pastoral. Con su mano derecha, bendice; con la otra sostiene el capelo propio de su estado. El cabello largo y cano deja ver un poco el solideo. No tiene barba ni bigote, la nariz es aguileña. Muestra una cartela con una cruz griega arriba, y dice: "El Ylustrísimo Señor Dr. Don Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu, Arzobispo que fue de la Isla Española de Santo Domingo, Primado de las Indias, se graduó de Doctor en la Universidad de Ávila en Cánones y Leyes, Arcediano titular de la Isla de Canaria, y en aquel, Obispo Juez de la Santa Cruzada, tres veces Visitador General del Juez, Examinador Sinodal de el y Abogado Fiscal de la Real Cámara Apostólica y Asistente del Sacro Solio de N. M. S. Padre Benedicto XIV, y actual dignísimo Obispo de la Puebla de los Ángeles."

Abajo tiene todo un letrero del tamaño de toda la pintura que dice: "Este Colegio Real de Nuestro Padre San Ignacio para eterna memoria de su mayor obligación y reconocimiento hizo que en la muerta tabla viviese siempre la imagen de este Ilustrísimo Príncipe cuyas generosas manos contribuyeron con cuantiosas limosnas a la construcción del nuevo y magnífico patio de dicho Colegio, año de 1753." Muestra una firma apenas perceptible que dice: Berrueco Fecit.

Fue Luis Berrueco un pintor de mucha calidad y demasiado prolífico en su obra, pues lo mismo se encuentran cuadros que podríamos llamar de carácter doméstico, como enormes lienzos, algunos de ellos en la Capilla de Nuestra Señora de las Nieves o de la "Dolorosa" en la Catedral poblana.

Emperador Agustín
de Iturbide

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Manuel Caro
Año: 1822
Con marco: Alto: 1.21 m. Ancho: 0.99 m.
Pintura: Alto: 1.05 m. Ancho: 0.82 m.

Este cuadro que ostenta el retrato de Agustín de Iturbide es históricamente muy importante, dado que al caer su imperio, no sólo se le persiguió ideológicamente, sino que se mandaron borrar todas las huellas de su paso por este mundo, de tal modo es una suerte que esta obra se haya salvado.

Tiene un gran cartela que dice "Agustín Primero Emperador de México", lo que confirma que lo pintó Manuel Caro en 1822, ya que lo efímero de su gobierno, no hubiera permitido que la pintura fuera posterior a ese año.

Es un recuadro en forma de óvalo para hacer una especie de marialuisa, con orla de laurel y de oliva y abajo palma y acacia, todos símbolos de triunfo, de victoria, de patria y libertad, el personaje está de medio cuerpo hacia arriba, revestido con la casaca militar, de pechera con cuello alto y de color rojo y alamares que alguna vez fueron dorados pero que ya perdieron su brillo, ciñe una faja de color verde, con algunos elementos dorados. Cruza su pecho la banda de su realeza, que es la bandera nacional verde, blanco y rojo y lleva puesto un collar de la Orden Imperial de Guadalupe instituida por el propio emperador; parecería que la presea que fue repintada sobre la original. En una mesa que está a su lado, la corona de tal rango, el personaje es el típico retrato del caudillo insurgente, con el pelo largo y la patilla muy crecida, casi convirtiéndose en bigote. En sus manos sostiene una cartela con las iniciales: "A. L. M. Y. G. D. G.", que pudieran ser masónicos.

Formosus Alexis Montibus
(Fermín Alejandro Montes)

Pintura al óleo sobre tela
Autor: Vicente Manuel de Talavera
Siglo: Mediados del XIX
Con marco: Alto: 1.21 m. Ancho: 0.89 m.
Pintura: Alto: 1.07m. Ancho: 0.65 m.

En la parte inferior se observa una cartela que dice: "Omnia nunc rident: at si Formosus Alexis Montibus his habeat videas et ilumina sicca." El personaje viste con las ropas episcopales, atrás de él hay una columna que se oculta por una gran cortina que desciende de forma irregular, él se recarga sobre una especie de peana donde hay un libro y sostiene entre sus manos una estampa del Divino Pastor que dice en latín: "Pasche agnus meos, pasche agnus meos" (apacienta mi rebaño, apacienta mi rebaño).

Abajo de la cartela dice: "Escudo de armas de esta Academia" que puede ser de la Academia de Bellas Artes de Puebla. El hombre tiene un sobrepelliz o roquete, muy ceñido a los brazos con mucha elaboración y encajes plisados. Ostenta el anillo episcopal en la mano derecha; viste una gran esclavina de color gris aparentando seda o brocado, la botonadura roja hacia el frente, una gran cruz de plata con perlas que se sostiene de un cordón. El prelado porta el solideo; su pelo es cano, no tiene barba ni bigote. El marco es de la época a base de pequeños círculos sobrepuestos.

Músico

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Anónimo.
Principios del Siglo: XIX
Con marco: Alto: 1.46 m. Ancho: 1.21 m.
Pintura: Alto: 1.30 m. Ancho: 1.05 m.

Representa indudablemente a un músico que de acuerdo con la moda del siglo XIX, posa con los instrumentos que domina, en este caso el piano, que aparenta tocar y un violín junto con su arco, en la mano derecha recargándolo contra el cuerpo. Viste un frac o traje negro de gala y una camisa de cuello alto que le cubre inclusive parte del mentón, así como una corbata o gazné anudado al cuello duro.

El personaje es moreno, tiene el pelo oscuro, sin barba ni bigote. Sus rasgos étnicos nos hablan de un mestizo, tal vez un artista reconocido en otros tiempos. La partitura en el piano no tiene ningún título que nos permita identificarlo.

 

 

 

San Simón

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Anónimo.
Siglo: XVII
Con marco: Alto: 1.86 m. Ancho: 1.27 m.
Pintura: Alto: 1.67 m. Ancho: 1.09 m.

Representa a San Simón, al parecer como parte de un "apostolado" o colección de los "doce". Es de buena factura, aparentemente sin firma aunque cabe decir que el extremo inferior derecho está añadido en una mala restauración que pudo omitir la firma del autor. Se presenta al santo de pie, ataviado con una túnica de color rojo o encarnado, tiene un manto muy plegado de color verde que se anuda encima del hombro izquierdo. Con la mano izquierda porta el libro de los Evangelios para indicar que es apóstol de Jesucristo, con la derecha exhibe una gran sierra doble de mano con la que fue cortado su cuerpo en crudelísimo martirio. Las manos no están muy bien logradas, los pies un poco exagerados y el rostro muy expresivo, con una barba muy poblada y el cabello largo, los ojos bien logrados.

Al fondo se ve una acacia, significado de inmortalidad y como remate del paisaje, un caserío que más parecería un pueblo de España, que de Palestina. Se trata de un trabajo muy bien compuesto.

 

 

China mexicana del
siglo XIX

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Anónimo.
Siglo: XIX
Con marco: Alto: 1.74 m. Ancho: 1.44 m.
Pintura: Alto: 1.51 m. Ancho: 1.19 m.

Desde el siglo XVII, con la variedad y colorido de las telas estampadas que traía la Nao de Manila, las mujeres del pueblo, a las que se denominaba cariñosa o despectivamente como "chinitas" o "chinas", dieron en confeccionar grandes enaguas de mucho vuelo, lo que les daba gran porte y que ocasionó no pocos escándalos a los mojigatos, pues al bailar o correr, dejaban ver una buena parte del refajo y hasta la atadura de las prendas interiores. Las más conocidas eran las "chinas" de Puebla, aunque las había en todas partes. En el siglo pasado fueron retratadas muchas mujeres con esos atuendos tan vistosos. Tal es el caso de esta pintura, evidentemente de corte costumbrista. Representa a una jovencita, casi niña, vestida con una enagua típica de las "chinas", asoma su refajo de punta enchilada o muy elaborada. Se cubre con un rebozo cuyos flecos indican su origen potosino.

Calza unas zapatillas aparentemente de raso, las que estaban de moda para complementar tan popular atuendo. En su mano derecha sostiene una naranja y en la izquierda una lechuga, perfectamente bien hechas. Lleva el pelo largo un tanto suelto, y peinado en la parte superior, rematado con una corona o guirnalda de flores de muy buena realización.

El escenario es paisaje muy ameno donde se puede ver la "casa mayor" de una hacienda y una parte de un valle del Altiplano Central Mexicano, es evidentemente una extraordinaria pintura de academia.

Nuestra señora de la Soledad

Pintura al óleo sobre tela
Autor: Cristóbal de Villalpando
Siglo: XVII (Ca. 1690)
Con marco: Alto: 2.64 m. Ancho: 1.90 m.
Pintura: Alto: 2.39 m. Ancho: 1.64 m.

 

Cristóbal de Villalpando fue quizá el más famoso pintor novohispano, trabajó en Puebla alrededor de 1690, llamado para decorar la cúpula del Altar de los Reyes de la Catedral y luego la Capilla del Señor de la Columna en donde plasmó una estupenda representación de la "Transfiguración del Señor", también en la de la Virgen de Guadalupe, con una impresionante "Sagrada Familia." Dejó en la Angelópolis varias obras notabilísimas, igualmente en el retablo mayor del exconvento franciscano de Huaquechula. En la presente plasma en lienzo lo que debió ser una escultura o imagen "de bulto", de la Virgen de la Soledad, siguiendo la traidición española.

Coloca el maestro en la bendita Señora en un altar; que debió ser real, adornado con espesas y ricas, cortinas de damasco rojo, a las que decora con un entramado muy elaborado, no hay que olvidar que el maestro se caracterizó por presumir en estos detalles, de su exquisito gusto. La "escultura" se apoya en una peana tallada en "relieve", con acantos y otros vegetales; la base tiene como motivos simbólicos, al centro un querubín y a sus lados unos angelitos niños que llevan la lanza y la esponja, respectivamente, símbolos de la Pasión.

La calidad del artista se puede admirar en los floreros de vidrio, de cuerpo circular, que son de un realismo impresionante. Tienen sendos ramilletes de rosas y otras flores de estupenda ejecución.

La Virgen está arrodillada, denotando aflicción. Viste una túnica muy blanca que primeramente es una toca alrededor del rostro virginal y luego desciende como parte del atuendo, rompiendo esa monotonía por un largo rosario de cuentas oscuras, que no deja gran espacio entre un misterio y otro, apenas si se notan porque se marcan con una cuenta mayor.

Las mismas cuentas forman una Cruz de Calatrava, o sea la conformación de cuatro flores de lis, con lo que se indica la nobleza de la cofradía de la imagen. El rosario tiene otra cruz esta sí "de metal", que pende lateralmente.

La Señora se cubre con un elegante manto negro —señal de duelo— que se ha colocado sobre su cabeza y que llega hasta el suelo. Se corona con una diadema y resplandor de rayos dorados, alternándose unos rectos y otros curvados, signo inequívoco del barroco. El rostro es muy hermoso. Los ojos entrecerrados, pero los grandes párpados son clara indicación del estilo de Villalpando; la nariz recta, los labios carnosos, con una dulzura muy bien lograda. Las manos entrelazadas en señal de oración y una actitud que mueve a la compasión. Este tipo de imágenes fueron muy veneradas, pues los devotos de tal advocación, la mandaban pintar en lienzo, para ornato y devoción doméstica, aunque a veces también se colocaban en los templos, como es el caso de la primera capilla lateral de la Catedral poblana.

Siendo de Cristóbal de Villalpando, se trata de una obra maestra, parte del acervo patrimonial de México.

La victoria alada

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Anónimo.
Siglo: XIX
Con marco: Alto: 1.79 m. Ancho: 1.14 m.
Pintura: Alto: 1.63 m. Ancho: 0.99 m.

Es un cuadro de academia que representa a la "Victoria Alada", personaje de la mitología heredada de los griegos. Es un ángel, por supuesto andrógino, que esta vez destaca con mayor énfasis ciertos rasgos masculinos, con una anatomía no muy bien lograda por el pintor. Está de frente, pero para disimular el pubis se colocó una parte del ramillete o corona que porta en la mano izquierda. Lo único que viste es una clámide o capa que termina en fleco dorado y que se sostiene de su brazo izquierdo; las alas son muy grandes y bien proporcionadas, las plumas más o menos bien dispuestas que quizá sea lo único digno de llamar la atención. En la mano derecha ostenta una gran antorcha a la manera de los romanos, pero con unas llamas muy escasas. El cabello es exageradamente rizado, como en la época de la ilustración; el rostro denota cierta sonrisa, y los ojos son expresivos, en cambio los pies se disimulan en el recorte de la pintura.

A un lado se encuentra un pedestal aparentemente de mármol, en donde unas manos se entrelazan en un corazón ardiente, símbolo tal vez de amistad o de amor, abajo un trípode flamígero de estilo romano y unas letras que no se logran distinguir.

Doña Theresa Antonia Álvarez
de Abreu y Bertodano

Pintura al óleo sobre tela
Autor: Antonio González Época: 1797
Con marco: Alto: 2.23 m. Ancho: 1.59 m.
Pintura: Alto: 2.07 m. Ancho: 1.44 m.

La pintura representa a la religiosa revestida con el hábito de color blanco, de mangas exageradamente amplias, sobre todo en la bocamanga, influencia del barroco. Atuendo propio de las monjas dominicas, es decir, las religiosas pertenecientes a la Orden de Predicadores en su rama femenina. Es notable el gran escapulario o lienzo frontal, que inclusive se dobla hacia arriba en forma inusual, probablemente exageración del pintor.

Porta un gran rosario, distintivo de la congregación, sin la división tradicional entre cada misterio, apenas si una cuenta mayor para cada tramo y carece de la cruz propia de la Orden. Una toca blanca envuelve su rostro y un velo que solamente deja la punta hacia el frente. La religiosa tiene en una de sus manos el libro de las horas o Breviario, en el cual introduce un dedo para marcar una de las páginas. En la mano derecha sostiene una cartela o billete que dice: "Al V. Sr. Dr. Domingo Pantaleón Alvarez de Abreu, Insigne y Docto En gracia de Dios, Miembro del consejo de su Majestad, Arzobispo y Obispo de la Puebla."

La monja se ubica en una habitación sin puerta que se abre hacía el resto del convento; se observa una ventana alta y una especie de librero empotrado con algunos libros. Se trata de una composición que recuerda al retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, tanto en la versión de Miranda, como en la de Cabrera, aunque con ciertos rasgos muy distintivos, producto de la inspiración de su autor: José Francisco Antonio González, natural de Chiautempan, Tlax.: artista que intenta una buena proporción y perspectiva. La cartela respectiva al obispo Álvarez de Abreu se comprende al leer el texto que la obra ostenta en el reverso y que dice: "Mi Sa. Da. Theresa Antonia Alvarez de Abreu y Bertodano. Religiosa y Profesa en el Convento de Santo Domingo el Rl. De esta Corte de Madrid." Evidentemente se trata de una obra que representa a la sobrina del Ilustrísimo Prelado que gobernó la diócesis de Puebla de 1743 a 1763. La factura del retrato de la monja que estaba recluida en Madrid, firmada por un novohispano, refleja que se hizo, no del modelo original, sino bajo las indicaciones del Sr. Álvarez de Abreu.

En la parte baja del lienzo dice tenuemente "Etatis sue 19" (A sus 19 de edad), indicando quizá el momento en que la distinguida dama ingresó al convento, o profesó en él.

La tela está un poco colgada en la parte inferior con algunos deterioros.

El padre Pedro Fabro

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Vicente Manuel de Talavera.
Año: 1730
Con marco: Alto: 1.87 m. Ancho: 1.19 m.
Pintura: Alto: 1.67 m. Ancho: 1.01 m.

Es la representación gráfica de la cartela que dice: "Siendo Prior de la Cartuja de Colonia el P. Iammontano (Juan Montano), llamó a su monasterio al P. Pedro Fabro para que a él, y a todos sus religiosos les diese los ejercicios y con ello de un monasterio de buenos religiosos, pareció que se había mudado en un paraíso de tantos ángeles, y por esto pidieron al P. Fabro una copia de los ejercicios, que se conservan en aquel monasterio entre los papeles de más estimación. El P. Prior de Colonia escribiendo al de la Cartuja de Treveris, le dice, acá estuvo el Padre Pedro Fabro de la Compañía de Jesús a cuyo cargo se ponen muchas almas a las cuales ilustra con ciertos ejercicios espirituales, por ser de tanta eficacia que en breve espacio las hacen llegar al verdadero conocimiento de sí misma y de sus pecados con una tan sincera..." está cortado el resto del texto, pero es evidente que habla de los ejercicios que predica el P. Fabro en el Monasterio de la Cartuja de Colonia en Alemania. La escena se representa en la capilla de ese monasterio y se ve en el altar un cuadro de San Pedro Apóstol, enfrente de él una lámpara ardiente, hay unas columnas barrocas salomónicas de alabastro con capitel corintio, el Sagrario del altar tiene al "Divino Rostro" a la manera de Juan de Herrera. Sobre el mantel hay dos candelabros con cirios muy largos, encendidos; se ha puesto un mantel blanco y está marcada con una cruz griega la parte del ara. El frontis o frontal del altar es de damasco rojo, como se acostumbraba en esa época. En la parte lateral de la capilla hay una gran vidriera. Arriba se alcanza a ver la mesa en la celda del padre prior que está escribiendo al superior de la Cartuja de Treveris tal como dice el texto y tiene la letra "B". Ahí está con su hábito de cartujo: blanco con un gran escapulario y mangas muy anchas.

El P. Fabro está vestido con una sotana jesuita negra, con birrete de predicador, no tiene barba ni bigote. Es un cuadro muy bien logrado.

Santo Tomás de Aquino con
San Pedro y San Pablo

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Francisco Muñoz de Salazar.
Siglo: XVIII
Con marco: Alto: 0.96 m. Ancho: 1.40 m.
Pintura: Alto: 0.83 m. Ancho: 1.26 m.

La escena mística tiene lugar en la celda del "Doctor Angélico": Santo Tomás de Aquino. El espacio es grande y amueblado austeramente, como corresponde a un fraile de la Orden de Predicadores: un enorme librero empotrado, con puertas de vidrio y cantidad de libros acomodados con cierto descuido. Un arcón largo de madera, con cojines para volverlo como sillón.

La mesa de pesada confección está cubierta con un mantel rojo y tiene encima todo lo esencial para un escritor: una clepsidra o reloj de arena, varios libros, uno de ellos abierto y boca abajo para no perder la página; tintero, arenero, cortaplumas, abrecartas y otros enseres.

El sabio fraile escribe lo que le dictan los apóstoles San Pedro y San Pablo, el primero con sus llaves y el segundo con su espada. Seguramente es un tratado sobre la Virgen María por que Ella contempla la escena con su Hijo en brazos apoyada en una nube.

Este pasaje de su vida fue narrado por uno de sus hermanos de religión que mira discretamente desde afuera del recinto. Por su temática, es claro que la pintura formaba parte de una colección ilustrativa para los estudiantes, poniendo a Santo Tomás, como ejemplo característico de luminosidad intelectual y grandeza de espíritu. Siendo dominico el ilustre Santo, es posible que la obra estuviera en el Colegio de San Luis, que estaba a cargo de los padres de esta Orden.

San Pablo Apóstol

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Anónimo
Siglo: XVIII
Con marco: Alto: 1.75 m. Ancho: 1.18 m.
Pintura: Alto: 1.60 m. Ancho: 1.02 m.

Posiblemente forma parte de un "apostolado" o colección de los discípulos de Cristo, y a pesar de que San Pablo no lo fue directamente, se le incluye por ser su contemporáneo y además el primer organizador de la doctrina cristiana. No tiene firma pero está deteriorado el lienzo en el extremo derecho donde pudo estar.

El apóstol posa literalmente, de una manera muy elegante, está representado como un hombre de edad, con abundante barba, nariz recta y rasgos duros. Se le atavía con una túnica obscura y un enorme manto rojo que le cubre la cabeza a la manera judía. El personaje se diseñó corpulento para seguir la tradición de la fuerza interior que lo caracterizaba. Tiene una gran aureola y su distintivo es la enorme espada con pomo o puño medieval y gavilán curvado en forma de "S". Su calzado es a la moda del siglo XIII, detalle tal vez inspirado en algún grabado antiguo.

En cuadro destaca el claroscuro, muy oportuno para no distraer la atención. En la parte superior izquierda dice S. PAULUS. Resulta una obra de muy buena factura y con un corte un tanto europeo.

San Ignacio con San Francisco Xavier y Pedro Fabro

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Vicente Manuel de Talavera.
Año: 1730
Con marco: Alto: 1.83 m. Ancho: 1.20 m.
Pintura: Alto: 1.67 m. Ancho: 1.03 m.

 

El cuadro es parte de la historia y conformación de la Compañía de Jesús, cuando San Ignacio recolectaba seguidores.

Presenta dos escenas, llamadas A y B que se explican primero en la cartela A, como sigue: "Para trabajar San Ignacio a Cristo a un insigne teólogo y Doctor de París, lo buscó jugando al Truquo, convidó éste a San Ignacio que le ayudase a jugar, aceptó el partido, diciendo: Yo jugaré señor con vos con condición que el que perdiere haga por treinta días lo que el otro quisiere. Jugaron, y no habiendo el Santo jamás tomado taco, no le dejó ganar al Doctor una mano. Pero, el Doctor fue ganar: por que entrando en Ejercicios por los treinta días dándoselos San Ignacio, salió varón perfectísimo con gran conocimiento, y aprecio de las cosas del Cielo". B: "Estando San Ignacio de Loyola en la Universidad de París, viviendo en el Colegio de Santa Bárbara con los Ejercicios ganó como primer compañero al Padre Maestro Pedro Fabro tan fiel hijo, imitador suyo que la estimación y crédito que la Compañía de Jesús tiene en Alemania, Italia, España a este santo varón se le debe. El segundo compañero y discípulo a quien con los Ejercicios ganó San Ignacio para Dios fue el gran Apóstol de la india San Francisco Xavier cuya Apostólica Santidad tuvo principio en los Ejercicios que le dio San Ignacio, a quien quisieron laurear de Doctor antes de haber estudiado, solo por el libro de los Ejercicios que había compuesto, y por el fruto extraordinario, que experimentaron tres doctores de aquellos de los más insignes de aquella Universidad llamados Marcial, Valle y Mose."

El cuadro presenta al Padre Pedro Fabro, primer seguidor de San Ignacio, y a San Francisco Xavier; ambos sentados y en medio de ellos a San Ignacio predicando. Los tres tienen la sotana de los jesuitas y el cuello romano volteado hacia el frente; el Padre Fabro tiene las manos cruzadas a la altura del pecho y San Francisco Xavier tiene la mano derecha sobre el pecho y la izquierda sobre el capelo (sombrero). En medio, San Ignacio, la mano derecha en actitud de enfatizar la predicación, la mano izquierda a la altura del pecho. Atrás, sobre una mesa el libro de los Ejercicios Espirituales del propio San Ignacio, tintero, plumas, estilete y una estampa de la Virgen de la Piedad con una pequeña cartela abajo. Al fondo y como recuadro, con la letra A, el momento en que San Ignacio juega en una gran mesa de billar, una carambola de tres bandas con el Padre Pedro Fabro y con San Francisco Xavier de acuerdo como dice la cartela.

Desposorios de José y María

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Vicente Manuel de Talavera
Año: 1710
Con marco: Alto: 1.91 m. Ancho: 4.48 m.
Pintura: Alto: 1.63 m. Ancho: 4.19 m.

Su marco moderno es de medio punto. Es una composición muy barroca, describimos primeramente el aposento: se trata del Templo de Jerusalén, en un recinto con un tapete muy florido, por lo que suponemos que el cuadro es de la misma secuencia que el de "La muerte de San José", debe ser la vida de este santo, por lo que el cuadro pudo pertenecer a San Juan de Dios o al templo y hospital antiguo de San José.

Al fondo se ve una columnata de alabastro y de capiteles jónicos, a los lados unos grandes muros y una especie de lambrín que indica el templo de Jerusalén; en la parte superior una buena cantidad de ángeles, en total siete, cuatro de ellos están volando, vestidos a la manera barroca, tres son niños desnudos y están arrojando flores sobre la escena; los personajes son muchísimos, los más importantes son: El Sumo Sacerdote judío que está revestido con la mitra de doble cuerno o de media luna, su cabeza se recubre con el propio manto y al frente tiene una larga túnica con una tuniquilla superior de fimbrias enjoyadas. Al frente lleva el talismán llamado "Turín" que está en actitud de bendecir a la manera cristiana y no judía, frente a él están José y María. El Castísimo Varón se ha revestido de color verde con fimbrias doradas, tiene una túnica interior de color rojo de puños apretados, se cubre con un manto de color café con forro rosa, tiene sandalias taloneras, su cabello es largo y rizado, la barba no es muy abundante, la cara es apacible, y está sosteniendo la larga vara florida, encima de la cual está el Espíritu Santo en forma de paloma lanzando su inspiración sobre José y sus sacerdotes. María esta vestida con una túnica rosa con una gran orla muy elaborada, se complementa con un manto azul con forro amarillo lleno de bordados y de pedrería, un gran broche amarra este manto que por su parte sostiene un pajecillo o una niña paje, el pelo de la Virgen está suelto sin ningún tipo de adorno, es largo pues le llega casi a la cintura y muy rizado; el rostro es muy bello, el pelo está dividido a la mitad de la cabeza, con los ojos entrecerrados extiende su mano para juntarla con la de José, la otra mano sostiene el manto sobre el vientre. Complementan la escena otra serie de personajes: atrás de ella está Santa Ana, como una anciana, y en el respaldo de San José otros personajes, el más viejo bien podría ser San Joaquín, aunque no tiene el armiño que lo caracteriza; supuestamente todos tienen una vara y representan a los pretendientes que compitieron por la mano de María, según los Evangelios Apócrifos.

Unos niños limosneros aprovechan para pedir en un plato, otro lleva un recipiente con el hisopo para agua bendita, otro juega con un perro como French Poodle. En el lado extremo están otros niños que llevan una especie de recipiente, se pintaron muy barrocos con sus calzas, sus medias, su casaca larga, de mangas voladas, el pelo muy rizado a la manera de peluca, muy propia la moda del siglo XVIII. Los personajes complementarios son una buena cantidad de mujeres entre las que se podría reconocer a Isabel, la prima de la Virgen y otros personajes que no es posible identificar. Se trata de una buena composición aunque con deficiencias en la técnica.

San Antonio Abad

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Anónimo
Siglo: XVIII
Con marco: Alto: 1.71 m. Ancho: 1.51 m.
Pintura: Alto: 1.54 m. Ancho: 1.35 m.

 

Pintura de corte ovalado, con marco reciente, representa a un anciano que parecer ser San Antonio Abad, viste un hábito largo de color café con capucha muy puntiaguda y gastada, la barba abundante junto con el bigote que apenas deja ver los labios para recalcar su ancianidad, porta una esclavina con una cruz griega lo que lo identifica como San Antonio Abad, aunque no aparece el cerdo que suele acompañarlo. Está de pie sobre unas rocas, meditando sobre el gran libro que debe ser el Evangelio; atrás de él hay un árbol que tiene algunas ramas que le dan sombra al ermitaño, el pie derecho se recarga sobre las piedras con un buen escorzo y sandalias de piel; simbólicamente hay una calavera que está tirada dejando ver el orificio occipital, y una cruz recargada sobre la calavera, mensaje de meditación y penitencia. Al fondo se perfila un paisaje, es un cuadro bastante europeo, puede ser parte de la colección de pinturas de ermitaños que se encuentra en el Museo Universitario.

 

La muerte del señor San José

Pintura al óleo sobre tela.
Autor: Vicente Manuel de Talavera.
Alrededor de 1710
Con marco: Alto: 1.91 m. Ancho: 4.48 m.
Pintura: Alto: 1.63 m. Ancho: 4.19 m.

El cuadro es de medio punto y de grandes dimensiones, lo que lleva a pensar que posiblemente estaba adherido al remate de algún retablo o iglesia. Es parte de la historia sagrada, representa la muerte del Señor San José, en un ambiente barroco muy bien logrado. En la parte principal de la escena se encuentra la cama con un respaldo renacentista terminado en frontón, en la que está recostado San José anciano; su cabeza descansa sobre una almohada muy elegante, revestido con una túnica, tapado con una colcha de color verde, y diseño barroco con flores; las sábanas muy finas tienen remates de encaje de Bruselas. Junto a la cama está la Virgen María, viste túnica rosa de mangas ceñidas a los puños, un manto azul con la fimbria dorada o de color ocre, tiene un velo que le cubre la cabeza y que cruza por su cuello. Con la mano izquierda sostiene el hombro de San José y con la otra lo señala. A la izquierda del lecho está Jesús de pie, relativamente joven ataviado con una túnica roja. Con su mano derecha bendice, por cierto que mostrando no muy buena calidad el pintor en los dedos. Cristo tiene el cabello largo o recogido hasta la nuca, no tiene bigote y la barba apenas empieza a apuntarse para remarcar su juventud; sostiene con su mano izquierda la mano respectiva de San José y le ayuda a bien morir.

En la escena aparecen tres arcángeles: a la derecha de la Virgen, San Gabriel con una túnica que sobresale de la armadura romana o peto y se detiene con un prendedor; se cubre con una capa de color rojo. Sostiene en su mano la azucena florida símbolo de la pureza de San José, con la mano derecha se levanta la vestimenta para mostrar sus caligas romanas, especie de botas abiertas a la altura de los dedos y rematadas en tela color rojo. Detrás una mesa con un mantel azul que termina en fleco y sobre ésta una azucarera de talavera, detalle muy poblano, una rebanada de queso, un cuchillo, un plato también de talavera con uvas, una mantequillera de la misma loza, un cajete con una cuchara y sobre el plato una servilleta doblada que cubre lo que pueden ser los restos de queso; en el extremo una granada semiabierta, que es el símbolo de Jesucristo razón por la cual el cuadro pudiera haber pertenecido al templo de San Juan de Dios, o quizá a la parroquia del Señor San José. Deducimos que es Vicente Manuel de Talavera, porque es de la misma calidad y técnica de otro con similares dimensiones, obra de este artista, con el tema "Los Desposorios."

En el piso hay un tapete o alfombra de flores, al pie de la cama hay dos angelitos niños, uno sentado, el otro semisentado y sostiene en sus manos un libro de antífonas en donde se canta un salmo que dice que los justos recibirán la palma de la gloria, atrás de Jesús están otros dos arcángeles: Uriel, que sostiene un lienzo en su mano, no tiene la cota militar sino una tuniquilla de color naranja, otra interior y un faldellín verde que deja ver la caliga más a manera de bota; la mano izquierda está sobre el pecho y con la otra un lienzo blanco, quizá la mortaja de San José, sus alas están desplegadas. Junto a él está el "Príncipe de la Milicia Celestial": San Miguel Arcángel, con una enorme asta rematada en cruz. Carece de la tradicional armadura. Tiene un ramo de flores en su mano derecha, la túnica es azul, la interior es de color pardo, sostenidas con prendedores. Apenas se notan sus caligas, por cierto muy mal pintadas.

Junto a él están dos ángeles niños desnudos, cubierto uno apenas con una pequeña capa que sostiene en sus manos la palma de la gloria y con la mano izquierda un ramo de flores símbolo del paraíso, el que está junto tiene en su mano izquierda una canasta con flores y en la mano derecha un ramo; su alas son muy pequeñas más a la manera de amorcillos que de ángeles. Sobre el piso han esparcido pétalos de flores símbolo del olor de santidad. En el aposento están dos mujeres que asisten en ese postrero momento, una muy anciana y la otra muy joven, la anciana debe ser Isabel, prima de la Virgen, que para entonces debió tener mucha edad, la joven es difícil de reconocer porque no hay señal que la identifique.

Como fondo está el taller con una mesa de carpintero y su prensa se madera, como las que se usaban en el virreinato, época de la composición del cuadro; atrás están las gurbias y la garlopa, una sierra o arco, algunas herramientas, pedazos de madera, un costal en el suelo señal de que ha dejado el trabajo suspendido. Se remata todo con un cazo de cobre y un brasero de metal que tiene una jarra del mismo material, y como corresponde a las pinturas de su tiempo, un gato que es el elemento barroco muy típico.

  »Gacetas 2000

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