Año 3, número 3
H. Puebla de Zaragoza a 10 de febrero de 2000

Educación Socialista

Por Jesús Márquez Carrillo

Doctor Manuel Cano Manzano, director fundador de la Escuela Secundaria Socialista "Venustiano Carranza"

 

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l 28 de noviembre de 1934, por iniciativa del general Lázaro Cárdenas del Río, se reformó el artículo tercero de la Constitución de la República, a fin de dar a la educación impartida por el Estado una orientación socialista.

Diversas fueron las repercusiones de esta reforma, y de toda la política del presidente Cárdenas, en una sociedad polarizada: por un lado, la organización de una clase popular combativa y, por otro, el surgimiento de grupos de derecha inspirados, sobre todo, en el triunfo de esta corriente en la guerra civil española.

En el Estado de Puebla, la aplicación de tal precepto constitucional afectó los intereses de la escuela confesional y despertó una ola de atetados contra los educadores, motivada por las fuerzas de la derecha.

Los diarios de la época reseñaron algunos de los múltiples ilícitos perpetrados en el interior del estado contra los maestros rurales. Estas acciones motivaron al magisterio poblano a solicitar del Gobierno del Estado licencia para portar armas, concedida el 1 de junio de 1937.

Paso importante previo a la aplicación de la reforma constitucional fue la clausura del Colegio Teresiano, el 3 de octubre de 1934, y la puesta en marcha, dos meses después, de la primera escuela secundaria socialista en el Estado, inaugurada el 1 de marzo de 1935 bajo el nombre de Secundaria Socialista Venustiano Carranza.

La incidencia de esta escuela en el entonces Colegio del Estado fue evidente, toda vez que afectaba la organización del bachillerato, que entonces incluía cinco años posteriores a la educación primaria.

Una vez transformado el Colegio del Estado en Universidad de Puebla, la secundaria socialista, de acuerdo con la primera Ley Orgánica pasó a formar parte de la naciente institución. Pocos meses después, el gobernador Maximino Avila Camacho reformaba el artículo tercero de la Ley Orgánica desmembrando de la Universidad varias instituciones, entre ellas, la secundaria socialista.

Pese a la corta duración del carácter universitario de la secundaria socialista, cabe hacer notar la presencia de varios universitarios en su planta de profesores, entre ellos, el doctor Manuel Cano Manzano, quien fue su primer director.

A continuación pesentamos una visión histórica de la Secundaria Socialista Venustiano Carranza, con la certeza de que este material enriquecerá la investigación de la historia de la máxima casa de estudios del Estado.

Génesis de la escuela secundaria

Fotografía de la clausura del Colegio Teresiano. Foto tomada del libro: Historia Compendiada del Estado de Puebla. Cordero y Torres Enrique, tomo II, p. 120.

 

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asta el primer cuarto del presente siglo la enseñanza secundaria, siguiendo la tradición medieval de las Facultas artium,1 se impartía en los centros de educación superior estatales y de la ciudad de México durante cinco años, a cuyo término el estudiante ingresaba a la carrera requerida.2

De hecho, era factible que quienes tenían acceso a este ciclo educativo hicieran una carrera liberal, dado sus orígenes sociales.

En la década de los veinte, sin embargo, se profundizan los proyectos educativos porfirianos3 y comienza a configurarse el gobierno postrevolucionario, donde la educación es un pivote para redefinir, de alguna manera, los carácteres del Estado Mexicano y sus relaciones con los poderes regionales y locales emergentes o bien, acomodados a la nueva situación revolucionaria.

Ningún gobierno de la República ha desplegado tan profunda vocación transformadora en el espectro educativo rural y urbano como el que encabezó el general Alvaro Obregón (1921-1924), teniendo en su cartera de Educación Pública al licenciado José Vasconcelos (1881-1959). Las escuelas primarias pasaron de 8 mil 171 en 1920 a 13 mil 487 en 1923.4 Y para satisfacer la necesidad de maestros con un espíritu nuevo se establecieron experimentalmente (1922-1923) las normales de Tacámbaro, Mich., Molango, Hgo., Acámbaro, Gto., e Izúcar de Matamoros, Pue.,5 además de recurrir para la tarea alfabetizadora a los propios niños y habitantes de las comunidades.

La explosión demográfica nacional en las escuelas primarias —de 679 mil 897 alumnos en 1920 a un millón 044 mil 539 en 1924—6 hizo pensar al gobierno en modificaciones que sirvieran a la vez para extender las oportunidades de estudio y para disminuir un ingreso directo a los centros de educación superior. Así, el 22 de diciembre de 1925 estableció la Dirección de Educación Secundaria, y días más tarde (30/XII/1925), por decreto, la enseñanza media quedaba dividida en un ciclo secundario y otro de bachillerato o preparatoria; la creación de escuelas secundarias dependería de la SEP de acuerdo con los planes de estudio vigentes en la Escuela Nacional Preparatoria fundada por Gabino Barreda en 1867.7 Por ese entonces había en la República 50 escuelas sujetas a esa reforma con 12 mil 435 alumnos.

El nacimiento y vigilancia de las escuelas secundarias no pudo llevarse a bien debido al conflicto entre los cristeros y el Estado (1926- 1929), y al desacuerdo recurrente entre las entidades y el poder central respecto a la federalización de la enseñanza; de manera que empresarios y organizaciones de derecha le entraron al negocio sin problemas.

La crisis asomaría siete años después al emitirse un decreto (26/XII/1931) mediante el cual la enseñanza en las escuelas secundarias particulares pasaba a ser obligatoriamente laica. De inmediato el arzobispo de México, Pascual Díaz (1876- 1936) se apresuró a reprobar el laicismo en las escuelas secundarias y a pedir a los padres de familia que no enviaran a sus hijos a los centros educativos oficiales. Con esta actitud de desafío de la Iglesia, la onda de radicalismo anticlerical que venía de Veracruz y Tabasco encontró un campo propicio en el gobierno.8

Las escuelas particulares poblanas, como una medida táctica, en 1933 aceptaron los planes y programas de estudio vigentes en la entidad;9 pero al siguiente año, a raíz del proyecto de reformas al Artículo Tercero no quisieron mantener más su incómodo silencio y así nació la Confederación de Escuelas Particulares (24 de agosto de 1934) con ramas en el estado y vínculos desde tiempo atrás con la Unión Nacional de Padres de Familia (27 de abril de 1917) y la Asociación Nacional Pro- libertad de Cátedra.

El gobierno, por su parte, mostró entonces —a través de campañas anticlericales y referencias, a veces incendiarias— la firmeza de implantar la educación socialista;10 mientras tanto, las clases dominantes y las élites políticas entraban en negociaciones sobre la institucionalización regional del proceso armado.11

La primera medida seria en este sentido se dio cuando, recibiendo órdenes de México, la policía intervino el inmueble del aristocrático Colegio Teresiano (3 de octubre de 1934), fundado en 1889.12 La clausura, a consecuencia del ambiente que privaba en la ciudad, provocó un recrudecimiento en las protestas: así el Comité de la acción Católica autorizó de inmediato a los jóvenes de la ACJM—varios de ellos detenidos anteriormente por repartir propaganda política— para que salieran en defensa del Colegio y las escuelas particulares.13 El grupo estudiantil antisocialista (1933-1939) recorrió los barrios de Analco, La Cruz, San Antonio y Santa Anita exhortando a los habitantes contra el comunismo , y los padres de familia organizaron una manifestación en la que participaron muchos estudiantes.14 Pero el gobierno no podía ceder. Y el embate principal de descontento fue reprimido (4 de octubre de 1934) por el mayor Raúl Alba y su grupo, con un saldo de varios muertos. Dos meses más tarde, el gobernador empezaría a preparar el proyecto para poner en marcha la primera secundaria oficial de la entidad, en el sitio donde estuviera el Colegio Teresiano y , en la Colonia, el Colegio de San Luis de Francia.

Nuevamente, a trasmano, estaría implícito el problema para las derechas poblanas de la educación socialista.

Al estar exenta la UNAM de la educación socialista, los dueños de las escuelas secundarias particulares y las fuerzas que se movían detrás concibieron que una forma de saltarse el incómodo contagio era pedir su incorporación a la Máxima Casa de Estudios o, en el mejor de los casos, contender porque se mantuviera vigente el pasado escalafón educativo. Para esto, después de iniciada su lucha, se valieron de las declaraciones que hiciera (8 de enero de 1935) el exrector de la UNAM y secretario de Educación Pública, Ignacio García Téllez, en el sentido de que las secundarias oficiales se ocuparían de formar técnicos, en tanto que las preparatorias podrían ser para profesiones universitarias.15

1935, Autonomía y educación socialista

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n Puebla la demanda autonomista de 1935 implicó una toma de posición respecto a la enseñanza secundaria. A mediados de enero comenzó un rumor en el sentido de que el gobierno de la entidad pensaba segregar del Colegio del Estado los tres primeros años de preparatoria para fundar la primera secundaria oficial. Por lo grave del caso, el 22 de ese mes se reunió la Academia de Maestros. La Agrupación de Estudiantes, cuyo presidente era Melito H. Valerdi, solicitó participar en tan decisiva junta. Ambos cuerpos acordaron: " No se acepta la segregación de que se trata, en tanto que no se le justifique la conveniencia pedagógica y social de ella".16

Sobre la base de este acuerdo, el licenciado Manuel L. Márquez propuso que si era de aceptarse el desmembramiento, se nombrara una comisión para su estudio porque al organizar la escuela secundaria sería necesario que las materias a impartirse estuvieran lógicamente acordes a las que posteriormente se cursaran en la preparatoria. Aceptada la propuesta, la comisión se integró con el licenciado Ernesto Solís, el doctor Roberto Larragoiti, el licenciado Manuel L. Márquez, el profesor Roberto Suárez Soto y el profesor Héctor Garibay.

En la tarde del 23 la comisión nombrada tuvo una cita con el secretario particular del gobernador, quien confirmó la iniciativa del Ejecutivo para abrir la primera escuela secundaria, conforme a los lineamientos vigentes en el artículo tercero constitucional, pero subrayó que debido a la buena voluntad del gobernador, ningún maestro sería despedido.17 Con todo, el punto de vista de la Comisión ante la Academia de Maestros fue que si se estudia la reforma al artículo tercero Constitucional y los antecedentes que la determinaron resulta que:

"A. La escuela secundaria será obligatoria.

"B. La escuela secundaria será exclusivamente oficial.

"C. Esa condición de obligatoria y exclusiva del Estado responde a una ideología de partido, y no nos toca analizar si la tendencia es buena o mala, sino que solamente tenemos que atenernos a los hechos, y el hecho es así: un partido triunfante, convertido en gobierno, que naturalmente, como nos lo enseña la historia, impone su ideología, puesto que para ello obtuvo el triunfo.

"D. La escuela secundaria no está ni puede estar conectada pedagógicamente con la escuela preparatoria ni con la escuela profesional por estas consideraciones: porque la escuela secundaria no prepara a los profesionistas, sino que prepara a todos los mexicanos desde el punto de vista de la ideología de los hombres del poder; y porque no es antecedente forzoso para una carrera profesional, sino que es educación forzosa para todo mexicano.

"Siendo así, es a todas luces claro que al gobierno no le interesa la educación profesional porque las mentes son adoctrinadas hasta la secundaria. Sin embargo, es indudable que la disidencia en la educación profesional condiciona el sostén económico que el gobierno quiera darle, además, si éste organizara universidades serían de tipo socialista". Frente a ello —insistirá la Comisión —sólo queda enarbolar la Autonomía Universitaria y la defensa de los seis años de preparatoria en el Colegio del Estado.18 Ambas demandas se presentaron al gobierno del Estado el 6 de febrero.

En una parte del dictamen emitido por la Comisión para argumentar la permanencia del ciclo preparatorio en la Universidad, destacó que desde el punto de vista pedagógico no era posible entroncar escuelas de finalidades tan distintas "como la secundaria, bajo los lineamientos de la reforma del artículo tercero Constitucional, y la preparatoria para carreras liberales" y, técnicamente, sería "imposible dejar dos años de preparatoria en el Colegio del Estado que fuesen continuación y término de la escuela secundaria", de suerte que, o se creaban preparatorias especiales de tres años o seguía vigente la preparatoria moderna, "dándole la readaptación necesaria".19

El presidente de la República, para cerrar el paso a propuestas similares, decretó (12/III/1935) la obligatoriedad de la escuela secundaria para seguir estudios superiores. Con ello el sueño —alimentado por las derechas durante largos meses— de trasponer sin mancha los umbrales del socialismo se vinieron abajo: de cualquier suerte las secundarias serían socialistas.20

La providencia federal no fue del todo vista con buenos ojos en el Colegio del Estado, sin embargo, varios maestros se sumaron al gobierno para hacer viable el proyecto de abrir la primera escuela secundaria propiamente dicha. Pero ¿quiénes decidieron el rumbo de la nueva escuela que a fines de 1935 —cuando había en el país apenas 164 escuelas y 25,358 estudiantes— fue abierta con un plan de estudios elaborado por la SEP, una planta de 71 maestros y 457 alumnos?21 Por ahora resulta difícil precisarlo, aunque es ilustrativo que hayan reivindicado a Venustiano Carranza, un personaje de los más conservadores durante los debates sobre el artículo tercero Constitucional.

Ahora bien, el proyecto de transformar el Colegio del Estado en Universidad había surgido el 17 de noviembre de 191722 a raíz de estarse discutiendo el Proyecto de Reformas al Capítulo II de la Ley de Instrucción Secundaria y Profesional del 16 de octubre de 1916.23 Sin embargo, dicha transformación ocurrió hasta el 22 de mayo de 193724 La Ley Orgánica expedida para este objeto estableció en su Capítulo II, artículo tercero fracción II que la escuela secundaria era parte de la Universidad,25 pero pocos meses más tarde, el 11 de diciembre, el gobernador decretó que:

"La escuela secundaria mixta Venustiano Carranza establecida en la ciudad de Puebla y las de igual categoría y carácter que en lo sucesivo se establezcan en el Estado, dependerán del ejecutivo del propio estado, por conducto de la Dirección General de Educación Pública"26

Ciertamente la derecha secular en otros ámbitos ganaba terreno, y con ella la derecha clerical jugaría su suerte.27

Un año más tarde las derechas y el gobierno estatal se entenderían bien en lo relativo al carácter y orientaciones de la educación e incluso al unísono se apoyarían en una resistencia más contra el proyecto de federalizarla.28

Por otro lado, ambas tendencias estaban de acuerdo en reducir los espacios de conflictividad mediante previsiones de control ubicuas. Así, desde 1937, se impartieron en la escuela secundaria un conjunto de medidas disciplinarias para extirpar los alborotos y la mala imagen imperantes,29 pues los escolares habían apoyado la huelga estudiantil de los practicantes en el hospital (12 de febrero de 1936) y las alumnas habían hecho otra (20 de febrero de 1936) contra los malos tratos de la profesora de educación física.30

Un año después de haber intervenido el inmueble (14 de diciembre de1938), se falló a favor del clero, cuyo prestanombre era A. Wrechers, y la secundaria tuvo que irse del sitio:31 70 mil pesos sería el costo de un nuevo edificio para albergar en 1939 a 520 alumnos de secundaria, los cuales supuestamente cursaban, su enseñanza con un plan de estudios reformado por primera vez, según las "urgencias modernas" y de acuerdo al plan de estudios que regía en las escuelas del D.F.32

En realidad, se trataba de cercenar el sentido disperso de algunas cátedra donde era posible se colaran aún concepciones y orientaciones políticas riesgosas para el proclamado régimen de "paz social".

Las causas justas pueden ser manipuladas*

Por Armando Romano Moreno

Doctor Raymundo Ruiz M.

 

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n la administración del municipio de Puebla 1975-1978, que presidió don Eduardo Cué Merlo, tuve el cargo de regidor de gobernación, policía y bomberos. Por mi comisión tenía la obligación de visitar con frecuencia las cárceles de hombres y la de mujeres.

En el año de 1977, en una de mis visitas a la cárcel de mujeres, al salir del cubo del zaguán al patio, vi que se encontraban las reclusas alrededor de un sacerdote. Me detuve respetuoso y al volver la cara al lugar en el que se encontraba el sacerdote, por su hábito blanco y por estar ejerciendo su ministerio en la cárcel, discurrí que pertenecía a la orden religiosa de los mercedarios, antaño dedicados al rescate de los esclavos cristianos y, ahora, a la enseñanza en las prisiones y en las misiones.

Al fijar más mi atención en la persona del sacerdote, descubrí que su cara me era conocida, lo mismo que su contorno rechoncho, su sonrisa noble muy característica y su lunar en la mejilla derecha. Todos estos datos me indicaban que tal sacerdote era nada menos que el doctor Isaac Goiz, contemporáneo de nosotros en la Universidad. Cuando él estudiaba la carrera de Medicina, nosotros cursábamos la de leyes. Al término de su tertulia con las reclusas caminó hacia el zaguán, y al estar cerca de mí confirmé mi apreciación y le hice la pregunta obligada, ¿Isaac Goiz?, a lo que me contestó: el mismo. Fue mucha mi curiosidad saber la causa por la que había decidido a abandonar su familia, pero la mortificación que se asomó a su rostro y su propósito notable de abreviar la plática me impidieron preguntárselo.

Después de que me despedí de mi amigo y sacerdote mercedario, mi pensamiento se concentró en el pasado estudiantil y varias horas las dediqué a su recuerdo. Se presentó Goiz en mi imaginación como siempre lo había visto cuando estudiábamos: vestido de azul marino, con sombrero negro, su cabello arreglado a su usanza de los seminaristas; sus pláticas y apreciaciones siempre reflexivas y comedidas, jamás precipitado; con una sonrisa amable que, como las ondas del agua en el estanque, según sus dimensiones e intensidades, se acercaba o alejaba a la comisura de sus labios un lunar de regular tamaño que lucía en la mejilla. Cuando cursaba la carrera de medicina ya se había casado y tenía si mal no recuerdo varios hijos. De inmediato afloró en mi memoria la intervención del estudiante Goiz en el conflicto que tuvimos en 1941 con el doctor Raymundo Ruiz Rosete, rector de la Universidad.

Las causas que generaron el conflicto fueron netamente estudiantiles, pero ya en su apogeo, como sucede siempre, los políticos quisieron utilizar de instrumento a los estudiantes para llevar a cabo sus venganzas y realizar sus planes.

Los estudiantes en huelga solicitamos permiso al gobernador del Estado, doctor Gonzalo Bautista Castillo, para llevar a cabo una manifestación que demostrara que la inmensa mayoría de los estudiantes repudiábamos al rector Ruiz, permiso que nos fue negado.

Me encontraba en el despacho de Edmundo Brito, establecido en la avenida Reforma, cuando llegaron como ocho o diez personas que dijeron ser obreros, todos con rostros siniestros, y le indicaron a Brito que pertenecían a una brigada obrera de choque, que apoyaban a nuestro movimiento y que disponían de elementos humanos y de armas suficientes para que si los aceptábamos en la manifestación, pudiéramos llevarla a cabo a pesar de la negativa del gobierno. Para esas fechas ya teníamos conocimiento de las desavenencias de don Maximino Avila Camacho con don Gonzalo Bautista Castillo y con el maestro Gustavo Díaz Ordaz tan abismado el distanciamiento fue, que cuando dejó de ser gobernador don Gonzalo Bautista asaltaron su residencia en La Calera y destruyeron sus muebles y menaje, y el maestro Díaz Ordaz se vio en la necesidad de refugiarse en el rancho que tenía en Tlacotepec de Juárez para evitar ser asesinado, rancho que, cuando fue presidente de la República, donó a los campesinos de la comarca.

Fueron épocas en las que reinaron la violencia entre los obreros, en las que no conocían de más medios para conservar o adquirir el liderazgo o la hegemonía de las organizaciones obreras que las pistolas que vomitaban fuego y cegaban vidas de hermanos. Cuánta sangre de obreros empapó los suelos de Atlixco, Cholula, Puebla, Nogales y Santa Rosa. En esta última población fue asesinado el padre de nuestro compañero en la secundaria; Rafael Valerios Corona, crimen por el que dejó de estudiar ante la necesidad de regresar a su tierra para ocupar el trabajo en los telares a cargo de su padre y poder sostener a su madre viuda y a sus hermanas huérfanas de padre por el canibalismo obrero.

Quién no recuerda a los gatilleros profesionales ávidos de sangre de Cuautlancingo, Coronango, Cholula y la figura siniestra del comandante de la policía de Atlixco Rubén Moreno a quien apodaban "El Negro", más por sus instintos asesinos que por el color de su piel.

Doctor Gonzalo Bautista Castillo

 

El Comité de Huelga no podía resolver la intervención de los elementos de choque de las brigadas de los obreros de la manifestación. La importancia de las consecuencias exigía que la decisión la tomaran todos los representantes de los estudiantes, y para celebrar una reunión de tal magnitud era necesario disponer de un local amplio que no teníamos, pues el despacho de Brito para esa junta resultaba demasiado estrecho. Goiz resolvió el problema, ofreció el salón en el que se encontraba instalado el taller de corte y confección de su esposa, que según recuerdo estaba establecido en la 8 oriente, a la altura del número doscientos. Aceptamos el ofrecimiento y celebramos la asamblea en el salón, sito en el segundo piso del edificio. El planteamiento de la alternativa fue claramente expuesto: si aceptábamos la participación de los elementos de las brigadas obreras, posiblemente fuera muerto o herido un estudiante pues sin duda los que enviaban a los obreros buscaban que resultara muerto un estudiante, para tener un fundamento sólido y poder derribar de la gubernatura a don Gonzalo, y en ese supuesto era seguro el triunfo de nuestro movimiento. Si no aceptábamos la participación de los obreros en la manifestación no había peligro de que perdiera la vida alguno de nuestros compañeros, pero el triunfo resultaba incierto.

Los reunidos resolvimos por unanimidad efectuar la manifestación pero sin los obreros, pues preferíamos perder el movimiento estudiantil y no que se apagara la vida tierna de un condiscípulo, se cubriera de luto para siempre el corazón de sus padres y se tronchara un anhelo, mantenido por años, de llegar a ser profesionista.

Fue en la casa de Isaac Goiz en la que tomamos acuerdo tan memorable, que tan alto habla de la nobleza de la grey estudiantil y de la fraternidad que existía entre todos los estudiantes, fueran compañeros o enemigos en la política.

Considero que nuestra decisión fue leal para las personas contra quienes luchábamos, el gobernador y el rector, y tengo la seguridad que no apreciaron en todo su valer nuestra encomiable actitud, ni la fina y aguda política de altos vuelos de don Gonzalo, ni la clara y extraordinaria inteligencia del maestro Díaz Ordaz.

General Maximino Avila Camacho

 

Pasados algunos días, don Maximino nos mandó llamar por conducto del entonces presidente municipal, licenciado Alfonso Meneses González. Brito me pidió que no los acompañara, porque podía contestar a don Maximino si nos maltrataba y agravar el conflicto. Cuando regresaron mis compañeros, me contaron que don Maximino se portó muy amable, reconoció la justicia de nuestro movimiento, ponderó nuestra conducta pacífica y prudente, pidió que por el principio de autoridad ahora tan maltrecho regresáramos a clases y los autorizó para que le escupieran la cara si a los quince días de que terminara la huelga no renunciaba el doctor Ruiz. Levantamos con muchas dificultades la huelga y aún cuando el doctor Ruiz no renunció en el plazo que fijó don Maximino, como a los veinticinco días dejó la rectoría.

En homenaje a la nobleza que siempre albergaron los corazones de los estudiantes, a las banderas de justicia que siempre desplegaron en sus movimientos, a la fraternidad que siempre nos guardamos cualesquiera que fuera el color de nuestros ojos y nuestra condición social, a esa hermandad estudiantil inolvidable que con tanto cariño recuerdo, le dedico la canción Vivan los estudiantes que canta la argentina Mercedes Sosa.

 

 

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