Universidad pública, sociedad del conocimiento Por F. Humberto Sotelo M.
raíz del establecimiento del proyecto neoliberal en México a mediados de los ochenta, las universidades públicas del país han estado siendo sometidas a todo un cúmulo de presiones que persiguen el objeto de amoldarlas o subordinarlas a los designios y planes de dicho proyecto. Las presiones de referencia provienen de los grupos tecnocráticos que en los últimos años se han enquistado en los principales ámbitos del poder político, y principalmente de los sectores empresariales que pugnan desde hace varias décadas por la desaparición total de los "vestigios populistas" del Estado surgido de la Revolución Mexicana, en aras de abrirle paso a un régimen "que elimine los obstáculos que impiden el libre desarrollo de las fuerzas del mercado". La situación de referencia no es, desde luego, producto de una maquinación o de un "plan perverso"sino más bien es un resultado de los procesos de desnacionalización y de privatización que se han llevado a cabo en nuestro país en las últimas décadas, expresión a su vez del fortalecimiento que ha experimentado el sistema capitalista a nivel mundial a raíz de la caída de los llamados países del socialismo real. A este respecto, Pablo González Casanova escribe: "La crisis de los proyectos sociales del comunismo, la socialdemocracia y el populismo permitió al neoliberalismo pasar a una ofensiva general en la que su política privatizadora tomó la iniciativa de desestructuraciones, destrucciones y estructuraciones... En el terreno de la educación, el neoliberalismo globalizador derivó en un proyecto general en que no sólo busca privatizar los servicios y los materiales didácticos, sino determinar cuantitativa y cualitativamente las necesidades y los objetivos del saber y el saber hacer. Al efecto, señala los lineamientos generales para adaptar planes y programas a las necesidades de las empresas y a su objetivo fundamental de acumulación de riquezas y maximización de utilidades" 1.
No es casual, en ese sentido, el interés que desde hace ya varios años han mostrado organismos financieros internacionales como el Banco Mundial por incidir en las instituciones de educación superior de los países del llamado "tercer mundo". Véase, al respecto, el documento que elaboró dicha institución en 1994, del cual emanaron varias "recomendaciones" a los gobiernos de dichos países, entre las que sobresalen la sugerencia de transferir parte del costo de la educación superior a los particulares (en especial a los alumnos y sus familias), dando facilidades para el establecimiento de instituciones de educación superior privadas 2. Los tecnócratas mexicanos han tomado al pie de las letras tales "recomendaciones", como lo ponen de relieve el intento de elevar las cuotas de ingreso en la UNAM, y el abierto apoyo que brindan a las universidades privadas. Desde la firma del Tratado Libre Comercio (TLC) las instituciones públicas de educación superior han visto redoblar las presiones que ejercen sobre ellas la tecnocracia que dirige al sistema educativo y los núcleos de la iniciativa privada identificados con Norteamérica. Comentando acerca de esta problemática, el investigador Álvaro Marín Marín observa: "El Tratado de Libre Comercio que vincula a México y los Estados Unidos en el aspecto comercial ha tenido repercusiones muy fuertes en el ámbito educativo, aunque al parecer no exista una reglamentación específica a este respecto; debemos recordar que las reformas salinistas al artículo tercero constitucional fueron interpretadas por algunos como la eliminación de una salvaguarda que pudiera obstaculizar el libre desempeño de las empresas educativas externas en territorio nacional y, precisamente, es este el aspecto más notorio de la influencia norteamericana actualmente: las empresas de los países socios reciben tratamiento de connacionales y tienen derecho de que se eliminen los impedimentos gubernamentales a la libre acción privada en educación superior". Y llega a la siguiente conclusión: "Los directivos de ANUIES, del CONACYT... parece que desean transformar a la universidad en una institución más ligada a las necesidades del mercado, lo que por supuesto nos acercaría al modelo norteamericano en muchos sentidos, ya que ellos han sido los pioneros mundiales en establecer este tipo de relaciones de manera exitosa" 3. Pareciera, pues, que los artífices del proyecto neoliberal en nuestro país intentan construir un modelo de universidad diseñado exclusivamente "para responder a las exigencias que se desprenden de la inserción de México en el primer mundo". De ahí su hostilidad hacia las universidades públicas del país, a las que consideran desfasadas respecto a los signos de los tiempos. En lugar de ellas, señala Pablo González Casanova, "proponen como paradigma una universidad en la que la cultura general o flexible se limite a atender el idioma (a veces sólo se menciona el inglés), la computación y las matemáticas, sin inclusión de la historia, de los métodos experimentales, de la sociología, de la antropología, la filosofía, la lógica, la economía, o con algunas de ellas cuidadosamente despojadas de cualquier pensamiento crítico y, sobre todo, de cualquier método histórico-político para pensar, investigar, comprobar, desechar, confirmar, hacer, probar, mejorar... En formas subliminales y expresas se pide que nada disfuncional al sistema dominante se aprenda" 4. La "cruzada" contra las universidades públicas
La llegada al poder de Vicente Fox fue asumida por los partidarios de la privatización de las universidades públicas como una oportunidad excelente para impulsar sus proyectos. Es de aclarar, sin embargo, que aquéllos no plantean venderlas o traspasarlas a la iniciativa privada, tal como ha sucedido con las empresas paraestatales: intentan, más bien, despojarlas de su carácter de instituciones creadas para contribuir a la solución de los grandes problemas nacionales, transformándolas en instancias que se limiten a formar cuadros profesionales imbuidos de las exigencias del know how que requieren las empresas nacionales y extranjeras. El articulista Octavio Rodríguez Araujo observa al respecto: "Privatizar, tratándose de universidades públicas, no quiere decir venderlas a particulares, sino hacerlas depender cada vez menos del presupuesto estatal (autosuficientes, se diría), relacionarlas, sobre todo en investigación, con las empresas nacionales y extranjeras, orientar sus planes de estudio a la inserción de México (en este caso) en la globalización económica (de manera subordinada, por supuesto), evaluar externamente la calidad de los estudios y de los egresados, y hacer que los estudiantes paguen por lo menos 30 por ciento de lo que cuesta su educación profesional. En otros términos, eliminar en la práctica su autonomía por lo que se refiere a la libertad de cátedra y de investigación, e insertar a la universidad pública en la lógica del mercado de la oferta y la demanda" 5 Aunque estrictamente hablando el gobierno de Fox no ha esbozado todavía un proyecto concreto respecto a la educación superior, lo cierto es que algunos de sus funcionarios han adelantado algunos planteamientos en esa dirección. Es el caso, por ejemplo, de la propuesta encaminada a respaldar a las universidades privadas, no a través de subsidios especiales, sino mediante estímulos indirectos como el otorgamientos de becas a "estudiantes destacados" quienes, según esto, tendrían "plena libertad de decidir" acerca de las instituciones de educación superior en las que realizarían sus estudios profesionales. Es obvio que este tipo de propuestas no persiguen sino el propósito de apuntalar a las universidades particulares, por más que se presenten como iniciativas que no persiguen en lo más mínimo perjudicar a las instituciones públicas de educación superior. Es de señalar que esta clase de planteamientos han encontrado eco en algunos gobiernos estatales, como es el caso de Puebla, cuyo Secretario de Educación Pública propuso abrir un sistema de becas supuestamente encaminado a beneficiar a los alumnos más avanzados, pero que en los hechos se destinaría a estudiantes que ingresen a algunas de las universidades privadas de la entidad. En contrapunto a esa clase de iniciativas, algunos de los núcleos más beligerantes de la oligarquía mexicana han comenzado a desplegar una verdadera "cruzada" contra las universidades públicas persuadidos seguramente de que existen condiciones idóneas para poner en marcha su proyecto de privatización de las mismas a partir de pretextos inanes e insostenibles. Es el caso, por ejemplo, de la campaña de desprestigio que emprendieron contra la UNAM algunos funcionarios públicos y diversos organismos cúpula de la iniciativa privada a raíz de la detención, a finales de agosto, de cinco personas presuntamente involucradas en la colocación de artefactos explosivos en sucursales de Banamex, de las cuales dos de ellas estaban matriculadas en dicha institución universitaria. Tal hecho fue interpretado por dichos funcionarios y organismos empresariales como una "expresión inequívoca de que la UNAM era una universidad que se dedicaba a preparar guerrilleros".
El primero en salirle al paso a tal ofensiva contra la máxima casa de estudios del país fue el rector de la misma, José Ramón de la Fuente, quien en un encuentro con un grupo de senadores señaló que "bajo ninguna circunstancia se justificaba el pretender involucrar a una comunidad de más de 300 mil personas por los supuestos delitos que hubiesen cometido algunos jóvenes matriculados en la UNAM". Y agregó: "La universidad es un reflejo de la realidad nacional, en donde se expresan los problemas y las contradicciones del país, y es una institución que siempre se ha manifestado a favor del estado de derecho en su sentido más amplio" 6. De la Fuente, comprendiendo que la verdadera causa del ataque a la UNAM guarda una estrecha relación con el proyecto que busca desmantelar a las universidades públicas, advirtió enseguida acerca del gran riesgo de considerar a la educación superior como un instrumento para formar hombres de empresa. "Yo lo veo subrayó como una gran tentación de caer en un esquema simplista, y pensar que este país va a lograr un desarrollo con justicia sólo formando microempresarios que puedan activar localmente la economía... La universidad ha formado a muchos de ellos... pero no podemos orientar la educación en un solo propósito (ya que) tiene que formar también a sociólogos, sicólogos, químicos, físicos, poetas" 7 Decenas de intelectuales, investigadores y profesores universitarios, y la mayoría de las organizaciones y personalidades más progresistas del país, secundaron las declaraciones del rector de la UNAM, pasando no sólo a defender a ésta sino al conjunto de las universidades públicas de México. Así, por ejemplo, el conocido filósofo Adolfo Sánchez Vázquez doctorado honoris causa de la BUAP señaló que el intento de desprestigiar a la UNAM tiene que ver con "la política que persigue una alternativa a la educación que responda, no a los intereses de toda la sociedad, sino a los de un sector privilegiado de ella, ¿cuál? El sector que de acuerdo con sus intereses particulares sólo ve al ser humano como homo economicus, y a la libertad omnímoda del mercado". Y añadió: "A esta concepción del hombre y de la libertad únicamente puede corresponder una universidad rentable, en la que sobren las carreras superfluas de las humanidades, cuyos beneficios no pueden contabilizarse en términos de mercado. Como sobra también la investigación pura que no asegura esa rentabilidad. Ciertamente, la UNAM no tiene nada que ver con semejante tipo de universidad tan ansiada por los grupos empresariales" 8 Por su parte, el ex rector de la UNAM, Pablo González Casanova expresó que "los ataques recientes a la universidad se inscriben dentro de la lucha existente en contra de los servicios públicos, de la educación pública y, debemos entenderla así, como parte de una especie de nueva guerra fría contra la cultura y el conocimiento" 9 El desafío de "la sociedad del conocimiento" Desde hace ya varios años, en casi todas las esferas de orbe se dice que el mundo actual se encamina hacia lo que se ha dado en llamar la "sociedad del conocimiento", producto de la vertiginosa expansión que tiene lugar en casi todos los dominios de la ciencia y de la tecnología, hecho que se observa principalmente en el notable desarrollo alcanzado en los campos de la computación, de las comunicaciones, del transporte, de la salud, etc. Si bien desde mediados del siglo pasado se hablaba ya de una "revolución científico-técnica", lo cierto es que en las últimas décadas tal fenómeno ha llegado a niveles inimaginables. Como es de comprenderse, esa situación ha generado todo un complejo de desafíos para las universidades. Así, en la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior de la UNESCO de 1988 se planteó que "si la próxima sociedad estará fundada en el conocimiento, la educación superior debe de emprender la transformación y el cambio más radicales que jamás haya tenido".
Lo cierto es, sin embargo, que los desafíos mencionados han provocado diversas lecturas, o, si se quiere, diversas interpretaciones. Es el caso, por ejemplo, de quienes piensan que, a la luz de la revolución científico-técnica y de la globalización económica, las universidades deben convertirse en instituciones que solo generen conocimientos destinados a su aplicación industrial inmediata, o que se limiten a la formación de expertos en el hardware o en el software que necesitan las empresas. Marcos Rosenbaum en un ensayo que reproducimos en este libro señala: "La globalización de la economía mundial, junto con el descenso de la demanda de trabajo manual y la creencia simplista de que esto implica una cada vez mayor competencia entre los países, le ha dado recientemente a la inversión en el conocimiento una resonancia política de que carecía antes. Políticos de todo el mundo han notado y envidiado la contribución de la Universidad de Stanford a la creación del Valle del Silicio y la del triángulo de la investigación de las universidades estadounidenses a la economía de Carolina del Norte. Quieren algo de este tipo de acción para sí mismos. Claude Allégre, ministro de educación del nuevo gobierno socialista de Francia, declaró recientemente que era una lástima que Francia nunca hubiera logrado crear un MIT o un Caltec. En una vena aún más absurda, Mahathir Mamad de Malasia, se inventó el grandioso plan de establecer una universidad multimedia para gastar cuarenta mil millones de dólares en crear un Valle del Silicio Tardío en su propio país... A medida que esta manera de pensar se apodera de los políticos, la universidad se aleja más y más de su origen como santuario de la sociedad mundana que la rodea. Se piensa en la universidad ya no tanto como una fuerza moral y cultural sino, de acuerdo con una frase tecnocrática aparecida en un estudio reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), como una parte del sistema innovativo nacional y una incubadora de nuevas industrias en una economía tecnológicamente dominada" 10.
En nuestro país, como es del conocimiento público, ese tipo de posturas han encontrado un gran eco en nuestros tecnócratas nativos, y sobre todo en los sectores empresariales que anhelan que México se incorpore al "festín" de las naciones del primer mundo. Empero, ¿cómo es posible cristalizar este propósito tomando en cuenta las enormes disparidades no sólo económicas, sino también educativas que separan a nuestro país de las naciones altamente desarrolladas? Tal como observa el investigador Álvaro Marín Marín, "México busca adaptarse a un mundo nuevo, abierto, competitivo, altamente desarrollado con tecnologías de punta; y pretende lograrlo con menos diez millones de personas educadas y con suficiente poder de compra, mientras el resto de la población se debate en una desesperante pobreza... Para desarrollarse, México debe mitigar los contrastes sociales, acabar con la pobreza extrema y poner a las élites al servicio de las mayorías. Si este es el contexto y esos son los retos, ¿qué pueden esperar sus universidades sobrepobladas, presionadas desde abajo por los estudiantes deseosos de recibir algún tipo de educación, desde arriba por las autoridades que desean reformarlas, y desde afuera por las agencias internacionales que buscan una modernización funcional con la globalización? ¿puede pensarse en un sistema más complejo y caótico que el nuestro?" 11. Véanse el siguiente cuadro, elaborado por el investigador Romualdo López Zárate, en el que podemos apreciar el enorme contraste que separa a México de las naciones más desarrolladas en lo que concierne al gasto educativo 12. Para el caso de México, los dólares fueron estimados antes de la devaluación de diciembre de 1994. Actualmente el gasto sería aproximadamente la mitad de lo anotado (observación hecha por López Zárate). ¿Puede México, insistimos, sortear exitosamente el desafío de la globalización con este tipo disparidades? Frente a las condiciones de pobreza que vive la mayoría del pueblo mexicano, las universidades públicas no pueden darle la espalda a esta situación: tienen que esforzarse por generar aportaciones encaminadas a superar la pobreza ancestral de nuestro país. Tal como escribe Marcos Moshinsky, "el problema central de México es el de la pobreza y, en particular, el de la pobreza extrema. En 1940, éramos 20 millones de mexicanos y, de ellos, los que vivían en la pobreza eran quizás 90 por ciento. Hoy somos 100 millones, el porcentaje de pobres ha disminuido quizás a 50 o 60 por ciento, pero su número total ha aumentado a consecuencia de la explosión demográfica. ¿Cómo elevar el nivel de vida de ese gran número de mexicanos, no sólo desde el punto de vista económico sino también del cultural?" 13. Ese tipo de interrogantes nos remiten al papel que deben desempeñar las universidades públicas, las cuales insistimos no pueden limitarse a formar cuadros profesionales destinados a las empresas mexicanas o extranjeras, sino tienen que contribuir a la solución de los grandes problemas nacionales, sobre todo a los que tienen que ver con los desafíos que se desprenden de la globalización económica. En la Conferencia de la UNESCO arriba citada hubo consenso en el sentido de que, ante las mutaciones vertiginosas que enfrenta la huma-nidad, la educación superior está destinada a jugar un papel fundamental para establecer las condiciones necesarias para un desarrollo armónico, equitativo y sostenible de los pueblos 14.
Las universidades mexicanas deben asumir plenamente el reto que implica la revolución científico-técnica, sin que ello signifique que necesariamente deban transformarse en instituciones al servicio de los intereses dominantes. Esto desvirtualiza totalmente su esencia de instituciones creadas con el propósito de servir a toda la nación, y no solamente a los grupos privilegiados. Como expresó el rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, "es preciso insistir en la necesidad de evitar que las leyes del mercado se instalen de lleno en el sistema educativo. Si esto ocurre, la educación acabará convirtiéndose en el mejor de los casos en una industria. La polémica es conceptual y define la política educativa de un país: si la educación es un bien público, ¿por qué habría de subordinarse a las leyes del mercado?... Algunas instituciones de educación superior se han convertido ya más en empresas que ofertan sus servicios, que en instituciones que forman recursos humanos, generan conocimientos y difunden la cultura... El problema de fondo, hay que insistir, es que donde prevalezca la ley del mercado, la educación correrá el riesgo de desnaturalizarse" 15. La postura en defensa, no sólo de la UNAM sino de todas las instituciones públicas de educación superior, que hizo De la Fuente le ha ganado un amplio reconocimiento moral y político entre los universitarios del país, y en general entre las fuerzas democráticas de México, para quienes resulta de gran relevancia que el rector de la principal universidad del país guarde una clara distancia respecto al proyecto de educación superior que al parecer se intenta impulsar desde la Presidencia.
Ahora bien, los universitarios progresistas no deben limitarse solamente a defender el carácter público de las instituciones de educación superior: deben esforzarse, insistimos, por abrirle paso a un nuevo paradigma de universidad pública, capaz de asumir exitosamente el desafío que implica "la sociedad del conocimiento", pero preservando el carácter de la universidad pública. El rector de la BUAP, Enrique Doger Guerrero, por su parte, ha insistido en diversos foros y tribunas acerca de esa situación. Así, en el discurso que pronunció el 5 de mayo, expresó: "en la medida en que logremos la incorporación de mexicanos a la educación, elevando la calidad de la formación que se les brinde, el desarrollo aparecerá como una meta real y accesible... Entender la educación como elemento multiplicador del desarrollo, es condición ineludible para preservar la soberanía nacional. Sólo una sociedad más y mejor preparada, con mayor acceso a la tecnología, y a los beneficios de la ciencia, podrá enfrentar en mejores condiciones los desafíos del nuevo siglo, y podrá alcanzar mayores niveles de bienestar" 16. Para responder a esos retos, las universidades públicas, en síntesis, deben poner de relieve que están en condiciones de ponerse a la altura de las exigencias que demanda "la sociedad del conocimiento". Esto implica superar una cierta visión trasnochada de la "excelencia académica"que se ha puesto de moda en algunas universidades, la cual hasta el momento no se ha traducido en realidad en nuevas aportaciones y nuevos conocimientos útiles al estado y al país. Finalmente, esta aportación persigue el propósito de coadyuvar a que los maestros y alumnos de nuestra institución estén compenetrados con la problemática a que hemos hecho referencia. Hemos incluido textos de autores como Gastón García Cantú, Pablo González Casanova, Adolfo Sánchez Vázquez, Octavio Rodríguez Araujo, Antonio Esparza Soriano, Marcos Moshinski, Marcos Rosenbaum y otros, que a nuestro parecer contienen todo un cúmulo de ideas y planteamientos sugestivos acerca de la necesidad de abrirle paso al nuevo paradigma de universidad pública que necesita el país, como alternativa al modelo neoliberal que impulsan los epígonos del proyecto neoliberal en México. 1 González Casanova, Pablo, La
Universidad necesaria en el siglo XXI, editorial Era, México, 2001, págs. 23, 24,
25. Las cursivas son nuestras.
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