Hospital de la caridad para niños Por Efraín Castro Morales *
l parecer la idea de establecer un hospital gratuito para niños fue concebida por el doctor Francisco Marín, distinguido cirujano catedrático de la Escuela de Medicina de Puebla, quien la expuso por primera vez en una reunión política celebrada a mediados de 1876, a D. Miguel Vargas, empleado de la Administración de Correos de la Ciudad, quien a su vez la platicó con su amigo, el doctor Samuel Morales Pereira. Después de discutir la conveniencia de establecer el hospital, lograron interesar al rico industrial de textiles, Luis de Haro y Tamariz, después fundador de la Casa de Maternidad, para dar las primeras aportaciones para el establecimiento; sin embargo su muerte, acaecida el 14 de abril de 1877, impidió el éxito de las gestiones. No fue sino hasta el 7 de mayo de 1877, cuando Vargas y Morales Pereira, determinaron efectuar la fundación, procediendo a levantar la siguiente acta: En Puebla, a 7 de mayo de mil ochocientos setenta y siete, reunidos en la administración principal de correos, los que suscriben y teniendo en consideración la necesidad que hay de fundar en esta ciudad un hospital en que exclusivamente se asistan niños pobres, con objeto de que se les dedique el tierno y solícito cuidado que merecen, así como de que se les atienda médicamente con el tratamiento especial que sus enfermedades requieran; atendiendo a que los recursos con que contaban para establecerlo, no pueden ya obtenerlos en razón de que el Sr. D. Luis de Haro y Tamariz, que se había comprometido a proporcionarlos, no pudo, por la violencia de la enfermedad que le privó de la vida, que debía emplearse en el objeto y fiado, por último, en la filantropía de la sociedad poblana, que no ha de ver con indiferencia la creación de una casa de beneficencia tan importante, resolvieron ser los fundadores del "Hospital de la Caridad para Niños", y se comprometieron a emprender desde el día inmediato siguiente, los trabajos necesarios para llevar a cabo ese pensamiento y a colectar donativos, para expresar todos los gastos que sean precisos para la fundación y subsistencia del hospital. Para constancia extendieron esta acta que suscriben con la fecha relacionada. Doctor Samuel L. Morales P. Y Miguel Vargas.
Quedó a cargo de Vargas buscar la casa y del doctor Morales Pereira reunir los fondos. Éste propuso su proyecto a varias personas, que dudaron de su optimismo pues no contaba con ninguna clase de recursos para efectuarlo; sin embargo D. Luis Gago hizo la primera aportación, sólo dos pesos de oro, sumándose después con una cantidad igual Joaquín Martínez. Fueron entregados estos donativos a Joaquín Ibáñez, propietario de la Farmacia Francesa, situada en la calle de la Carnicería, a quien se nombró tesorero del proyecto. Para el día 15 de mayo de 1877, la cantidad reunida superaba los ochocientos pesos, gracias a los donativos de Ángel Rangel, Pedro Prado, Ramón Romay, Rafael Bretón, Néstor Rangel, Luis Rueda, Daniel Blumenkron, Miguel Pavón, Carlos Tagle, León Díaz Rubín, José Ovando, Luis Bello y Vicente de la Hidalga. Vargas, a cargo de la administración, y Morales Pereira de la dirección médica, determinaron instalar el hospital en una casa propiedad de Francisco de Ibarra Ramos, ex gobernador del Estado, quien la alquiló por la módica suma de cuatro pesos. Estaba situada en la calle de la Obligación o de La Libertad, actual Avenida 7 poniente 500. Después se le compró la casa contigua en la Calle de Cabezas a D. Agustín Mora, representante del propietario D. Jorge Berkenbuch, y después al licenciado Manuel Serdán, padre de Aquiles, un terreno con algunas ruinas del antiguo convento de San Agustín, que se fueron incorporando al hospital. El "departamento principal" se comenzó a edificar con rapidez, gracias a las donaciones, a la ayuda y al apoyo de algunos benefactores; sin embargo, un temblor de tierra derribó una parte del edificio. Tres meses después de la firma del acta preliminar, el 5 de agosto de 1877, el hospital fue inaugurado solemnemente por el gobernador del estado, licenciado Juan Crisóstomo Bonilla, y se levantó el acto de fundación, que a la letra dice:
En la Ciudad de Puebla, a las nueve de la mañana del día 5 de agosto de mil ochocientos setenta y siete, reunidos en casa número 8 de la calle de la Obligación, los Sres. D. Manuel Tamayo (Pbro.), D. Dionisio José Velasco, D. Juan Matienzo, D. Vicente de la Hidalga y el Lic. D. Antonio Pérez Marín, en representación de su señor padre, que fueron los que apadrinaron el acto de bendición; y presentes enseguida, para la inauguración oficial, los CC.Gobernador del Estado, Jefe Político, Secretario de Gobierno, Comisionados del Patriótico Ayuntamiento, de las varias sociedades establecidas en esta capital, los fundadores Samuel Morales Pereira y Miguel Vargas, y demás personas invitadas, después de una breve reseña hecha por los expresados fundadores, de los trabajos emprendidos para la creación del establecimiento e inversión de los donativos, el C. Gobernador hizo la siguiente declaración: Declaro solemnemente inaugurado el Hospital de la Caridad para Niños y queda reconocido por el Gobernador como Casa de Beneficencia. Para constancia extendieron esta acta que suscriben con la fecha relacionada. D. Juan Crisóstomo Bonilla, Gobernador del Estado de Puebla. T. Tamborrel, Jefe Político. Ambrosio Quiroz. Amalio Romero. T. Rosas. Cenobio Hernández. Manuel G. Gómez. Rodríguez Galván. Abraham Sosa y Vargas. Agustín Reyes. Lic. Bernardo M. del Callejo. Guillermo Mendoza. Lic. José María Cordero. J.M. Ortiz Borbolla. José de J. López. Mucio Hernández. Mariano C. Ramos. José María Díaz. Juan N. Vara. El hospital se sostenía principalmente con donativos mensuales y extraordinarios, que aportaban algunas familias poblanas, quienes se encargaron al principio de coser la ropa para los niños y de las camas, y donaron además parte del mobiliario. El 28 de septiembre de 1877, el Ayuntamiento de Puebla aprobó que la Tesorería Municipal pagase desde el primero de octubre una pensión mensual de 30 pesos, que debería quedar incluida en el presupuesto de egresos del siguiente año, cantidad que continuaría igual, pero que en caso de que hubiese recursos se aumentaría. Además se aprobó que por forma de iniciativa se pidiese a la legislatura del Estado, le concediese una subvención anual, pues el gobernador lo había reconocido como una casa de beneficencia. Se aplicó para su sostenimiento el producto de algunas multas que aplicaron los juzgados del ramo penal hasta finales de 1879, además de la subvención aprobada por la legislatura del Estado hasta 1888 y un donativo de don José de Jesús Cano, consistente en un taller de carpintería en la calle de San Pedro
Gozó de la ayuda y protección del industrial Vicente de la Hidalga, quien a su muerte le donó 3 000 pesos, que fueron fincados. Además se formó una Junta Protectora de Beneficencia, integrada por las señoras Enedina García Rebollo de Márquez, Ana Millán de Marín, Guadalupe Marín de Béistegui, Concepción Bustillos de Gavito, Soledad Caballero de Gutiérrez Palacios e Inocencia López de Matienzo, que contribuyó al sostenimiento del hospital con donativos en dinero, semillas y ropa. Cuando terminó sus funciones la Junta Protectora, entregó al hospital 2 000 pesos, que pasaron a fincarse en el fondo destinado a su sostenimiento. Hubo también una Junta formada por señoritas, que contribuyó al sostenimiento con donativos en efectivo, y también fue favorecido con las aportaciones de algunos extranjeros residentes en la ciudad. Hasta 1886, fue su director el doctor Samuel Morales Pereira, sustituyéndolo después el doctor Ignacio Ramos y después de 1897, el doctor Agustín Pérez de Salazar. Colaboraron también como estudiantes, y terminaron en él su carrera, los doctores Pedro Blázquez, Borberto Roldán, Jesús de la Fuente y Eugenio de la Peña, presentaron sus servicios en forma gratuita, en medicina y cirugía, los ilustres médicos Secundino E. Sosa, Juan B. Calderón, Francisco de Paula Marín, Plácido Domingo Barriga, Gustavo OFarril y Manuel de Rivadeneyra, entre otros.
En 1886, el hospital tenía su entrada por la 2ª calle de Cabecitas de San Agustín, actual calle 7 sur 300; admitía sólo niños hasta de 10 años, y tenía 30 camas, se sostenía con "fondos que depara la providencia" y los que daba Miguel Vargas, además de los productos, bien pocos, que daba el taller de carpintería que tenía el hospital en el número 4 de la calle de San Pedro. Miguel Vargas, se desempeñaba como administrador; además, había una directora, que vivía en el hospital, la señorita Ramona Arenas y dos ayudantes, las señoritas Adela Ruiz y Concepción Cabrera. El director médico daba consulta gratuita en el hospital, especialmente a los niños, de las 11 de la mañana a la una de la tarde. El hospital fue descrito así: [...]es un edificio cómodo que contiene seis enfermerías, de ellas dos son para enfermitos aislados, y tiene además dos pequeños departamentos para enfermedades especiales, sala de operaciones y otra de curaciones, ambas construidas conforme a los adelantos modernos, ventiladas, aseadas, etc. Una de estas salas se decoró y terminó su construcción debido al señor don Vicente de la Hidalga quien donó suministró los recursos necesarios; hay además un magnífico comedor, una amplia cocina, guardarropa, baños, lavaderos, tres patios, siendo uno de ellos un precioso jardín para cuya formación dieron varios tietos con plantas de adorno y frutales varias familias y señoritas de Puebla. Tiene además el hospital un oratorio muy aseado aunque sencillo, una sala para consultas, otra para visitas, un departamento para la administración, un depósito de juguetes para niños, anfiteatro y cuanto se creyó necesario para la institución; entre lo que merece mencionarse la botica [...] Por entonces, se escribió que en los 10 años que habían transcurrido desde su fundación se habían expedido en la sala de consultas 36 000 recetas, con un promedio de 10 consultas diarias, y en su sala de cirugía se habían practicado 1 200 operaciones de pequeña cirugía y 376 de gran cirugía. Cifras al parecer exageradas, pues otro autor calcula que de 1877 a 1896, habían ingresado según los libros del hospital 2 238 niños enfermos, en los que se gastaron más de 46 000 pesos. También se decía en 1876, que "no se ha dado un solo caso de muerte de algún niño por imprudencia o abandono ni por impericia, así como tampoco por podredumbre de hospital, ni ninguna afección séptica". A pesar de los grandes servicios prestados a la niñez poblana, el Hospital de La Caridad sufrió una grave crisis, al igual que casi todas las instituciones de beneficencia, pues el movimiento armado de la Revolución de 1910 determinó se incorporase al nuevo Hospital General del Estado Jesús Carranza, inaugurado el 5 de junio de 1917. *Castro Morales, Efraín. Médico e historiador. N. en Puebla, Pue. el 15 de Nov. De 1936. Estudió la preparatoria y carrera en la Univ. Autónoma de Puebla. Se recibió el 26 de Agost. de 1960. Fue Jefe del Depto. De Ciencias Morfológicas de la Esc. De Medicina de Puebla; Dir. del Inst. Poblano de Antropología e Historia (1965). Cronista de la Cd. de Puebla (1969). Catedrático de la Esc. de Filosofía y Letras de la UAP. en la que impartió historia del arte, principios de antropología social, historia universal, historia de México, literatura indígena de México. Profesor embriología humana, citología general, filosofía e historia de la medicina. Miembro de la Soc. Mexicana de Anatomía, de la Soc. Mexicana de Historia de la Medicina y miembro de número de la Academia Nal. de Medicina. Autor de: Introducción a la Cartilla Vieja de la Nobilísima Ciudad de Puebla, Luis de A scienega, maestro mayor de la Catedral de Puebla; Gómez de Trasmonte y La Catedral de Puebla; publicados en Anales del Inst. de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Autor de otros notables trabajos de investigación histórica.
Catedráticos del Colegio del Estado y después
Historia de la pediatría en Puebla Por Armando Pliego Pastor *
s conocida la tradición del estado de Puebla y sus contribuciones en todos los órdenes al desarrollo y progreso del país. la multiplicidad de sus templos, conventos, asilos, orfanatos y otros establecimientos religiosos o de caridad, algunos de ellos famosos por la riqueza y colorido de sus ornamentaciones, corre pareja con sus numerosos hospitales y centros de atención médica que proliferaron abundantemente durante la etapa virreinal, muchos de los cuales funcionaron durante largos años, modificándose o transformándose de acuerdo con las ideas prevalentes en cada época. Tal es el caso, por ejemplo, del Hospital de San Pedro, de gran importancia en la evolución de la medicina en Puebla, fundado en etapas muy tempranas del periodo colonial, atendido por diversas órdenes religiosas y después, en la Independencia, por el gobierno local hasta su clausura en 1917, cuando sus enfermos fueron trasladados al Hospital General del Estado Doctor Francisco Marín, este último convertido a su vez en Hospital Universitario en la década de los setenta. Este Hospital de San Pedro fue la cuna de la llamada Academia Médico- Quirúrgica de Puebla y también de la benemérita Sociedad Médica de Beneficencia de Puebla. Se afirma que el primer hospital de niños de Puebla fue fundado en 1604 por el cura de Tlacotepec, bajo el patronato del obispado, adjunto al templo de San Cristóbal y ya se ha hecho mención, en otra parte de esta obra, de la fundación en el año de 1878, del Hospital de la Caridad para Niños por el doctor Samuel Morales Pereyra (en algunos escritos, tal vez por error, se le consigna con el nombre de Manuel) juntamente con el señor Miguel Vargas y algunos filántropos poblanos. Por esta misma época se establecen una Casa de Maternidad y la Casa de Salud de San Vicente de Paul.
Puede afirmarse que todos los médicos que ejercieron su profesión en el siglo XIX incluyeron la atención a los niños en sus actividades cotidianas de medicina general, cirugía y obstetricia; entre estos médicos generales hubo verdaderas eminencias como los doctores Juan M. Raudon, Miguel Jiménez, quien fuera fundador y primer presidente de la Academia Nacional de Medicina; Francisco Javier Balmis, introductor de la vacuna antivariolosa en Puebla, y en muchas otras partes; Heliodoro González, iniciador de trabajos quirúrgicos; Joaquín Ibáñez, al parecer uno de los fundadores del Hospital de la Caridad para Niños; Francisco Marín, Manuel Toussaint, y otros. La ciudad de Puebla, que al inicio del presente siglo tenía una población de 100 000 habitantes, crece velozmente hasta más de un millón de habitantes en la actualidad. Aumenta también considerablemente el número de sus médicos y, poco a poco, va perfilándose la figura del médico pediatra hasta llegar a las características que hoy lo conforman. La historia de la pediatría en Puebla abarca varias etapas bien definidas; la primera, desde fines del siglo pasado y principios del actual hasta 1945, época en que se fundó la Sociedad Poblana de Pediatría; la segunda, de 1945 a 1975, año en que dicha Sociedad se transforma en el Colegio de Pediatría de Puebla y la tercera, desde 1975 hasta nuestros días. En la primera etapa, todos los médicos ejercieron de alguna manera la pediatría ; algunos, con mayor intensidad y casi con exclusividad; otros, más bien por situaciones circunstanciales, pues se dedicaban más a practicar la medicina interna o a la cirugía interna o la obstetricia; algunos más trabajaban en el laboratorio o atendían sus gabinetes de rayos X; pero quién más, quién menos, todos ejercieron la pediatría. Yo recuerdo, cuando era un escolar de siete años, haber visto a don Isaac del Río, gran médico cirujano, que fue jefe del Servicio de Cirugía de la Beneficencia Española, a la cabecera de mi cama para atenderme de un sarampión. Y también cuando don Eduardo Olivares, gran internista, de la Clínica Interna y maestro mío después, en la Facultad de Medicina, me atendió de una erisipela.
Mencionaremos a algunos de los profesionales más destacados en este campo como el doctor Gregorio Vergara Romero, socio fundador y primer presidente de la Sociedad Poblana de Pediatría, activo y polifacético, quien instaló, junto con el doctor Francisco Martínez Vaca, el museo antropométrico- criminalístico, con una serie más de 60 cráneos de reos ejecutados en el penal o que fallecieron antes de cumplir sus condenas. Práctico algo más de 10 000 necropsias, entre ellas la del patriota revolucionario Aquiles Serdán. En el Colegio del Estado después Universidad de Puebla- sirvió las cátedras de anatomía topográfica, pediatría, medicina legal y deontología médica. Fue fundador de la Academia Mexicana de Pediatría en 1951, médico del orfanatorio y del hospicio y pediatra del Seguro Social, autor de muchos trabajos y asistente a congresos y reuniones médicas y pediátricas. Además, ejerció también la pediatría en su consulta privada, con devoción y seriedad; el doctor Miguel Ibáñez Guadalajara, el doctor Alfonso G. Alarcón, de fuerte y destacada personalidad, polémico y combativo, oriundo de Guerrero con largos años de ejercicio en Puebla, Tampico y el Distrito Federal, que incursionó en la política desde los inicios de la Revolución mexicana al lado de Aquiles Serdán; más tarde fue diputado y senador de la República y autor de varios libros de la especialidad sobre tópicos diversos, uno de los cuales le valió importante galardón internacional. Actuó varios años como profesor titular de la Clínica de Pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional. El doctor Agustín Arroyo Pérez, uno de los primeros, quizás, de Puebla, que dirigió por algún tiempo el servicio de recién nacidos y prematuros del IMSS en Puebla, cantante de ópera y zarzuelas y hasta novillero y boxeador.
El doctor Enrique Noriega López, pediatra y sanitarista, nacido en Oaxaca. Se estableció en Puebla primeramente como dirigente de servicios materno- infantiles y luego como jefe de los Servicios Coordinados de Salubridad en el estado; profesor de pediatría y de medicina y editor de varias revistas médicas. Debe también mencionarse al doctor José Alfonso Cano, del Seguro Social, dedicado exclusivamente a la atención médica de los niños por más de 50 años. Hacia el año de 1945, trabajaban en Puebla varios médicos que ejercían exclusivamente la pediatría. Otros también la ejercían aunque no con exclusividad, porque su principal campo de acción era la medicina interna de adultos, la cirugía, la obstetricia, o varias de estas actividades al mismo tiempo. El Hospital Infantil de la ciudad de México se inaugura en 1943. Varios compañeros, atraídos por el prestigio de la institución, acudieron a sus cursos y al terminarlos volvieron a sus provincias a ejercer como pediatras, en la docencia, en los servicios asistenciales y en el ejercicio privado. Existía en el ambiente médico, sobre todo entre los compañeros que se dedicaban a atender niños, el deseo de asociarse para intercambiar ideas, dar a conocer o recibir información sobre técnicas, procedimientos y experiencias a ese respecto, y surgió un día un líder que los entusiasmara, aglutinara y organizara. Ese guía fue el doctor Jesús Ibarra Mazari quien, graduado en 1936, tras algunos años de ejercer como médico general se va a estudiar al Hospital Infantil de México y a su regreso se establece en la ciudad de Puebla. Trabajaba en el Hospital Latinoamericano y estableció comunicación con todos aquellos compañeros que exclusiva o preferentemente atendían niños. Las primeras reuniones tuvieron lugar en su consultorio particular. Invitó a quienes ejercían la pediatría en el IMSS y otras instituciones y así fue como formó la Sociedad Poblana de Pediatría, sin que tengamos la fecha exacta de ese acontecimiento. La sociedad se reunía unas veces en el consultorio del doctor Ibarra; otras veces en el salón de actos de la unidad hospitalaria que se llamaba El Portalillo. Después, nos reunimos en el salón de proyecciones que están en el primer patio de la Universidad de Puebla. Las sesiones eran mensuales. Jesús Ibarra fue presidente y secretario en varias ocasiones. Fue autor de ponencias que llevó a congresos nacionales y asistió también a congresos internacionales. En 1965 ingresó al IMSS y ocupó los cargos de coordinador de la Clínica 1 y luego coordinador de los cuneros. Otros médicos pediatras que ejercían en Puebla fueron los doctores Gustavo Lozada del Río, pediatra general y hábil cirujano; Efraín Rosales Peimbert, Manuel Gil Barbosa, Giovanni Porras, Fernando Herrera Rosales, Rodolfo H. Vivanco y muchos otros que actuaban y aún lo hacen en los departamentos y servicios de pediatría del IMSS, el ISSSTE y de grupos médicos privados como el que organiza y dirige el doctor Giovanni Porras. En 1975 la Sociedad Poblana de Pediatría se transforma en el Colegio de Pediatría del Estado de Puebla que ha trabajado regularmente. En 1992 asistimos a la inauguración del moderno Hospital para el Niño Poblano, obra imaginada, diseñada y convertida en realidad durante el gobierno del licenciado Mariano Piña Olaya, gracias al empeño, la devoción y la tenacidad de la licenciada Patricia Kurczyn de Piña Olaya, presidenta del Patronato de Voluntarias y del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, DIF- Puebla. *Pliego Pastor, Armando. Nació en Puebla, Pue., el 2 de Mayo de 1922. Estudió el bachillerato en el antiguo Colegio del Estado hoy, Universidad Autónoma de Puebla- . En el año de 1940 ingresa a la Escuela de Medicina. Impartió la cátedra de patología general, en el año de 1950-1954, en la misma institución. Impartió el curso de pediatría, en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), en los años de 1977-1981. Durante 33 años fue pediatra y jefe de servicio de psicopedagogía. Catedrático del Benemérito Instituto Nacional del Estado (BINE), impartió las materias de, dietética, anatomía, fisiología y nutrición en los años de 1952-54. En el Hospital San José Vilaseca ubicado en la 12 norte no. 1804, las clases de nutriología y paidología. (1947-1949). Miembro de la Sociedad Médica de Beneficencia de Puebla, cumple los cargos de: procurador, por 10 años, secretario, cuatro años, presidente por dos años y vicepresidente por dos años. Escribió apuntes para el libro Historia de la pediatría en México, editado por Fondo de Cultura Económica.
|