Año 4, número 4
H. Puebla de Zaragoza a 22 de febrero de 2001

Renato Leduc (1876-1986)
"No sé qué carajos hago en el Olimpo"

i nos diésemos a la tarea de preguntarle a diversas personas acerca de Renato Leduc, sin duda nos encontraríamos con respuestas como las siguientes: "¿Leduc?... ¡Ah, sí!... ¿el viejo desmadroso al que se atribuye la invención del "caldo tlalpeño"?..." "¿Leduc?... ¡Ah, sí!... ¿el tipo al que llamaban "gran jefe pluma blanca", que se distinguió por su gusto por las aventuras y la vida bohemia?"

Otros responderían: "¿Leduc?... ¡Ah, sí!... ¿el único hombre al que María Félix le propuso matrimonio? (propuesta que, por cierto, Leduc rechazó caballerosamente, diciéndole a la "Doña": "Pero, María... ¿para qué chingaos quieres que me convierta en el señor Félix?")"

También, no pocos contestarían: "¿Leduc?... ¿Ah, sí!... ¿el periodista que se hizo célebre por su proverbial sentido del humor, y por su debilidad por las putas?"

Y, para terminar, sin duda algunos responderían: "¿Leduc?... ¡Ah, sí!... ¿el colaborador de la revista Siempre!... Que de vez en cuanto escribía poemas satíricos?"

Ahora bien, ¿cuál o cuáles de dichas versiones corresponden a la realidad? Todas y ninguna.

Se presume

que los sátiros son cabrones de una especie particular

Ellos son cabrones, nosotros también.
¿Cuernos...? No los tienen sólo
aquellos que nunca tuvieron mujer.

¿Los sátiros...? —dices—. Los sátiros son
hombres con pezuñas pero poseídos
de insaciable amor.
Tal vez queden pocos, tal vez ya no existan...
Para ti mejor.
Ellos son cabrones, nosotros también.
Barbas tienen ellos y pezuña hendida.
Nosotros tenemos pelos en la lengua
y el alma partida.
Ellos son cabrones, nosotros también.
¿Cuernos...? No los tienen sólo
aquellos que nunca tuvieron mujer.
Te gusta el cabrito y acaso yo soy
cabrito crecido, es decir, cabrón.
Te gusta el cabrito y yo puedo darte
lo poco que tengo, lo poco que soy...
¿Los sátiros...? —dices—.
Yo, como los sátiros, estoy poseído
de insaciable amor...

Todas porque ciertamente Renato Leduc fue un bohemio, un poeta, un aventurero, un consentido de las mujeres —sobre todo de las que deambulan por los llamados "bajos fondos"—, un periodista, un vagabundo, y esta lista podría ser interminable porque el "gran jefe pluma blanca" fue un hombre de muchas facetas y de una vitalidad asombrosa, que lo llevaron a enfrentar todo tipo de experiencias y situaciones, unas verosímiles y otras inverosímiles (pero todas ellas impregnadas de un halo de poesía).

Ninguna porque, tomadas aisladamente, nos conducen a caricaturizar o a simplificar la biografía de un individuo que asumió la vida en toda su plenitud (parafraseando a Nietzsche, fue un hombre "que le dio el ‘gran sí a la vida’") y, en el mejor de los casos, nos llevan al sendero, o mejor dicho, a los senderos de las leyendas trazadas en torno a su persona, las cuales, si bien suelen ser fascinantes, no pocas veces nos impiden acceder a la complejidad de Renato Leduc como artista y como hombre que se distinguió por su respaldo y solidaridad con las clases explotadas.

 

 

Infancia, andanzas juveniles,
y peripecias durante la Revolución

enato Leduc nació el 16 de noviembre de 1897, en la ciudad de México, en pleno auge de la dictadura porfirista. A este respecto le comentó al periodista Ramón Pimentel Aguilar: "A mí me tocó nacer en la época en que la dictadura de Díaz estaba ya en pleno estado de... pues no de putrefacción, porque esa no fue una dictadura podrida, sino una dictadura apolillada, que es otra cosa" 1

María Felíx le propuso matrimonio a Renato Leduc. Él le contesto: "Adorada doña...¿Cómo chingaos quieres que acepte convertirme en el señor Félix?"

Según José Alvarado, el abuelo paterno de Renato fue un soldado francés traído por las tropas invasoras de Napoleón III, quien decidió quedarse a vivir en México después del fracaso de la Intervención, "seducido no se sabe si por las carnitas, los ópalos o los camotes de Querétaro" 2.

Casi toda su infancia y buena parte de su juventud transcurren en la Villa de Guadalupe, colonia que por ese tiempo era "el ombligo del clericalismo" 3. Aunque su madre era ferviente católica, Renato no sucumbió a su influencia sino más bien a la de su padre, quien era un ferviente liberal, enemigo acérrimo de la dictadura porfirista.

Ante los apremios económicos que padecía su familia —situación que se agudizó al morir su padre— Renato se ve ante la necesidad de trabajar siendo aún un niño. Así, no bien terminó la primaria, se fue a trabajar a la Compañía de Luz. Más adelante decide incorporarse a la Revolución Mexicana, participando primeramente al lado del carrancismo y luego en las filas del villismo, a las que apoyó realizando actividades de telegrafista. Sin duda, su paso por el movimiento armado fue una experiencia fundamental que forjó su temple de rebelde irredento, incapaz de tolerar las maniobras de los políticos y representantes de la burguesía que, poco tiempo después del triunfo de la Revolución, se olvidaron de los ideales de la misma para abrirle paso a un sistema político y social que habría de convertir a México en una de las naciones con mayor desigualdad social y económica. Si hubo alguien que recusara esta situación ese fue Renato Leduc.

Al finalizar el movimiento armado Leduc regresa a la capital del país para continuar con sus estudios, no sin tener que realizar múltiples actividades para subsistir. Ingresa a la Escuela de Leyes de la Universidad de México donde conoce a no pocos de los hombres que habrían de encabezar los destinos del México postrrevolucionario.

El líder

El líder camina con paso de pato.
No es que sufra callo
ni estrecho el zapato
es que así es su andar
y con él desfila el primero de mayo
y en las noches entra a su dulce hogar.
Al líder le sobra dinero: cuotas
y otras prestaciones del trabajador
le brindan queridas, maricas, madrotas;
vicios de banquero, goces de hambreador.
La vida del líder es sólo un prurito
contumaz y terco de actos-de-adhesión;
de guiar su manada servil y obediente
y escuchar el grito:
Gracias...gracias...gracias...

Señor Presidente

traseros en alto, en la procesión.

A finales de los treinta emigra a Europa, instalándose en París, Francia, en donde entabla amistad con varios artistas sobresalientes, entre ellos Picasso, Max Ernst, André Breton, y Leonora Carrington (con quien habría de contraer matrimonio años después).

El autoexilio parisino de Renato es interrumpido por la invasión nazi, lo cual lo obliga a regresar a América, instalándose en Nueva York. Poco tiempo después retorna a México con la esperanza de conseguir empleo a través del apoyo de sus excondiscípulos de la Escuela de Leyes que habían logrado acceder al poder, pero éstos, si bien lo tratan con respeto —e incluso con admiración— no se atreven a involucrarle en sus proyectos o a incorporarlo a sus nóminas, debido al temor que les provoca su temperamento rebelde e iconoclasta.

"Cuando regresé a México —le platicó a su amigo Ramón Pimentel Aguilar— no hubo un cabrón que me ofreciera chamba... A casi todos mis cuates de la Escuela de Leyes los encontré aquí de oficiales mayores, de gerentes de banco, y no hubo un cabrón que me dijera vente a trabajar aquí... Eso sí... me invitaban a comer, y agasajos de aquí y por allá". No pocas veces —agregó— lo invitaban tres veces a comer en el mismo día, lo cual lo llevaba a exclamar: "¡No sean cabrones....Siquiera pónganmelas en fila no me las acumulen!" 4

Desde luego, comenta Pimentel, era difícil que esa gente le ofreciera trabajo a Leduc : "Aquellos seudorrevolucionarios y estudiantes veían en Renato la personificación de lo que no pudieron seguir siendo; percibieron la actitud de él como una reprobación a su oportunismo, y si bien lo respetaban y estimaban en general, admirándolo internamente por su independencia, rehuían tener con él otras relaciones que no fueran las de invitarlo a comer y conversar" 5.

Los poemas publicados pertenecen al libro
Renato Leduc, obra literaria,
compilación e introducción de Edith Negrín, serie letras mexicanas,
Fondo de Cultura Económica, 2000.

 

Leduc, periodista crítico y defensor
de las causas populares 

En el Congreso Pro Libertad de los presos políticos, el 3 de julio de 1960, en el local del Sindicato de El Ánfora, Renato Leduc, Mario Padilla, David Alfaro Siqueiros y Arturo Orona, líder campesino de La Laguna, aplauden los acuerdos alcanzados.(Foto de Castillo León, del archivo de Excélsior).

rente a la situación descrita, Leduc decide dedicarse plenamente a su oficio preferido: el periodismo. Así, colabora en Excélsior y en decenas de revistas y semanarios (como el Esto), logrando muy pronto convertirse en uno de los periodistas más leídos del país, debido, sobre todo, a sus críticas despiadadas sobre el rumbo que estaba tomando el país a partir del sexenio de Miguel Alemán. Empero, su éxito con la pluma no marchó en correspondencia con sus buenos ingresos, ya que le pagaban verdaderas bazofias. Y, para colmo de males, ante el malestar que suscitaban sus escritos entre determinados funcionarios y políticos, algunos de los directores o dueños de los medios en lo que colaboraba decidieron censurar sus artículos y columnas, por el miedo a perder publicidad del gobierno, lo cual condujo a Leduc a romper con no pocos de ellos (como con Rodrigo del Llano, de Excélsior). Fue entonces que lo invitó a colaborar en sus diarios el coronel García Valseca, quien le dijo, con su particular estilo desenfadado: "¡Yo soy hombre! Aquí aviéntese usted contra quien quiera, del Papadas (Manuel Ávila Camacho) para abajo; nada más a una persona me respeta usted, porque es mi amigo: Maximino Ávila Camacho. Fuera de ahí, chingue a quien quiera, que eso es lo que busco" 6

Y, en efecto, García Valseca cumplió con su palabra, respetando su compromiso de no censurar sus artículos, y pagándole generosamente. Sin embargo, años después, el dueño de la cadena El Sol de México se vio también ante la necesidad de desprenderse de las colaboraciones de Leduc, frente al temor de perder algunos jugosos contratos de publicidad. Empero la amistad entre ambos personajes se mantuvo incólume. Otra persona que también fue muy respetuosa con el trabajo de Renato fue el director de la revista Siempre!, José Pagés Llergo.

Canción de cuna

para adormecer niños muy despiertos

El pescado grande se come al chiquito

mas banquero grande pare banquerito.

El pescado grande se come al chiquito
y el marrano grande pare al marranito.
El peral da peras y el nopal da tunas
y por las ventanas de los rascacielos
absorben fortunas
banquerillos magros y gordos banqueros.
El pescado grande se come al pez chico
y al pobre pendejo le devora el rico.
El banquero tiene las nalgas enjutas
de tanto mecerlas en muelle sillón.
Duérmete mi niño... Ahí vienen las putas
a darte la teta o el biberón...
El pescado grande se come al chiquito
mas banquero grande pare banquerito.
Rascacielos negros, rascacielos rojos
por arriba calvos, por abajo cojos...
Duérmete criatura, duérmete y no gruñas
que viene el banquero con sus largas uñas.
Duérmete pequeño y ya no hagas gestos.
Duérmete y reposa cual si fueras sordo que pronto... un día de estos
los peces chiquitos comerán pez gordo...

Durante toda su vida Leduc se distinguió por su infatigable actividad como promotor de iniciativas orientadas al respaldo profesional y político de sus colegas, sobre todo de aquellos que sufrían la persecución del régimen por sus posturas de apoyo a los movimientos sociales progresistas. A este respecto habría que destacar su valiente actuación como defensor del periodista Manuel Marcué Pardiñas, director de la revista Política, encarcelado por el gobierno de Díaz Ordaz por haber "osado" defender el movimiento estudiantil de 1968. Al mismo tiempo, Renato dedicó buena parte de sus energías a promover la solidadaridad con los periodistas que sufrían persecuciones políticas en diversas naciones, principalmente de nuestro hemisferio. Esta actividad le llevó, asimismo, a brindar solidaridad a las luchas que libraban en esos años diversas naciones latinoamericanas contra la sojuzgación del imperialismo norteamericano —Cuba, Nicaragua, Venezuela— lo cual le ganó el respeto y la admiración, no sólo de las organizaciones más avanzadas de los periodistas del país, sino también de diversas organizaciones de periodistas a nivel internacional.

Entre los movimientos sociales que Leduc dedicó más tiempo a defender fueron los protagonizados por los campesinos pobres y los asalariados del campo. Aparte de denunciar en sus columnas las tropelías perpetradas por el régimen o los caciques contra ellos, se daba personalmente a tarea de defenderlos en las instancias correspondientes, sobre todo cuando sus líderes eran encarcelados. Así, cuando el gobierno decidió reprimir brutalmente el movimiento lechero que estalló en Puebla en 1964, Leduc vino a la entidad para gestionar la libertad de los dirigentes agrarios Ramón Danzós Palomino y Bruno Martínez.

Del mismo modo, destacó en la defensa del líder campesino Doroteo Fernández de Lara, cuando éste fue encarcelado por encabezar el movimiento que surgió en 1970.

Sería imposible ennumerar en este lugar —por cuestiones de espacio— todas las iniciativas que emprendió Leduc en esos frentes. Nos limitaremos a señalar que ello le atrajo todo un cúmulo de reconocimientos, a nivel nacional y mundial. Así, en Cuba recibió el Premio Internacional de Periodismo Julius Fucik, promovido por la Organización Internacional de Periodistas (OIP). Sus actividades como defensor de los periodistas perseguidos y de los pueblos en lucha por su liberación le llevaron a viajar de manera frecuente a diversas naciones, como la desaparecida URSS —en donde se le guardaba una gran admiración—, Rumania, Yugoslavia, y diversos países de América Latina, en particular Cuba, en donde Fidel Castro lo recibía con grandes honores.

Leduc, en defensa de la Universidad Autónoma de Puebla

Puebla - 19617

El señor obispo predica en el atrio
La gente le escucha este día domingo
bajo la amenaza de Jenkins el gringo.
Exhibe el obispo un fervor tan patrio...
tan patrio... tan patrio...
que ni el padre Hidalgo jamás exhibió...
¡Cristianismo sí! — ¡Comunismo no!

Lanza monseñor bombas incendiarias
contra las impías reformas agrarias...
¡Comunismo no! — ¡Cristianismo sí!
los santos varones
realizan acciones,
piadosas acciones bancarias...

Seráfica ayuda al módico diez
al menesteroso y buen feligrés.
Diezmos y primicias a cargo del mismo...
¡Viva Cristo Rey! — ¡Muera el comunismo...!

Beatíficamente
—bien nutrido el cuerpo, serena la mente—
el señor obispo guarda sus millones
en la caja fuerte...
No es que tenga suerte...
Son sus oraciones
que dios escuchó...
¡Cristianismo sí! — ¡Comunismo no!

ería imposible en este lugar, por cuestiones de espacio, hacer referencia a todos los méritos de Leduc como periodista y como defensor de los movimientos progresistas. Nos limitaremos, finalmente, a resaltar el abierto apoyo que brindó al movimiento de Reforma Universitaria que se inició en la Universidad Autónoma de Puebla en 1961.

En 1964, en los últimos días de octubre, en las revistas Política y Siempre!, Leduc hace suya la protesta de lecheros y estudiantes contra el proyecto de pasterización de la leche del gobernador Antonio Nava Castillo, que favorecería al senador Eduardo Cué Merlo al magnate de la industria cinematográfica Gabriel Alarcón, al ganadero Juan Blanca, al doctor José Álvarez Gutiérrez y al hermano del gobernador Gregorio Nava Castillo, propietario de las plantas Chipilo SA, y Pasteur SCL.

El movimiento lechero, como se conoció en su tiempo, sirvió de pretexto para encarcelar a Ramón Danzos Palomino, Bruno Martínez y Martínez y Raúl Márquez Parra cuya libertad fue solicitada por Leduc al gobernador interino ingeniero Aarón Merino Fernández.

Más tarde en los años de 1972 y 1973 , nuevamente el poeta y periodista se solidariza con nuestra universidad. Como es de recordar, la derecha poblana en su afán de exterminar el movimiento de reforma universitaria, desplegó una feroz ofensiva contra el mismo, llegando al extremo de promover los asesinatos de los líderes Joel Arriaga Navarro, Enrique Cabrera Barroso, Josafat Tenorio Pacheco y de otros universitarios más.

Leduc fue, sin duda, uno de los pocos intelectuales —junto con personalidades como Efraín Huerta, Carlos Monsiváis, Helena Poniatowska, Carlos Fuentes— que no titubeó en salir en defensa de nuestra institución, ora promoviendo iniciativas encaminadas a brindarle cobertura al movimiento de Reforma, ora impulsando desplegados públicos en los que se denunciaba sin piedad las maniobras de los enemigos de la UAP, ora buscando firmas en apoyo del movimiento de Reforma.

Su participación —al lado de los intelectuales y artistas más avanzados del país— fue sumamente relevante para frenar la embestida de la derecha poblana contra nuestra casa de estudios.

Uno de sus mejores poemas, precisamente, fue escrito al calor del estallido del movimiento estudiantil de 1961. Se intitula Puebla - 1961, y no es difícil percibir la indignación que rezuman sus líneas.

Leduc, poeta

Aquí se habla del tiempo perdido
que, como dice el dicho,
los santos lo lloran

Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.
Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizándome tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.
Amar queriendo como en otro tiempo
— ignoraba yo aún que el tiempo es oro—
cuánto tiempo perdí —ay— cuánto tiempo.
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo...

diferencia de lo que nos dice la leyenda, Leduc no fue un simple vate —como suele denominarse a los bohemios que se dedican a escribir poesía— que se dedicó "de vez en cuando" a escribir poemas satíricos o escatológicos, sino más bien fue un magnífico poeta, sin duda uno de los mejores poetas mexicanos del siglo que acaba de concluir. Lejos de dedicarse a dicha actividad como pasatiempo o en sus "ratos libres" le entregó a la poesía gran parte de su vida y de sus energías, sin limitarse a escribir de acuerdo a los cánones o normas de la época sino tratando siempre de ir más allá de los mismos, lo cual lo llevó a compenetrarse con las aportaciones de las corrientes artísticas y literarias más avanzadas de su tiempo, empero sin sucumbir a las modas pasajeras o a las veleidades de las modas "avant-garde."

En particular se distinguió por su rechazo rotundo al preciosismo y los refinamientos excesivos, que tanto impregnaron a la poesía mexicana en las primeras décadas de la centuria pasada. Aunque era capaz de desplegar verdaderos prodigios de virtuosismo, evitaba en todo momento los artificios verbales y, sobre todo, las efusiones sentimentales o, mejor dicho, sentimentaloides. Ahora bien, ¿cómo lograba conjurar tales artificios? Por un lado, recurriendo inteligentemente a las llamadas "malas palabras" y las "groserías", y, por otro, eludiendo los lugares comunes del modernismo (corriente poética que predominaba en la época): los cisnes, los faunos, las náyades, los paisajes nocturnos, las imágenes delicuescentes de la mujer amada, etc., prefiriendo en su lugar la evocación de los escenarios marginales de la ciudad de México —cantinas, prostíbulos, fondas populares, teatros de revista, etc.— , y privilegiando la alusión al hombre de la calle, al trabajador, al campesino, a la prostituta, en síntesis, la gente despreciada y vilipendiada, o, en otros términos, "los condenados de la tierra".

En cuanto al primer aspecto, esto es, el empleo del lenguaje llamado "vulgar", Carlos Monsiváis expresa: "¿Qué papel juegan la "grosería" o las "malas palabras" en la poesía de Leduc? Uno fundamental: crear los anticuerpos que devastan a su odio predilecto: la cursilería". Y Agrega: "Leduc propicia y festeja el ingreso a la poesía del torrente verbal que circula en recámaras y cantinas, calles y prostíbulos" 8. Y pone como ejemplo los siguientes párrafos de la obra teatral Prometeo Sifilítico, uno de los trabajos más célebres de Leduc (aunque no por ello más conocido).

            Acto I

Prometeo, Cratos, Hefestos

Cratos (a Prometeo)

Por fin hemos llegado
al siniestro confín de Recabado.
Tú, padrote de putas miserables,
quedarás enclavado en esta roca,
un chancro fagedénico en tu boca
dejará cicatrices imborrables

(a Hefestos)

Y tú, cojo cabrón, ya palideces
como si fueras a correr su suerte.
Átalo pronto, que si no, mereces,
¡oh pendejo inmortal, que te dé muerte!
Hefestos (para sí)
Yo no tengo la culpa de apreciarle,
juntos corrimos memorable juerga.
¡Oh miseria! ¡Oh dolor! tener que atarle
de pies y manos, de pescuezo y verga.

El desenfado, la ironía, la irreverencia son características de la poesía de Leduc.
Véase el poema Se explica (A María la condición de una vaca sentada)
9

María, las vacas sentadas
son vacas que hablan inglés
Aunque usted las haya visto
—las ubres desparramadas—
mugiendo y dándose pisto
en Guadalajara... pues.

Explíqueme usted, María
Si la vaca susodicha
cruzando estaba la pierna
honestamente, o tenía
ese impudor que delata
al casto perro-salchicha

Abundan este tipo de poemas en la obra de Leduc, llenos de desenfado, de ironía, de burla a las "buenas costumbres", a la solemnidad, etc.

Sin embargo ésa es solo una faz de la poesía de Leduc... Sí, sin duda la más conocida, la más popular, o, si se quiere, la más aplaudida , pero hay otra faz de su poesía que suele pasarse por alto, tal vez porque sus aristas son infinitamente más punzantes, más peligrosas, más hirientes, o, sin afán de exagerar, "más subversivas", porque lastiman y rasgan sin piedad el velo que oculta el verdadero rostro de la burguesía mexicana: su falso patriotismo, su falsa solidaridad con las clases explotadas, su frivolidad y sus infatuaciones nacionalistas, y sobre todo, su odio a los movimientos sociales y políticos que anhelan contribuir a mejorar el nivel de vida de las clases explotadas. De ahí que abunden en la poesía de Leduc salvajes sátiras dirigidas contra los exponentes arquetípicos de las clases privilegiadas —los políticos encumbrados, los ricos, los gobernantes inescropulosos, los líderes "charros", etc.— y contra su moral y sus "buenas costumbres", empero, eso sí, evitando en todo momento la "cursilería proletaria", o esas tendencias que caracterizan a las expresiones vulgares de la llamada "literatura marxista:" la exaltación ramplona de las virtudes del pueblo y su aspecto complementario, la recusación caricaturesca de los defectos y vicios arquetípicos del burgués. Leduc conjura estas expresiones a través de su arma favorita: el sentido del humor.

Véase el poema Salario

Contemplo la ciudad iluminada
que a tanta luz opone la sombría
miseria de este barrio proletario....
No es para tanto, amor, no dramatices....
Algo a cada cual nos da la vida.....
Tu marido es cornudo y millonario
a mí nada me dio...pero eres mía
cual grato complemento a mi salario.
La vida es pues asunto de matices...
no dramatices ya, mi amor, no dramatices...

Como puede verse, pues, nos encontramos aparentemente ante una poesía corrosiva, de "mal gusto" —según los cánones de los poetas "exquisitos"—, y subrayo lo de "aparentemente" porque se trata en realidad de una poesía sumamente lograda, digna de un "miglior fabbro" ( "el mayor artífice" según la expresión de Eliot al hablar de Ezra Pound).

Desde luego, es difícil esperar que esta faz de la poesía de Leduc sea asumida con benevolencia por las clases privilegiadas y los cenáculos literarios vinculados a las mismas, quienes suelen referirse al autor de Prometeo Sifilítico como "un poeta menor."

Estamos persuadidos que el tiempo —como se dice, el verdadero juez que decide qué autores vale la pena leer— le hará justicia a la obra literaria de Leduc, que por cierto no se limitó sólo a la poesía, sino también escribió excelentes trabajos en prosa, como El Corsario Beige, y Los Banquetes.


1. Pimentel Aguilar, Ramón, Así Hablaba Renato Leduc, EDAMEX, México, 1990, pág. 7. Este libro recoge anécdotas y conversaciones sostenidas con Leduc.
2. Leduc, Renato, Obra Literaria, Compilación e introducción de Edith Negrín. Prólogo de Carlos Monsiváis, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, pág. 9.
3. Pimentel Aguilar, Ramón, Op. Cit., pág. 10.
4. Ibid., pág. 68.
5. Ibid., pág. 69.
6. Ibid., pág. 96.
7. Obra Literaria, Op. Cit., pág. 20.
8. Ibid., pág. 25.
9. Leduc, Renato, Antología Poética, Lecturas Mexicanas, 33, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1994.

 

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