Casa de Ejercicios Espirituales de los jesuitas Por María del Pilar Paleta Vázquez*
a construcción que es sede de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, identificada simplemente como edificio Carolino, es en apariencia un solo edificio con tres hermosos y amplios patios; sin embargo cada uno de ellos forma parte de una construcción diferente. Su arquitectura les dota de una personalidad propia, y ella es a la vez indicio de sus particulares historias, reflejo de "dos siglos de edificaciones que se superponen y que en el siglo XVIII se tornan homogéneos por elementos decorativos", a decir del Dr. Efraín Castro.1 En este estudio nos ocupamos del edificio cuya fachada da hacia la calle 6 sur No. 100, conocido como el "tercer patio" del Carolino, y que fue expresamente construido para ser sede de los ejercicios espirituales de San Ignacio a principios del siglo XVIII.2 El sismo del 15 de junio de 1999 afectó gravemente a esta área del Carolino. Sin duda a ello contribuyó el hecho de que se encuentra ubicada sobre el terreno de mayor inclinación, el cercano a la pendiente del río San Francisco, hoy entubado y oculto por el Boulevard 5 de mayo. El entubamiento hizo que suelo y subsuelo se alteraran, tornando sumamente vulnerables a todas las construcciones que descansan sobre las antes laderas del río, en particular quedó suceptible el "tercer patio" del edificio Carolino. *Historiadora, maestra del Colegio de Historia de la BUAP, ex-directoria del Archivo Histórico Universitario, autora de varios trabajos de investigación y especialista en estudios novohispanos y sistematización de archivos históricos. 1 Castro, Efraín, Puebla y
su Universidad, Puebla, UAP, 1959 , pág. 97
La residencia jesuita en Puebla de los Ángeles n diversas publicaciones del Archivo Histórico de la BUAP se ha abordado ampliamente el tema de la historia de la Compañía de Jesús y su establecimiento en Puebla. Por ello y por razones de espacio no se entrará en tal problemática. Baste recordar que, una vez que el gobierno provincial jesuita determinó enviar una residencia a la entonces llamada ciudad de los Ángeles, el padre provincial llegó a la ciudad y dejó a su acompañante, Diego López de Meza, como rector de la residencia de Puebla. El nombre de esta residencia, de acuerdo a su advocación fue Casa de la Compañía del nombre de Jesús del Espíritu Santo1. Los jesuitas adquirieron un lugar de excelente ubicación para asentarse, esto es, la casa del arcediano de Catedral, don Fernando Gutiérrez Pacheco2, quien años atrás los había alojado en ese mismo aposento, distante solo a una calle de la Plaza Mayor y de Catedral. Los jesuitas pronto compraron esta casa en nueve mil pesos, a plazos. Se asegura que don Fernando había mandado edificar la casa para destinarla a un posible convento3, y que además pretendió regalarla a la Compañía, aunque un gravamen que recaía sobre ella lo impidió; no obstante esto no obstaculizó la compra y los padres jesuitas tomaron posesión jurídica de ella el 9 de mayo de 1578. En las habitaciones de la casa se acondicionó una iglesia y una habitación cómoda para 20 personas. Para entonces, el edificio solo consistía en unas "casas principales", con un hermoso patio, viviendas bajas y de buena composición, y ocupaban menos de la mitad de la manzana. Tres años más tarde, los padres de la orden ya habían comprado toda la manzana, la que hoy se identifica entre las calles 4 y 6 sur, Av. Palafox y 3 oriente4. La última adquisición data del año de 1581 cuando, en pública subasta, fueron compradas las casas de doña Isabel Iñiguez, viuda de don Francisco Montealegre, quien las vendió en cinco mil pesos. Dicha propiedad estaba formada por patios y corrales; en la construcción había un obraje que siguió funcionando como tal, y el Colegio jesuita lo arrendó por tres años más. Aquí fue donde mucho después se construiría el último edificio del Colegio5. El espíritu de expansión jesuita era incontenible. El 21 de marzo de 1588 se hizo presente en el cabildo civil el hecho de que la Compañía había construido una plazuela de ornato para la ciudad y el Colegio, pero en una propiedad de Juan Barranco, quien hizo las gestiones para querellar contra la Compañía de Jesús. El rector aceptó a nombre de los religiosos dar a cambio una casa para Barranco, la que tenía la orden "frente al Colegio", con la finalidad de que la plazuela se conservara, según Leicht, en esta plazuela se estableció el camposanto6. El templo se estrenó en el año 1600, y fue dedicado al Espíritu Santo. La construcción estaba al nivel de la calle con una sola torre y dos puertas. Se hicieron grandes festejos, en los que participaron con gran entusiasmo los indígenas de los barrios. Increíblemente, a menos de cien años, se edificaría otro templo, desapareciendo el edificio barroco, para dar paso al que hoy observamos con dos torres y tres puertas. La construcción de este nuevo templo prácticamente se terminó en 1767. En este se conservaron los muros laterales del anterior y la sacristía se extendió hacia el frente, donde se levantaron los portales7. 1 Carreto, José María, Noticias
Históricas del Colegio del Estado de Puebla, 1578-1925, Puebla, Cuadernos del Archivo
Histórico Universitario, No. 1, 1998, págs. 21, 22.
La casa de ejercicios espirituales
omo se ha dicho, en 1581 los jesuitas compraron el terreno ya mencionado a Isabel Iñiguez. La propiedad estaba formada por patios, corrales y una construcción, en ésta se había instalado, de tiempo atrás, el obraje, que los jesuitas siguieron arrendando. El resto (huerta, corrales y patios) mantuvo su uso durante el siglo XVI y el XVII. Más tarde fue construida una fuente en la esquina de las huertas, y contra esquina del callejón de Los Sapos que originalmente intentaron levantar en la calle Real1, después sobre la hoy 6 sur, y finalmente, quedó "junto a la huerta", sobre la calle del Colegio de San Jerónimo. En 1705 se abasteció de los derrames de agua de la hacienda de Amalucan. Esta mayor necesidad de agua se explica por el incremento de las actividades del Colegio; la fuente "era una pila cuadrilonga, arrimada a las tapias del edificio" que según Leicht; aún se le observaba en el plano de Antonio Santa María Incháurrigui de 18072. Construcción de la Casa Fue hasta principios del siglo XVIII cuando se inició la construcción del nuevo edificio del Colegio (1719-1720), bajo la rectoría del padre José de Arriola, a quien se le menciona como "edificativo en su porte religioso", y que "mostró su celo en la gloria del señor y bien de las almas" al haber fabricado la Casa de Ejercicios3. No se concluyó entonces, pero la obra se continuó en el rectorado del padre Pedro de Zorrilla (1722-1723) y tal vez fue concluida en el segundo período del antes mencionado Arriola, 1725-1729. El "suntuoso edificio", separado del resto, fue construido bajo la dirección de su procurador, el hermano Juan Gómez y se destinó a una de las actividades clave de la compañía, los "ejercicios de san Ignacio", actividad instituida por el mismo fundador de la orden, Ignacio de Loyola. De acuerdo con los especialistas, esta casa tuvo la gloria de haber sido la primera de América destinada a este fin por la Compañía de Jesús, después se fundarían las casas de ejercicios jesuitas en México, Valladolid y Guatemala4. Para la obra se recurrió a cerrar la callejuela que unía la manzana de la casa jesuita con la manzana correspondiente al templo de San Roque y Hospital de Dementes. Para lograr este terreno intervino el obispo ante las autoridades, y se incluyó una pequeña casa con la que "hacía esquina". El permiso para cerrar la calle se obtuvo en 1729. Al parecer los carmelitas, jesuitas y religiosos de San Roque convinieron en el cierre para extender la casa de ejercicios5.
En la imagen del plano elaborado por don Miguel de Alcalá y Mendiola, en la primera mitad del siglo XVIII, claramente están delimitadas las dos manzanas. Pero, en el plano de José Mariano de Medina que data de 1754 parece no existir la calle 6 sur y solo se observa en un bloque las dos manzanas, la del Carolino y la de San Roque; por cierto los patios que aparecen en el conjunto arquitectónico no coinciden claramente con la actual distribución, tampoco se logra observar la capilla de la casa de ejercicios mencionada por Echeverría y Veytia. En el trazo, su autor sólo distingue dos edificios, el conjunto del Carolino con el número 11, y lo que llama Hospital y casa de San Roque, con el número 21 a cuyo pórtico desemboca directamente la calle 6 norte. En un plano más, elaborado en 1807, todavía se observan unidas las dos manzanas. Terminada, la construcción no sufrió mayores alteraciones hasta el tiempo de expulsión de los jesuitas (1767). En el patio se había construido una capilla, muy bien adornada, donde se hacían los ejercicios, a decir del historiador poblano y contemporáneo a la casa, don Mariano de Echeverría y Veytia6. En cambio y no necesariamente en contradicción, el doctor Hugo Leicht habla de una capilla dedicada a San José "ubicada sobre la biblioteca". Sin duda se refiere a la biblioteca Lafragua y al salón barroco, nombrado Melchor de Covarrubias7.
Al parecer la decisión de fundar la Casa de Ejercicios provino del gobierno episcopal del padre Juan Antonio de Lardizabal. Es la primera casa de ejercicios espirituales en Puebla, y a decir de los propios historiadores jesuitas, su labor fue esencial en los apenas 40 años en que desplegó sus funciones. El costó final de la obra fue de 40 mil 110 pesos y doce medios reales; de ellos el Colegio dió 34 mil 500 y Lardizabal 5 mil 535. Ejercicios Espirituales Los ejercicios espirituales consistían en un conjunto de actividades encaminadas a lograr la identidad del individuo con Dios, e implicaban una especie de aislamiento de la vida diaria con la reclusión del ejercitante en un lugar destinado a ellos, la sujeción a un horario determinado y el cumplimiento preciso de cada una de las actividades programadas: la oración y la reflexión esencialmente. La práctica deriva de un pensamiento llamado ascetismo, de raíces muy profundas, y cuya idea primordial concibió la bondad ligada al espíritu y la maldad con lo material. Bajo esta filosofía se desarrollaron a su vez diferentes pensamientos que a lo largo de la historia han buscado enriquecer la vida espiritual negando el placer y los deseos. Precisamente Ignacio de Loyola, fundador de la orden jesuita atormentado por sus ideas y dudas acerca de su sentido cristiano, recurrió a un conjunto de restricciones que le llevaron a una visión "que le indicó" el camino a seguir. Tras lecturas y reflexiones, terminó por identificar la paz con la verdad, y la inquietud y zozobra que lo invadían con el mal. Así, fue creando por intuición propia, por experiencia y prueba, una vía de relajamiento que fue a la vez de acercamiento a su idea de divinidad. Fue en Manresa, donde Loyola escribió su libro sobre cómo debían establecerse los ejercicios espirituales, practicados al pie de la letra por él mismo; estos se convirtieron en su más atinado medio para convencer a sus primeros correligionarios, y tras ello todos los jesuitas los habrían de practicar invariablemente. La práctica se extendió por supuesto a sus seguidores laicos y se empleaban para dar paso a la confesión. Religiosidad El siglo XVII fue, al menos para los reinos de tradición cristiana, un siglo de práctica religiosa. Michel de Certeau escribió al respecto: "(...) la religión se va llevando progresivamente, durante todo el siglo XVII, al terreno de la práctica. Y la práctica es un hecho que puede comprobarse. La prueba que la fe se da de sí misma está en la visibilidad apologética de una creencia que obedece también, en lo sucesivo, a los imperativos de la utilidad social bajo el sesgo de la filantropía, y de la defensa del orden. (...)"8. Para el mismo autor, tal fenómeno era muestra de una desconfianza hacia las representaciones religiosas sustentadas en el derecho reconocido universalmente, para dar pie a "un gesto social", la práctica de la religión. De cualquier forma, en México los padres jesuitas iniciaron su labor religiosa y espiritual desde el siglo XVI, acompañada de la aplicación y enseñanza de los ejercicios, pese a que estos no eran la labor prioritaria. En la primera Carta Annua de 1573, el provincial afirma que en la ciudad de México: "(...) se dieron los Ejercicios de encierro a 20 personas selectas. (...)"9. Así, en el transcurso del siglo XVI y XVII los jesuitas implementaron misiones en toda Puebla, dieron misas en su templo, llegaron a oficiar en Catedral, predicaron en plazas públicas y tianguis, llevaron la doctrina donde fuera menester, e incluso se presentaron en "tablajes" cuyos espectáculos mundanos eran de alguna forma sancionados con su sola presencia10.
Las misiones consistían en todo un programa de actividades que exhortaban a la práctica de la religiosidad por parte de los vecinos, incorporando a toda la población: española, mestiza, negra e india. Para celebrar el inicio del "Jubileo de las doctrinas", se organizó una misión en tiempos del obispo Diego Osorio de Escobar y Llamas, en la segunda mitad del siglo XVII. Aquél solicitó al provincial de la orden, padre Pedro Valencia, la organizara en Puebla. Para efectuarla, el obispo emitió un edicto convocando a toda la población manejándoles que así remediarían sus almas. Se llevaron a cabo tres misiones en las tres primeras semanas de adviento. Las confesiones generales que acompañaron esta misión, se fijaron para el 21 de noviembre, día de Santo Tomás, a quien se dedicó toda la misión. La primera semana tuvo como sede la Catedral, la segunda, la parroquia de San José y la tercera, el templo de la Santísima Trinidad11. Se oficiaron misas en las sedes y, alternativamente en varios templos más, se visitaron enfermos, se hicieron procesiones, se confesaba continuamente, se explicaba la doctrina hasta conseguir conmover el alma y el llanto de los fieles. Todas estas actividades estuvieron encabezadas por los padres jesuitas, logrando con ello una cierta unidad del clero; por ejemplo, convencieron a los religiosos de San Felipe Neri, de participar al lado de los jesuitas, en algunas tareas. Y todos los vecinos se sumaron. La siguiente crónica muestra la admiración de su autor por el resultado de esta convocatoria: "(...) Lo que admira en este punto es que ni los oficiales, ni los mercaderes se excusaban a estas asistencias, dejando aquellos sus oficinas y cerrando estos sus tiendas por lograr todas las ganancias y joyas espirituales que diligencian como católicos negociadores"12. No solo los hombres pudientes estuvieron presentes, se tuvo especial cuidado de atender a los "pobres indios" y para su atención se asignaron a los padres doctos en lengua mexicana. Según esta crónica jesuita, en un momento los indios salieron de su capilla de San Miguel porque la asistencia fue abundante y se instalaron en la iglesia del Espíritu Santo: "(...) enternecía a todos ver tanta multitud no de mantos y golillas, sino de tilmas y güipiles y cobijas, profesando a gritos la fe que no tuvieron dicha de gozar sus antepasados. Al hacer acto de contricción lloraban tiernísimamente, daban voces y alaridos que movían a mucha compunción aun a los que no entendían la lengua mexicana en que hablaron. (...)"13. De hecho se asignaron diez templos para llevar a cabo los actos, pero particularmente a la Compañía se le destinó la atención de los indios. Seguramente, desde la fundación de la residencia jesuita en Puebla, los ejercicios se aplicaron entre sus fieles, como pudimos encontrar indicado para la ciudad de México y fue así puesto que eran paso previo a las confesiones, pero la información que tenemos no permite precisar más, solo que fue hasta principios del siglo XVIII, cuando construyeron un edificio ex profeso. Funcionamiento de la casa Construida la Casa de Ejercicios, esta sirvió de retiro ascético para los internos de los colegios jesuitas, para los mismos colegiales del Carolino, y aún para los vecinos de la ciudad. No podemos precisar qué tan importante fue esta casa frente a otras de igual índole, llama la atención que los historiadores poco hacen mención de ella. Mariano de Echeverría y Veytia contemporáneo de la fundación dice: "(...) Era copioso el número de personas que entraban a hacer los ejercicios en esta casa, en las tandas mensuales, de suerte, que por lo común faltaban lugares y sobraban pretendientes"14. Sin embargo, las fuentes hasta ahora consultadas no permiten explicar más. Cabe decir que el propio Dr. Castro, sin duda uno de los mejores estudiosos de la historia de nuestra universidad, no coincide con la referencia de Echeverría pues comenta que los ejercicios fueron una actividad escasa en la colonia15. A decir de Veytia, la casa no contaba con dotación alguna, por lo cual los rectores de la misma recurrían a bienhechores. De cualquier forma, su historia fue breve: la orden jesuita fue expulsada de todos los territorios americanos del reino español hacia 1767. Todo el edificio del colegio quedó vacío, salvo la enfermería ubicada en el primer patio, que sirvió para reclusión de los jesuitas enfermos o que por casualidad no habían sido reclutados para su salida. Otras Casas de Ejercicios en Puebla Una casa de ejercicios fue fundada en la plazuela de San José en el último cuarto del siglo XVIII, por los presbíteros Sebastián Núñez del Prado y Joaquín Polanco y Santa Cruz, era pequeña "pero inspira devoción ternura y compunción". En la Concordia o templo de la Santa Veracruz, donde se estableció la congregación de san Felipe Neri, se fundó también una casa de ejercicios, "amplísima, cómoda" con una lotería para costear las tandas de los ejercitantes16. Y todavía más, en 1824 se estableció en la ciudad otra casa de ejercicios, la llamada del Santo Sepulcro (en el Calvario), por obra pía de Eugenio González Maldonado, seguramente para llenar esa necesidad espiritual de los vecinos y de influencia de la Iglesia. La casa tras la expulsión jesuita en 1767 Tras la salida de los jesuitas, "el edificio Carolino" en su conjunto quedó vacío. Ya habíamos señalado que solo se empleó un espacio del primer patio, para recibir a los padres enfermos. Posteriormente, el edificio del tercer patio, se destinó a una "casa de Amiga para niñas", a cargo de maestras que se ocuparon de enseñar lectura, escritura y "labores propias de la mujer". Se pensó admitir en ellas a niñas indígenas. Las maestras cuidaban sus hábitos de limpieza y principios de civilidad. La orden se giró para dejar este edificio incomunicado del resto, dejando la salida hacia el callejón de la 6 sur, la que colinda con el templo de San Roque. Un último destino, antes de fundarse el Real Colegio Carolino, (1790), que reunió los antiguos colegios jesuitas, fue el de casa o colegio correccional para clérigos, en la planta alta, confiado a un director eclesiástico y una casa de ejercicios para individuos ordenados . Conclusiones Vista así, de forma general la historia de la que fue la casa de ejercicios espirituales jesuita en Puebla, podemos decir que la Compañía de Jesús abrió el XVIII con la construcción de un edificio destinado a uno de sus recursos religiosos esenciales: los ejercicios de San Ignacio. Esto puede ser prueba de la importancia que esta práctica espiritual había tenido en el siglo y medio de actividad jesuita en la ciudad y que al fin contó con una sede, por lo menos para 40 años. Tras perder su función original, la Casa tuvo una vida activa, intensa, cambiante, pero no estable, en el siglo XIX incluso llegó a ser cuartel militar más de una vez. Por supuesto, muchos aspectos de la vida de esta casa están por descubrirse con estudios minuciosos de las fuentes generadas en su periodo de vida. Este texto es una invitación a adentrarse en esa historia aún desconocida y a reflexionar en ella, especialmente porque en los últimos cien años, siglo XX, tras un uso relativamente homogéneo, el edificio sufrio paulatino deterioro que se vio acrecentado con el sismo del 15 de junio de 1999. Actualmente la dirección de Obras de la BUAP acomete la restauración de lo que fuera la casa de ejercicios espirituales de los jesuitas. 1Tesoros de las Actas del
Cabildo. Archivo del Ayuntamiento de Puebla 1995. ¡Tesoro en el tercer patio! Por Héctor Padilla Lozano ás de una persona se enteró de la gran noticia: un tesoro había sido escondido tiempo atrás en algún lugar del tercer patio del edificio Carolino, según noticia en primera plana del periódico La Opinión el 11 de marzo de 1936. La versión fue la siguiente: Al salir expulsados los jesuitas en 1767, de la Nueva España, entregaron el edificio del Colegio Carolino a las autoridades civiles y para dicha tarea encargaron a un fraile de nombre Toribio que hiciera las diligencias correspondientes. Al llegar los funcionarios del gobierno, fray Toribio los pasó, les enseñó el edificio y todo lo que contenía, cumpliendo al pie de la letra la orden que se le dio. Cuando los funcionarios estaban en el jardín admirando la construcción, aprovechó para desaparecer por un subterráneo que cerró convenientemente, saliendo por la calle de Infantes (3 oriente). Se sabía que el túnel comunicaba el Colegio Carolino con el cerro de Amalucan y con algunos colegios jesuitas como el de San Gerónimo (hoy facultad de Psicología). Antes de entregar el inmueble, el jesuita había enterrado bustos de los doce apóstoles labrados en oro puro y de una dimensión de 75 centímetros cada una, así como un busto, también de oro puro de San Ignacio de Loyola que tenía incrustada una cruz de brillantes. Además, de otros objetos de gran valor como monedas, esculturas, piedras preciosas. El tesoro quedó ubicado en unos pequeños altares del subterráneo y el único testigo fue un ayudante del jesuita, que prometió no revelar el secreto. La promesa fue cumplida hasta que en la hora de su muerte, el ayudante lo reveló a su hijo y éste, a su vez lo dijo al suyo. El "secreto" fue trasmitido de generación en generación hasta que por fin llegó a oídos del periodista. El supuesto camino para llegar al tesoro también fue revelado: se pensaba que los altares se encontrarían cerca de lo que se conocía como las antiguas tres capillas: una donde estaba el salón de conferencias, (proyecciones), otra en el gabinete de Física (Barroco) y la última en el aula máxima (Paraninfo); para dar con el tesoro, el buscador debía situarse en uno de los frisos de cantera de alguna de estas capillas, contar 72 lozas y bajo la última, se encontraría otra que tendría una argolla que al jalar daría paso al objetivo. Pero ya hacia 1936 el edificio había sufrido muchos cambios y, por lo tanto, se tenía que identificar primero el friso, luego la loza, y finalmente la argolla que llevaría al tesoro. Para iniciar la búsqueda se tenía que solicitar licencia a la oficina Federal de Hacienda, a la que debería corresponderle el 25% del valor. Por alguna razón, "apareció" tal noticia inquietando a los aún colegiales y a la población de la ciudad, convirtiéndose sin fundamento alguno en un verdadero problema pues subrepticiamente se excavaron hoyos por todo el edificio sin encontrar jamás el supuesto tesoro. El desconocimiento de lo realmente ocurrido la noche de la primera expulsión de los jesuitas originó 169 años después, un gran daño al edificio del entonces Colegio del Estado, en esa búsqueda fue particularmente urgado el patio de la Casa de Ejercicios Espirituales jesuita, conocido como Tercer patio.
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