Año 5, número 17
H. Puebla de Z. a 12 de septiembre de 2002

Recuerdos del aula II 

n su introducción al libro Selección Poética del poeta poblano Ramón Díaz Ordaz Bolaños, Jesús Romero Flores escribe: "la obra poética expresada con inspiración y sencillez será siempre eterna; vivirá como viven los versos de Fr. Luis de León, los poemas de Campoamor o las estrofas vibrantes de Núñez de Arce; lo demás, son modas que pasan y se olvidan" (Biblioteca Michoacana núm. 15, 1964).

Esas palabras se aplican a la perfección a los poemas incluidos en este número de Tiempo Universitario: estamos convencidos que los mismos pasarán a la posteridad como ejemplos inequívocos de las cumbres alcanzadas por las letras poblanas en la pasada centuria, y sobre todo, como ejemplos innegables de la devoción que ha sembrado en sus hijos nuestra casa de estudios. En efecto, lo primero que resalta en dichos trabajos —de consuno con el asombro que nos provocan sus fulgurantes metáforas e imágenes— es el fervor hacia la institución que, aparte de abrirles las puertas del arte y de la cultura, les trasmitió el amor por la libertad y como escribe Ernesto Solís en el poema que incluímos en esta antología, por "la antorcha sideral del pensamiento".

Los universitarios de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla debemos enorgullecernos de que sus autores fueron personas cuya formación profesional y artística abrevó en nuestra casa de estudios, en los tiempos que se remontan al Colegio del Estado y la Universidad de Puebla. Algunos de ellos aún viven y otros ya murieron pero, más allá de su existencia física, lo cierto es que su obra perdura, ratificando la verdad de las palabras de Goethe: "La vida es corta y el arte perenne".

Nuestra universidad ya hace muchos años dejó de ser aquel "recio portón cerrado", del que habla Ramón Díaz Ordaz Bolaños, o aquella "vieja casona amada", a la que se refiere Amapola Fenochio Furlong, empero continúa siendo —más allá de las transformaciones que han experimentado los edificios que la albergan— la misma institución forjadora de hombres y mujeres libres, que ansían colaborar en la solución de los grandes problemas de nuestro estado y de nuestro país.

Esperamos que entre las nuevas generaciones de universitarios surjan, a corto o mediano plazo, artistas o poetas dispuestos a retomar el tirso de los autores que hemos citado aquí, con el objeto de seguir alimentando al manantial poético que tanto prestigio le ha dado a nuestra casa de estudios.

Humberto Sotelo Mendoza

 

Colegio del Estado

Por Ernesto Solís Rendón

I

¡Oh, templo de la ciencia, donde viven
los recuerdos más dulces de otros años!
¿Quién viene a ti sin que en el pecho sienta
que emocionado, el corazón palpita?
¡Y cómo no! Si tus sagrados muros
aun adivinan, tras la adusta frente,
el plumón de las bellas ilusiones
que anidaron ocultas en el alma.
¡Y cómo no! Si cual robustos brazos
de un redentor omnipotente y grande,
ábrese al mundo tus doradas puertas;
y en tu recinto se enaltece el hombre,
a la luz del saber, que vivifica
la antorcha sideral del pensamiento.

II

El calor de la ciencia, dilatando
los horizontes de la mente humana,
permite que el espíritu se eleve
a concebir la vida del GRAN TODO.
El cielo, en apariencia tan inmóvil,
en escenario inmenso se transforma,
donde el gran drama de la eterna vida
se representa en ignorados mundos:
mientras la ley de evolución consigue,
como inefable maga del misterio,
descubrir la unidad de la Natura
en su variada multitud de formas.
¿Qué es la ciencia una lente, cuyo foco
apenas ilumina breves puntos,
y dejará por siempre en las tinieblas
la base sustancial del universo?
¿Qué hay un secreto impenetrable al hombre?
¿Qué todo cuanto existe se dibuja
sobre un eterno fondo incognocible?
¿Y quién, en tono magistral, se atrevea fallar el proceso del futuro?
¿Qué espíritu infalible el que señala
los lindes al progreso indefinido?
El ejercicio acrece las funciones;
la tendencia adquirida se transmite,
y el curso de los siglos va cambiando,
no sólo el arsenal del pensamiento,
sino aun la misma facultad pensante,
que a través de la especie se sublima.

Forma el creyente, de cualquier sustancia,
una figura, a su capricho ignaro,
y luego se arrodilla y la venera,
tomándola por dios del Universo,
o por la imagen misma, soberana,
del gran ordenador de lo existente.
Con un poder mayor y con más arte,
la evolución, en su ascendente giro,convirtió al antropoide en ser humano;
y el progreso constante le transforma
en semidiós, que a intervenir aspira
en la suprema dirección del mundo.
¿Con que derecho establecer un dique
a la razón, que erguida se levanta;
y cómo no esperar que al fin arranque
ese cendal de sombras al misterio?
¡Oh! No volváis los ojos al pasado,
ni os dejéis engañar por lo presente:
el enigma final, aun no se aclara;
pero tiene la clave lo futuro.

III

Suele el marino que su rumbo ignora,
ver señales de tierra sobre el agua;
y al caminante, que de sed sucumbe,
le finge un lago el arenal reseco.
La Religión, en su aspirar constante,
pretende ver la solución suprema;
y la audaz Metafísica reduce
a un juego de palabras lo infinito.
La humanidad, que ansiosa se desvive
por apartar las sombras de lo ignoto,
semeja al insensato que investiga
un gran tesoro, cuyo sitio ignora.
Bien puede hallarle por feliz acaso;
pero puede también, fuera de tino,
sin encontrar a su ansiedad consuelo,
tener que socavar toda la Tierra.

¿Qué si muere el ideal las fuerzas faltan?
¿Qué es la ilusión el alma de la vida?
¡Sí! No se lucha sin seguir un sueño
con la fe del poeta, del vidente!
¡Nada tan triste para el hombre cabe,
como sentir indiferencia suma
por las grandes ideas, cuyo fuego
encienden los afectos en el alma!
¡Aun la misma virtud es imposible
sin la pasión que las entrañas quema!
Yo no conozco una esperanza inútil:
el puerto que con fe busca el marino,
el lago con que sueña el caminante,
y hasta el tesoro que el demente ansía:
existen, sí; mas descubrirse pueden
tan sólo por el arte y por la ciencia.

IV

¡Pasó la juventud que sueña y lucha,
como en Atenas los antiguos griegos!
Cuando se ama al progreso y a la patria,
del corazón con todos los latidos,
¿quién no daría sus mejores años
por tener la visión de lo futuro,
y descubrir lo que será del Orbe
merced a los que estudian y trabajan?
¡Oh, jóvenes de frente pensadora!
cuando os miro triunfar en la porfía,
os diera en premio, si poder tuviese,
cuanto de bello me otorgó el pasado,
¡cuánto de noble el porvenir me guarde!

 

Ernesto Solís Rendón, abogado y poeta. Nació en Pichucalco, Chiapas. Estudió en el Instituto Campechano y en el Colegio del Estado de Puebla. Se tituló el 5 de mayo de 1890. Fue miembro del Colegio de Abogados de Puebla; catedrático de derecho internacional, derecho constitucional e Historia; director del Colegio del Estado en 1917. Murió en Puebla, Pue., el 22 de septiembre de 1932. La composición fue leída por su autor el 15 de abril de 1895, en la solemne distribución de premios del Colegio del Estado. ( M.A.Peral, Diccionario de Historia del Estado de Puebla, Editorial pac, México D.F. p. 337).

 

Nocturno estudiantil

Por Lis de Gante

 

 

 

 

Alta ventana del colegio
donde la luna se asomó
y bajo el frío de diciembre
nos alumbraba el corazón.
Fiebre de estudio, en los salones
la ceremonia secular;
la juventud crucificada
bajo la mueca sinodal.
Por los arcaicos corredores
ágiles pies vienen y van,
desde los lienzos, muchos ojos
los ven, con aire doctoral.
Y entre la noche perfumada
y fría, con alma de cristal
como aguja se nos clava
la torturante soledad.
Y cabe el marco, a la ventana,
toda la vida se asomó,
¡Qué cielo helado y luminoso,
que hondo parece mi dolor!
Y como el cielo, toda el alma
de luz helada se alumbró.
¿No ha iluminado mi cerebro
todo el raudal de la razón?
Sentimos frío, mucho frío
¿Qué nos taladra el corazón,
la noche clara, las estrellas?
¿Por qué nos viene este dolor?
Y la amargura, va royendo
como un simbólico ratón
¿Quién hizo polvo, entre la sombra,
la rosa azul de la ilusión?
Desde el azur, la luna blanca
lágrimas de oro sollozó
¿Quién ha vertido fuego ardiente
sobre el helado corazón? 4 

 

Lis de Gante egresada de la Escuela de Medicina de la uap, en su obra literaria que cultivó desde pequeña destaca la originalidad y brillantez de sus metáforas. Como buena universitaria trasladó a la poesía todas las vivencias estudiantiles de su época.

 

A la Universidad de Puebla

 

Por Ramón Díaz Ordaz Bolaños

 

¡Recio portón cerrado...!br>¡Claustros sonrientes a la luz del día;
claustros severos cuando cae la tarde;
claustros que evocan en la mente mía
las figuras de ascetas y de místicos
que hicieron a su sombra santa vida,
salmodiando oraciones,
castigando, con dura disciplina
o acerado cilicio,
carnales rebeldías,
o leyendo en las almas
y curando sus complejos estigmas...!
¡Claustros que evocan juveniles bríos,
nobles arranques, dulce poesía,
o afán nunca saciado de la ciencia...!

¡Fuentes alegres que canciones riman,
fuentes enamoradas de los cielos
que de su linfa en el cristal se miran;
fuentes que en el iris truecan
la blanca luz del día
cuando hiere las gotas transparentes
que en cascada sonora se deslizan...!

¡Patios llenos de sol y de bullicio,
de cantos... y de risas...
de palabras de fuego, que caldean
las almas que se entreabren a la vida...!
¡Patios que fueron cuna de ideales,
de santas rebeldías,
de anhelos redentores
y de ansias infinitas...!

Piedras vetustas que los años besan
un día y otro día
con un beso de pátina...
¡Piedras que nos recuerdan al artista
que en ellas puso el alma!
¡Piedras que han escuchado llanto y risas,
suspiros amorosos
y ... gritos de agonía...!
¡el rugir de cañones extranjeros,
el fragor de la liza;
los cantos de victoria
y las voces broncíneas
de las campanas présagios del triunfo,
mensajeras de luz de un nuevo día
de libertad, de paz y de progreso,
de trabajo, de estudio, de conquistas...!

¡Vieja Casona, manantial de gloria,
generadora de héroes y de sabios;
diosa pagana que lanzó a la vida
centenares de altivos semidioses,
cantores del saber y la poesía,
cantores del amor y la quimera,
que pasan por mi mente en larga fila,
juveniles, risueños, entusiastas,
llenos de fe, de anhelos, de alegría;
absortos en sus sueños de futuro...!

Vieja Casona mía:
por tus recuerdos todos,
por todas tus tristezas infinitas,
te enamora mi amor —fuego del alma—,
y te rima este canto mi Poesía...!

 

Ramón Díaz Ordaz, derramó sus conocimientos entre la juventud que concurría al Instituto Normal, en la Universidad de Puebla y en la secundaria Federal. Las lenguas clásicas , el idioma español y la literatura fueron las materias de su predilección, en las que era una verdadera autoridad. Hizo estudio en las universidades de Burgos, León y Valladolid, España. Su amplia obra poética está dispersa y el Archivo Histórico Universitario se afana en recopilarla.

 

Canto a mi universidad

 

Por Amapola Fenochio Furlong

¡Vieja casona amada!
Al volver hasta ti
siento latir en péndulo un suspiro,
un recuerdo agridulce
que lanza el corazón hasta el pasado
y lo torna en preludio del presente.

¡Sueños de juventud!
En los labios temblando las palabras
que caen como gotitas
en las olas del tiempo ya vivido,
que son olas de luz y de ansiedades,
ansiedades que quieren tener alas
para volar sin rumbo al infinito.

Mis pupilas
que pierden ya el fulgor de las sonrisas
naufragan en recuerdos
y al penetrar de nuevo en tu vestíbulo
pienso en hombre
pero aún me siento niño.

Al pie de tu escalera
mi memoria insistente
es caracol que asciende lentamente
por el muro angular de la existencia,
y retorna al vivir —siempre en azoro—
paladeando el amor de los veinte años
y el apenas besar los dedos tibios.

En tu fuente admirable
que es un joyel de risas y recuerdos,
y en tus solemnes patios coloniales,
como en un relicario hecho de vida,
aún se siguen meciendo las canciones,
indispensables y románticas,
hechas con los acordes
de irresponsables tardes en naufragio.

Al contemplar tus viejos corredores
hoy te hablo en silencio
con las mudas palabras del recuerdo,
sin más razón que la razón del tiempo,
y con la voz
que da la soledad entre la ausencia
y nos hace exclamar un "Madre escuela"
vibrante entre los muros del cerebro.

Aquel vivir feliz,
teniendo un algo en la mirada
de pájaro y de niño,
hondura y sencillez en nuestras ansias
tan graves e inocentes,
canciones matizadas de propósitos
donde el pulso de amor rinde sus cuitas.

Presencia del vivir
con reflejos de mar en perspectiva
surcado por balandros
cargados de ilusiones disonantes
que navegan sin rumbo.

Al llegar a tu vieja biblioteca
el alma se desnuda,
y el sentir... el pensar
aquieta el ritmo
convirtiéndose en hondo y misterioso
suspenso de la idea.
Meditación que nos brinda el silencio
para captar las voces de los cánones
del perfecto equilibrio,
de la plástica móvil de lo inmóvil.
Silencio augusto
que es tenue y permanente proyección
de nuestras prisas
y que incita la fuga hacia el pasado
disuelto entre la niebla de los años.

La cuerda del dolor
templa su nota grave y perdurable
y mi voz, pobre voz
que sabe de lo breve y lo inestable
recuerda un eco
del miedo que habitaba en los pupitres
que fue sombra
del perfil que surgió de las novelas
paladeadas furtivamente, en clase;
que fue color y aroma
de tantas otras cosas y momentos
vividos tantas veces...

¡Voz de la soledad y la distancia!
Suspenso en un suspiro lo soñado,
y un morir que se niega a ser olvido
al vivir, nuevamente, lo vivido,
los años germinando, lentamente,
para llegar a ser.

Melchor de Covarrubias
Aún resuena tu ideal
en las bóvedas santas de tu casa;
se comprende en la ausencia
tu presencia
y el vivir de tu voz en la distancia.
¿Quién te dio la visión,
el sueño milagroso,
de producir el fuego de esta fragua?
Elevaste tu anhelo ante los siglos
y tu grito,
grito ascencional del visionario
se plasmó en esta mole majestuosa
levantada con piedras de hidalguía.

Sin derramar mi ser,
regreso de la vida a contemplarte
a bendecir tu nombre
que parece esfumarse en el olvido.
Inmóvil está el sueño que soñaste,
que los siglos atónitos contemplan,
y aroman de laureles
estas tristes canciones, inconclusas
por culpa del destino,
que no pudieron arribar al puerto
y anclaron en un mar inconocido
revuelto por tormentas juveniles.

Capitán D. Melchor de Covarrubias:
tú le diste a mi Puebla
este insigne Colegio, Carolino,
del Espíritu Santo o del Estado,
hoy Universidad,
pero al mirar, mirando las miradas
de los que por tu ser han transcurrido
renacen, en tropel, tus ideales,
que se vuelven protesta indescriptible
en el fondo del alma,
y contemplo tu empeño
tu deseo de prender
luces de meridiano en las conciencias,
fuego de inspiración en los cerebros.

Con mi dolor al hombro,
inexorablemente condenado
a vivir al rescoldo del recuerdo,
mi congoja en perfume, se disuelve
y trata de envolverte,
y el húmedo silencio de mis ojos
que atardecen constantes,
se encamina al solar de los olvidos
y al penetrar de nuevo en tu recinto,
arroja su bagaje de indolencia
y en esta hora que late nuevamente,
cura la cicatriz de las tormentas.

¡Madre Universidad!

Las manos inmortales que te crearon
y en un abril florido
asombraron al tiempo con tu imagen
señorial, de singular belleza,
siguen viviendo entre tus frescos patios,
entre tus largos corredores
vigilados y amados, diariamente
por tus solemnes bóvedas.

Felicidad de sol en nuestras almas
cuando por fin, después de muchos años
llegamos otra vez hasta tus aulas
y el horizonte de una nueva vida
surge, como un secreto que despierta
y pone en nuestro ser, sin darnos cuenta,
un nuevo corazón de Bachilleres,
y nuestra voz
que ya empañaron penas y quebrantos
se quiebra ante el dolor de abandonarte
o se rompe al pensar en los silencios
al volver a partir.

Amapola Fenochio Furlong, nació en la ciudad de Puebla. Sus estudios se desarrollan en el campo de la docencia y la cultura. Cursó las carreras de Profesor Especializado en la Enseñanza Superior de Lengua y Literatura, de Historia, de Psicología en Educación. Obtuvo varios diplomas en reconocimiento a su labor. También ha publicado varias obras de contenido académico y poético. Condecorada con la medalla al Mérito Docente del Congreso del Estado de Puebla, y al Mérito Docente y Cultural de la Secretaría de Educación Pública.

 

Gloriosa Universidad

 

Por Josefina Esparza Soriano

 

Al Sur de la Puebla hermosa
surgió el Colegio Jesuita
para albergar a los hombres
de letras, que provenían
de la España —Madre Patria—
consumada la conquista,
para enseñar a los jóvenes
la Fe que los salvaría.
El fundador del Colegio
fue un hombre de la Hidalguía
que repartió sus riquezas
de este mundo, que le herían
porque riqueza del alma
solamente él pretendía.
En la Puebla de los Ángeles
este fundador nacía,
cuando de allá tras los mares
al Nuevo Mundo venían
sotanas con Cruz a cuestas
para enseñar la Doctrina...
El fue Melchor de Covarrubias
un criollo de gran valía
el que hizo que se cumpliera
esta ilusión desmedida,
para encender una antorcha
que nunca se apagaría.
Con ahínco trabajaron
albañiles noche y día
y al fin... quedó terminado
el Colegio que sería
el albergue de mil clérigos
para enseñar la Doctrina
y además todas las Artes
y las Ciencias difundían,
sobre todo la Gramática
y la gran Filosofía.
En las aulas se albergaron
hombres de mucha valía:
Landívar y Clavijero
y otros brillantes jesuitas,
cuyas voces se quedaron
entre sus muros cautivas...
y cuando ya las sotanas
hacia otros rumbos saldrían
fue Colegio del Estado
que las Ciencias difundía
y Melchor de Covarrubias
sólo en recuerdo vivía.
Corren y pasan los años
con una prisa inaudita
y el Colegio del Estado
cambia su filosofía,
centenares de estudiantes
acuden con alegría,
porque un título en las manos
les hará cambiar su vida....
La Universidad hoy tiene
dimensiones infinitas,
el Colegio del Estado
es una leyenda viva
que se encuentra en los rincones
que en el tiempo se eternizan
porque ya son inmortales
las aulas de cantería
que sostienen los talentos
que allí estuvieron un día
Don Melchor de Covarrubias
sigue presente en su vida,
porque el fundador epónimo
nunca, nunca se le olvida.
La Universidad presente
en el corazón palpita,
porque enriquece mil almas
en sus aulas, día con día
y todos los estudiantes
hoy le rinden pleitesía
porque al volver a sus aulas
reciben la bienvenida.
El primer patio se adorna
con la fuente que aún suspira
por los jóvenes de Leyes
que allí la Ciencia bebían
y por tantas "novatadas"
que en este patio surgían.
El segundo patio tiene
huellas de pisadas místicas,
que le grabaron los frailes
cuando iban a la capilla
y hoy es el salón Barroco
que atesora maravillas
decorado con pinturas
y soberbia sillería,
aquí es la cuna del Arte
y alberga grandes artistas,
dónde en la urdimbre del cielo
quedaron voces amigas,
dónde Carlos Pellicer
allí dejó su Poesía
y Don José Vasconcelos
dejó su filosofía.
Salón Barroco de nubes
de cielo de maravilla,
allí han quedado en el eco
las flores de la Poesía.
En el tercer patio se encuentran
las "catacumbas" hoy día
y reviven los recuerdos
las fecundas oficinas....
Aquí estuvieron las aulas
de toda la Ingeniería.
Este patio nos recuerda
con cierta melancolía
a ruborosas muchachas
escuchando la osadía
del compañero estudiante
que amor eterno ofrecía
y algunas quedaron presas
en ese amor por un día
que las dejó para siempre
en eterna soltería,
porque no pudieron nunca
escapar de esa mentira...
Cuántos recuerdos esconde
la Universidad querida,
que ya la hicieron Autónoma
y Benemérita hoy día.
Si los muros nos hablaran
riquezas descubrirían
y después de tantos años
es de la Puebla la vida.
Muros que albergan historias
en el pasado vividas.

 

Josefina Esparza Soriano, poblana, hizo sus estudios profesionales en el Instituto Normal del Estado, Universidad Autónoma de Puebla, Universidad de las Américas. Ha colaborado en diferentes revistas y periódicos. Catedrática en instituciones educativas privadas y en la Universidad Autónoma de Puebla. Obtuvo la Flor Natural de poesía en Aguascalientes, y en otros certámenes nacionales ha obtenido los primeros lugares. Autora del Himno a Puebla.

 

  »Gacetas 2002

| Comentarios y Sugerencias: df e-mail: tiempo@siu.buap.mx |

Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histórico Universitario de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Aparece quincenalmente. Esta publicación se puede adquirir en la Casa de la Memoria Universitaria,
Archivo Histórico Universitario, Avenida Reforma 531, Puebla, Puebla, Tel. (01 222)  2 32 74 79.
Se aceptan colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria.

 

Ir a página principal

Copyright 1998 |©Tiempo Universitario | All rights reserved |
Director: Alfonso Yáñez Delgado
Gaceta Histórica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
México
gh