Año 6, número 18
H. Puebla de Zaragoza 3 de octubre de 2003

El Pentecostés

Pintura monumental de la

escalera principal del Carolino

Por Velia Morales Pérez *

El Pentecostés o Descendimiento del Espíritu Santo, Manuel Caro, 1790, óleo / tela, 420 x 330 cm.
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on más de doscientos años de vida la obra El Pentecostés se encuentra nuevamente en el descanso de la escalera principal del Carolino y tenemos la oportunidad, ahora que ha sido restaurada, de poder apreciarla de manera espléndida. Fue realizada por Manuel Caro y se encuentra firmada en el ángulo inferior izquierdo Emmanuel Caro Faciebat. A lo ancho en la parte inferior se habla del motivo de su elaboración:

"Collegium Spiritus Sancti ab erectione, anno MDLXXVIII Carolini de in Cognomine honestatum Regio, ubi denuo unita. Et in se translata Collegio Sancti Hieronymi, et Ignatii habuit, MDCCXC." (El Colegio llamado del Espíritu Santo desde su erección en 1578, fue honrado con el sobrenombre real de Carolino, en el que hay ahora unidad, pues a él fue trasladado y poseyó el Colegio de San Jerónimo y San Ignacio en 1790.1)

Su autor, Manuel Caro (ca. 1751-1820), perteneciente a una familia de artistas tlaxcaltecas, tiene un estilo que se encuentra en la transición entre arte barroco y el académico. De ahí que apreciemos cuidado en el dibujo y sobriedad en los personajes, que forman parte de las soluciones académicas, sin dejar de expresar tonos de teatralidad, característicos del mundo barroco.

Este cuadro nos trae a la memoria al Colegio del Espíritu Santo, la primera institución jesuita establecida en Puebla, la fecha de su erección y su transformación en Carolino, donde se unieron San Ignacio y San Jerónimo, buscando con esto no olvidar el motivo sustancial de la pintura: tener presente a las instituciones jesuitas.

El Pentecostés (Gr. Pentekostós, de pente, cinco y kostós, el sufijo de decenas, quincuagésimo [día]) 2, en la religión católica, representa la festividad que se celebra cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo. Se describe en el Nuevo Testamento como el descendimiento de la gracia divina por medio del Espíritu Santo sobre la Virgen y los apóstoles para confirmar su fe en forma de lenguas de fuego, tal como se relata en los Hechos de los apóstoles.

"Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido proveniente del cielo como el de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa en que residían. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu Santo les otorgaba expresarse."3

Vestíbulo del Colegio del Espíritu Santo – conocido como edificio Carolino–, donde se unieron los colegios de San Ignacio y San Jerónimo. Foto tomada de la Revista de la Asociación de ex alumnos del Colegio del Estado y de la Universidad de Puebla, año 1, núm. 1, 1951.

De esta manera Jesús cumple su promesa a los apóstoles, a quienes les dijo, antes de morir, que una vez que hubiera ascendido al cielo les enviaría de parte de su Padre al Espíritu Santo: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad."4

Es por ello que Cristo es el protagonista invisible de esta escena, donde se presenta de manera pública, después de su Resurrección, para manifestar todo su poder divino ante testigos, en este caso la propia Virgen y sus discípulos, a través del Espíritu Santo. Los estudiosos de la religión católica ubican este pasaje como parte del ciclo de Glorificación de Cristo, ya que aunque no se encuentra presente el Hijo de Dios de manera tangible, es Cristo resucitado quien infunde el Espíritu Santo a través de las llamas o lenguas de fuego que caen sobre sus discípulos "para permitirles hablar todas las lenguas necesarias para la predicación del Evangelio entre los gentiles, aunque no las hayan estudiado nunca."5

Es Cristo, quien confirma la fe de sus discípulos para que lleven a cabo su misión apostólica de difundir en todo el mundo la Verdad, la Palabra de Dios, el Nuevo Evangelio. Pero además simboliza el acto de confirmación de la fe de la primera comunidad cristiana.

"Es el día oficial de la manifestación de la nueva iglesia, con su carácter de universal ó católica. El día de la promulgación oficial de la nueva ley."6

La Virgen colocada al centro del cuadro en señal de resignación.

Como apreciamos, este tema es fundamental en las representaciones de los ciclos cristológicos, por lo que destacados pintores durante el periodo colonial realizaron este tema. Entre los varios ejemplos que podemos mencionar están la de Nicolás Tejeda/Juan Arrúe del retablo de Cuauhtinchan, en Puebla; la del magnífico retablo oaxaqueño de Yanhuitlán, del sevillano Andrés de la Concha; y las realizadas por Baltasar Echave Orio, José Ibarra y Nicolás Rodríguez Juárez, entre otros.

En este caso, Manuel Caro retoma la composición de un modelo antiguo y socorrido por muchos artistas, que consiste en colocar en el centro a la Virgen María en majestad, con su túnica blanca envuelta en un manto azul y sus brazos cruzados sobre el pecho en señal de resignación, rodeada de los apóstoles colocados en semicírculo. La escena se da en un lugar cerrado que parece ser un templo por las columnas y arcos representados en el fondo.

En primer plano están colocados dos apóstoles de espaldas, uno incado y otro de pie, extendiendo sus brazos y girando sus rostros en torno a la escena. En un segundo plano los demás protagonistas de la escena, expresan su sorpresa ante la aparición del Espíritu Santo, con sus rostros y diversos gestos, algunos abriendo los brazos, otros juntando sus manos y todos elevando sus rostros, que son bañados por la luz que viene desde las alturas. Sólo uno de los discípulos está arrodillado e inclinado sobre un libro abierto, cubriendo su rostro azorado ante el acontecimiento.

A un lado de María se encuentra San Pedro con sus conocidas características iconográficas, de cabello cano, barba corta y redondeada, con tonsura que en este caso es más bien una amplia calvicie, y edad avanzada. Del otro lado se aprecia a San Juan, el discípulo preferido de Jesús, a quien le encomendó a su madre, sentado cerca de ella, que es su lugar tradicional, y quien es representado joven e imberbe. Los demás apóstoles no tienen atributos para ser identificados, algunos son representados jóvenes y con barba corta y otros viejos y con luengas barbas, vestidos con sus túnicas verdes, azules y rosadas y palios7 rojos y azules dando unidad plástica a la obra.

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Detalle de la obra.

Los seguidores de Jesús han sido confirmados en su misión apostólica y hay una alusión directa a las Sagradas Escrituras por los libros que sostienen varios de los apóstoles, ya que son fundamentales para la difusión del nuevo evangelio; por ello debemos señalar que los discípulos de Jesús tienen una relación directa con la propia misión evangelizadora de la Compañía de Jesús en Puebla, de ahí la elección del tema para recordarlos.

En la parte superior de la pintura, el artista plasma un rompimiento de gloria —elemento plástico muy frecuente en la pintura novohispana— que tiene en su centro al Espíritu Santo, que se manifiesta en forma de paloma con las alas desplegadas descendiendo desde lo alto del cielo, rodeado de un haz de rayos luminosos esparciendo lenguas de fuego sobre el colegio apostólico y la Virgen.

El fuego es un elemento purificador del alma, de ahí que su presencia en este acto busque expresar la acción de regeneración realizada por el Hijo de Dios en la Tierra con su encarnación, muerte y resurrección, que se manifiesta con todo su poder a través de la acción del Espíritu Santo, como lo había anunciado San Juan Bautista.

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Otro detalle de El Pentecostés.

En el tercer plano se observa el fondo arquitectónico donde se encuentran algunas personas que de lejos están presenciando la escena con admiración y asombro. Hay una gran teatralidad en la escena por la disposición y gestualidad de los apóstoles que es favorecida por el fondo arquitectónico y las propias dimensiones del lienzo.

Al plasmar en la obra este pasaje bíblico se alude a un principio fundamental de la iglesia católica, a la Santísima Trinidad, ya que participan en él Jesús, de manera implícita, y el Espíritu Santo, de manera patente.

El dogma de la Santísima Trinidad es la verdad fundamental de la iglesia católica, es el misterio de fe en que Dios es uno y Trino, es decir, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno mismo.

Esta Revelación de la Santísima Trinidad se vislumbraba en algunos pasajes del Antiguo Testamento, pero es Jesús quien claramente manifiesta este Misterio "Id, pues; enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo."8

Este dogma trinitario fue objeto de profundas discusiones en los distintos Concilios Ecuménicos que buscaban sustentar y defender los principios de la iglesia católica. En los primeros Concilios de Nicea y Constantinopla, convocados en el siglo IV, se estableció el Símbolo o Credo de la iglesia católica, donde se declara la fe en la Santísima Trinidad, ante una serie de discusiones en torno a Jesús y el Espíritu Santo.

"De ahí en adelante, siempre se hará alusión al Símbolo Nicea-Constantinopla de forma tal, que aún en el Concilio de Trento, se retomará y confirmará como la única compilación del dogma trinitario."9

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Descendimiento del Espíritu Santo, fragmento de la obra.

La Tercera persona de la Santísima Trinidad se manifestó en distintos pasajes bíblicos tanto del Viejo como del Nuevo Testamento por medio de los elementos del aire, agua y fuego y es representada desde el arte paleocristiano por medio de una paloma, símbolo de paz y armonía, irradiando un haz de rayos luminosos.

El Espíritu Santo ha sido protagonista de momentos fundamentales del Nuevo Testamento, como son la Concepción de María a través de Él o el anuncio que hace San Juan Bautista: "yo, cierto, os bautizo en agua con vistas a la penitencia; pero en pos de mí viene otro más fuerte que yo (...) él os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego."10 Otro pasaje destacado fue cuando Jesús encontró a sus discípulos en un momento posterior a su Resurrección y les indicó más explícitamente su misión de difundir la palabra de Dios.

"Como me envió mi Padre, así os envío yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo."11

Claro está que los jesuitas venían impregnados de los principios emanados del Concilio de Trento, donde juraron la Confesión de fe que enuncia los principios fundamentales del catolicismo y donde declaran su creencia al Padre, Hijo y el Espíritu Santo, diciendo sobre la Tercera persona:

"Creo también en el Espíritu Santo, Señor y vivificador, que procede del Padre, y del Hijo; quien igualmente es adorado, y participa juntamente gloria con el Padre, y con el Hijo, y es el que habló por los Profetas."12

Como resultado de este mismo Concilio se publicaron en distintos momentos catecismos para la enseñanza donde se explica el papel del Espíritu Santo y su importancia.

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Detalle de la obra.

"(...) es llamada la Tercera Persona con el nombre comun de Espíritu Santo: el qual en tanto entendemos que le conviene con toda propiedad, en quanto nos infunde la vida espiritual: y sin el aliento de este divino Espíritu nada podemos hacer digno de la vida eterna. (...) primeramente se ha de enseñar al pueblo que el Espíritu Santo es igualmente Dios, como el Padre y el Hijo, igual á ellos, é igualmente poderoso, eterno, y de perfección infinita, sumo bien, sapientísimo, y de la misma naturaleza que el Padre y el Hijo."13

Por la gracia del Espíritu Santo se logra la sabiduría, el entendimiento y la felicidad.14 La voluntad divina se manifiesta a través de él, da inspiración a los elegidos y fortalece la fe por medio de su manifestación.

Así, se afirma, Dios Padre es la Suprema Inteligencia, el Hijo es el Amor Supremo y el Espíritu Santo es Dios en acción, que ilumina y asiste los actos del hombre para fortalecer su fe a través de su gracia y sus siete dones.

Los dones del Espíritu Santo representan las disposiciones permanentes de Dios y son invocados por el alma cristiana para lograr la gracia divina. Los siete dones son: entendimiento, sabiduría, ciencia, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios.15

Por ello señalamos la relevancia de la advocación del Espíritu Santo para ser elegido como el protector de la primera fundación jesuita en Puebla. En primer lugar, porque el Colegio, un lugar de estudio, es el espacio donde deben cultivarse estos dones del Espíritu Santo, los cuatro relacionados con la inteligencia entendimiento, sabiduría, ciencia y consejo, y los tres que se refieren a la voluntad: piedad, fortaleza y temor de Dios para lograr el perfeccionamiento del alma y la razón.

Primer patio del Colegio del Espíritu Santo, conocido como edificio Carolino (4 sur 104).

En segundo lugar, escoger de entre todos los momentos en el que participa el Espíritu Santo, el del Pentecostés, donde él desciende sobre el colegio apostólico para iniciar la labor misional de esparcir la palabra de Dios, es como presentar a sus sucesores, en este caso los jesuitas, a su llegada a América, buscando cumplir la misma misión apostólica. De ahí la pertinencia en la elección temática para rememorar a la institución jesuítica del Colegio del Espíritu Santo.

Pensamos que nuestra Universidad —heredera de estas instituciones y su valioso pasado— en este presente conformado de un mundo laico e imbuido del conocimiento científico, no está lejos ni ajena a los anhelos que buscaron aquellos hombres sabios de cultivar en sus instituciones educativas el entendimiento, la sabiduría, la ciencia y la fortaleza humana.

Un espacio de evocación visual

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omo ya hemos comentado en 1790 se colocó con gran algarabía y regocijo la monumental pintura El Pentecostés o Descendimiento del Espíritu Santo, en el descanso de la escalera principal del edificio conocido ahora como el Carolino, actualmente sede central de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Vista de la escalera del vestíbulo, mostrando tres de los cuatro cuadros que adornan el cubo de la misma. Foto de la Revista de exalumnos del Colegio del Estado, año 1, núm. 2, 1952.

Esa espléndida obra fue mandada hacer en ese año como un testimonio que formó parte de los festejos realizados en torno al cumplimiento de la orden del Rey de España de fundir en una sola institución al Colegio del Espíritu Santo y los convictorios de San Jerónimo y San Ignacio, bajo la protección del Patronazgo Real y con el sobrenombre de Carolino. Además, esta obra representó un homenaje a ese antiguo Colegio, el primero fundado por los jesuitas en Puebla en el siglo XVI.

La pintura con más de doscientos años de vida ha sido testigo mudo pero permanente de una parte fundamental de la historia de nuestra institución, y en ese largo transcurrir del tiempo ha sufrido los inevitables deterioros, por lo cual se requería su urgente restauración. Por ello, el rector, Enrique Doger Guerrero, decidió realizar su rescate; gracias a esto ha sido intervenida por restauradores expertos y ahora somos testigos afortunados de poder apreciarla ya restaurada y en excelentes condiciones.

Por muchos años esta pintura fue compañera de los universitarios que estudiaron en este edificio y la recuerdan, junto con otras obras más, como sus acompañantes inseparables de estudio, vivencias estudiantiles y anhelos; posteriormente otras generaciones de estudiantes y maestros la han admirado al llegar a este edificio.

Obras en la escalera principal del Carolino

En enero de 1790, la Junta Superior de Aplicaciones acordó el establecimiento de una nueva institución educativa a la que se nombró Colegio Carolino.

"[...] quedó resuelto por voto común, que en el Colegio del Espíritu Santo se reunan los de San Jerónimo, y San Ignacio, vajo el Titulo ó Advocación de Colegio Carolino, para que se cumpla allí (...) con los Específicos destinos de su Fundación, y Erección [...] Que el Colegio Carolino queda del inmediato especifico Real Patronato de su Majestad."16

Como parte de los festejos de este establecimiento se mandaron a colocar dos grandes pinturas en la escalera de su edificio.

"La celebración de tan fausto acontecimiento tuvo como atractivo principal la colocación de grandes lienzos en la escalera del colegio, en los que se recordaba el establecimiento del colegio del Espíritu Santo y además la nueva erección bajo la protección real."17

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Patrocinio del señor San José con el niño Jesús sobre los estudiantes y profesores jesuitas, Manuel Caro, 1790, óleo / tela, 422 x 333 cm.

Al entrar por el portón del edificio Carolino se ingresa a lo que fue la portería del colegio y en seguida se llega al vestíbulo, donde todo visitante se encuentra con su magnífica escalera principal custodiada por un par de leones adosados a unas tarjas barrocas; por ella se asciende dividiéndose en dos rampas para dar acceso a la planta alta. En el cubo de esta escalera se encuentran colocadas estratégicamente, una enfrente de la otra, las dos pinturas monumentales El Pentecostés y El Patrocinio de San José 18(ambas realizadas por Manuel Caro), y a los lados se pueden admirar las otras dos obras, San Ignacio y San Jerónimo, pinturas grisallas y de menor formato. Estas cuatro pinturas proyectan un conjunto visual que evoca los orígenes universitarios, al recordar a los santos patronos de los antiguos colegios jesuitas, a quienes encomendaban sus acciones y de quienes solicitaban su intercesión.

La pintura El Patrocinio del Señor San José con el Niño Jesús sobre los estudiantes y profesores jesuitas presenta a San José, como un santo patrono que protege con su manto extendido por unos ángeles a los miembros del extinto colegio jesuita y expresa en su cartela:

"Joseph alter eras Carolo pro rege Patronus

Carli nunc aulae regius ipse pater

Ad ssmum Joseph Patronum dominiorum regis catholici electum a Carolo II. Apud Innoc XI 1680." (José, tu eras el otro patrono junto con el rey Carlos, ahora es padre del aula el rey mismo.

Al Santísimo José elegido patrono de los dominios del rey católico por Carlos ii en el pontificado de Inocencio XI. 1680." 19)

Con este texto se busca no olvidar que los reinos españoles y el propio Colegio estuvieron protegidos por dos patronos, uno celestial y otro terrenal, San José y la Corona Española. Más, para finales del siglo XVIII, el gobierno borbónico ilustrado cree suficiente establecer como único protector de la institución educativa al Rey.

Pero la vida del Colegio Carolino fue muy corta, ya que para principios del siglo XIX la Compañía de Jesús va a ser reivindicada por el poder papal, al ser reestablecida en 1814 y nuevamente acogida en Puebla en 1819, transformando al Colegio Carolino en Real Colegio del Espíritu Santo, de San Jerónimo y San Ignacio de la Compañía de Jesús, retomando en sus manos su antiguo colegio.

Creemos que fue en ese periodo cuando se mandaron hacer los dos cuadros de San Ignacio de Loyola y San Jerónimo, para ser colocadas en los costados del cubo completando un circuito visual donde se rememoran las antiguas instituciones jesuitas.

Escultura de mármol de San Ignacio, en la Basílica de San Pedro en Roma.

Según un comentario del padre Heinrich W. Pffeifer, el artista que realizó estas dos obras debió tomar como modelos algunos grabados de las esculturas de estos personajes que se encuentran en la Basílica del Vaticano. Lo que hemos confirmado y presentamos en este trabajo la imagen de la escultura de mármol de San Ignacio que forma parte de la serie de los Fundadores de Órdenes, en la Basílica de San Pedro en Roma y es evidentemente su referencia estilística. Por esto es posible pensar que fueron mandadas a hacer por los jesuitas a su regreso, ya que muchos de ellos venían de haber estado refugiados en Roma y quizás traían consigo algunos grabados con esas imágenes.

Estas obras de San Ignacio y San Jerónimo son pinturas grisallas, nombre dado a las pinturas monocromáticas ejecutadas en tonos grises.20 Se le atribuyen al pintor poblano Julián Ordóñez (1784-1853) y reproducen en este caso a las esculturas ya mencionadas, utilizando para el modelado de la figura y el espacio el juego de las luces y sombras. Se busca dar un efecto ilusionista al recrear la escultura dentro de una hornacina de medio punto con el abocinamiento en forma de venera. Los santos están colocados sobre una peana y son iluminados por una luz dirigida desde arriba, con la que realiza el artista un buen manejo de claroscuros para darles volumen y profundidad, imprimiendo mayor movimiento y soltura a la imagen de San Ignacio con el revuelo de sus vestimentas para no hacerla tan rígida.

San Ignacio de Loyola, atribuída a Julián Ordoñez, primera mitad del siglo XIX, óleo/tela, 307x190 cm. Foto Eduardo Limón Rodríguez.

Del lado derecho de la escalera se puede apreciar a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, que fue aprobada por el Papa Paulo III en 1540. San Ignacio nació hacia 1491 en el castillo de Loyola, en la provincia vasca de Guipúzcoa, España, en el seno de una familia noble. Siendo muy joven le tocó luchar contra los franceses en el sitio de Pamplona, donde fue herido, y durante su convalecencia inició su conversión, siguiendo el camino del sacerdocio. Se retiró a Manresa, donde bajo la inspiración de la Virgen María elaboró su obra escrita más importante, Los Ejercicios Espirituales, que formaría parte fundamental de la orden religiosa junto con sus Constituciones, que la regían. San Ignacio pasó el resto de su vida en Roma organizando las fundaciones de los Colegios en diversos países, hasta su muerte en 1556. Es uno de los grandes hombres y santos de la iglesia católica; fue beatificado en 1609, y en 1622 tuvo lugar su canonización.

En esta obra es representado como un hombre de edad adulta, frente amplia y calva, de cuerpo completo, mediana estatura, con una sotana sacerdotal, que es la vestimenta de los jesuitas, ceñida a la cintura por una faja y cubierto con el manteo; además se aprecia el filo del alzacuello. Se le representa con la mirada elevada al cielo, y expresión de arrobo e imbuído por un espíritu místico; extiende su brazo derecho hacia el cielo y sostiene en el otro un libro abierto aludiendo por un lado a Las Constituciones Generales de la orden y por el otro a la obra de los Ejercicios Espirituales que tanto reconocimiento y seguidores les lograron. El libro tiene inscrita la frase Ad Mayorem Dei gloriam, el lema de la Orden de la Compañía de Jesús, que significa A la mayor gloria de Dios.

El santo aparece aplastando a una mujer vieja de medio cuerpo con un libro y que hace un gesto con la mano en actitud de querer silenciar a San Ignacio; ésta representa a la herejía luterana21 simbólicamente vencida por la Contrarreforma en la que los jesuitas, como soldados de Dios del mundo postridentino, tuvieron un papel fundamental.

Esta obra rememora al Colegio Seminario o convictorio de San Ignacio, fundado por la Compañía de Jesús en Puebla en 1702, ante la necesidad de tener una institución más cercana al Colegio de San Ildefonso para la estancia de los estudiantes a fin de que no tuvieran que trasladarse desde el edificio de San Jerónimo, el otro seminario, más distante y con más distracciones. San Ignacio, fundador de la orden, fue elegido como su santo patrono para su protección y cuidado.

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San Jerónimo, atribuido a Julián Ordoñez, primera mitad del siglo xix, óleo / tela, 307x190 cm. Foto Eduardo Limón Rodríguez.

Del lado izquierdo de la misma escalera se localiza la pintura de San Jerónimo; pareja de la anterior, sigue el mismo modelo de reproducir una escultura sobre una peana dentro de su hornacina.

Es uno de los cuatro doctores de la iglesia católica, personaje de principios de la cristiandad; fue reconocido como un sacerdote de gran sabiduría y santidad. Nació en el siglo iv en la región de Dalmacia, estudió en Roma y llegó a dominar las lenguas latina y griega y también el hebreo y arameo. Pasó una parte de su vida en el desierto de Siria como anacoreta y llegó a ser un hombre cercano del papa San Dámaso y es fundador de la orden monástica de los Jerónimos.

El mayor de sus aportes fue revisar los textos originales de la Biblia, escritos en griego, arameo y otras lenguas para realizar una versión en latín conocida como la Vulgata, de excepcional importancia para la difusión de las Sagradas Escrituras.

En esta pintura se le muestra como doctor de la iglesia, representándolo como un hombre de edad avanzada, medio calvo, con barba larga y abundante; vestido de cardenal, presenta la vestimenta para actos solemnes integrada por sotana, roquete22 y muceta23. Se encuentra con los brazos abiertos y los ojos elevados hacia el cielo, tiene en su mano derecha una pluma para señalar su labor de escritor y sabio, en la otra sostiene una filacteria que dice Semper videtur illa tuba terribilis sonare in auribus meis: Surgite mortui, venite ad judicium, cuya traducción es: "Siempre me parece que resuena en mis oídos la terrible trompeta que dice: Levantaos muertos, venid a Juicio" 24, que es una frase relacionada con una carta apócrifa atribuida al santo donde escribe que siempre escucha la trompeta del Juicio Final.

A sus pies se aprecia el capelo cardenalicio,25 que señalaría su rechazo o desinterés al cargo, pero debemos señalar que "nunca fue cardenal, simplemente ejerció funciones de secretario del Papa Dámaso. El capelo cardenalicio se le concedió como atributo a partir del sigloXIV."26

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Antiguo Colegio Seminario de San Ignacio, hoy oficinas de gobernación (Reforma 715). Foto Armando López Vázquez.

Además podemos apreciar que junto al santo aparece un león domesticado, otro de sus atributos iconográficos infaltables para su representación, ya que cuenta la leyenda que llegó al monasterio donde residía el santo un león cojeando porque tenía una espina clavada en su pata, ante esto San Jerónimo le ayudó y se la extrajo convirtiéndose así esta fiera tan temida por el hombre en su más fiel compañero. Sólo debemos comentar que el artista de la presente obra realizó una muy mala representación del animal.

Esta obra busca recordar al Colegio Seminario de San Jerónimo, el primero de los dos convictorios jesuitas establecidos en Puebla, en 1579, siendo elegido este santo como patrono de la institución por su destacada capacidad intelectual, su profunda dedicación a la interpretación de las Sagradas Escrituras y por ser uno de sus estudiosos con mayor autoridad que lo llevó a ser nombrado uno de los doctores de la iglesia católica.

Estas cuatro obras en conjunto forman un testimonio visual que rememora a los patronos de tres de las instituciones jesuitas fundadas en Puebla durante el periodo colonial, manifestando un reconocimiento por parte de la sociedad poblana del importante papel que realizaron los jesuitas por casi doscientos años en la ciudad, cuya actividad fue fundamental para la preparación de un sinnúmero de generaciones de poblanos.

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Iglesia del Antiguo Colegio de San Francisco Javier (Reforma 1305). Foto Armando López Vázquez.

Opinamos que el significado de estas obras distaban enormemente de la política de la Metrópoli, ya que como es sabido, el rey Carlos III persiguió con gran afán a la Compañía de Jesús hasta lograr su expulsión de sus reinos. En cambio, las pinturas —realizadas más de veinte años después de la expulsión— son un reconocimiento a los jesuitas de parte de aquellos grupos de poblanos criollos que fueron testigos de la expulsión y no estuvieron de acuerdo con la política de la Corona Española. Esta postura crítica implícita en tales obras, se manifiesta en sus propias cartelas, donde se expresan hechos relacionados con la Compañía de Jesús y los entrelazan con el nuevo Colegio Carolino para su propia legitimación.

Las cuatro pinturas crean en este espacio arquitectónico un conjunto visual de evocación histórica para perpetuar en la memoria a aquellos hombres letrados que se esforzaron por impulsar los estudios superiores en la ciudad y de cuya relevante misión educativa ahora, en el transcurrir de los tiempos, nuestra Universidad es heredera.

Formando parte fundamental de este discurso visual es la pintura de El Pentecostés, es donde se inicia el recorrido histórico-visual, y en la que se manifiesta como actor principal el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad.

Los jesuitas en Puebla

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Patio del antiguo Colegio de San Ildefonso, actualmente escuela primaria, (Reforma 710). Foto Armando López Vázquez.

Hicieron su arribo a la Nueva España en 1572 y en su camino hacia la ciudad de México estuvieron en Puebla, donde recibieron las atenciones tanto de los miembros del cabildo como de diversos personajes poblanos que veían con gran entusiasmo la llegada de estos hombres.

Su primera estadía en la ciudad fue de unos días, pero la insistencia de muchas gentes destacadas tuvo buen fin, ya que para 1578 llegaron para establecerse definitivamente.

"[...] la aparición de los estudios superiores en Puebla fue simultáneo al establecimiento de la orden jesuita, en 1578, si bien únicamente para los miembros de la Compañía."27

Debemos señalar que para la fundación de su primer Colegio, el provincial doctor Pedro Sánchez realizó el 9 de mayo de 1578 la compra de los terrenos donde iban a establecerse, y según nos comenta Efraín Castro "la residencia tomó el nombre de ‘Casa de la Compañía del nombre de Jesús del Espíritu Santo’ " 28

Es así, como desde un principio esta institución estuvo bajo la advocación del Espíritu Santo, importantísimo protector, en primer lugar porque es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que es el principio teológico más importante de la iglesia católica, y en segundo, pero no menos importante y fundamental, porque del Espíritu Santo emanan los siete dones, entre ellos la Sabiduría, el Entendimiento y la Ciencia, son los que se cultivan en una institución educativa; qué mejor advocación para la protección y cuidado de este colegio.

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Antiguo Colegio Seminario de San Jerónimo, hoy Facultad de Sicología (3 oriente 403). Foto Armando López Vázquez.

Se ha señalado que esta advocación se dio por primera vez por petición de quien fue su patrono, el comerciante Melchor de Covarrubias, pero como hemos comentado, fue desde la creación y establecimiento de este instituto una decisión de la Compañía de Jesús designar al Espíritu Santo.

Los jesuitas alcanzaron vastos logros en sus casi doscientos años en los que estuvieron establecidos en la urbe, pues lograron fundar cinco institutos educativos y tener un número considerable de propiedades.

"Hacia 1760, la Compañía de Jesús contaba en Puebla con tres colegios (Espíritu Santo, San Ildefonso y San Javier) y dos seminarios, internados o convictorios (San Jerónimo y San Ignacio). Sus propiedades rurales ascendían a 26 haciendas, 23 ranchos y dos molinos, además de numerosas fincas urbanas."29

Para la segunda mitad del siglo XVIII, gozaban de una destacadísima presencia en Puebla y en general en todos los reinos españoles. Pero es precisamente a principios de este siglo, con la llegada de la dinastía de los Borbones a la Corona, cuando se inició una política de renovación del poder monárquico y uno de sus enemigos más inmediatos fue precisamente la Compañía de Jesús, debido a su destacada presencia social y gran influencia política. Por ello, se decidió en 1767 su expulsión de sus territorios, debiendo abandonar todos sus colegios y labor educativa. Éste fue un acontecimiento que marcó un cambio fundamental dentro de la historia de los estudios superiores en la Nueva España, y en particular en Puebla, y que dio como resultado, entre otros, la fundación de una nueva institución educativa.

Los restauradores

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Los restauradores. Foto Armando López Vázquez.
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l proceso de restauración de El Pentecostes fue realizado por el Departamento de Restauración y Conservación de San Pedro Museo de Arte, integrado por Claudia María Coronado García, jefe del Departamento, María del Carmen Paula Sánchez Peña, Rocío Nora Ramírez Toledo, Carmen Vázquez Herrera y José Luis Ramírez Toledo. La restauración se hizo mediante convenio entre la BUAP y la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado.

Estado en que se encontraba la obra

La tela que soporta la pintura se encontraba en buenas condiciones, presentaba acumulación de polvo y suciedad y falta de tensión que se reflejaba en abolsamientos en la parte inferior. Sin embargo la resistencia y flexibilidad de la tela eran adecuadas. Además se apreciaban seis pequeñas roturas por ambos lados de la obra y una rasgadura considerable al reverso de la misma. Esta rasgadura se encuentra parchada por el frente y presenta restos de costura.

Además de varias craqueladuras debido al envejecimiento natural de los materiales. La obra estuvo intervenida con anterioridad. El barniz o capa de protección presentaba amarillamiento producto de la oxidación del material, haciendo los tonos más oscuros.

Por su parte el bastidor tenia acumulación de polvo y suciedad, algunas deyecciones, manchas de pintura e infectado por insectos xilófagos que provocó debilitamiento de la madera y mal soporte. El marco estaba en regulares condiciones y debió ser sometido a un proceso de consolidación.

Restauración de la obra

Se hizo registro fotográfico, tomas de muestras de la capa pictórica, bastidor y lienzo para conocer más los materiales empleados, la técnica de manufactura de la época y su estado de conservación. Además de una limpieza superficial en seco por ambos lados para eliminar la acumulación de polvo; limpieza físico – química de la capa pictórica para eliminar suciedad; consolidación con cazoletas en algunas áreas; velado de la capa pictórica en el área correspondiente al bastidor; eliminación del bastidor por medio del desvastado del mismo; eliminación de parches e hilos de intervenciones anteriores; eliminación de velado de protección; barnizado de protección; colocación de bandas de tensión; colocación de parches en la parte posterior para cerrar las roturas; montaje en el bastidor definitivo; limpieza de barniz con disolventes o geles; resane de zonas abrasionadas o lagunas; aplicación de barniz para reintegración; reintegración cromática; barnizado final mate; acabado con bandas de papel engomado; colocación de cuñas y montaje en su marco original.

Finamente la elevación de El Pentecostes, objeto de admiración de los universitarios y de quienes visitan el edificio Carolino.


1 Traducción de Joel Peña Espinosa.
2 Era el nombre otorgado a una festividad judía, la segunda de sus fiestas principales, realizada siete semanas después de la Pascua, de ahí su nombre, el día quincuagésimo. Originalmente fue una fiesta de acción de gracia por la recolección de los granos, que posteriormente se convirtió en una fiesta que rememoraba la entrega de la Ley que Dios hace en el monte Sinaí. "La llamaban fiesta de las semanas porque se celebraba pasadas siete semanas después de la Pascua, celebrando en ella el natalicio de la religión mosaica." Enciclopedia Universal Ilustrada, Espasa-Calpe, España, tomo 43, p. 400.
3 Hechos de los Apóstoles (2: 1-5), Sagrada Biblia, Versión de Nacar-Colunga, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1985.
4 Juan, 14:16 y 15:26, Sagrada Biblia, op. cit.
5 Réau, Louis, Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia. Nuevo Testamento, t. 1, vol. 2, España, 1996, Ediciones del Serbal, p. 613.
6 Enciclopedia Universal Ilustrada, op. cit; p. 400.
7 Manto de origen griego, de forma cuadrada o rectangular, usado sobre la túnica.
8 San Mateo (28: 19), Sagrada Biblia, op. cit.
9 Maquívar, Ma. del Consuelo, La Santísima Trinidad en el Arte Novohispano. Un estudio iconográfico, tesis doctoral en Historia del Arte de la UNAM, 1998, p. 14.
10 San Mateo (3: 11), Sagrada Biblia, op. cit.
11 San Juan (20: 21-22), Sagrada Biblia, op. cit.
12 El Sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, traducido al idioma castellano por don Ignacio López de Ayala, 2da. Edición, Madrid, Imprenta Real, MDCCLXXXV, Sesión III, 4 de febrero de 1546.
13 Catecismo del Santo Concilio de Trento para los parrocos, ordenado por disposición de San Pío v, traducido en lengua castellana por Fray Agustín Zorita, religioso dominico. Según impresión que de orden del Papa Clemente XIII se hizo en Roma, año de 1761. En Valencia, por Don Benito Monfort, año de 1782, p. 61.
14 En el Libro de la Sabiduría leemos; ¿Quién podrá conocer tus juicios, si tú no le dieres Sabiduría, y le enviares tu Espíritu Santo desde las alturas?
15 Cfr. Cortés, Justino y Oropeza, Moisés, Encuentro con Dios, Curso superior, Secretariado Diocesano de Evangelización y Catequesis, Escuela Normal Catequística, 1978, Puebla.
16 "Acuerdos de la Junta Superior de Aplicaciones para la instauración del Colegio Carolino" documento adjunto a un escritura de ‘Obligación de pago de reales’, 2,9/I/1790 en Expediente de Registro de instrumentos públicos, Notaría 6, Caja 122, 1790, f. 30, 31v, Archivo General de Notarías del Estado de Puebla.
17 Castro Morales, Efraín, "Breve historia de la Universidad de Puebla" en Puebla y su Universidad, Patronato de la UAP, Puebla, 1959, p. 128.
18 Esta pintura va a ser restaurada posteriormente.
19 Parte de la cartela se encuentra desaparecida, pero localizamos la transcripción en la obra Las calles de Puebla de Hugo Leicht, Gobierno del Estado de Puebla, México, 1999, pp. 69-70. La traducción del latín la realizó Joel Peña Espinosa, a quien también agradezco sus comentarios y orientaciones.
20 Cfr. Murray, Peter y Linda, Diccionario de arte y artistas, Planeta-Agostini, 1988, p. 257.
21 Cfr. Réau, Louis, Iconografía del Arte Cristiano. Iconografía de los santos G-O, Tomo II, vol. 4, p.102.
22 "No es un vestido litúrgico, aunque lo usan los papas, obispos y prelados. Es en todo similar al sobrepelliz, pero se diferencia por la forma de las mangas, que son estrechas en los puños y antebrazos, y también por su uso, ya que los sacerdotes no pueden administrar los sacramentos con el roquete." Schenone, Héctor H., Iconografía del arte colonial, vol. ii, Fundación Tarea, Argentina, 1992, p. 826.
23 Capa corta abotonada que usan las dignidades eclesiásticas y los titulados universitarios, en ocasiones solemnes.
24 Schenone, Héctor H., Iconografía..., Ibid., p. 482, 483.
25 "Sombrero de uso exclusivo de los cardenales, hecho de paño rojo, forrado en seda del mismo color, con dos grandes cordones que pendían del ala a ambos lados de la cara y se reunían debajo del mentón. Colgaban de esa parte quince borlas dispuestas en cinco líneas, de una a cinco." Schenone, Ibid., p. 805, 806.
26 Ibid, p., 144.
27 Márquez Carrillo, Jesús, Siglos son presente, Gobierno del Estado de Puebla y BUAP, México, 2002, p. 18.
28 Castro Morales, Efraín, "Breve historia ...", op cit., p. 37.
29 Márquez Carrillo, Jesús, Educación,...", op. cit., p. 34.

* La autora labora en el Museo Universitario, estudió la licenciatura en Historia en la BUAP y cursó la maestría de Historia del Arte en la UNAM.

Fuentes

Archivo

Archivo Histórico de Notarías
Se revisaron los años de 1789 y 1790 de las seis notarías existentes. "Junta de Superior de Aplicaciones para la instauración del Colegio Carolino", en Expediente Registro de instrumentos públicos, Notaría 6, Caja 122, 1790.

Bibliografía

Bouyer, L. Diccionario de Teología, Editorial Herder, Barcelona, 1990.
Castro Morales, Efraín, "Breve historia de la Universidad de Puebla", en Puebla y su Universidad, Patronato de la Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1959.
Cortés, Justino y Oropeza, Moisés, Encuentro con Dios, Curso superior, Secretariado Diocesano de Evangelización y Catequesis, Escuela Normal Catequística, Puebla, 1978.
Catecismo del Santo Concilio de Trento para los parrocos, ordenado por disposición de San Pío v, traducido en lengua castellana por el Fr. Agustín Zorita, religioso dominico, según impresión que de orden del Papa Clemente XIII se hizo en Roma, año de 1761, y en Valencia, por Don Benito Monfort, año de 1782.
Diccionario de la Biblia, edición preparada por R. P. Serafín de Ausejo, Heder, Barcelona, 1987.
Diccionario de conceptos teológicos
, editorial Herder, Barcelona, 1989, T. II.
Diccionario enciclopédico de la fe católica
, Editorial Jus, México, 1953.
El Sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento
, traducido al idioma castellano por Don Ignacio López de Ayala, 2da. Edición, Madrid, Imprenta Real.
Enciclopedia de la Religión Católica
, Ediciones Dalmau y Jover, Barcelona, 1951, v tomos.
Enciclopedia Universal Ilustrada
, Espasa-Calpe, Barcelona, T. 43.
Leicht, Hugo, Las calles de Puebla, Gobierno del Estado de Puebla / Ayuntamiento del Municipio de Puebla, México, 1999.
Maquívar, Ma. Del Consuelo, La Santísima Trinidad en el Arte Novohispano. Un estudio iconográfico, Tesis doctoral en Historia del Arte de la UNAM, México, 1998.
Márquez Carrillo, Jesús, Educación, historia y sociedad en Puebla, BUAP, Cuadernos del Archivo Histórico Universitario, México, 1999.
––––, Siglos son presente, Gobierno del Estado de Puebla y BUAP, México, 2002.
Murray, Peter y Linda, Diccionario de arte y artistas, Planeta-Agostini, España, 1988.
Réau, Louis, Iconografía del arte cristiano. Nuevo Testamento, Ediciones del Serbal, España, 1996, T. I, Vol. 2.
––––, Iconografía del arte cristiano. Iconografía de los santos G-O, Ediciones del Serbal, España, 1996, T. II, vol. 4.
Sagrada Biblia
, Versión de Nácar y Colunga, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1985.
Schenone, Héctor H., Iconografía del arte colonial, Fundación Tarea, Argentina, 1992, vol. II.

 

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