La Universidad de Puebla y el Grupo Cauce, 1945-1960 Por José Pablo Acuahuitl Asomoza*
l panorama cultural en la ciudad de Puebla a mediados del siglo XX mostraba una serie de contradicciones. Por un lado, los gobiernos estatales y municipales carecieron de una política cultural definida que permitiera el desarrollo de las artes y de sus practicantes; por el otro, aparecieron varios grupos entre los años cuarentas y cincuentas que se interesaron por la cultura. Estas agrupaciones emergentes comenzaron a desarrollar una labor vital para la ciudad aunque de forma irregular en áreas como la literatura, las artes plásticas, el teatro y la música. Entre algunos grupos podemos citar a Bohemia Poblana, Bohemia Angelopolitana, Amigos de la Guitarra, Teatro Estudio Odiseo, Peña Amigos del Arte, Grupo Cultural López Velarde, Plástica Poblana, Primer Núcleo de Grabadores de Puebla, Grupo de Muralistas Poblanos, Ateneo de Puebla, Unión de Artes Plásticas de Puebla, entre muchas otras. Sin embargo la cantidad de agrupaciones no significaba que la ciudad tuviera una destacada actividad cultural, por el contrario, varias desaparecieron en poco tiempo debido a la falta de recursos económicos. Algunas otras lograron dejar una huella indeleble, un ejemplo fue la Federación Estudiantil Poblana (FEP) que editó la revista Cauce, con la cual se distinguió un grupo de jóvenes.
Cauce apareció en la ciudad de Puebla en 1945 y sus fundadores fueron Juan Manuel Brito, Antonio Esparza Soriano, Juan Porras e Ignacio Ibarra Mazari. Los tres primeros estudiaban en la Universidad de Puebla y eran activos miembros de la FEP, mientras que Ibarra Mazari trabajaba en la Compañía de Luz y Fuerza. Todos ellos jóvenes con menos de 22 años de edadestaban profundamente interesados por la cultura y su inquietud los llevó a fundar la revista Cauce en ese mismo año. La revista apareció en principio mensualmente y circularon cerca de nueve números de la misma, dejando de publicarse al año aproximadamente. A pesar de su corta duración la revista marcó un antecedente importante por varias razones. El panorama literario en Puebla se encontraba en un estancamiento en esos años. Algunas figuras literarias importantes (como Delfino C. Moreno, César Garibay y Gregorio de Gante) habían escrito una literatura que en el caso de los dos primeros se apegaba a los modelos clásicos debido a su formación en el Seminario Palafoxiano; en el caso de Gregorio de Gante su poesía folclórica lo consagró desde muy temprano allá por los años treintas. De esta manera, cuando los integrantes de Cauce aparecieron en escena el panorama literario oscilaba entre lo clásico y lo folclórico.
Otra razón que permite conocer la trascendencia del grupo universitario es el horizonte cultural existente en la capital poblana. La agrupación literaria más importante a mediados de los cuarentas era Bohemia Poblana, la cual contaba entre sus filas a lo más destacado de las letras poblanas. Entre sus miembros se encontraban César Garibay, Gregorio de Gante, Delfino C. Moreno, José Basilio de Unanue (todos catedráticos de la Universidad de Puebla), Miguel Marín Hirschmann, Enrique Gómez Haro, Enrique Cordero y Torres (estos últimos historiadores de la ciudad), entre otras figuras. Los bohemios contaban con una revista en la cual publicaban sus propios escritos así como de otros autores de la provincia mexicana. Sin embargo la literatura de los bohemios se alejaba de las corrientes literarias contemporáneas para recurrir a una provincia idealizada y subrayar algunos valores tradicionales como la familia, la Patria, la religión, el papel de la mujer en el hogar y la sociedad, entre otros. En síntesis, era una literatura anclada en el siglo XIX y principios del XX.1 Para alejarse de esos cánones literarios y buscar nuevos horizontes en el primer número de la revista Cauce2 apareció un texto titulado La Herencia que Renunciamos, firmado por Juan Porras. El valor del mismo reside en varios aspectos: era la postura de un sector estudiantil frente al problema de la cultura nacional y local, señalaba cuál era su papel dentro de la misma y delineaban su tarea. En ese texto el cual puede considerarse un manifiesto del grupo los integrantes de Cauce renegaban de la literatura escrita en Puebla debido a que consideraban seguir esa ruta sólo conducía a un estancamiento. Más adelante Juan Porras subraya: Aquí, para que nadie se ofenda, todos somos grandes figuras. El consentimiento del resto de la Patria pasa a segundo término; de ahí que nos baste una simple alabanza comedida, para que adquiramos en nuestro fuero interno y externo, carta de naturaleza como representativos. Y ésta y no otra es la causa por la que nuestro Estado está en plena vegetación ya que en ninguna otra entidad federativa, haciendo las debidas proporciones, hay un estancamiento tan notable, intelectualmente hablando" (Cauce, núm. 1, 1945, p. 8).3 Con esa declaración la tarea del Grupo Cauce quedaba clara: renovar el ambiente cultural de quienes se consideraban herederos de una tradición la cual estaba en declive.4 Como una forma de presentar otros senderos, en ese primer número se publicó textos de sus integrantes, así como de José Enrique Rodó (escritor uruguayo), Manuel Gutiérrez Nájera y Vicente Riva Palacio (ambos escritores mexicanos del siglo XIX), entre algunos más. La intención del grupo era presentar ante el público una variedad de autores importantes, mexicanos y extranjeros, de gran valor literario.
De esta manera la aparición de los jóvenes universitarios agrupados en la FEP buscó romper el elitismo de algunos sectores culturales y abrir espacios de diálogo y participación contribuyendo con recursos pecunarios a la compra de libros para la UAP y al financiamiento de sus actividades. Otro aspecto importante es que la revista Cauce estaba a la venta, caso contrario de la revista Bohemia Poblana la cual sólo era distribuida entre sus propios socios. La labor del grupo universitario, por lo tanto, resultó trascendental en su primer año de existencia. En los siguientes números el grupo se preocupó no solo por el material de la revista, sino también por las actividades que llevarían a cabo. Cauce fue el vehículo para que otros estudiantes (Josefina Esparza, Gastón García Cantú, por mencionar algunos) comenzaran a enviar sus escritos. La revista contó con varias secciones como la de Tesoros Bibliográficos (a cargo de Delfino C. Moreno quien era el encargado de la Biblioteca Lafragua), actividades universitarias, concursos de Hai Kais (los cuales eran poemas breves), entre otras. Las inquietudes de estos universitarios fueron más allá de la publicación de artículos al grado de denunciar los problemas del panorama cultural de la ciudad y hasta de la propia Universidad.
De esta forma el grupo, siendo uno de sus integrantes (Juan Manuel Brito) presidente de la Federación Estudiantil Poblana (FEP), comenzó a desarrollar propuestas para elevar el nivel de calidad educativo. Algunas de sus ideas para lograr esto fue promover ante la rectoría el acceso de los sectores más pobres de la sociedad a la Universidad así como la búsqueda de descuentos para sus alimentos, planear una campaña para equipar mejor las bibliotecas, ofrecer conferencias y eventos artísticos e instalar servicios sociales (consultorios médicos, jurídicos) gratuitos para los universitarios, entre otras acciones. Otra labor importante en esos primeros meses de existencia fue ahondar en los problemas de la Universidad. Una prueba fue la encuesta realizada a alumnos y profesores universitarios sobre los problemas más urgentes por resolver (núm. 4, 1946). A partir de las diferentes respuestas con las que se encontraron, el grupo redactó una serie de puntos entre los cuales se encontraba la entrega de cátedras por oposición, la depuración del profesorado excluyendo o sancionando a quienes faltaban demasiado, la reformulación de planes de estudio, la ampliación de una oferta cultural, el acondicionamiento y mejoramiento de la hemeroteca y la biblioteca, entre otros aspectos. Con estas acciones el grupo se volvió un espacio de autorreflexión sobre la vida universitaria. La revista también permitió el ejercicio de la crítica. Un ejemplo es cuando se reprochó al gobierno del estado porque no donó un campo deportivo y 10,000 pesos para la adquisición de material bibliográfico como lo había prometido (núm. 3, 1946, p. 12). Cuando se efectuó la Feria del Libro en la ciudad de México, los integrantes de Cauce se lamentaban que no existiera una buena bibliografía sobre Puebla. Anotaban que en esas ferias se exhibían Joyas Bibliográficas valiosas sí, pero que nada dicen de nuestra actual cultura, y tres o cuatro ediciones especiales de mal en peor que el inveterado compadrazgo oficial se encarga de repartirse a sus anchas (núm. 7, 1946, p. 17).
Finalmente el último número fue el número nueve correspondiente a agosto de 1946. De los cuatro fundadores del grupo, la revista perdió a dos de ellos. Juan Porras dejó la dirección de la revista para dedicarse a sus estudios (los cuales estaba por concluir), mientras que Juan Manuel Brito terminó su periodo al frente de la FEP. A pesar de esto la revista Cauce quedó como un testimonio de los esfuerzos de un grupo estudiantil por establecer un diálogo entre los estudiantes y con las autoridades universitarias. La actividad cultural de Cauce continuó en los siguientes años debido a un acontecimiento importante: sus nombramientos como corresponsales del Seminario de Cultura Mexicana en la ciudad de Puebla. En noviembre de 1945 se informó en los diarios locales que el Seminario había elegido a Carlos M. Ibarra, a Manuel L. Márquez, a José Luis Bello y a Antonio Esparza como corresponsales en la ciudad de Puebla de ese seminario.5 Esparza, miembro fundador de Cauce, ganó los Juegos Florales en Aguascalientes. En aquella ocasión parte del jurado pertenecía al Seminario de Cultura Mexicana con sede en la capital.6 Ese primer contacto resultó trascendental para que Esparza fuera elegido corresponsal del Seminario.7 Posteriormente de los cuatro corresponsales originales sólo quedó Esparza debido a que el resto de los miembros tuvo que renunciar a su cargo por cuestiones personales. De esta manera las vacantes fueron ocupadas por el resto de los miembros de Cauce (Porras, Ibarra y Brito). La relación entre los integrantes del seminario el cual albergaba a varias de las figuras más destacadas en el campo de la ciencia, el arte y la cultura en el país y los corresponsales en cada estado fueron estrechas. La corresponsalía de Puebla, la cual fue una de las primeras en crearse en el país, organizó diferentes eventos culturales (conferencias, exposiciones, conciertos, presentaciones de obras de teatro, recitales) en varias partes de la ciudad. De esta manera los miembros de Cauce tuvieron la oportunidad de convivir con personalidades como Carlos Pellicer, Antonio Castro Leal, Rodolfo Usigli, José Vasconcelos, Manuel M. Ponce o Esperanza Cruz, Agustín Yáñez, Fanny Anitúa, por citar algunas.
Los miembros del seminario capitalino visitaban Puebla de manera frecuente. Cuando llegaban a la ciudad los corresponsales poblanos organizaban una semana cultural tratando de aprovechar su estancia. Los corresponsales trabajan sin un sueldo de por medio y contaban con el apoyo de las autoridades universitarias. La asistencia a los eventos era de forma gratuita y con acceso para cualquier persona. La ciudad de Puebla contó, por lo menos, de una semana cultural cada mes por más de diez años consecutivos. De esta forma la Universidad de Puebla entró a la arena cultural pero no desde una postura elitista como la que predominó en algunos grupos culturales poblanos. Su entender de la cultura era el desarrollo de la misma pero conforme a una estructura material y humana que permitiera el avance intelectual de los universitarios. La labor de los integrantes de Cauce continuó para la década de los cincuentas. Sus cuatro fundadores trabajaron en la Universidad en donde emprendieron diversas iniciativas de manera fructífera. Un ejemplo ocurrió en 1954, en el Congreso General de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Enseñanza Superior de la República Mexicana. Allí se discutió los planes de estudio de las escuelas preparatorias y Puebla estuvo representada por el rector Gonzalo Bautista O´Farril, Agustín Cruz y Celis, Antonio Esparza, Juan Manuel Brito y Gastón García Cantú. La delegación poblana presentó una ponencia para establecer una serie de reformas que permitieran mejorar el nivel educativo de los estudiantes.9
Otra labor del grupo fue rescatar el Salón Barroco el cual albergaba el laboratorio de física de la Universidady hacer las gestiones necesarias para que fuera remodelado con inmobiliario adecuado. También se preocuparon por aumentar el material bibliográfico de la biblioteca, arreglar la hemeroteca e incluso lograron remodelar un cuarto del tercer patio del edificio Carolino para convertirlo en cafetería. Además de la difusión y la crítica los integrantes de Cauce produjeron cultura. Antonio Esparza escribió una producción poética importante mientras que Gastón García Cantú (historiador y periodista) comenzó en su etapa estudiantil a escribir literatura. En la revista Cauce Cantú publicó su primer cuento: El barco de papel. Cuando Gonzalo Bautista OFarril fue rector de la Universidad, Cantú promocionó la actividad cultural con invitaciones a diferentes personalidades como Alfonso Reyes, Rodolfo Usigli, José Vasconcelos, Carlos Pellicer o Agustín Yáñez para que ofrecieran conferencias. El interés intelectual de García Cantú lo llevó a Tonantzintla, donde el periodista Fernando Benítez estableció un seminario los fines de semana en ese lugar. El joven universitario tuvo contacto con el círculo de amigos de Benítez, quien en ese momento a mediados de los años cincuentas dirigía el suplemento cultural más importante del país, México en la Cultura. Algunas de las figuras que asistieron, aunque fuera de manera irregular, a ese seminario eran Elena Poniatowska, Carlos Fuentes, Pablo y Manuel González Casanova, Víctor Flores Olea, Agustín Yáñez, Juan Rulfo, entre otros.10 Tiempo después Gastón García Cantú emigró a la capital,11 llegando a encargarse del suplemento que dirigía Benítez debido a sus comisiones fuera del país. Al frente de México en la Cultura, Cantú invitó a varios artistas e intelectuales poblanos a escribir artículos para el suplemento. Aparecieron dos números en los cuales se dio a conocer la actividad cultural poblana.
Recientemente el Archivo Universitario publicó los dos suplementos que aparecieron en el diario Novedades, bajo el título de Puebla en la cultura nacional (Cuadernos del Archivo Universitario, 2000). Quienes escribieron en esos dos números entre los que destacaba Ignacio Ibarra Mazari, Antonio Esparza, José Receck, entre otros se debatían entre un pesimismo y un optimismo por la producción cultural en la ciudad. Todos señalaron los aportes intelectuales y culturales de Puebla, pero también subrayaban las condiciones lamentables que fomentaban el atraso ante la complicidad del propio gobierno. Otro valor destacado de Cauce fue Ignacio Ibarra Mazari. A él se le debe el impulso teatral de una forma profesional.12 En 1953 el rector de la universidad, Gonzalo Bautista OFarril, mandó a construir el Teatro Universitario y nombró a Ibarra Mazari como director. Es en esta década de los cincuenta cuando se creó el Departamento de Arte Dramático, dentro de la Universidad de Puebla. Ibarra Mazari se encargó de armar los planes de estudio y proponer los profesores que deberían impartir las materias.
Además, hacía los presupuestos necesarios para montar las obras, mantener el departamento y supervisar el escenario.13 A demás de dirigir y actuar, la labor de Ignacio Ibarra Mazari se encaminó a apoyar a otros universitarios en el terreno de la actuación. Cuando a finales de los cuarentas fundó Teatro Odiseo y posteriormente Teatro Universitario, Ibarra trabajó con varios estudiantes quienes participaron activamente en las obras que él montaba. También llegó a escribir algunas obras de teatro; su labor en la Universidad continuó hasta mediados de los años setentas, cuando fallece. En síntesis, la labor cultural del Grupo Cauce resultó fundamental para la ciudad de Puebla entre los años cuarentas y cincuentas. Las diversas acciones que realizaron abrieron una vía importante para la incorporación de un sector estudiantil a la cultura, la cual mantenía un atraso considerable. En un ambiente en el cual las agrupaciones culturales eran inconsistentes y algunas hasta elitistas, Cauce sentó las bases de una producción cultural importante para la ciudad de Puebla y cuyos frutos están aun por descubrirse.
* Egresado de la Maestría en Historia del ICSyH-BUAP. Miembro del Seminario de Historia Cultural, coordinado por Marco A. Velázquez Albo. 1
Aunque había una tendencia literaria con estas características, también existió otra
que emergió del Colegio del Estado y que durante los primeros años del siglo xx alcanzó
renombre a nivel nacional. Escritores como Rafael Cabrera o Alfonso G. Alarcón
fundadores de El Quijote, una de las revistas más importantes en esos
años lograron llamar la atención en el mundo literario capitalino. Posteriormente
ambos formarían parte del Ateneo de la Juventud, una de las agrupaciones culturales más
prestigiosas a nivel nacional. Para una reconstrucción literaria de esos años en la
capital del país y su relación con estos escritores poblanos véase el artículo de
Susana Quintanilla Protesta literaria en 1907, en Historia y Grafía,
núm. 16, 2001, pp. 183-208.
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