Carlos Fuentes: El lenguaje de la pasión y la pasión del lenguaje
arlos Fuentes Macías, aparte de ser uno de los escritores más reconocidos en nuestro país y en el extranjero, es un hombre de letras que se ha distinguido por ser fiel al compromiso que se forjó desde sus años juveniles: esto es, luchar contra la intolerancia, el autoritarismo y la injusticia social, no sólo a través de la palabra (en los libros, en las revistas, en los periódicos, etc.), sino en las más diversas tribunas y escenarios, en los foros públicos nacionales e internacionales, en los medios de comunicación, en la cátedra, etc. En nuestros días gracias a las libertades políticas que hemos conquistado los mexicanos parece muy fácil asumir tal compromiso, empero si nos remontamos a las décadas anteriores, principalmente a los años sesenta y setenta, constataremos que no era precisamente un ejercicio idílico, tomando en cuenta la intolerancia proverbial del régimen político mexicano hacia sus críticos y opositores, contra quienes desataba feroces campañas de difamación, intentando sepultarlos en una montaña de lodo. La otra cara de la moneda de esa política era la adulación excesiva del gobierno hacia sus apologistas y exégetas, rodeándolos no sólo de privilegios materiales sino, ante todo, consagrándolos ante la opinión pública. A mediados de los sesenta cuando el autoritarismo del régimen estaba en su cenit Carlos Fuentes, Fernando Benítez, José Luis Cuevas, Carlos Monsiváis, y otros destacados escritores e intelectuales decidieron desafiar el status quo, creando un órgano editorial que se dedicaría no sólo a combatir el provincialismo literario y artístico de nuestro país, sino también a luchar contra el autoritarismo del sistema político. Tal órgano fue La Cultura en México, suplemento cultural de la revista Siempre!, que constituyó durante varios años el más importante espacio crítico político-cultural en México. Tal suplemento tuvo su antecesor en México en la Cultura, que unos años antes publicó Fernando Benítez en Novedades. Dicho órgano cimbró la vida cultural y política del país y, sin temor a equivocarnos, contribuyó de manera decisiva a crear las condiciones que propiciaron el movimiento estudiantil de 1968, y decimos esto porque el suplemento de referencia echó abajo con su falta de reverencia y su iconoclastia no solo al establishment cultural, sino también la parafernalia político-cultural del régimen político. El entonces presidente Díaz Ordaz, en su informe de gobierno de 1966, lanzó una inequívoca amenaza a los escritores e intelectuales que osaban cuestionar los "avances del gobierno", expresando que "...ni pretendidos rangos sociales e intelectuales, ni posiciones económicas, ni edad, ni profesión u ocupación, otorgan inmunidad. He de repetir: ¡Nadie tiene fueros contra México"! El grupo de Fuentes, Benítez y Monsivais resistió valerosamente la amenaza gubernamental, sin desmayar en su esfuerzo por abrirle paso a una vida político cultural en la que predominara la crítica a los excesos del poder. El autor de La región más transparente definió del siguiente modo el objetivo que perseguía al participar en el proyecto de La Cultura en México: "Lo que un escritor puede hacer políticamente, debe hacerlo, también primordialmente como ciudadano... En un país como el nuestro, de estructura democrática tan deficiente, de limitadas posibilidades de expresión, de enormes problemas irresueltos y aplazados, y de temibles opresivas vecindades... el escritor, el intelectual, no pueden ser ajenos a la lucha por una transformación política que, en última instancia, supone también una transformación cultural. En gran medida, el escritor, en México, le da una voz a quienes no pueden hacerse escuchar. Pero también, al hablar públicamente, le da una voz a la cultura en general y a la literatura en particular: opone el lenguaje de la pasión, de la convicción, del riesgo y de la duda a un lenguaje: el secuestrado por el poder para dar cimiento a una retórica del conformismo y del engaño" (Tiempo Mexicano, 16ª. Reimpresión, Joaquín Mortiz, 1992, p. p. 64-65. Esas palabras resumen el proyecto que asumió Carlos Fuentes: esto es, el de transformar la cultura para transformar la política, y el transformar la política para transformar la cultura. De ahí que no sea de extrañar que, en contrapunto a su inagotable producción literaria sin duda la más vasta que se ha realizado en nuestro país en los tiempos modernos Fuentes haya decidido participar en no pocos de los principales proyectos que impulsaron las fuerzas democráticas en los años sesenta y setenta, como columnista, como promotor, como vocero de sus iniciativas. Así, por ejemplo, fue uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), que jugó un papel crucial en la lucha por las libertades políticas a fines de los años sesenta y principios de los setenta(en este número de Tiempo Universitario reproducimos el Llamamiento del Movimiento de Liberación Nacional, que apareció en 1961, uno de cuyos autores fue precisamente Carlos Fuentes). Fuentes, asimismo, se convirtió en uno de los colaboradores más activos de la Revista Política que fundó Manuel Marcué Pardiñas en esa época, la cual sin temor a equivocarnos fue el órgano más influyente de la organizaciones progresistas de ese periodo. Precisamente en Política el autor de Las buenas conciencias publicó varios artículos en defensa del movimiento de reforma que estalló en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) en 1961, contribuyendo de manera importante a desarticular la feroz ofensiva que lanzaron contra nuestra institución las fuerzas más retrógradas de la entidad. En este lugar hemos reproducido el escrito "Puebla de los Ángeles vs. Puebla de Zaragoza", que apareció el primero de junio de 1961, en la revista de referencia. En la revista Política, Fuentes se distinguió también por su apoyo decidido a la revolución cubana, hecho que le provocó una profunda hostilidad por parte de las autoridades estadounidenses, quienes llegaron al extremo de prohibirle ingresar al país vecino durante varios años. Asimismo, en ese mismo órgano, no vaciló en respaldar a los países socialistas en la época de la Guerra Fría. No podríamos aquí, por limitaciones de espacio, hacer referencia a todos los méritos literarios del autor de Terra Nostra, y a todas sus contribuciones a la lucha que libran los pueblos del mundo en pro de la democracia y de la justicia social. Bástenos decir que no se ha alejado un solo paso del proyecto que se forjó desde sus años juveniles. Los universitarios poblanos tenemos una deuda de honor con el autor de Cambio de piel quien, aparte de respaldar al movimiento universitario a través de su pluma, participó en múltiples foros organizados con el objeto de evitar que nuestra institución fuese aplastada por los grupos conservadores. Como es del conocimiento público, el Consejo Universitario de la Bemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) decidió otorgarle, este día, el doctorado Honoris Causa, como un reconocimiento a las aportaciones que ha hecho a las letras de nuestro país, y a su contribución decisiva en el terreno de las libertades políticas y sociales. (Humberto Sotelo Mendoza) Puebla de Zaragoza 12 de febrero 2003
Puebla de los Ángeles vs. Puebla de Zaragoza Por Carlos Fuentes
n siglo después de la victoria liberal de Calpulalpan, un siglo después de que el clero y la minoría conservadora prepararon la invasión francesa y ofrecieron la corona imperial a Maximiliano, cincuenta años después de iniciada la revolución mexicana, 44 años después de haber sido promulgada una Constitución que establece el carácter liberal y científico de la educación, la más vieja querella de México la disputa entre liberales y conservadores vuelve a librarse en la ciudad de Puebla. Un conflicto interno universitario ha rebasado su marco original para convertirse en el ensayo general de los conservadores mexicanos contra cualquier intento de mejoramiento, económico y progreso cultural del pueblo mexicano. Los estudiantes de la Universidad Autónoma de Puebla, miembros de una nueva generación consciente de que su deber no consiste ya en prestar homenaje verbal a las conquistas revolucionarias de México, sino en hacerlas efectivas, plantearon desde el mes de abril la necesidad de cumplir dentro de su casa de estudios los requisitos de una educación universitaria moderna. Honradez contra los malos manejos del rector Armando Guerra y sus amigos. Objetividad científica contra la paulatina conversión de la Universidad de Puebla en una cátedra dogmática de la extrema derecha. Contra estos hechos la deshonestidad administrativa y la enseñanza confesional se levantaron, mayoritariamente, los estudiantes universitarios de Puebla. Habían contemplado la formación de un "Consejo de Honor" autofacultado para nombrar y remover rectores, e integrado por miembros o adictos del Partido de Acción Nacional, la Unión Nacional Sinarquista, el Frente Universitario Anticomunista y los Caballeros de Colón. Habían asistido al nombramiento, por el llamado "Consejo de Honor", de directores de facultades afiliados a esos grupos de extrema derecha. Habían sido testigos del hostigamiento de los maestros liberales por miembros del Frente Universitario Anticomunista, introducidos como "estudiantes" en las clases de esos maestros a fin de faltarles sistemáticamente al respeto y obligarlos a renunciar. Habían padecido la sustitución de los maestros liberales por miembros del FUA y profesores religiosos dedicados a denigrar la obra de Juárez y conducir una campaña contra la vigencia del artículo 3º constitucional. Habían soportado la integración de un Consejo Universitario ultra-conservador, la reprobación sistemática en los exámenes de los estudiantes liberales, para impedirles formar parte del Consejo, y las actividades terroristas de los bien pagados miembros del fua dentro de la Universidad. Habían escuchado, de labios de un "consejero universitario", la proposición de sentar a los estudiantes en las aulas en grupos divididos de acuerdo con su posición económica. La mayoría estudiantil, al desconocer al rector Guerra y elegir al rector Glockner, sólo restituía a la Universidad de Puebla los principios legales de la vigencia del artículo 3º, la libertad de cátedra, la autonomía estudiantil y la honradez administrativa. Lo pretendieron, y lo lograron. Pero las fuerzas arrojadas por los estudiantes de la Universidad no estaban dispuestas a perder ese frente. Es bien conocida la actitud de rebeldía ilegal asumida por las "fuerzas vivas" poblanas. El movimiento de depuración y libertad universitario fue calificado de "comunista" y los industriales y comerciantes de Puebla declararon que no pagarían impuestos y que cerrarían sus comercios. Los estudiantes, dirigidos por el Comité Estudiantil Poblano, no se dejaron amedrentar. Su lucha por los más claros e invulnerables principios de la vida universitaria siguió adelante. Ya los industriales y comerciantes habían tratado de convertir el conflicto universitario en un conflicto social más amplio. Ahora, se decidió jugar la última carta: convertirlo en un conflicto religioso. La jerarquía eclesiástica de Puebla intervino para plantear la disyuntiva: con el cristianismo representado por las "fuerzas vivas", el exrector Guerra y los profesores derechistas, o con el comunismo representado por los estudiantes y los profesores liberales. A través de una carta pastoral del arzobispo de Puebla, desde el púlpito diariamente, en los colegios confesionales privados, con magnavoces y volantes, proclamas e inserciones pagadas, en la ciudad de Puebla y en los pueblos aledaños, la jerarquía eclesiástica, en estos momentos, azuza a los fieles, los cita a concentraciones públicas y define claramente el objetivo inmediato: tomar de nuevo la Universidad de Puebla, reducto del "comunismo", y devolverla a sus legítimas autoridades: la UNS, el PAN, el FUA, los industriales y los comerciantes.
¿Qué hay detrás de los hechos? Indudablemente, el ensayo general de la derecha mexicana, destinado a medir la cantidad y el poder de sus propias fuerzas contra las de los movimientos liberales y progresistas y, aún, contra las del Gobierno. El manifiesto lanzado el 28 de mayo en Puebla por la UNS no puede ser más explícito. "El problema universitario de Puebla dicen los sinarquistas no es un conflicto interno; tan no lo es, que los vándalos no tan sólo pretenden destruir toda autoridad, sino que haciendo acopio de blasfemia, han injuriado abiertamente y en actitud de reto a toda una sociedad cristiana, insultando a la Santa Iglesia y a sus prelados". Dice más adelante el manifiesto sinarquista: "Un gobierno que da muestras de impotencia, que es irresponsable y que desatiende su función de gestor del bien común, es un gobierno que no merece subsistir". Es un secreto a voces en Puebla que estos elementos han hecho acopio de armas en varios pueblos cercanos y que por ello no es una mera baladronada que proclamen: "... Aquí estamos los sinarquistas dispuestos a unir nuestros brazos y nuestro corazón a los de todos los patriotas que sincera y decididamente quieren el bien de México. Vamos levantando la cara todos y démonos cuenta que la crisis actual no se remedia con lamentos sino con actos generosos que nos lleven a defender las esencias vitales de cristiandad de nuestro mundo occidental". Las fuerzas están formadas. De un lado, están los estudiantes, los profesores y los profesionistas liberales de Puebla. Frente a ellos, la organización poderosa de la industria, la banca, el comercio, los sinarquistas, el PAN, el Frente Universitario Anticomunista sostenido por la embajada de los eu, y el clero. En el centro, como siempre , un gobierno que quisiera lavarse las manos y dejar que los problemas se resolvieran solos. Pero esta vez, lejos de contentarse con el escudo de la "iniciativa privada", las fuerzas conservadoras se han descarado y han puesto al frente de la batalla a los sinarquistas y al clero. ¿Tolerará el Gobierno el reto abierto de las fuerzas históricas combatidas por la Independencia, la Reforma y la Revolución? ¿Reconocerá, por fin, que los eternos enemigos de México siguen en pie, dispuestos a vengarse de sus derrotas históricas? ¿Se dará cuenta de que Iturbide y Gutiérrez Estrada, Labastida y Miramón, Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet no son fantasmas ni han sido liquidados, por más que hoy se disfracen con las togas de la "iniciativa privada" y "la civilización occidental"? La Puebla de los Ángeles está combatiendo contra la Puebla de Zaragoza. Desde las azoteas del viejo edificio de la Universidad, una guardia permanente de jóvenes apasionados por la justicia y la libertad de su casa de estudios y del pueblo al que pertenecen, vigilan sin cesar. Ellos no permitirán, su libertad de cátedra y su honradez les sean arrebatados. Abajo, detrás de los muros de las iglesias, en los despachos de los bancos, en las oficinas de las industrias, otros hombres, no menos decididos que los estudiantes, se disponen, nuevamente, a plantear la eterna lucha entre la minoría de los privilegiados y la mayoría de los que, para ellos, no cuentan. Su arma de defensa, disensión y engaño Puebla lo demuestra volverá a ser la Iglesia: Cristo deberá defender el agio, Cristo deberá defender las utilidades, Cristo deberá defender el dinero atesorado en los bancos. ¿Registrarán los heroicos estudiantes de Puebla de Zaragoza el embate combinado de las fuerzas más poderosas y mejor organizadas de México? Sí, resistirán hasta el fin. Pero, ¡cuánto más segura sería su lucha si detrás de ellos, estuviera una gran organización popular mexicana, capaz de alertar a toda la nación contra el peligro de esta nueva insurrección de las mismas fuerzas que asesinaron a Hidalgo, coronaron a Maximiliano y sacrificaron a Madero! Llamamiento del Movimientode Liberación Nacional
a lucha del pueblo mexicano por su libertad y su bienestar dista mucho de haber concluido. Ahora es más urgente que nunca llevarla adelante. Con base en los compromisos contraídos solemnemente por los dos mil mexicanos que en representación de un gran número de compatriotas asistieron a la Confederación Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, celebrada en México en el mes de marzo último, hemos resuelto constituir el Movimiento de Liberación Nacional. En ejercicio de un irrenunciable derecho ciudadano, creamos este indispensable instrumento de acción y unidad de las fuerzas democráticas, que en poco tiempo tendrá alcance verdaderamente nacional. Los motivos y las metas de nuestro esfuerzo son claros y patrióticos. Defendemos la soberanía nacional y luchamos por nuestra emancipación del imperialismo; por que México mantenga con firmeza los principios de autodeterminación y no intervención; por que rechace resueltamente todo lo que pueda comprometer nuestra integridad.
Estamos con todos los ciudadanos que defienden las garantías individuales y sociales que la Constitución consagra. Estamos con los presos políticos, cuyo único crimen ha sido expresar sus convicciones y defender a los trabajadores; pedimos su libertad y la derogación del delito de disolución social. Estamos con los obreros que pugnan por convertir en realidad la autonomía sindical, por liberarse del dominio de dirigentes impuestos y venales, de líderes que trafican con sus intereses y roban sus cuotas; por ejercer el derecho de huelga sin ilícitas declaraciones de inexistencia y otorgarse un régimen sindical honesto y comprometido únicamente con las aspiraciones de la clase obrera. Estamos con los campesinos que luchan por una reforma agraria que mejore rápidamente su nivel de vida, elimine a los voraces intermediarios, restituya a los ejidos las tierras usufructuadas por grupos privilegiados de neolatifundistas y asegure a los campesinos semillas, abono, maquinaria, crédito honradamente administrado, escuela, habitación decorosa, asistencia médica y garantía en los precios de producción y consumo. Sostenemos, con ellos, que sólo una reforma agraria integral, a fondo, que se realice sin temor a herir los interese creados en el campo, puede llevar el bienestar a la masa rural y permitir el verdadero desarrollo industrial de México.
Estamos con todos los grupos indígenas que luchan por la restitución de sus tierras, por la igualdad efectiva de sus derechos con el resto de los mexicanos, por su mejoría integral y por su elevación cultural. Estamos con los jóvenes de México, para que gocen de enseñanza gratuita en todos los grados, para que tengan derecho al trabajo y a la tierra, para que participen en la vida cívica y política del país, para que la juventud se desarrolle espiritual y materialmente en un clima de libertad. Estamos con todos los universitarios que defienden la libertad de cátedra conquistada a través de luchas enérgicas y defendemos la libertad de expresión de acuerdo con los principios consagrados en la Constitución. Es un derecho y un deber de los universitarios servir al pueblo de México, estudiar sus problemas, proponer soluciones y solidarizarse con todos los pueblos del mundo que luchan por su libertad. Estamos con los empleados del Gobierno, de la banca, de la industria y del comercio, que aspiran a ejercer sin restricciones su derecho a organizarse, a crear y mantener sindicatos que defiendan con lealtad sus intereses.
Estamos con los industriales nacionalistas que claman por que la industria mexicana sea genuina y realmente mexicana y no un mero apéndice y una fuente de grandes ganancias de los consorcios internacionales. Estamos con todo el pueblo para que todo el pueblo disfrute de los recursos naturales que se hallan en poder de monopolios extranjeros y minorías del país, y para que todo el pueblo sea el beneficiario de una industrialización que aproveche racionalmente las grandes riquezas dormidas de México. Estamos con todos los patriotas, con los que desean legar a sus hijos una nación libre y próspera, dueña de sus riquezas y del fruto de su trabajo. Sostenemos, por ello, que es inaplazable proteger al país frente a las inversiones extranjeras que año con año retiran enormes ganancias y empobrecen a los mexicanos. Sostenemos, por ello, que es necesario impedir que esas inversiones penetren en la industria petroquímica. Sostenemos la necesidad de una política comercial que tienda a la diversificación inmediata de productos y mercados. Sostenemos que todos nuestros recursos bosques y minas, tierras, aguas, costas e industrias deben estar en manos de mexicanos, y producir al máximo sólo en beneficio de los mexicanos. Ningún mexicano puede permanecer indiferente ante los graves problemas del país. Por eso luchamos. Luchamos contigo, campesino, para que obtengas tierra si no la tienes o te sea devuelta si te fue arrebatada. Luchamos contigo para que tu tierra produzca más, para que puedas tener un par de zapatos, una habitación decente para tu familia, precios seguros para tus cosechas y una escuela para tus hijos.
Luchamos contigo, obrero, para que conquistes la democracia sindical y líderes auténticos defiendan tus intereses, para que obtengas mejores condiciones de trabajo que garanticen a tus hijos una vida mejor. Luchamos contigo, maestro, para que mejores tus condiciones de vida y encauces a los niños hacia una conciencia patriótica y un porvenir para México. Luchamos contigo, estudiante, para que conozcas los problemas de tu patria y alcances las técnicas y la sabiduría del único profesionista libre: el que resuelve, con la máxima eficacia, los problemas reales del pueblo. Este es, sin cortapisas, tu privilegio y tu obligación. Luchamos contigo, intelectual para que estudies los grandes problemas de tu pueblo y contribuyas a su solución; y contigo, artista, para que te expreses en un clima de libertad y de respeto. Luchamos, todos juntos, pacífica pero tenazmente, porque estamos seguros de que los graves problemas del pueblo mexicano ya no se pueden aplazar. Luchamos, todos juntos, seguros de que en la organización patriótica y en la estrecha unidad de las fuerzas mayoritarias de México está la clave para exigir y aplicar democráticamente las soluciones que la miseria, la enfermedad y el analfabetismo, pero también la esperanza de nuestro pueblo, reclaman.
Luchamos en un momento de la mayor gravedad, en un momento en que las minorías ricas y conservadoras de México se vuelven cada vez más agresivas contra la vida institucional del país, en su vano intento de frustrar las conquistas sociales e impedir la lucha de nuestro pueblo por su liberación definitiva. La derrota del imperialismo norteamericano en Cuba ha provocado el desconcierto, el temor y la ira de los agresores y de quienes los defienden. La triunfante Revolución Cubana, hoy más fuerte que nunca, ha devuelto a Latinoamérica la dignidad, la confianza y la fe inquebrantable en su destino. Los grupos que en cada una de las luchas decisivas de la historia de México han defendido los intereses, los privilegios y los abusos de una minoría, están actuando abiertamente otra vez. Si ayer esos grupos fueron los aliados de la Corona española, de los invasores franceses y de las expediciones punitivas yanquis, hoy son los aliados del gobierno norteamericano y de las compañías extranjeras. Pero también han encontrado un aliado en las rectificaciones, titubeos y claudicaciones en la política de los últimos gobiernos. La opresión de los Estados Unidos sobre México está a la vista. El imperialismo norteamericano obtiene su riqueza del dominio de los productos metales, algodón, café, azúcar que nosotros vendemos barato y que producen nuestros mineros, campesinos y obreros mal pagados. Para defender su riqueza alientan a los grupos nacionales que comparten las ganancias con ellos. Las pretensiones de esos grupos reaccionarios son cada vez más desmedidas e ilegítimas. Frente a quienes aconsejan el uso de la violencia contra movimientos patrióticos que expresan legítimas inquietudes y demandas del pueblo, creemos que lo único procedente, constructivo y eficaz es satisfacer esas justas demandas populares.
Frente a quienes sostienen que la unidad nacional y la colaboración incondicional de todos los mexicanos con el Gobierno son indispensables para sortear la crisis y defender la soberanía nacional, nosotros estamos convencidos de que sólo una lucha enérgica e intransigente de todas las fuerzas democráticas contra los enemigos de la nación podrá garantizar el progreso social y la plena independencia económica y política de nuestra patria. México no se ha forjado al margen de la lucha, sino en medio de la lucha. La independencia no se conquistó contemporizando con la metrópoli española, sino mediante la insurgencia revolucionaria. La Reforma no fue el resultado de la alianza entre los liberales y los conservadores, sino el triunfo aplastante de los hombres de Juárez sobre los hombres de Maximiliano. La Revolución no se abrió paso transigiendo con sus enemigos, sino en una lucha a muerte con ellos. Campesinos, obreros, maestros, estudiantes, intelectuales: Nuestra tarea es muy grande. Los peligros y obstáculos que habremos de encontrar son numerosos. Con la participación de todos los sectores democráticos confiamos firmemente en las posibilidades de triunfo. La Conferencia Latinoamericana demostró lo que pueden hacer las fuerzas populares, democráticas y progresistas del país si luchan juntas para lograr objetivos concretos y bien delimitados. Ahora es preciso seguir adelante, mejorar la organización, sistematizar el trabajo, adelantar la participación y estimular la iniciativa de las grandes mayorías de México y conjugar con más eficacia nuestros esfuerzos.
Llamamos a todos los sectores democráticos a cerrar filas, a sumar sus fuerzas, a superar las diferencias que obstaculicen la acción común, a participar en una lucha diaria, amplia y democrática en bien de México. Las perspectivas son alentadoras; pero sólo trabajando con entusiasmo, con responsabilidad, con espíritu de sacrificio, y sin descanso, podremos convertir en realidad las exigencias del pueblo de México: Plena
vigencia de la Constitución. Por el Comité Nacional: Alonso Aguilar M., Ignacio Aguirre, Clementina B. de Bassols, Narciso Bassols Batalla, Martha Bórquez, Enrique Cabrera, Guillermo Calderón, Cuauhtémoc Cárdenas, Jorge Carrión, Fernando Carmona, Heberto Castillo, José Chávez Morado, Carlos Fuentes, Ignacio García Téllez, Enrique González Pedrero, Elí de Gortari, Mario H. Hernández, Jacinto López, Francisco López Cámara, Braulio Maldonado, Manuel Marcué Pardiñas, Guillermo Montaño, Arturo Orona, Rafael Ruiz Harrel, Carlos Sánchez Cárdenas, José Siurob, Manuel Terrazas, Manuel Mesa A.
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