Año 8, número 4
H. Puebla de Zaragoza a 24 de febrero de 2005

José Ingenieros, en la
Reforma Universitaria Latinoamericana

F. Humberto Sotelo Mendoza

Bases filosóficas de la Reforma Universitaria

José Ingenieros. 1899, en la época de su egreso de la Facultad de Medicina.
C

omo es del conocimiento público, en 1918 estalló en Córdoba, Argentina, un movimiento universitario de gran relevancia para todo el hemisferio latinoamericano, el cual condujo a la conquista de la autonomía universitaria.

El 21 de junio de ese año, se publicó el célebre "Manifiesto de Córdoba", que llevaba como título: "La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica", que decía, entre otras cosas:

"Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo xx, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana(…) La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo.

Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y —lo que es peor aún— el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático. Cuando en un rapto fugaz abre sus puertas a los altos espíritus es para arrepentirse luego y hacerles imposible la vida en su recinto. Por eso es que, dentro de semejante régimen, las fuerzas naturales llevan a mediocrizar (sic) la enseñanza, y el ensanchamiento vital de organismos universitarios no es el fruto del desarrollo orgánico, sino el aliento de la periodicidad revolucionaria (...) Nuestro régimen universitario —aún el más reciente— es anacrónico. Está fundado sobre una especie de derecho divino; el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere. Mantiene un alejamiento olímpico. La federación universitaria de Córdoba se alza para luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida. Reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes. El concepto de autoridad que corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios no puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la substancia (sic) misma de los estudios. La autoridad, en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando(...)Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y por consiguiente infecunda. Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden. Fundar la garantía de una paz fecunda en el artículo conminatorio de un reglamento o de un estatuto es, en todo caso, amparar un régimen cuartelario, pero no una labor de ciencia. Mantener la actual relación de gobernantes a gobernados es agitar el fermento de futuros trastornos. Las almas de los jóvenes deben ser movidas por fuerzas espirituales.

Los gastados resortes de la autoridad que emana de la fuerza no se avienen con lo que reclaman el sentimiento y el concepto moderno de las universidades. El chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes.

La única actitud silenciosa, que cabe en un instituto de ciencia es la del que escucha una verdad o la del que experimenta para crearla o comprobarla (…)Por eso queremos arrancar de raíz en el organismo universitario el arcaico y bárbaro concepto de autoridad que en estas casas de estudio es un baluarte de absurda tiranía y sólo sirve para proteger criminalmente la falsa dignidad y la falsa competencia. Ahora advertimos que la reciente reforma, sinceramente liberal, aportada a la Universidad de Córdoba por el doctor José Nicolás Matienzo no ha inaugurado una democracia universitaria; ha sancionado el predominio de una casta de profesores. Los intereses creados en torno de los mediocres han encontrado en ella un inesperado apoyo. Se nos acusa ahora de insurrectos en nombre de un orden que no discutimos, pero que nada tiene que hacer con nosotros. Si ello es así, si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho a la insurrección. Entonces la única puerta que nos queda abierta a la esperanza es el destino heroico de la juventud. El sacrificio es nuestro mejor estímulo; la redención espiritual de las juventudes americanas nuestra única recompensa, pues sabemos que nuestras verdades lo son —y dolorosas— de todo el continente." 1

Alejandro Gómez Arias quien fue presidente del Comité de Huelga durante el movimiento estudiantil de 1929, en una arenga pública al lado del candidato presidencial don José Vasconcelos. Un anhelo de libertad, los años y los días de la autonomía univer-sitaria, unam, 1978.

Le pedimos disculpas al lector por transcribir unos párrafos tan largos, pero pensamos que ello se tornaba necesario para ilustrar los conceptos que abordaremos a continuación.

Casi todo mundo, en mayor o menor medida, ha oído hablar acerca del Manifiesto citado y, sobre todo, de la reforma universitaria que trajo consigo, pero no podemos decir lo mismo del sustrato filosófico en que abrevaron los autores de dicho documento, uno de los cuales fue el estudiante Deodoro Roca (1890-1942), sin duda una de las personalidades culturales más interesantes de Argentina, quien, lamentablemente es muy poco conocido en la actualidad, incluyendo en su propio país 2. No nos detendremos en éste, ya que el objeto que perseguimos, reitero, es investigar acerca de las bases filosóficas del movimiento de Córdoba. Pareciera, al respecto, haber consenso acerca de que en éste influyeron de manera decisiva pensadores como José Ortega y Gasset, e intelectuales latinoamericanos como José Enrique Rodó y José Ingenieros. Este último, sobre todo a través de su libro El Hombre Mediocre (1913), ejerció una influencia preponderante en la reforma de Córdoba, y en general en el pensamiento latinoamericano de la primera mitad del siglo pasado.

Antes de hacer referencia al contenido de esa obra, mencionaremos algunos datos biográficos de Ingenieros. Éste nació en Palermo, Italia, en 1877, pero sus padres se trasladaron primero a Uruguay y después a Argentina. En Buenos Aires cursó los estudios primarios y hacia 1888 comenzó el bachillerato en el Colegio Nacional de dicha ciudad. En 1894 decide participar en el Centro Socialista Universitario, escribiendo un año después su primera obra teórica significativa: "¿Qué es el socialismo?" 3

Hacia esos años Argentina, después de haber vivido un gran esplendor económico, comienza a enfrentarse a una gran crisis que estalla en 1890. Escribe al respecto Oscar Terán: "Los empréstitos que inundaron el país en el decenio precedente provocaron una serie de distorsiones financieras que habrían de estallar agudamente en 1890. Ya hacia mediados de la década del 80 se habían percibido ciertos efectos de una veloz carrera especulativa, en la cual el gobierno argentino estaba en el vértice de un torbellino financiero. La enorme valorización de la tierra y el proceso inflacionario amasaban rápidas fortunas, con su corte de negociados y de consumo ostentoso (…). El descontento social promovido por estas circunstancias conformará el clima en cuyo marco se intentará, en julio de 1890, un fracasado alzamiento militar. Pero de todos modos, la crisis del 90 y la reacción que produjo marcaron profundamente toda la década. No es casual que, bajo tales circunstancias, hayan surgido una veintena de organizaciones obreras, quienes protagonizaron varias huelgas, y que hacia mediados de la década del 90 se constituya formalmente el Partido Socialista Obrero Internacional, luego denominado Partido Socialista Obrero Argentino, cuyo primer presidente fue Juan B. Justo y su primer secretario el joven José Ingenieros." 4

Disturbios en la Universidad de Morelia, 2 de octubre de1966.

Se trata, pues, de una época de profunda crisis que conduce a Ingenieros —y a no pocos jóvenes de su generación— a abrazar los ideales del socialismo. Sin embargo su encuentro con esta doctrina se produce a través de una "lectura moral", más que social. Si bien la "cuestión social" está presente en sus primeros escritos, lo cierto es que nuestro personaje se enfrenta a la misma desde una perspectiva teórica impregnada de las corrientes románticas, simbolistas y espiritualistas que aún ejercían una gran influencia en el pensamiento latinoamericano de finales del siglo xix 5. Todas estas corrientes conllevaban, reiteramos, una "lectura moralista" de la realidad social. Aquí, por cuestiones de espacio y de método en la investigación no podemos ahondar en dicha problemática: baste subrayar que el Ingenieros de esa etapa se caracteriza por un profundo idealismo, que marcará para siempre su obra posterior, aunque, desde luego, con profundos matices. Hacia 1899 Ingenieros abandona su militancia en el Partido Socialista, y luego, en 1902, su afiliación al mismo. Por esos años ocupan poderosamente su atención las ciencias criminalísticas, compenetrándose en el estudio de la obra de Lombroso. En 1900 ocupa el cargo de jefe de clínica en el Servicio de Observación de Alienados de la policía de Buenos Aires, y en 1907 dirigirá el Instituto de Criminología, anexo a la Penitenciaría Nacional. En 1911, el poder ejecutivo veta su nombramiento como catedrático de la facultad de medicina de Buenos Aires, hecho que le lleva a romper con la cultura argentina oficial, y a tomar el camino del auto exilio, en Europa, en donde permanece alrededor de tres años. En este periodo se produce "un vuelco en el alma" de Ingenieros: "Estoy —le escribe a su amigo Monteavaro—en el camino de Damasco. Atravieso por una crisis de idealismo romántico cuyo desenlace para mi personalidad intelectual no sé prever" 6. Tal "crisis" lo lleva a enarbolar un proyecto filosófico en el que convergen varias vertientes, en particular un exacerbado individualismo aristocratizante —resultado de su compenetración con autores como Nietzsche y Stirner— combinado con un notable énfasis moralista que no se restringe, empero, al terreno individual, sino extiende su horizonte al terreno social. Es esta etapa cuando escribe —en 1913— El Hombre Mediocre, libro en el que abraza el ideal nietzscheano del hombre superior, pero sin las connotaciones supraelitistas del filósofo alemán. Ahí encontramos la siguiente tesis: "el hombre mediocre" permanece atado a los hábitos colectivos, en contraste con " el hombre superior", quien se caracteriza por la "imaginación creadora". Mientras que el primero se distingue por su "incapacidad de ideales", el segundo sobresale por su "idealismo", y por su deseo de "emanciparse del rebaño". La edad de aquél es la "juventud" y la de éste la "vejez", categorías que desde luego no tienen nada que ver con la esfera biológica, sino más bien espiritual. El patrimonio del "hombre superior" es el saber y la "conducta moral que desdeña toda materialidad".

En la Cámara de Diputados el presidente de la FEP Francisco Arellano y el diputado federal Alfredo Toxqui inmediatamente después de aprobada la Ley, 22 de noviembre de 1956. Foto tomada de El movimiento estudiantil poblano (1952-1957) de Karmele Azcué Bilbao.

Nos encontramos, pues, ante una visión muy cercana a Nietzsche, pero a la vez muy lejana: a diferencia de éste, Ingenieros rechaza enérgica-mente el concepto de "minoría ilustrada", en oposición a una "masa amorfa", "carente de ideales o de afán de superación".

Por el contrario, piensa que el deber de los grandes hombres es el de contribuir a que las masas se liberen de su mediocridad, de su atraso cultural y espiritual. Es aquí donde las ideas de Ingenieros se entroncan con los ideales de la Reforma Universitaria. "La educación superior —escribe—no debe verse como un privilegio para crear diferencias a favor de pocos elegidos, sino como un instrumento colectivo más apropiado para aumentar la capacidad humana frente a la naturaleza, contribuyendo al bienestar de todos los hombres" 7.

Las universidades, sostiene, deben abandonar su enclaustramiento y "extenderse" hacia la sociedad, con el objeto de "elevar la cultura hacia todo el pueblo". Para ello habrá que "implementar una reforma tanto en su gobierno cuanto en su estructura académica".

No es de ningún modo casual que El Hombre Mediocre se haya convertido en el sustento filosófico de la Reforma Universitaria de Córdoba. Tal como escribe Arturo A. Roig, "este libro en su esencia es una crítica al profesorado universitario de la época"; y agrega: "es interesante conocer completo el título que Ingenieros le puso en su tercera edición, de 1917, un año justamente antes de la explosión estudiantil cordobesa, que es de por sí, ‘un manifiesto’: El hombre mediocre; ensayo moral sobre la mediocridad humana como causa de rutina, hipocresía y domesticidad en las sociedades contemporáneas, con útiles reflexiones de idealismo experimental para que los jóvenes puedan evitarla educando libremente su ingenio, su virtud y su dignidad" 8.

Un año antes del estallido de la Reforma Universitaria de Córdoba, Ingenieros publica un ensayo intitulado "La Universidad del porvenir", en el que plantea: " ‘El nuevo ideal’ se manifiesta como tendencia a aumentar la función de la cultura, que no debe considerarse como un lujo para entretener ociosos, sino como un instrumento capaz de aumentar el bienestar de los hombre sobre el planeta que habitan. Mientras la enseñanza superior fue un monopolio reservado a las clases privilegiadas, se explicaba que las universidades viviesen enclaustradas y ajenas al ritmo de los problemas vitales que mantenían en perpetua inquietud a la sociedad; las ciencias estaban reservadas a pocos especialistas. La cuestión, en nuestros días, tiende a cambiar sustancialmente; las universidades comienzan a preocuparse de los asuntos de más trascendencia social, y las ciencias se conciben como instrumentos aplicables al perfeccionamiento de las diversas técnicas necesarias a la vida de los pueblos" 9.

No es de extrañar, pues, que las ideas de José Ingenieros hayan ejercido una influencia decisiva en la Reforma Universitaria de Córdoba, y en general en los movimientos universitarios que se suscitan en todo el hemisferio latinoamericano en las primeras décadas del siglo pasado, incluyendo, desde luego, al movimiento que tiene lugar en México en 1929, que conduce a la conquista de la autonomía universitaria de la Universidad de México.

Presencia de José Ingenieros
en la Reforma Universitaria de la uap

Dirigentes nicolaitas expresan ante el Gobernador Rafael Ávila Camacho su solidaridad con la lucha por la Autonomía Universitaria en Puebla. Septiembre de 1956. Foto tomada de El movimiento estudiantil poblano (1952-1957) de Karmele Azcué Bilbao.
C

omo es del conocimiento público, en 1961 estalla en la Universidad Autónoma de Puebla (uap), un movimiento que se propone erradicar el control que ejercían sobre la institución el gobierno estatal y los grupos más reaccionarios de la entidad, en contrapunto al afán de modernizar la universidad, acoplándola a las exigencias de los tiempos. En una carta a la opinión pública, el dirigente estudiantil Enrique Cabrera Barroso escribía: "Es necesario que comprenda la sociedad poblana, y especialmente nuestras autoridades locales, que vivimos en la segunda mitad del siglo xx; que nuestra universidad, con su organización y elementos actuales, no puede responder a las tremendas exigencias del avance científico y técnico de la humanidad. En esta época de vertiginosa renovación en todos los campos y disciplinas científicas, nuestra universidad no puede seguir en sus actuales circunstancias, porque si lo permitimos, estamos traicionando el progreso, la juventud, la nueva vida, el espíritu máximo de la nobleza y la luz que ilumina caminos de la humanidad" 10.

¿Observa el lector el eco del pensamiento de Ingenieros? No se requiere de un gran despliegue de imaginación para ver que vocablos como "juventud", "progreso" y expresiones como "nueva vida", "espíritu máximo de la nobleza" y "la luz que ilumina caminos de la humanidad" provienen de El Hombre Mediocre.

Sin duda Cabrera y la mayoría de los líderes universitarios de esa época abrevaron en la obra de ese pensador. Su prosa inflamada de idealismo y de llamado a la "regeneración moral e intelectual" fue un poderoso acicate que los llevó a impulsar la reforma universitaria.

Esa misma prosa la encontramos en hombres como Julio Glockner y Manuel Lara y Parra —el primero fue rector provisional en el año de 1961 y el segundo lo fue en el periodo 1963-1965— quienes desempeñaron un papel de suma importancia en la citada reforma.

Cierto: el contexto político social en que se desenvolvió la lucha de los universitarios poblanos era muy distinto al que imperaba en la época del estallido de Córdoba. Mientras que éste surgió al calor de la Primera Guerra Mundial, aquél lo hizo en víspera de la Guerra Fría, y casi en contrapunto a la Revolución Cubana, cuyo mensaje antiimperialista permeó de manera notable a los estudiantes poblanos.

Manuel Gomez Morín (rector de la UNAM en 1934) defendió firmemente la Autonomía Universitaria, frente al intento del gobierno de imponer la educación socialista.

Sin embargo, tal como escribe Alfonso Yáñez Delgado, "no obstante el tiempo y el espacio que separan al movimiento de Córdoba y al que surgió en la Universidad Autónoma de Puebla, a finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta, los ecos de aquél resonaron en los recintos del edificio Carolino y en las calles de Puebla" 11.

Del mismo modo, así como el movimiento universitario de Córdoba despertó la animadversión de los sectores más conservadores de Argentina, también el movimiento de los universitarios poblanos suscitó la indignación de las "fuerzas vivas", quienes vieron en el mismo una amenaza para sus intereses ideológicos, económicos y políticos, llevándolas a desatar una feroz ofensiva —con el respaldo del gobierno estatal— contra la institución.

Empero, lejos de desalentarse los universitarios poblanos frente a esa situación, por el contrario redoblaron sus esfuerzos por transformar la institución, concientes de que estaba en juego su futuro como profesionistas y como ciudadanos. Sin duda tenían presentes aquellas palabras que escribió José Ingenieros en El Hombre Mediocre: "Todo porvenir es obra de los que no tienen complicidad con el pasado (…) Es ventura sin par la de ser jóvenes en momentos que serán memorables para la historia. Las grandes crisis ofrecen oportunidades múltiples, pues inician en la humanidad una fervorosa ética, ideológica e institucional. Una nueva conciencia histórica deviene en el mundo y trasmuta los valores tradicionales de la Justicia, el Derecho y la Cultura. Intérpretes de ella, los que entran a la vida siembran fuerzas morales generadoras del porvenir, desafiando el recrudecer de las resistencias inmortales que apuntalan el pasado" 12.
 

En memoria de
Felipe Carrillo Puerto*
José Ingenieros

(Nota: José Ingenieros era un pensador muy admirado por los políticos e intelectuales más avanzados de nuestro hemisferio y de nuestro país, ya que sus ideas les permitían aclarar no pocos aspectos y cuestiones de los desafíos que enfrentaban en sus respectivos países. En los años turbulentos que siguieron a la Revolución de 1910, Felipe Carrillo Puerto —que habría de convertirse en gobernador de Yucatán en 1921— sostuvo una amplia relación epistolar con el autor de El Hombre Mediocre, quien en todo momento reconoció la nobleza y los alcances del proyecto de aquél. En este lugar publicaremos unos fragmentos del ensayo "En memoria de Felipe Carrillo", publicado por Ingenieros en homenaje a quien consideró el primer apóstol del socialismo en América Latina).
S

encillamente, sin filosofía y sin literatura, como lo habría deseado Felipe Carrillo, apóstol y mártir de la justicia social, quiero asociar mi nombre a la memoria del que fue gobernador constitucional del estado de Yucatán y primer mandatario socialista llevado al poder por un pueblo de nuestra América Latina. Su misma humildad me impone el deber de este homenaje, pues si tuve la dicha de ser su amigo y confidente epistolar en horas de noble inquietud para él, justo es que ahora arrime una piedra para el monumento que en breve le erigirá –no lo dudo- el pueblo entero de México. Es una fatalidad demasiado humana que todos los apóstoles de algún ideal sean fusilados por sus contemporáneos, cuando por el plomo o el puñal, por la maledicencia o la calumnia; y es su justa recompensa la gloria póstuma, que a veces tarda, pero siempre llega, cuando el recuerdo de las virtudes se sobrepone al rencor de los que por ellas se sintieron más heridos (…)

A principios del año 1921 recibí de México una carta de firma desconocida. Entre tantas, éstas me llamó particularmente la atención por su fervoroso idealismo y por la sencillez simpática de sus conceptos; era de un hombre bueno y soñador, apasionado por la justicia social, militante en las filas avanzadas de la Revolución Mexicana, que en esos momentos adquiría un contenido renovador con el gobierno del general Obregón. Su autor había leído, en diarios de México, algunos escritos míos (…) Le contesté sin demora, en términos cordiales, encareciéndole me favoreciese con informaciones amplias sobre el contenido social de la Revolución Mexicana. Así quedó establecida mi amistad epistolar con Felipe Carrillo Puerto, mucho antes de que la política lo elevara al cargo de gobernador del estado de Yucatán(…) Con una simplicidad digna de los primeros apóstoles cristianos hablaba Carrillo, en sus cartas, de política social; tenía la visión clara de los males y de los remedios, adecuada al campo de experiencia que el destino podía poner a su alcance en un momento dado (…).

Releyendo las cartas de Carrillo(…) se llega a la conclusión forzosa de que su labor representa el primer ensayo de gobierno socialista en la América Latina (…) Por mi parte, requerido mi consejo por Carrillo, recuerdo haberle recomendado que, aun manteniendo la más completa solidaridad moral con la Revolución rusa, no convenía adherir a la Tercera Internacional ni ligarse al Partido Comunista, aunque descartando toda vinculación con la Segunda Internacional y con los socialistas amarillos que servían a los intereses de las potencias aliadas, esencialmente reaccionarios en esa época(…).

Felipe Carrillo Puerto gobernador de Yucatán en 1921. Foto: Diccionario Enciclopédico de México de Humberto Musacchio,Editor Andrés León, p. 301

Desde el primer momento gozó del más alto concepto moral en todo México. Excelentes referencias de su gobierno me dio José Vasconcelos, en su breve estancia de 1922 en Buenos Aires(…) Debo aclarar, sin ambages, que mi amistad con Carrillo fue un factor decisivo de los conceptos de simpatía política por la Revolución Mexicana, enunciados en mi discurso al ofrecer a Vasconcelos el banquete de los intelectuales argentinos, auspiciado por la revista Nosotros. Si en algo estimaron los mexicanos mis palabras, sepan que fue Carrillo uno de sus involuntarios inspiradores (…).

Carrillo, como toda la izquierda de los mexicanos solidarios con el presidente Obregón, era partidario de la candidatura presidencial del general Plutarco Elías Calles, cuya popularidad entre el pueblo trabajador era inmensa. El triunfo de su candidatura se descontaba por una mayoría enorme, abrumadora (…)Adolfo de la Huerta, agente financiero en continuo trato con los yanquis y ministro de hacienda de Obregón, fue el personaje escogido por los conservadores mexicanos para obstruir la candidatura de Calles(…) Al verse desamparado por su propio partido, que prefería sin disputa a Calles, se lanzó De la Huerta a la guerra civil, contando con el apoyo de todos los elementos conserva-dores que estaban afligidos por las tendencias laboristas de Obregón. ¡La guerra civil! Todos los pueblos de la América Latina han conocido sus horrores y saben que hay siempre una multitud de caciques descontentos que la desean, para medrar mejor. En México fue terrible esta vez, como otras. El cuartel general de De la Huerta estaba en Veracruz. La península de Yucatán, casi separada del centro mexicano por su posición geográfica, permanecía ajena a la guerra civil, aunque el gobierno de Felipe Carrillo estaba con Obregón. Un día las fuerzas nacionales con residencia en Mérida recibieron orden de marchar sobre las fuerzas huertistas.

Salieron en tren y al poco andar se produjo una sublevación, fue apresado el jefe y las fuerzas volvieron sobre Mérida para ocuparla en nombre de De la Huerta, el 13 de diciembre de 1923. Fue cuestión de horas, de momentos, Carrillo y sus amigos, sin fuerza armada que pudiera servir a su defensa, desde que la sublevada era la propia, abandonaron la ciudad. Cruzaron muchas leguas; al fin fueron alcanzados y el gobernador volvió a Mérida prisionero, alojándosele en la cárcel (…) El 2 de enero, con pretextos fútiles, el coronel Ricárdez Broca dispuso un simulacro de consejo de guerra contra Felipe Carrillo, sus hermanos Benjamín, Wilfredo y Edesio, el presidente municipal licenciado Manuel Berzunza y otros detenidos, todos civiles. En pocas horas se tramitó la innoble farsa y el 3 de enero, al amanecer, Carrillo y sus compañeros fueron fusilados frente al muro del cementerio de Mérida, que guarda los restos del poeta argentino Martín Goycochea Menéndez, honrados por un hermoso monumento erigido a su memoria por los intelectuales yucatecos. Cuando el telégrafo anunció, en tres líneas, que el gobernador de Yucatán había sido fusilado por los reaccionarios huertistas, mi primera impresión de congoja fue atenuada por la incredulidad(…) ¿Cómo es posible, me decía, que se mande fusilar a un prisionero civil inerme, que está en la imposibilidad de constituir un peligro para un gobierno militar de hecho? Se puede fusilar a quien conspira o se alza a mano armada contra una autoridad; pero así, a sangre fría, sacar de su celda a un hombre cuyo único delito es haber sido gobernador y mandarlo fusilar parodiando en pocas horas la ceremonia de un consejo de guerra, no podía ser, era absurdo.¡No era absurdo! En la prensa de Yucatán leímos la confirmación de lo que parecía imposible(…).

Con estas páginas de evocación, escritas sencillamente, como él las hubiera deseado, quiero señalar a la nueva generación de la América Latina esta figura de precursor humilde, más digna de recuerdo continental que muchos políticos cuya personalidad se encumbra sobre la tiranía política, la guerra civil o la injusticia social. Miro como un honor el asociar mi nombre a los homenajes que el pueblo de Yucatán tributa ya a la memoria de su apóstol y mártir. Cuando ahí se erija su monumento (…).

* Publicado en Nosotros, junio de 1924, y reproducido por el Boletín de la Universidad Nacional del Sureste, México, agosto de 1924, T. iv, núm. 3.


1 Tomado de Federación Universitaria de Buenos Aires, La Reforma Universitaria, Buenos Aires, 1959, pp. 23-27
2 El escritor Ezequiel Martínez Estrada se preguntó alguna vez "cómo era posible que escritores como Deodoro Roca permanezcan inéditos y desterrados de su patria". Citado por Oscar Terán, en introducción a José Ingenieros, Antiimperialismo y Nación, Siglo xxi, México, 1979, p. 18.
3 Bagú, Sergio, Vida Ejemplar de José Ingenieros, Editorial Claridad, Argentina, 1936, p. 26.
4 Oscar Terán, Op. Cit., p. 80.
5 Ángel Rama, Rubén Darío y el modernismo, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1970, p. 42.
6 Citado por Oscar Terán, Op. Cit., p. 20.
7 José Ingenieros, "La Universidad del porvenir". Citado por Sergio Bagú, Op. Cit., p. 205.
8 Roig, A. Arturo, Filosofía, Universidad y Filósofos en América Latina, unam, Colección Nuestra América, No. 4, México, 1981, p. 54.
9 La Universidad del porvenir, Op. Cit.
10 Citado por Yáñez Delgado, Alfonso, en La Manipulación de la Fe, Imagen Pública y Corporativa, Puebla, 2000, p.10.
11 Ibid., pág. 7.
12 Citado por Bagú, Sergio, en Op. Cit., pág. 205.

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