Año 8, número 7
H. Puebla de Zaragoza a 21 de abril de 2005

Universidad Autónoma de Puebla*
Urbano Deloya Rodríguez

Calle frente al edificio Carolino en 1956.
N

o me fue fácil escribir de este tema, me trae muchos recuerdos… Algunos gratos y dorados… Otros, hasta hace unos años, arduos, que lastimaban, como espinas, no se entendían. Hoy, en 1994, cuando menos se pueden plantear varias versiones. Lugar, tiempo, circunstancias. Sin embargo, se impone tocarlo si se piensa en una crónica de Puebla.

Además, tiene un traje de añoranza, de traje de adultos. Es que han pasado 47 años y es hora de que el diálogo se entable sin pasiones, ni banderas, ni exageraciones. Las aguas han vuelto a su cauce y se puede colocar en una balanza lo bueno y lo malo y esperar el resultado. Hechos que son reales. Hay que tratar de expresarlos lo más realmente posible, sólo con unas gotas de melancolía, muy bien contadas para que no haga mal. ¡Hechos que orgullosamente viví y que no se me olvidan! ¿De qué es el artículo? ¡De mis recuerdos de la Universidad Autónoma de Puebla!

Flamante Universidad Autónoma de Puebla, porque se corre el año de 1957 y la autonomía se obtuvo formalmente el 22 de noviembre de 1956, publicándose en el Diario Oficial el 23 de noviembre de 1956, por la entonces xxxix Legislatura del Estado. Entonces nuestra cita es en 1957, cuando "Corona y Coronita eran tan buena la grande como la chiquita" y Puebla censaba 250 mil habitantes, un estrenado gobernante, oriundo de Tecamachalco, don Fausto Manuel Ortega, a partir del 1 de febrero de 1957. Un detective, el inspector general de Policía, Manuel Bernal Flandes, 66 agentes de tránsito, diez oficiales motociclistas, cuatro peritos, dos auxiliares en el Departamento de Tránsito, que pronto será la Dirección y que conocía de infracciones, licencias y reglamento en oficinas de largo mostrador, en la 5 oriente 5, bajo tutela de un mural que narraba la historia del tráfico en Puebla.

Eugenio Andraca Malda, oficial mayor.

¿Cómo nació 1957? Asistiendo al Toreo de Puebla, "6 toros" tlaxcaltecas de Coaxamalucan para: (por favor, créanlo) Joselito Huerta y Miguel Báez "Litri", en un cartelazo que se estimó redondo y confirmó la categoría de la tradicional corrida del 1 de enero en Puebla. ¡Olé en Puebla! Sombra general: 15 pesos; sol general: 10 pesos.

No nos desviemos de nuestra ruta, que es definida: 4 sur 104, Colegio del Espíritu Santo, Colegio Carolino, Colegio Imperial, Colegio del Estado, Universidad de Puebla, Universidad Autónoma de Puebla. Con estos datos, imposible es el extravío. ¡El libro se abre!...

Finalizados los dos años de preparatoria, surgía la interrogación para la mayoría de los estudiantes, la incógnita volaba sobre la continuación de los estudios… “¿Ahora en dónde?" …Eran esos años en que los padres de familia anhelaban un hijo abogado, médico, notario y actuario, ingeniero, físicomatemático. Para algunos, era el tiempo del éxodo: partir a México a la Universidad Nacional o a la jovencita Iberoamericana, de lunes a fin de semana estudios y dejar la capital el viernes por la tarde y subirse el lunes al ado de la seis de la mañana. Otros dirigían su proa hacia el norte, a la meca de la ciencia y el orden, que era el Instituto Tecnológico de Monterrey. A cambiar de mentalidad… las chalupas por el cabrito… Así sucedía.

Donaciano Sánchez, prefecto.

Pero la gran parte de los preparatorianos nos quedábamos en Puebla… Y en su Universidad… "¿Ya tienes listos tus papeles?: certificados de primaria, secundaria y preparatoria, carta de buena conducta, calificaciones, acta de nacimiento, ficha toráxico-pulmonar y seis retratos tamaño "mignón"… ¿Ya? ¡Pues vámonos a inscribirse a la Universidad Autónoma de Puebla!... Hay que ascender la majestuosa escalera que saludan dos leones, vestigios del soberbio edificio colonial estructurado por los jesuitas.

Wulfrano Labastida M., director de la Escuela Preparatoria Diurna.

Sofocándonos, tomemos a mano izquierda. Busco un letrero: "Oficialía Mayor" y otro junto: "Oficina Liquidadora y Exactadora". Raro nombre, para una dependencia especialísima e imprescindible para la Universidad, porque de ahí fluían importantes recursos económicos. No se asombren: es la encargada que califica matemáticamente un impuesto especial que corresponde a las sucesiones y a los intestados… ¡Aquí viene su jefe!... ¡Buenos días, don Vicente Pérez!, un veterano y centrado revolucionario, que conduce mejor que un cronómetro suizo las cuentas de la Liquidadora y Exactadora. Podría vaticinar que a pesar de que esto sucedió hace 47 años, me encuentro en el piso de las computadoras universitarias. Ya conocimos una… Anticipación a lo Julio Verne, más o menos. La razón de lo escrito, ronda en esa persona de elegante y discreta presencia, moreno, de bigote impecablemente recortado, pulcrísimo, de hablar pausado, a quien todos otorgan un especial comedimiento… ¡Se lo ha ganado!... Es el oficial mayor de la Universidad Autónoma de Puebla: Eugenio Andraca Malda, un guerrerense asimilado poblano, con una memoria que conserva sin tregua los datos y las características de los estudiantes y de los maestros de la Universidad. Lo mismo comenta con el decano, el doctor Gil Jiménez, que con los muchachos que inquieren porque sus documentos están incompletos… ¡Qué le van a hacer si así se los entregaron en el Centro Escolar de Cholula! Andraca no es déspota, no es indiferente, pero sí es de aires de suficiencia, en este caso justificada. Sin embargo, pienso que es trascendente contar con un hombre de la capacidad de trabajo y la experiencia y honradez de un Eugenio Andraca Malda. La máquina de escribir Smith-Corona de la Oficialía Mayor funciona. En una hoja plasma los antecedentes y luego, me expiden mi boleta de inscripción. ¡Ya está! Parece un sueño, un breve sueño, mas no lo es: "Deloya Rodríguez, Urbano.- Primer Año de Derecho y Ciencias Sociales.- Alumno Regular.- Firmado: El Oficial Mayor, Eugenio Andraca Malda"… ¿Eso es todo? Todo, sin aspavientos, ni cargas de alta tensión, ni sofisticaciones, ni enfermos burocratismos, ni colas de madrugadas al medio día. Aquí en unos minutos se cubren los requisitos. Hoy se recurre a las computadoras, en 1957 se recurría al oficial mayor.

Y ya siendo, aunque sólo sea formalmente, alumno de la Universidad Autónoma de Puebla, habrá que estar pendiente de cuándo comienzan las clases, porque la inauguración oficial del curso se realiza en el Aula Máxima o el Paraninfo de la Universidad, esa importante sala con tribunas de maderas preciosas y el óvalo de Santo Tomás de Aquino.

Vicente Pérez H., tesorero.

Ante ella desfilan y presiden las autoridades universitarias. En este año de 1957 por primera vez encontraremos a la superior autoridad: el Consejo de Honor que a su vez ha designado al Consejo Universitario, quien ha sido presentado en terna al rector. No paso por alto al patronato cuya función será la de ordenar el patrimonio de la Universidad, aparte de buscar la manera de incrementarlo y de cimentarlo. ¿Los miembros del patronato? Presidente: Francisco Rodríguez Pacheco; secretario: Casimiro Senderos; tesorero: Enrique Benítez; vocales: Domingo Taboada y Manuel Ibáñez. Lo que sí se olvidaba, era determinar quién nombró este primer Consejo de Honor. Éste lo nombró el gobernador del Estado y se preveía y adelantaba que a partir del quinto año de funciones, se iría renovando, a propuesta del Consejo Universitario. En 1956, año crucial en la integración del Consejo de Honor, el gobernador del Estado era el general Rafael Ávila Camacho, quien al trazar su gobierno, entre sus planes de trabajo estaba el de militarizar la Universidad… ¿Qué pasó? Fracasó rotundamente, aunque en la esfera mágica de las coincidencias, descubro que Rafael Ávila Camacho concedió la autonomía en 1956 y su hermano Maximino, el 4 de abril de 1937 instituyó la Universidad de Puebla y canceló el Colegio del Estado. Similitudes, únicamente similitudes. En este renglón, ¿quién fue el primer rector de la Universidad de Puebla? Período de un año, de 1937 a 1938, y fue el licenciado Manuel L. Márquez, a quien Puebla identificaba como "El Roto"… De 1938 a 1956 hay que consignar nombres ilustres en la rectoría de la Universidad. Por ejemplo: doctor Alfonso G. Alarcón, doctor Raymundo Ruiz, doctor Roberto Larragoiti Howard, licenciado Horacio Labastida, licenciado Armando Vergara Soto, licenciado Guillermo Borja Osorno, doctor Gonzalo Bautista O’Fárril… Y de 1954 a 1956, doctor Rafael Artasánchez Romero. Sin duda, nombres y hombres ilustres de Puebla.

Antonio Esparza Soriano, director de la Escuela Preparatoria Nocturna.

Brota la pregunta: ¿Y el primer rector de la Universidad Autónoma de Puebla? El doctor Manuel S. Santillana, un prestigiado maestro de la Escuela de Medicina y un reconocido profesional de Puebla. El doctor Santillana, en uso de sus facultades eligió al secretario general de la Universidad: el licenciado Armando Guerra Fernández, un profesional, ligado a la Universidad desde la época de los rectores Bautista y Artasánchez. Guerra Fernández era maestro de las preparatorias y de la Facultad de Leyes en la que, sin demagogias, impartía la cátedra de derecho agrario. Ésa es la oficialidad del barco… ¿Y la tripulación? Contemos a don Donaciano Sánchez, eficaz prefecto de orden, a los profesores y a casi tres mil estudiantes que provocaron un sobrecupo en las aulas carolinas, primordialmente en las sufridas preparatorias y en la Facultad de Medicina. En Medicina bulle el problema. Es que con eso de que ésta escuela goza de amplia y justa fama en Centroamérica, hay una auténtica invasión de "ticos" que en seis años retornarán a su san José, a Puerto Limón, a Alajuela, con sus títulos de médico-cirujano-partero bajo el brazo. Pues ¡bienvenidos los "ticos"! Que al amparo de nuestra Universidad todos, sin excepción, todos somos universitarios. Tres mil estudiantes, realmente son muchos, muchísimos. Pero el calendario dicta que el segundo lunes de febrero de 1957 empiezan las clases y con más certidumbre que miedo, no hay otra solución: deberemos asistir.

Gustavo Urcid, director de la Facultad de Ingeniería Química.

Nuestro reloj de 1957 es el reloj de la Catedral. Nuestro reloj de 1994 es de estas letras.

Proseguimos, que no hay que dejar pendientes; si ustedes lo desean, entramos a la Universidad Autónoma de Puebla. Mejor escrito, ingresamos a sus recuerdos. Hemos llegado. Hace frío. Son unos minutos antes de las siete de la mañana. Derramando la vista por los rincones del Carolino, repletos nosotros de bendiciones, anclamos en el primer patio. A nuestra primera clase: derecho civil con el maestro Francisco Castro Rayón, el tratado de las personas. Nos recibirá "Panchote" con la obligación de vestir saco y corbata y ser excesivamente puntuales, porque a las siete de la mañana, "Panchote" cierra, clausura, trenza la tranca poblana de la puerta frágil del aula, preciso que es la principal de la Facultad de Leyes en la que domina la fiel pintura, reproducción del maestro de maestros, don Lino Espinosa Bravo.

Joaquín Ancona Albertos, director de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas.

Compañeros, ¿ya fueron a la peluquería’ ¡A que nos rapen a "cero"! Esa era la inicial novatada del ciclo de la Facultad de Leyes. Ni modo: "al cero, maestro Mario "Magerit". Y en la clase de hermética puerta, enrejadas ventanas, se pasa lista y con la lista de alumnos nos conocemos, vamos a convivir cinco años, pasajeros del mismo tren. Los temerosos discípulos contemplamos el panorama: "Panchote", alto, de menos un metro 85 de estatura, robusto, ojos oblicuos, voz plagosa, lenta y tenue, saco y pantalón arrugados, ajenos a la tintorería y a la plancha, sombrero sobre el escritorio, igual que unos papeles sucios y semirrotos, que son los apuntes, y un pequeño libro deshojado que es el Código. Pero, las apariencias engañan, porque Francisco Castro Rayón es un magnífico maestro, cumplido y puntual, que brinda sus conocimientos con gusto a los que ahora ocupamos las bancas, las que ha muchos años, él ocupó. Nacido en Chilapa, capital cultural y religiosa del estado de Guerrero, hijo de padres campesinos, aquí en el Colegio del Estado con infinidad de sacrificios realizó su carrera, y titulado se dio un lugar en la administración pública y en el foro poblano.

Ha sido secretario del Ayuntamiento, agente del Ministerio Público, abogado consultor del gobierno de Puebla, director de Gobernación, jefe jurídico del Poder Ejecutivo y procurador general de Justicia en tres ocasiones. Aparte de ser un combativo litigante y lucir la medalla ad pertetuam de cliente de la barra del Club España, sport man en domingos y días festivos, en briosa motocicleta Harley-Davidson y asiduo a la estufa del "ruso" de los baños del Paseo Bravo a las cinco de la mañana ¡Ése es el "Panchote". Inolvidable maestro con el que se abría fuego a nuestra batalla universitaria. A él, incontables generaciones le debemos lo que no podemos pagarle: su entrega, su dedicación, su paciencia, su enseñanza. El primer escalón de la montaña para ser abogado… ¡Y habría que pasarlo! Concluye la clase. ¡Gracias "Panchote"!

Salón de rayos x. Facultad de Odontología.

"¡Ahora se mueren, pelones, ahora se mueren!"… "¡Ley, justicia y ciencia… arriba jurisprudencia!"… ¿Qué pasa?... ¡Son voces semejantes a las que tomaron la Bastilla! Son los de tercero y cuarto año que se presentan para ejecutarnos. ¡Creí que nos habíamos salvado! Y se prepara la valla que degenera en "furiosa pamba" o hasta en un "caballo con espuelas". Sólo que esta es una "pamba jurídica" que se da con los gruesos libros de derecho romano, o con un portafolio, que según los entendidos, se llena con un ladrillo. ¡Por eso duele tanto! Después se escoge al "golpeado pelón" y se emprende la marcha hacia La Flor de Puebla, a La Princesa, al Madrid, a La Dulce Alianza, a San Carlos… para que el "pelón" cumpla estricta-mente con su obligación y pague el desayuno que tendrá cualidades de generoso, vasto, propio para reparar energías: un jugo tipo "caguama", plato grande de frutas, chocolate a la española y a la francesa, café con leche, pan de torta y pan de dulce, una orden de pasteles, huevos rancheros o a la flamenca, chilaquiles verdes y rojos, enchiladas de mole y suizas, tamales poblanos y yucatecos.

Antonio Espinosa Portu, director de la Facultad de Química.

Un compañero, hoy severo y sereno notario pide un "filete encebollado" y otro, ayer probo magistrado, solicita "una carne a la tampiqueña"… Luego vienen las temidas palabras: "la cuenta, señorita, que aquí los ‘pelones’ pagan"… Y la cuenta, con la absoluta vigilancia del dueño, es entregada para evitar que el desayuno se convierta en un "corrido"… "¡Nos vemos, pelones!... Ah, señorita, se me olvidaba: agréguele a la cuenta unos palillos de dientes, seis cajitas de Raleigh, tres cajitas de cerillos La Central. Ahora sí, ¡nos vemos peloncitos!" Y se levantaban los camaradas y nos dejaban con la cuenta… y a sufrir, amigos: "¿Cuánto traes, Andrés?... "¡Nada!"… Silencio de muerte. Alguien sacaba del calcetín un billete cuidadosamente doblado: "Yo pongo, colegas, luego me pagan." Si no sucedía este milagro, había que desabrocharse con tristeza el reloj. Otro observaba con desaliento sus lentes. Otro su pluma fuente. Uno más se despojaba de su viejo saco y de su más vieja corbata. El desenlace se presentaba… Escudriñaba el propietario del restaurante, quien apreciaba que ésta era una escena que se repetía todos los febreros. Pero algún día, estos chamacos asustados serían abogados… "Jimmy, en la tarde te liquidamos, palabra que te pagamos…" Este era el fin de las novatadas de Leyes.

Las de Ingeniería se proyectaban en glorioso technicolor: los futuros ingenieros deberían teñirse el cabello de rubio, despampanante, de salón de belleza, al color de Jane Mansfield o Marilyn Monroe… Y así permanecer hasta que el tono se esfumara, así pasear por los portales de Puebla. A algunos se les pasaba el tinte, les cundía hasta las cejas, y a otros más, tras consulta en el espejo, no les resultaba tan mal.

José Herrera A., director de la Facultad de Odontología.

Durante un mes, "güeros" y "pelones" no podían esconder su pecado. Eran una de las novedades de Puebla: "¿Ya lo viste pelón?... Tiene cara de loco"… "¡Que pierda las esperanzas, nunca le voy a hacer caso!!.. Evidente que diarios eran los baños, los "cubetazos" en las tres fuentes de la Universidad, extendiéndose este año a la pequeña pila de agua de la Universidad Femenina, el colegio particular de uniforme y falda a cuadros y chaleco y blusa café… "¡Apúrense!, que la madre Graciela ya llamó a la Policía!"…

Novatadas salpicadas de melancolía de mi Universidad de tres mil alumnos.

El espíritu nuevo que congratulaba a los nuevos compañeros me gritan ¡presente! en esos helados febreros. Y el mundo no afloja el paso. Y la Universidad Autónoma de Puebla, menos. Ya se hace familiar el cubo del zaguán del Carolino, el reloj redondo con cara de grandes números romanos que impera arriba de la prefectura, la figura destacada del señor prefecto, impecable en su aspecto, con su corte de cabello a la "brush". Es el señor Donaciano Sánchez, quien prepara las libretas de asistencia de los profesores y les coloca fuertes ligas para evitar que se firmen asistencias futuras. Ya aguardamos al pálido amigo y celador, el señor Romano que proclama que la clase ha terminado, tirando de una mítica campana. Ya le pedimos con absoluta confianza a "Miguelón" que ha dejado por unos minutos los "tornillos", "catrinas" y "chivos" de La Bella Elena, una boleada de a peso: "Van a quedar como espejos, compadrito, los dejo como espejos"… Ya es nuestro territorio la caseta de madera que en sus láminas anuncia "Tome Seven Up", que expende jugos de naranja, molotes de polvo y cigarros, ahí a un costado de la casa de Melchor de Covarrubias y Cervantes, comerciante de Antequera y egregio fundador del Colegio.

Ernesto Castro Rayón, director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

Ya reconocemos como vecinos a La Compañía, con el arco en el que se colgó la cabeza de Antonio Benavides el 12 de julio de 1684, "El Tapado", espía de los piratas ingleses. Al Hotel Colonial, que en su etapa de Hotel-Jardín, sirvió de cívica tribuna a Francisco Indalecio Madero, arengando a Puebla el 14 de mayo de 1910. Y a la enorme mansión que en el siglo pasado era de las más "agualojeras" y que en este 1957 es la residencia de la familia Quijano y Fernández Palacios. Ellos son testigos cotidianos de nuestras diligencias, tareas, ocios, inquietudes y prisas. Ya nos hemos acostumbrado a contemplar el descenso de los camiones amarillos de tórax y cinturón de franja azul "Circuito Central" de los eminentes maestros españoles, don José Fernández Lerena y don José Sánchez Rodríguez, si tenemos apuntes de números y fórmulas y de don Aurelio López Malo, si los libros son de historia y humanidades. Al puntualísimo arribo de don Joaquín Ancona, don Arturo Fernández Aguirre, del ingeniero Guillermo Camargo, de don Ernesto Castro Rayón, de don Raúl Gil Anaya, de don Guillermo Diestel, de don Jorge Rosales Peimbert, del ingeniero Enrique Allende, de don Jose Ávila Parra, de don Enrique Molina Jhonson… y con su sweater blanco de básquetbol y sus espesos bigotes, el profesor Humberto Figueroa.

Manuel Santillana, director de la Facultad de Medicina.

Somos celosos vigías en los balcones que miran hacia la 3 oriente, de cómo estaciona su automóvil Pontiac 1957, de dos combinaciones de azules, otra columna de nuestra carrera: don Mariano Nájera Rojas, el maestro "Manche", sabio de todos los latines y de todas las sentencias de la Roma de Julio César. Y ya sabemos que en la tarde, a nuestro venerable maestro, don Cosme Zafra Nava, hay que invitarlo al cine, al Guerrero o al Colonial, porque antes de la tediosa clase de economía política está una película de Silvana Pampanini. Y confesamos que estamos graduados en la forma de silbarles a los motociclistas de tránsito, aunque se sientan feroces. Abucheos e injurias cuando osan pasar enfrente de nuestra Universidad. Que ya somos expertos en arrojar cubetas y globos de agua. Que estamos diplomados en exclamar con palabras, nada edificantes, ante el caminar de esa compañera, preciosa, morena que tiene talle de palmera, cuerpo de María Victoria: "¡Chabela, increíble!" E indudablemente que sabemos manejar la ampulosa y barroca oratoria universitaria, esa que siempre abre un discurso con la frase: "Semejante al nocturno peregrino…" Que somos quijotes de afilada y pulida lanza, que nos recreamos ante el pensamiento de Simón Bolívar, de la candente polémica sobre el Artículo Tercero y que nos dormimos arrullados por las brisas de emancipación que alertan contra el pulpo del capitalismo que amenaza al Caribe, pero que en ese año de 1957, despierta con Fidel Castro… ¡Aaah! Y si es necesario, protestamos abiertamente en contra del gobernador don Fausto, le enmarcamos su rama materna y no nos amedrentamos ante la guardia de Palacio de Gobierno… Que no ocultamos nuestras simpatías por el candidato a la presidencia de la República, el abogado Adolfo López Mateos… Que aguardamos las próximas elecciones de la Federación Estudiantil Poblana, porque éste es nuestro año importante, amigos, la esencia. Nuestras ilusiones y nuestras esperanzas han crecido, están en fértil tierra y en la mejor sombra, la de la Universidad Autónoma de Puebla.

Aspecto general del Laboratorio de biología.
 

Breve y modestamente, se ha intentado resucitar los años, años lejanos y cercanos. Porque no han muerto. Encajo en el romanticismo que privaba en los estudiantes de Puebla, el que ostentábamos como divisa: "Quien pierde la mañana, pierde la tarde… Quien pierde la juventud, pierde la vida"… ¿Eso ha cambiado, amigos? ¡Eso tiene sello de inalterable!... Buenos días, Puebla!
 


* El texto fue tomado del libro Puebla de mis amores. Fomento editorial buap, Horizonte 2000 A.C.
 

 

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