Año 8, número 9
H. Puebla de Zaragoza a 18 de mayo de 2005

Para recuerdo y emulación perennes
del insigne don Luis Montaña
*
Por José Joaquín Izquierdo **

Luis José Montaña, memorable médico poblano precursor del método científico en el ámbito de la medicina clínica en México en el año de 1801. Fotografía tomada del libro El brownismo en México, del autor José Joaquín Izquierdo (1956).

L

as noticias que dejaron acerca del doctor don Luis José Montaña (1755-1820), primero Beristáin,1 en 1819, y luego, recién ocurrida su muerte, un anónimo colaborador del Semanario Político Literario,2 en 1829, tan sólo pasajera y superficialmente parecieron librarlo del olvido a que habían creído relegarlo quienes durante los últimos años de su vida habían estado urdiendo tenebrosas maniobras en su contra.

Más de diez años después de su deceso, su memoria fue debidamente honrada por sus discípulos, cuando éstos declararon 3 que por inspiración suya habían llevado a cabo nuestra gran reforma médica de los treintas del siglo xix. Pero a pesar de ello, en los años subsecuentes ni estos ni otros no menos importantes aspectos de sus obras fueron conocidas, y a ello se debió, tanto que el doctor don Nicolás León 4 limitara sus merecimientos a los de un práctico cuyas actuaciones y saber distaron mucho de corresponder a Montaña, como que el doctor don Francisco Flores,5 en su Historia de la Medicina en México, y con él la legión de quienes después se limitaron a copiarlo, se limitaran a seguir repitiendo, con todo y sus numerosos errores, las breves y vagas informaciones originales al principio citadas. Bastaron empero tan escuetas noticias para movernos a buscar nuevas informaciones, las cuales desde luego revelaron al hombre extraordinario que a través de aquellas ya se dejaba entrever. Los múltiples, novedosos y antes insospechados aspectos del nuevo Montaña que empezó a surgir a medida que las informaciones logradas acerca de él fueron creciendo en volumen y empezaron a ser analizadas, a la luz del estado evolutivo del ambiente social, médico y científico de la Nueva España de las postrimerías del período de nuestra sujeción política a la metrópoli española, fueron motivo poderoso para dar cuenta de ellas en un libro.

Tal libro, Montaña y los Orígenes del Movimiento Social y Científico de México, preparado por su autor como un homenaje personal para celebrar que la Universidad de México, al completar el 25 de enero de 1953 la cuarta centuria de su vida efectiva y tangible, se preparara a iniciar la quinta centuria de su existencia en los amplios, nuevos y mejor acondicionados edificios de su flamante Ciudad Universitaria, no pudo aparecer sino hasta 1955.6 Pero de todas maneras, mucho celebró su autor que su ofrenda hubiera podido consistir en la presentación y el estudio crítico de los esfuerzos de uno de los más ilustres universitarios que en el pasado mexicano se empeñaron por lograr tempranas y trascendentales reformas. Por lo mismo, para dedicar la obra, al frente de ella escribió:

Portada de La caridad del sacerdote, tomado de La invención de la mujer. Nacimiento de una escuela Médica de Roberto Uribe Elías, Fondo de Cultura-buap, 2002, p.29.

"¿Qué mejor ejemplo podrá ofrecerse a los orientadores y reformadores que se requerirán para que haya nuevos progresos, que el del ilustre médico Montaña, que con tanto entusiasmo como perseverancia se adelantó a sostener en un ambiente escolástico completamente hostil, la necesidad de que la medicina se inspirara en las nuevas ciencias y en sus métodos?"

¿Qué otro modelo resultaría más eficaz para promover en la juventud mexicana la confianza en sus propias capacidades, que el del ilustre precursor criollo, que tanto logró superar a muchos españoles peninsulares, preferidos de modo exclusivo por el régimen político de su época?"

"¡Que las emulaciones que en unos y otros provoque tan noble ejemplo, contribuyan al desarrollo y florecimiento futuros de la Universidad de México!"

En el mismo año en que apareció el libro fundamental sobre Montaña, la Universidad de México publicó otra obra complementaria, El Hipocratismo en México,7 en la cual el mismo autor dejó consagrado a Montaña como el más grande hipocratista de las Españas. En ella, tras de un estudio preliminar, ofreció las Praelectiones 8 que Montaña escribió originalmente en latín, seguidas de una versión castellana de las mismas,9 hecha por Izquierdo, que al fin dio a conocer su contenido, que durante 138 años nadie se había preocupado por conocer. Tal obra fue seguida por una segunda, igualmente complementaria, El Brownismo en México,10 en la cual dio a conocer y comentó otra desconocida obra que Montaña había preparado hacia 1800, para uso de sus discípulos particulares, con su traducción anotada de los por entonces revolucionarios Elementa Medicinae, del médico escocés John Brown.

Quien esto escribe hizo por entonces gestiones ante la Universidad y ante diversas instituciones culturales de Puebla, para que al ir a cumplirse el 20 de junio de 1955, el segundo centenario del día en que Montaña entró a la vida por el torno de la antigua Casa de Cuna de San Cristóbal de la ciudad de Puebla, sobre el muro exterior del tricentenario edificio quedara colocada una gran placa conmemorativa, para que por medio de un compendioso resumen, recordase de modo permanente los puntos más salientes de su obra y de su vida.

Portada del libro Historia de la Medicina en México de Francisco de Asis Flores y Troncoso publicada en 1888. Tomado de la edición facsimilar , tomo i, imss, 1992, p. 5.

Como en los cinco años que siguieron nada se hiciera, y entretanto una benemérita asociación cultural no dejara de estar honrando la memoria de algunos poblanos ilustres del pasado, quien esto escribe pidió a su presidente que le informara a qué podía haberse debido que la gran lápida que se le había llegado a anunciar que ya estaba grabada, hubiera quedado en la misma penumbra que sobre Montaña se había cernido durante la vida y aún después de muerto. Porque, sin el menor menoscabo para los que habían sido recordados, cabía decir que la obra de aquél era de trascendencia mucho mayor, puesto que había preparado una gran reforma médica, que no había sido de carácter local para Puebla, sino que había sido ejecutada en la capital mexicana, para beneficio de todo el país.

Lo que había sucedido era que estando ya el labrado de la placa por terminar, el que el marmolista pidiera que se le liquidara su trabajo, según estaba estipulado, había dado lugar a sucesivos y enojosos incidentes, como resultado de los cuales había vuelto a pulir la placa, para darle otro destino.

Tuvo el suscrito, que lamentar que personas sin la menor calificación para opinar sobre los verdaderos sabios, los siguieran relegando al olvido, por verdadera ignorancia, así como que recordar que, en cambio, el gran médico humanista e historiador de las ciencias, Henry E. Sigerist, después de leer la obra fundamental sobre Montaña,11 no había vacilado en reconocer en él al "hombre dotado de espíritu tan progresista, por ello víctima de las fuerzas reaccionarias, que cuando la onda del absolutismo español se extendió hasta las colonias, había sido forzado a renunciar a su cátedra, aunque dejando el camino preparado y creada la atmósfera requerida para tales cambios". El que tales cosas siguieran ocurriendo en el ambiente mexicano de nuestros días, inclina a pensar que aún queda en él algo de lo que en el de su tiempo respiraba Montaña, relatado en la página 233 del libro que le fue dedicado.

Portada del Cuaderno de registro de nuevos facultativos en el año de 1832. Tomado de Historia de la Medicina en México, tomo iii, de Francisco Flores, edición facsimilar, imss, 1992, p.264.

La publicación de éste tuvo por efecto que de inmediato quedara reconocido el brillo con que el campo de la renovación científica del México de principios del siglo xix, fue iluminado por Montaña, "espíritu abierto a todas las ideas nuevas de su época en todos los campos científicos", así como el que "a pesar de haber estado en su vida, de continuo amargado por contratiempos en su mayor parte ocasionados por pasiones y rencillas, hubiera sabido sobreponerse a todo, laborar continuamente en su profesión y en múltiples ocupaciones, y gracias a sus conocimientos sobre ciencias modernas, como la química y la física, componer la obra fundamental, que lo sitúa entre los iniciadores de la reforma médica en México"12. A. J. M. Eyles 13, de Inglaterra, le pareció notable el grado en que Montaña contribuyó a que empezaran a ser conocidos en México los progresos alcanzados en la Europa de fines del siglo xviii, a que se comprendiera que la medicina debe tener bases científicas relacionadas con las ciencias naturales, y a lograr reformas en la enseñanza que no empezaría a intentarse sino tres lustros después de su muerte. Walter Pagel 14 calificó al libro fundamental sobre Montaña, de clásico, y del dedicado de modo particular a sus ideas sobre el Brownismo, afirmó que ya no podría prescindirse de él para futuros estudios acerca de la evolución de la medicina 15, ya fuese en México o en otros países, o bien sobre aspectos interpretativos de la práctica médica y sobre el modo de prevenir y combatir las enfermedades. Marcel Florkin 16, tras de reconocer cuán importantes fueron los esfuerzos de Montaña por introducir la medicina científica en México, opinó que la monografía de que había sido objeto, algún día, junto con otras, constituiría la indispensable base para hacer un estudio general acerca del paso entre el período filosófico correspondiente al siglo de las luces y el período científico que en nuestros días vemos llegado a tan brillante desarrollo.

Los anteriores juicios, tomados en su mayor parte de la crítica extranjera, bastan para que quede reconocido que la personalidad de Montaña y sus actuaciones como temprano precursor de la medicina observacional y científica en el Continente Americano, están ya plenamente reconocidas dentro y fuera de nuestro país.

La presente breve nota, en consecuencia, fue preparada para pedir que bajo el patrocinio y con la ayuda de la Universidad de Puebla y de los catedráticos, los alumnos y los ex alumnos de su facultad de Medicina, al fin quede colocada sobre el muro en que tuvo su primitiva entrada17 la antigua Casa de Cuna de San Cristóbal de Puebla, la gran lápida de mármol proyectada hace años, según lo indicado antes.

Mantendrá vivos el nombre y los méritos del gran coterráneo, no sólo para legítimo y noble orgullo de las nuevas generaciones, sino para que éstas, de continuo tengan a la vista un gran modelo que las emule a altas y fecundas acciones.

Luis José Montaña y el
vitalismo clínico del siglo XIX

Por Rosario Robles Galindo ***

Antiguo edificio de la Inquisición de México. Allí se instaló la Escuela de Medicina, en forma definitiva, el año de 1854. Tomado de Historia de la Medicina en México, tomo iii, de Francisco Flores, edición facsimilar, imss, 1992, p. 184.
H

a pasado aproximadamente medio siglo desde que el ilustre médico José Joaquín Izquierdo dio a conocer a través de sus obras: Montaña y los orígenes del movimiento social y científico de México (1955), El hipocratismo en México (1955) y El brownismo en México (1956), los datos más sobresalientes de las aportaciones y vida del médico poblano Luis Joseph Ignacio Carranco, conocido dentro del ámbito de la historia de la medicina como Luis José Montaña (1755-1820).18 Sin embargo es conveniente señalar algunos de los sucesos originados por el movimiento de la Ilustración, cuya ola revolucionaria también alumbró el pensamiento médico de finales del siglo xviii y principios del xix, manifestando su fuerza en los cambios que tuvieron lugar en la medicina universal y por ende en las ideas científicas de Montaña.
 

El vitalismo clínico del siglo xix

Bichat, Marie-François-Xavier (Thoirette-en-Bresse, 1771-París, 1802) Médico francés. Abandonó la cirugía para dedicarse a la investigación, donde intentó aunar el método experimental con el vitalismo de Montpellier y el análisis sensualista de Condillac. Incorporó al saber morfológico el concepto de tejido.

E

l contexto histórico de la medicina de finales del siglo xviii y principios del xix, que se estableció principalmente en Francia y Alemania, señalan una etapa de transición filosófica, cuyo marco conceptual fue el vitalismo, fenómeno revolucionario que puso en marcha "la medicina de la observación" siendo su principal característica la observación practicada en los fenómenos relacionados con la vida, que se hallaba distribuida por todo el cuerpo, la cual dotaba de movimiento y sensibilidad a los humanos, animales y plantas; éstas ideas motivaron a los médicos de esa época a creer que "las enfermedades eran producto de las alteraciones del principio vital".19

Marie Francois Bichat (1771-1802), fue uno de los más acertados médicos vitalistas de su tiempo e impulsor de una doctrina conceptual que pretendió demostrar que todos "todos los organismos vivos estaban regidos por leyes o principios distintos a los que gobernaban a la física, química y a las otras ciencias del mundo inerte".20 En España las ideas revolucionarias de la Ilustración modificaron el panorama político, social, académico y científico, durante el gobierno del rey Carlos iv, notándose su influencia en el ámbito de la ciencia técnica, de las artes y de la medicina, está última por primera vez en su historia nacional logró instituir grupos y posteriormente sociedades de médicos, cirujanos y farmacéuticos dedicados a publicar sus investigaciones y descubrimientos en los Anales de historia natural sin tener que rendir cuentas al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, además de contar con el apoyo económico de su gobierno ilustrado.21 Situación que fomentó las expediciones científicas, la institucionalización del jardín botánico, del gabinete de historia natural, de un observatorio, del gabinete de máquinas y del Real Seminario de minería de México.

Luis José Montaña y los principios
doctrinales del vitalismo clínico

del siglo xix

Carlos iv, hijo de Carlos iii, nació en Nápoles el 11 de noviembre de 1748, cuando su padre aún era monarca de ese reino, y falleció en Italia el 19 de enero de 1819. Sucedió a su padre y reinó desde el 14 de diciembre de 1788 hasta 1808. Durante su reinado comenzó la Guerra de la Independencia. Tuvo como valido a Manuel Godoy y a Goya como pintor de la corte. Obra de Francisco de Goya, 1789, Oleo sobre lienzo, 152 x 110 cm., Museo de Zaragoza.

L

as condiciones políticas y económicas derivadas de la corte ilustrada de Carlos iv, fomentaron el progreso de las ciencias y artes en el virreinato de la Nueva España, acontecimientos que permitieron el desarrollo individual de varios talentos científicos en México. Siendo uno de esos casos el de Montaña, quien halló el camino de la investigación al aplicar la "medicina de observación" en las salas del hospital de San Andrés; dónde realizó la primera fase de su trabajo al reunir los datos y causas de las enfermedades de los pacientes, prosiguiendo a agruparlas en cuadros clínico patológicos que organizaba sistemáticamente en base a sus conocimientos y observaciones clínicas personales, las cuales compartía e interpretaba en reuniones con sus alumnos introduciéndolos así al estudio del "método científico".22 Los nuevos criterios experimentales utilizados por los médicos europeos, llegaron a Montaña como un cúmulo de conocimientos que puso en marcha dedicándose a tomar cursos de química, ya que consideró que el de estudio esta ciencia ayudaría a explicar los fenómenos fisiológicos y patológicos manifiestos en los pacientes de cualquier parte del mundo. En el año de 1801 propuso impartir en la enseñanza de las ciencias médicas un método general para llevar a cabo la investigación científica, mediante un discurso intitulado "Método científico", el cual no se publicó en México, siendo impreso en 1802, en la revista Los Anales de Historia Natural de España.23

Hoy después de 200 años las ideas y propuestas del médico poblano Luis José Montaña, ejercen una influencia que nos involucra históricamente en el estudio e investigación médica.

Pablo Rodríguez
el hombre con cuernos
****

Caso del hombre de dos cuernos tratado por el doctor Montaña.
P

ablo Rodríguez ingresó al Hospital Real San Andrés, el 28 de marzo de 1816, a los seis días de haber sufrido el singular accidente de que se le hubiera roto, y descuajado consecutivamente, un cuerno, desde hacía 24 años y sobre lugares de la cara en los que había visto que le aparecían dos tumorcitos: uno "por debajo de la oreja izquierda, hacia el ángulo de la quijada inferior", y otro sobre la sien derecha. Al primero había logrado disolverlo varias veces, con "cauterio líquido", quedando cada vez una cicatriz sobre la cual se formaba siempre una costra. El segundo se reducía siempre que su mujer le lavaba su cabeza con agua y jabón. Pero habiendo muerto tanto el filántropo que proporcionaba el "cauterio" como la mujer, esto había dado lugar a que los tumorcitos crecieran hasta alcanzar "volumen y naturaleza que los hacía semejantes a cuernos de carnero".

Portada de la publicación Avisos saludables a las parteras de Ignacio Segura, México, 1775.

Seis días antes del ingreso al Hospital, por la caída de un tercio de azúcar el cuerno más grueso, se había tronchado y hecho que se desprendiera la porción distal de su rama, pero además, había aflojado de tal manera la implantación principal, que el propio lesionado había acabado de desprender el voluminoso apéndice, dejando al descubierto una "ulceración" que abarcaba el hueso temporal, cerca del coronal, y de la porción inferior y lateral del parietal.

Montaña inspeccionó lo desprendido, y describió su interior, como una "concreción inorgánica, desmoronadiza, de color blanco agrisado, mate", y la parte externa, como "más compacta, de lustre de seda".

Acudió Montaña al profesor de química en el Seminario de Minería, don Manuel Cotero, y poniendo un fragmento en un crisol tapado vieron desprenderse humo, dejando cenizas que, al ser lavadas revelaron la presencia de nitrato de sosa. La aplicación de "ácido nítrico flojo hirviendo", reveló la presencia de un poco de fosfato de cal, pues "echando unas gotas de ácido sulfúrico, se formó corta cantidad de sulfato calizo, quedando el ácido fosfórico mezclado con el nítrico".

Según Montaña, sólo el cirujano Lenfranc (mediados del siglo xiii) había dejado relato de una excreción tan francamente córnea como la que él acababa de observar, pero no la había extirpado porque la había creído originada y con raíz en los huesos del cráneo.

Recordó que el moro Avenzoar (principios del siglo xii) igualmente célebre como médico y como boticario, se había afligido por un molesto y doloroso cuerno en la espalda, y aunque no se lo había llegado a quitar, había logrado disminuirlo de modo que le permitiera moverse libremente. Recordó, también, que el cirujano Juan Felipe Inagrassia (1510-1580) había extirpado a una noble doncella, uno de los muchos cuernos que tenía.

Fachada de la "Casa de niños expósitos de San Cristóbal", donde fue entregado Luis José Montaña, para su tutela y manutención ignorándose en ese momento el origen y nombre de sus padres. Los muros y salas de este recinto fueron el albergue que acogió a Montaña durante su infancia y parte de su adolescencia, ahí adquirió sus primeros conocimientos de lecto-escritura y otras materias que fomentaron su aprovechamiento académico, acontecimientos que llamaron la atención de las autoridades encargadas del hogar de expósitos y de otros filántropos dedicados al auxilio de los menesterosos, quienes se dieron a la tarea de apoyar moral, social y económicamente al joven Montaña en sus estudios profesionales de medicina realizados en la Real y Pontificia Universidad de México en las últimas décadas del siglo xviii. (Texto: Maestra Rosario Robles Galindo).

Parece que Pablo Rodríguez murió, puesto que Montaña lamentó que en tiempo oportuno no hubiese sido curado "por exposición de los cuernos al vapor de agua, ya fuese con vinagre, o sin él".

El virrey dispuso que comprobaran y certificaran el extraordinario relato de Montaña, los doctores don Antonio Serrano, don Rafael Sagaz, don Carlos José Pelleport y don Miguel María Jiménez, el catedrático de Minería don Andrés del Río, y el consultor del ejército don Antonio Ceres. Como "unánimemente convinieron en todo", el virrey acordó "que el escrito fuese insertado en los papeles públicos de la capital".
 



* Tomado de Revista de la Asociación de ex alumnos del Colegio del Estado y de la Universidad de Puebla. Junio de 1964.
** José Joaquín Izquierdo Raudón, egresado del Colegio del Estado, hoy buap, eminente fisiólogo e historiador autor entre otros libros Raudón cirujano poblano de 1810 referente al Hospital de San Pedro primera sede de la Escuela de Medicina de Puebla.
*** Trabajo realizado por Rosario Robles Galindo, alumna del Doctorado de Historia del ics y h-buap. Apoyo en el trabajo fotográfico de Alfonso Adolfo Ramos.
**** Texto tomado del libro Médicos que engrandecieron a Puebla, Secretaría de Salud del Estado de Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, Raúl Contreras Rodríguez, compilador, 1997.

1 Beristáin de Souza, J. M. 1819. Biblioteca Hispano Americana Septentrional. Segunda edición (1883). Tomo ii, Amecameca. Tipografía del Colegio Católico. P. 285.
2 Biografía del doctor don Luis Montaña. Semanario Político y Literario de México. Tomo i, año de 1820. En la Imprenta de Mariano Zúñiga y Ontiveros. Calle del Espíritu Santo, pp. 15-20.
3 Véase la obra citada en 6, capítulo xxi, (pp. 411-422). Además, Gaceta Méd. Méx., Tomo 88 (1958), pp. 521-531.
4 León, N. 1915. Los Precursores de la Literatura Médica Mexicana en los Siglos xvi, xvii, xviii y primer tercio del xix (hasta 1833). "Gaceta Médica de México", 3ª. Serie, tomo x, p. 77.
5 Flores, F. A. 1886. Historia de la Medicina en México. México, tomo ii, pp. 101 y 298.
6 Izquierdo, J. J. 1955. Montaña y los Orígenes del Movimiento Social y Científico de México. Con un Prefacio de Henry E. Sigerist; Ediciones Ciencia. México xvi más 444 pp. 58 figuras.
7 Izquierdo, J. J. El Hipocratismo en México. Con una reproducción facsimilar de las Lecciones del Doctor Montaña, seguida de una versión castellana. Imprenta Universitaria, México, 1955. 268 pp.
8 Montaña, Aloysio Josepho, D. M. Praelectiones et Concertations Medicae pro Hippocratis Magni Aphorismis, etc. México, 1815.
9 Izquierdo, J. J. Versión castellana de las Praelectiones, del Doctor Montaña. En las pp. 141 a 264, de la obra citada en 7.
10 Izquierdo, J. J. El Brownismo en México. Imprenta Universitaria. México, 1956, 314 pp.
11Sigerist, E. H. 1954. Prefacio al frente de la obra citada en 6, pp. 9-16.
12 Somolinos D’Ardois, G. Nota bibliográfica. Ciencia (Méx.), Tomo xv (1955), pp. 181-182.
13 Eyles, J. M.. Early Science in México. Nota bibliográfica. Nature (London). Tomo 178, número 4526, 28 de julio de 1956. pp. 168-169.
14 Page, W. Nota Bibliográfica en Arch. Internats. Hist. Sciences, Núm. 36 (juillet-ept. 1956) pp. 288-289.
15 Ibid, p. 289.
16 Florkin, M. Nota Bibliográfica en Arch. Int. D’Hist. Des Sciences, número 37 (Oct-Dec) 1956.
17 Véase el capítulo i (páginas 5-16) de la obra citada en 6. Véase además, en estas Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, tomo xi (1952), en las pp. 129-139, el trabajo Orígenes y primeros estudios de don Luis José Montaña, gran médico del período colonial, por el autor de este trabajo.
18 Luis José Montaña pasó la mayor parte de su juventud sumido en la incertidumbre de su origen hereditario, teniendo que compartir con sus compañeros de hogar el apellido de doña Micaela Carranco, rectora de la "Casa de cuna de expósitos de San Cristóbal". Durante su estancia como bachiller de medicina en la Real Pontificia Universidad de México, conoció a Esteban Mariano Montaña y Tello de Meneses, descubriendo ambos que eran hermanos e hijos de María Nicolasa Tello de Meneses. Acontecimiento que impulsó a Luis José Montaña a solicitar su legitimidad y pureza de sangre, requisitos sociales indispensables en la prejuiciosa sociedad del virreinato de la Nueva España. Médicos que engrandecieron a Puebla, Editado por la Secretaria de Salud y Gobierno del Estado de Puebla, Año de 1997, pp. 28-29.
19 La revolución médica en Francia fue precedida por una revolución filosófica, de tal manera que la medicina de la observación y su filosofía fueron formuladas principalmente por Cabanis, uno de los últimos filósofos ilustrados que tendieron el puente entre los postulados teóricos e ideológicos a finales del siglo xviii. Pérez, Tamayo Ruy, La profesión de Burke y Hare y otras historias, Editado por fce, Año de 1996, pp. 83-85.
20 Ibid., pp. 86-91.
21 Fernández, Pérez Joaquín, Anales de Historia Natural (1799-1804), Editorial Doce Calles, Aranjuez, España, Año de 1993, pp. 15-32.
22 Izquierdo, José Joaquín, El brownismo en México, Imprenta Universitaria, México, 1956, pp. 9-10.
23 Op. cit., Médicos que engrandecieron a Puebla, p. 30.

 

 

 

  »Gacetas 2005

| Comentarios y Sugerencias: df e-mail: tiempo@siu.buap.mx |

Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histórico Universitario de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Aparece quincenalmente. Esta publicación se puede adquirir en la Casa de la Memoria Universitaria,
Archivo Histórico Universitario, Avenida Reforma 531, Puebla, Puebla, Tel. (01 222)  2 32 74 79.
Se aceptan colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria.

 

Ir a página principal

Copyright 1998 |©Tiempo Universitario | All rights reserved |
Director: Alfonso Yáñez Delgado
Gaceta Histórica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
México
gh