La Federación
Estudiantil
i bien la Universidad de Puebla, desde su génesis en 1937, estuvo sujeta a los designios del cacicazgo avilacamachista, no menos verdad es que ello no se tradujo en una postración cultural de la institución y en un sometimiento político de la mayoría de los universitarios. Ciertamente surgieron en la universidad diversos núcleos y corrientes —unos convencidos y otros guiados sólo por el oportunismo—dispuestos a respaldar las iniciativas gubernamentales (tal como sucedió, por ejemplo, con el intento del gobernador Mijares Palencia de imponer en la entidad el proyecto de educación socialista que impulsaba el gobierno federal), pero en los hechos no lograron convertir a la institución en un baluarte avilacamachista, ni siquiera una vez que el gobierno logró en 1939 unificar a la población estudiantil en la Confederación de Estudiantes Revolucionarios de Puebla, organismo que no pasó de ser un simple membrete. Desde luego, ante el avasallador engranaje del sistema político, los estudiantes inconformes no estuvieron en condiciones de oponer resistencia a los designios gubernamentales encaminados al control de la institución, pero se pertrecharon en un territorio en el que suelen refugiarse los disidentes y los rebeldes una vez que constatan que las condiciones objetivas no permiten la expresión abierta de sus ideas y sus posturas : esto es, el ámbito de la cultura. En otros números de Tiempo Universitario hicimos referencia al gran impacto que ejerció sobre amplias capas de universitarios poblanos el exhorto de la Generación del 98 (Unamuno, Azorín, Maetzu, etc.) a la "regeneración intelectual y moral", poniendo énfasis acerca del papel que debía desempeñar la juventud en los procesos de transformación social. Estas tesis y planteamientos se fueron incubando silenciosamente en la conciencia de los universitarios, asiéndose a ellos como tabla de salvación contra el ambiente de asfixia política que vivía la entidad, generando poco después un ambiente de renacimiento cultural en la universidad que, si bien no se expresó de manera espectacular —como generalmente sucede en esos procesos— sí se tradujo en un estado de ánimo favorable al cambio que habría de cristalizar pocos años después en proyectos de renovación como el impulso a la autonomía universitaria en 1956. Sobre esto volveremos después. Mientras deseamos subrayar lo siguiente : ese estado de ánimo fue precisamente el factor que permitió que en 1945 arribase a la dirección de la Federación de Estudiantes Poblanos (fep) un núcleo de universitarios dispuestos a sacudir el ambiente de letargo académico y cultural que padecía la Universidad de Puebla, causado por la sujeción de la misma al cacicazgo avilacamachista. Entre los miembros de dicho núcleo se encontraban Juan Manuel Brito Velázquez y Juan Porras Sánchez, miembros del Grupo Cauce, una organización de universitarios que se propuso el objetivo de luchar a fondo contra el mencionado letargo que sufría la universidad y la misma entidad. Brito Velázquez fue electo como presidente de la fep. Este encuentro entre la organización estudiantil y el grupo citado resultó decisivo para la vida cultural de la institución. Sin el apoyo de la fep difícilmente el Grupo Cauce hubiese podido consumar su proyecto de atraer hacia Puebla los vientos renovadores que circulaban en el país y en el orbe en el campo del arte y de la literatura y, a la vez tal organización, sin el apoyo del Grupo Cauce, no habría estado en posibilidades de responder a los anhelos de reforma que le planteó la comunidad universitaria, que poco después habrían de cristalizar en la tan anhelada autonomía de su centro de estudios. Juan Manuel Brito captó perfectamente el ansia de transformación que bullía al interior de los universitarios, tal como lo puso de relieve en el discurso que pronunció en su toma de posesión como presidente de la fep, el 6 de agosto de 1945.
"Todo anuncia —expresó— que nos hallamos en vísperas de una revolución social más trascendental que las anteriores; salta a la vista la responsabilidad de la juventud de hoy, que se encuentra en la necesidad de colaborar en la reconstrucción de un mundo nuevo, sobre las ruinas del mundo que es de ayer y ya nos parece viejo (…) La juventud de hoy por todo se interesa: por sus estudios primordiales; por cultivar su propio espíritu; por expulsar del corazón todos los materialismos. Y esta juventud limpia y heroica, ya incorruptible por la contrición, desea intervenir en todos los problemas que nos preocupan, y tiene capacidad para ello, porque tiene sed de cultura, y la abreva en las limpias fuentes de la Universidad (…) Queremos restaurar este sentido de unidad orgánica de nuestra Casa con todas las otras manifestaciones de la vida social. La concepción egoísta que mantuvo a la Universidad alejada de las inquietudes sociales, que la convirtieron en un islote incomunicado, en una tierra incógnita, ha sido definitivamente superada por los deseos de nuestras juventudes, que quieren enlazar su vida con la de sus conciudadanos; sentir sus problemas; vivirlos y resolverlos con la luz del saber y el calor del sentimiento". Más adelante, refiriéndose al papel de la cultura, señalaba: "esperamos respirar un ambiente de comprensión; que la sociedad nos abra sus puertas y simpatice con nosotros; que el Poder Público se interese cada día más por nuestros anhelos espirituales lo mismo se orienten hacia los veneros de la ciencia, que hacia los campos de la más pura espiritualidad, puesto que la cultura es un fenómeno de integración. La Universidad debe ser verdaderamente el Alma Mater, la dispensadora de la cultura, y no sólo un Centro de Estudios Especializados". Y culminaba su discurso exhortando a la renovación intelectual, moral y social: "Luchamos —subrayó— por un renacimiento intelectual, moral y social para afrontar con éxito los grandes problemas de la post-guerra, que necesitan de nuestra capacitación técnica, de nuestro contingente cultural, que es ciencia y arte y espiritualidad, que es hondo sentido humano, que es amor y sacrificio y fortaleza, que es certidumbre en el porvenir, y esencia y vértice del alma patria….Amor a nuestra Universidad sobre todas las cosas, porque ella nació para gloria nuestra, con un símbolo por escudo: el Ave Fénix que renace de sus propias cenizas para lo inmortal; porque atestigua nuestra inquietud y la acendra y vivifica, desde los piadosos rincones de este recinto, la gran sombra, la inmensa sombra de su insigne Fundador (se refiere a Melchor de Covarrubias. h.s.) 1. Pocos días después de la toma de posesión de Brito Velázquez como presidente de la fep surge la revista Cauce, que se convierte en órgano de dicha instancia y del grupo multicitado. En la ilustración de la revista —un grabado elaborado por Guillermo Rueda— aparece un hombre deslizándose contra la corriente de un riachuelo que proviene desde una montaña en cuya cima aparece el sol en todo su esplendor. No era necesario desplegar una gran dosis de imaginación para comprender el mensaje del dibujo: "He aquí —pareciera decir éste— la humanidad empeñada en vencer los obstáculos que se presentan en su afán de consumar su realización". Para que no quedaran dudas, la presentación lleva el título de "Parábola de Cauce", en donde se señala, en sus párrafos finales: "¡Aún no es tiempo de remansos extáticos pescadores de estrellas…que es tiempo de lucha, de heroísmo, de rebeldía, de superación, de alzar limpias espumas, de hacer huella honda, de prodigarse generosamente hacia las márgenes a despertar la somnolencia de las simientes en ascua, sobre los capullos que se arden en los pecíolos sedientos!....¡ ‘Cauce’ es angustia y es esperanza mientras recobra lo que perdió en renunciaciones, mientras aflora sus primicias fragrantes, mientras acendra su rumor de agua poderosa!...¡‘Cauce’ es juventud, y juventud es rebeldía!....¡La rebeldía abre su brecha como un río de montaña!"
Ahí están las claves del proyecto de Cauce y de la fep: tiempo de superación, de rebeldía, de superación. Hora de la Juventud. Aparte de la "Generación del 98", se escuchan ecos de autores como José Enrique Rodó y de José Ingenieros (no es casual que en la revista aparezcan algunos ensayos de estos autores). El segundo, en su libro Las Fuerzas Morales, había escrito que "jóvenes son los que no tienen complicidad con el pasado. Atenea inspira su imaginación, da pujanza a sus brazos, pone fuego en sus corazones... Savia renovadora de los pueblos, ignoran la esclavitud de la rutina y no soportan la coyunda de la tradición. Sólo sus ojos pueden mirar el amanecer sin remordimiento…La juventud es prometeana" 2. En Cauce resalta, asimismo, lo que Arturo Roig A. denomina "ideología juvenilista", la cual subraya el compromiso de transformación que tienen ante sí los jóvenes frente a su tiempo. Esta ideología ejerció una gran influencia en la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918, y en otros movimientos estudiantiles latinoamericanos de principios del siglo pasado. Roig caracteriza a la "ideología juvenilista" del siguiente modo: "Se trata de un mensaje con fuerte sentido de futuro, que se da acompañado de expresiones de carácter profético, en algunos casos claramente mesiánico y redentorista… Es visible un eticismo, manifestado casi siempre como anti-dogmatismo y elaborado, en algunos casos, como un ‘idealismo ético’, en el que priva un altruismo y desinterés declarado, respecto de lo que se considera ‘bajo’, ‘material’ o ‘egoísta’; junto con lo indicado, un deseo de cambio social, enfrentado a estructuras que se consideran opresivas y regido por un cierto sentido de élite; se suma un sentido heroico de la vida, que pone límites imprecisos a los objetivos perseguidos, que se mueven entre una reforma social y una ‘revolución’…Debemos agregar, una profunda confianza en la personalidad juvenil, un meliorismo y una fe, como actitudes opuestas a todo escepticismo atribuido a la ‘vejez’ o a la rutina" 3. Empero destaca, sobre todo, la influencia de la teoría de las generaciones de José Ortega y Gasset, para quien "la generación es el concepto más importante de la historia", "el gozne sobre el que ésta ejecuta sus movimientos" 4. Cada generación representa entonces "una cierta altitud vital", desde la cual se siente la existencia de una manera determinada, y sus miembros poseen una sensibilidad vital común, y detentan una fisonomía propia más allá de las diferencias y las rivalidades de todo tipo existentes entre ellos. Este espíritu específico de cada generación sería el fruto de una ecuación formada por las ideas, los valores y las instituciones heredados de la generación anterior, y por su creación propia. De este modo, cuando las generaciones se identifican con el bagaje recibido, Ortega nos dice que se desarrollan "épocas acumulativas"; cuando no se da esta identificación se producen "épocas polémicas": las primeras "son tiempos de viejos", las segundas "son tiempos de jóvenes". Ahora bien, de la idea de que cada generación posee una sensibilidad vital peculiar, Ortega concluye que cada generación posee asimismo una vocación propia y una determinada misión histórica acorde a la misma. Con todo, existe el peligro de la frustración histórica de una generación, que puede ser infiel a sí misma, a su vocación y a su misión específica. Se da la amenaza de la falta de autenticidad y la deserción; y es por ello que Ortega siente una urgencia por definir el tema de su tiempo y fijar la misión de su propia generación, "obstinada radicalmente en desoír las sugestiones de nuestro común destino" 5.
Esa tesis orteguiana ejerció un gran impacto entre las élites intelectuales de nuestro hemisferio. En México marcó el pensamiento de hombres como Daniel Cosío Villegas y Manuel Gómez Morín, que habrían de tener un peso fundamental en la vida intelectual y política de México. La tesis de las generaciones fue retomada también, reitero, por el Grupo Cauce, quien se asumió como parte de una generación dispuesta a asumir su compromiso con el cambio, con la superación de la rutina y la cobardía. Una de las secciones de la revista lleva como título "La inquietud del momento": ¿no suena a algo así como el obiter dictum orteguiano de "El tema de nuestro tiempo?" Persuadidos, pues, de que había llegado la hora de sacudir
el letargo que imperaba en el mundo intelectual poblano y en la máxima casa
de estudios del estado, el Grupo Cauce y la
fep deciden asumir la
"ruptura" de la que nos habla el historiador Luis González al analizar el
sempiterno devenir de las generaciones, con sus ciclos de negación y
afirmación, planteamiento que abreva, desde luego, en la tesis de Ortega y
Gasset 6. La fep y Cauce promovieron de consuno, en efecto, un cúmulo de actividades culturales, sobresaliendo la puesta en marcha de una campaña encaminada a recaudar fondos para la Biblioteca Lafragua, la organización de ciclos de conferencias y de ciclos de conciertos de música clásica, y el impulso a celebraciones como el día del maestro.
Por iniciativa propia —y con recursos propios— mandaron troquelar valiosas medallas (una de ellas con el escudo de armas de Melchor de Covarrubias, el ilustre mecenas del Colegio del Espíritu Santo) con el propósito de rendir homenaje a los profesores con mayor antigüedad. A quienes llevaban 20 años se les concedió una de plata, y a quienes habían alcanzado los diez años se les entregó una de bronce. De esta forma, en el primer caso, se condecoró a 22 profesores, entre ellos Andrés Anaya, Juan Quintana, Gil Jiménez, Miguel Sarmiento, y Salvador Fidel Ibarra. En el segundo, se condecoró a 26 maestros, entre ellos Emilio Guevara, José Asomoza, Carlos Ibarra, Manuel Cano, y Roberto Larragoiti. Impulsaron, asimismo, la realización de homenajes a distinguidas personalidades. Así, por ejemplo, con motivo del xc aniversario del natalicio del doctor D. Alberto C. Moreno, decano de los médicos de la República, la fep, de consuno con la sociedad médica "Dr. Francisco Marín", le rindió un homenaje "de gratitud, simpatía y admiración", a través de una velada literario-musical, el 4 de noviembre de 1946. Como puede verse, pues, la fep se convirtió en un organismo que contribuyó de manera fundamental a la vida cultural de la institución, labor en la que contó con el respaldo, reitero, del Grupo Cauce. Otra contribución —sin duda, la más relevante— fundamental de ambas instancias a la vida de la Universidad de Puebla fue el haberle abierto camino a la cuestión de la autonomía universitaria. Si bien este asunto ya había sido abordado en 1935 por la Agrupación Estudiantil del Colegio del Estado, no menos verdad es que la fep y Cauce tienen el mérito indiscutible de haberlo planteado en términos más complejos.
En el Número dos de la revista Cauce aparece un escrito firmado por Juan Manuel Brito, que llevaba como título "Por la autonomía universitaria", que a nuestro parecer estableció las bases fundamentales de este anhelo. Dada la relevancia histórica de dicho trabajo, lo reproduciremos aquí casi en su totalidad (le pido disculpas al lector por hacer esto, pero pienso que vale la pena). "La Universidad de Puebla —anotaba Brito Velázquez— sufre actualmente una etapa crucial. Después de más de tres siglos y medio de vida, no podía escaparse a la epidemia mundial que nos agobia. Bello escenario en el que se desarrolla nuestra tragedia. Enorme mole centenaria, realización incomparable del sueño de Juan Gómez, el jesuita visionario…Esta Casa que es asiento de la Universidad —ya que la Universidad no es una casa— presencia actualmente el desquiciamiento y el caos…Problema de existencia. Problema de autonomía. Universidad desheredada; urgencia angustiosa de un patrimonio. Oídos sordos; sacrificios inútiles que se quedan clamando a lo largo de la pista de una carretera gris, como Juan en el desierto. Promesa que parece olvidarse. Pobreza que estrangula los sueldos de los maestros. Que dice del aprecio que se tiene de la noble misión de enseñar. Que desalienta al que hace en su vida amistad hasta la muerte con la Ciencia. Triste parangón el de nuestras posibilidades económicas, miseria –nuestras arcas vacías—con las de una universidad norteamericana, la de Harvard, cuyas arcas guardan ciento cincuenta y cuatro millones. ¡Qué no podría alcanzarse, a que altura llegaría México, si las instituciones universitarias de nuestra patria contaran con esa suma!...Manumisión por el Estado. Las universidades más adelantadas, las que mejor cumplen su misión cultural, son las que han nacido en un clima de libertad académica: autonomía en su cuna; autonomía por conquista…No obstante que la Universidad, como institución, como organismo, está enclavada o forma parte de la sociedad, para cumplir con su misión precisa de independencia tal, que ninguna autoridad le dé consigna ni trayectoria. Esto no quiere decir que pugnemos por el divorcio de la Universidad y el Poder Público. Deben existir, por el contrario, relaciones mutuas. Siendo la universidad una institución que presta un servicio público necesario, al Estado le toca colaborar sosteniéndola y liberándola. Sobre todo en México, donde las universidades no cuentan con patrimonio propio como en otros países…A su vez la Universidad debe colaborar con el Estado. Y lo hace al cumplir con su misión que es la investigación de la Verdad, la conservación y el acrecentamiento de la Cultura; la conservación de las tradiciones son arcas en donde se guardan las tradiciones gloriosas de los pueblos—; el estudio y desentrañamiento de los problemas nacionales para darles la solución adecuada; la gestación de los cerebros que señalen el rumbo a seguir de la humanidad: en las universidades se modelan los dirigentes de las naciones…La misión de la Universidad es, no sólo producir científicos especializados desconectados de las demás ramas del saber humano, sino formar hombres —de ciencia, sí— cuyos cerebros levanten la cortina del misterio de la naturaleza, de las matemáticas, de la filosofía, etc., pero también cuyos corazones sepan amar a sus semejantes…En fin, la misión de la Universidad es realizar, como dice don Fernando de los Ríos, ‘la idea del hombre pleno, haciéndole ver al estudiantado que no es puramente un problema de saber, sino un problema más interior, un problema de querer saber y de querer lo que se debe’; su misión es formar ciudadanos útiles a la Patria y a la Humanidad, amantes de la Justicia y de la Paz" 8.
No se requiere de un gran esfuerzo de imaginación para palpar en dichas líneas la influencia de Ortega y Gasset en lo que se refiere al papel que deberían desempeñar las universidades para contrarrestar la avasalladora tendencia hacia la especialización que ya se bifurcaba en el campo de la educación superior, tarea que amenazaba, como expresó aquél, con convertir a los profesionistas en algo semejante a "máquinas" que sólo eran capaces de dominar un área del conocimiento, pero sin la menor posibilidad de examinar los problemas de la humanidad bajo una perspectiva totalizadora 9. Del mismo modo, no deja de impresionar el dramatismo con que Brito Velázquez describía el estado de abandono en que se encontraba la universidad, resultado de la "manumisión" hacia el Estado, y de la falta de respaldo de éste hacia las tareas sustanciales de la institución. En ningún momento, sin embargo, advertimos un tono beligerante: por el contrario impera siempre una actitud propositiva, aunque no por ello exenta de fervor crítico. En el número 9 de la revista, en la sección "la inquietud del momento", la redacción publicaba un texto complementario al trabajo mencionado de Brito Velázquez. Ahí se indicaba que: "Nuestra Universidad ya va encontrando su propio derrotero; la inquietud se siente, se palpa: se revisan minuciosamente los planes de estudio; se depura en parte el profesorado; el Gobierno del Estado muestra su buena voluntad para con nuestra Casa de Estudios y ha accedido a que una comisión, compuesta de maestros, estudiantes y representantes del Gobierno, formulen una nueva Ley Orgánica de nuestra Universidad sin descuidar las respectivas reglamentaciones, existiendo además la solmene promesa hecha tanto al anterior presidente de la fep como a todos los presidentes de las facultades, de que si la comisión lo estima conveniente, llegaremos incluso a la autonomía" 10.
Las circunstancias prevalecientes en esa época —comenzando por la excesiva intervención del gobierno en la vida de la universidad—, no permitieron la cristalización del anhelo de referencia. Sin embargo, las ideas de Brito Velázquez —y de sus amigos de la fep y del grupo Cauce— sembraron en la comunidad universitaria la semilla del clamor por la autonomía universitaria, que alrededor de diez años después habría de convertirse en una realidad. Como es del conocimiento público, la Universidad de Puebla conquistó su autonomía en noviembre de 1956. Ciertamente se trató de una autonomía restringida, acotada, debido a los candados que impuso el gobierno de Rafael Ávila Camacho, pero en 1963 finalmente los universitarios lograron impulsar un proyecto más avanzado, en el que confluyeron los núcleos más inteligentes de las fuerzas liberales, de la izquierda y de la derecha, que actuaban en ese entonces en el seno de la institución. El encuentro, pues, entre la fep y el Grupo Cauce produjo una especie de simbiosis entre cultura y política, que le permitió a los universitarios no dejarse avasallar por el ambiente de decadencia político-social que imperaba en la entidad, ante la agonía del cacicazgo avilacamachista. Dicha experiencia nos muestra que no necesariamente las organizaciones estudiantiles pasan a convertirse —como suele pensarse— en instancias sobrepolitizadas, que por lo general se convierten en palancas o en "catapultas" que le permiten a los núcleos más protagónicos de la clase política universitaria lograr determinadas prebendas o canonjías, que tarde o temprano les permiten insertarse, ora en la dirección de sus universidades, ora en las principales esferas de la vida política estatal. La fep fue un organismo muy noble y desinteresado, que solo se preocupó —reitero— por impulsar el desarrollo cultural de la institución. Aquí retomo el planteamiento que formulé en un trabajo anterior: "En no pocos aspectos han sido los grupos político-culturales los que han coadyuvado a la transformar (de manera más efectiva) a la universidad. Primero fue el núcleo que se aglutinó en torno a la revista Don Quijote —en las décadas de los veinte y los treinta del siglo pasado—y después en la revista Cauce, a mediados de la década de los cuarenta de dicha centuria. Luego, en las decadas de los sesenta el Círculo de Estudios José María Morelos y Pavón, impulsado por el ingeniero Luis Rivera Terrazas, retomará el tirso de los grupos político-culturales que han incidido de manera decisiva en la transformación de la universidad. Tal círculo tuvo una participación fundamental en el estallido del movimiento de Reforma Universitaria de 1961" 11. 33 aniversario del
asesinato
nrique Cabrera Barroso fue uno de los líderes del movimiento de reforma universitaria que estalló en 1961 en la Universidad Autónoma de Puebla, el cual se trazó el objetivo de sacudir el letargo académico y cultural que padecía la institución en esa etapa, debido al control que ejercían sobre ella los sectores más conservadores de la entidad. Dicho movimiento logró aglutinar a los sectores más avanzados de la universidad : desde masones y librepensadores, pasando por personalidades y organizaciones vinculadas al pri, hasta las diversas expresiones de la izquierda, que por esos años era una fuerza muy reducida pero no por ello menos influyente. El punto común que las unió fue el deseo de modernizar la universidad y de desterrar de ella el peso asfixiante del clero reaccionario y de los núcleos más atrasados de la iniciativa privada. Atemorizada por el movimiento, la burguesía —agrupada principalmente en el Comité Coordinador de la Iniciativa Privada Poblana—, desató una feroz ofensiva contra el mismo, contando al respecto con el respaldo del gobierno estatal y, sobre todo, de la Iglesia Católica. El entonces arzobispo Octaviano Márquez y Toriz, en su carta pastoral del 15 de mayo de 1961, afirmó que el movimiento universitario era una expresión inequívoca de la "conjura comunista" que pretendía apoderarse de México y del orbe entero. Enrique Cabrera, debido a su notable carisma como líder, fue blanco de la ira de la burguesía y del gobierno, lo cual lo llevó en dos ocasiones a la cárcel : primero en junio de 1961 (siendo liberado el 22 de agosto del mismo año), y después el 15 de julio de 1966 (siendo liberado hasta finales de 1967). En 1972 Cabrera fue nombrado Jefe del Departamento de Extensión y Servicio Social por el entonces rector Sergio Flores Suárez, poniendo en marcha un ambicioso proyecto encaminado a fortalecer los vínculos de la uap con las clases populares, en el que destacó la organización de brigadas de servicio social —provenientes de las diversas escuelas y facultades—que se dieron a la tarea de recorrer los sitios más pobres del estado, ora realizando jornadas de salud, ora impulsando programas destinados a la mejora de los servicios públicos, ora impulsando iniciativas encaminadas a la superación económica de los núcleos sociales que visitaban, etc. Tal proyecto, aparte de permitirle a la uap cristalizar un viejo anhelo que los universitarios habían esbozado desde los tiempos del rector Horacio Labastida (1947-1951) —esto es, el vincular a la institución con su entorno social—, logró ampliar y/o ensanchar la base social de apoyo a la universidad, hecho que enardeció a los sectores más retardatarios de la entidad, quienes si algo no deseaban era precisamente que la institución fortaleciera sus nexos con los sectores populares. Pese a las hostilidades de que fue objeto, el proyecto de
servicio social de Cabrera continuó fortaleciéndose. Creyendo los
adversarios de la UAP que la
única forma de frenarlo atravesaba necesariamente por la aniquilación de
Enrique Cabrera Barroso, éste fue asesinado el 20 de diciembre de 1972,
cuando llegaba a su domicilio. Cinco meses atrás había corrido la misma
suerte Joel Arriaga Navarro, otro de líderes más importantes del movimiento
de Reforma Universitaria.
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Este trabajo es parte de un libro sobre el Grupo Cauce, que fue pionero en
la lucha por la Autonomía Universitaria.
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| Comentarios y
Sugerencias: Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histórico Universitario de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla
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