Año 9, número 1
H. Puebla de Zaragoza a 15 de enero de 2006

2006, 50 años de la
Autonomía Universitaria

El 6 de septiembre de 1956, el Consejo Universitario, encabezado por el rector Rafael Artasánchez Romero, discute un proyecto de Ley para obtener la Autonomía Universitaria. Del lado izquierdo, en el escritorio, intercambian impresiones los dirigentes de la Federación Estudiantil Poblana, Francisco Arellano Ocampo presidente y José Manuel González Salgado, secretario general.

E

n esta edición de Tiempo Universitario editamos íntegramente el Periódico Oficial del Gobierno Constitucional del Estado Libre y Soberano de Puebla del 23 de noviembre de 1956, mediante el cual se otorga la autonomía a la Universidad de Puebla.

Se trata de un documento en él se condensa un viejo anhelo que los universitarios enarbolaron desde los tiempos del antiguo Colegio del Estado : esto es, que su casa de estudios gozara de autonomía, única forma de asegurar la libertad de cátedra, y de impedir que el gobierno y los diversos núcleos de la clase dominante se entrometieran en la vida política, académica y cultural de la universidad, tal como sucedió durante una larga etapa de la historia de la misma, sobre todo en el periodo que los investigadores denominan "cacicazgo avilacamachista".

En ese lapso la universidad fue convertida quasi en una dependencia oficial, ya que las autoridades ponían y quitaban rectores, decidían todo lo relativo a cuestiones tales como nombramiento de profesores, planes y programas de estudio, y en general todo lo concerniente al rumbo de la institución.

Aquí no disponemos del espacio suficiente para hacer referencia al cúmulo de intromisiones que sufrió nuestra institución por parte de gobernantes, empresarios, autoridades religiosas, etcétera. En 1956 la entonces Federación Estudiantil Poblana (fep) —el principal organismo representativo de los estudiantes de la Universidad de Puebla— decide encabezar un movimiento encaminado a la obtención de la autonomía, contando con el respaldo de la mayoría de los universitarios. Sin embargo no fue preciso llegar a ese extremo: el gobernador Rafael Ávila Camacho le comentó a los dirigentes de la fep (el 10 de junio de 1956) que estaba dispuesto a otorgar la autonomía, siempre y cuando el H. Consejo Universitario le presentase un anteproyecto al respecto. En apariencia se trató de una "actitud noble y desinteresada" por parte del jefe del ejecutivo, empero en realidad tras tal gesto subyacía la convicción de que a esas alturas el gobierno ya no estaba en condiciones de oponerse al deseo de los universitarios de alcanzar la autonomía.

J. Manuel González Salgado, secretario general de la Federación Estudiantil Poblana y estudiante de Derecho y Ciencias Sociales, argumenta en favor de la Autonomía Universitaria.

A ese respecto, sin duda, Rafael Ávila Camacho tenía presentes la cauda de luchas y movimientos que habían impulsado los universitarios en defensa de la dignidad de su casa de estudios, por lo cual decidió aceptar la propuesta que le formuló la fep. Esta organización se dio enseguida a la tarea de emprender una amplia consulta en la comunidad universitaria, con el propósito de presentarle al H. Consejo Universitario un anteproyecto de autonomía. Después de todo un complejo de vicisitudes el 14 de agosto se celebró una reunión del H. Consejo Universitario para conocer dicho documento, empero, para sorpresa de propios y extraños, también un núcleo de consejeros presentó su propia propuesta, a nombre del Comité Pro Autonomía Universitaria, organismo vinculado al Frente Universitario Anticomunista (fua), de tendencia derechista. En dicha sesión, sin embargo, no se discutieron ambos proyectos, dado que el Consejo decidió recoger las propuestas más sugestivas de los mismos. Es de señalar que el proyecto del citado Comité Pro Autonomía era más avanzado que el presentado por la fep, ya que proponía que la máxima autoridad de la universidad fuese el Consejo Universitario, mientras que el proyecto de aquélla era que lo fuese una Junta de Gobierno, instancia que podía convertirse —como advirtieron algunos universitarios— en un "Caballo de Troya" mediante el cual el gobierno continuase interviniendo en la vida interna de la universidad. Después de varias sesiones —del 7 al 10 de septiembre— al final imperó la propuesta de que fuese el H. Consejo Universitario la máxima autoridad de la universidad. Tal como lo establecía el procedimiento legal, el documento correspondiente fue enviado al gobernador Rafael Ávila Camacho, quien, después de analizarlo con sus asesores, presentó su propio proyecto, el cual desplazó al Consejo Universitario como máxima autoridad, trasladando esta prerrogativa a un Consejo de Honor, integrado por siete personas. El jefe del ejecutivo quedaba facultado para designar por única vez a las mismas, recayendo después el nombramiento de sus miembros en el Consejo.

En septiembre de 1956, universitarios de Morelia, expresan al gobernador del Estado Rafael Ávila Camacho (al centro), su solidaridad con la Autonomía Universitaria de Puebla. De izquierda a derecha, la segunda persona es el rector Rafael Artasánchez Romero; la segunda de derecha a izquierda, lo es Francisco Arellano Ocampo, presidente de la FEP.

Este hecho implicaba, obviamente, una autonomía restringida, ya que el gobernador en turno continuaría gozando de la facultad de nombrar a las principales autoridades de la universidad (en este caso, a los miembros del Consejo de Honor). Esto, desde luego, no fue del agrado de los universitarios, ya que implicaba una autonomía limitada o acotada. Sin embargo, decidieron aceptar el proyecto de Rafael Ávila Camacho, a la espera de condiciones más propicias para lograr una auténtica autonomía. Fue así como el 6 de noviembre se reunió el H. Consejo Universitaria para examinar el proyecto del gobernador, dándole su aprobación. Finalmente, el 21 y el 22 de noviembre la Cámara de Diputados sesionó y aprobó el proyecto el cual, reiteramos, concedía una autonomía restringida. En dicha sesión no faltaron las loas y elogios al gobernador, por su "noble disposición a otorgar la autonomía", perdiendo de vista que esta era, en realidad, un viejo clamor de los universitarios. Eran los tiempos en los que el Poder Legislativo estaba totalmente sometido al gobernador en turno.

Es necesario que las nuevas generaciones de universitarios se compenetren con los episodios que llevaron a la conquista de la autonomía de nuestra casa de estudios, para que así aquilaten el gran valor de la misma y, sobre todo, con el objeto de que la defiendan ante las nuevas acometidas que sufre por parte de aquéllos estamentos gubernamentales y sectores sociales que piensan que la autonomía constituye un obstáculo para que las instituciones de educación superior se sometan plenamente a los designios de "las leyes del mercado", o sea, a los intereses de las grandes empresas nacionales y trasnacionales, perdiendo de vista que el deber de la universidad pública es servir a la nación.
 

 

 

 

 

 

  »Gacetas 2006

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