1961: Estudiantes del
cenhch Por Walter Fernando Vallejo Romero
l 15 de enero de 2007 se cumplirán 50 años de que el Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec abrió sus puertas a decenas de jóvenes que deseaban cursar la educación media superior. Para sumarnos a la celebración, Tiempo Universitario solicitó al maestro Walter Vallejo, egresado de ese centro de estudios, una semblanza en torno a la incorporación de maestros y alumnos al movimiento de Reforma Universitaria de 1961. Es imperativo señalar que el cenhch ha contribuido ampliamente a la formación de la conciencia ciudadana, que entre otras cosas defiende el artículo Tercero Constitucional y la educación laica y gratuita. Estos son entre otros los motivos de la publicación. no de los episodios poco conocidos del proceso de la Reforma Universitaria fue la huelga que los estudiantes de la preparatoria del Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec realizamos en apoyo a los universitarios reformistas en mayo de 1961. De ese acontecimiento no quedó nada escrito pues la prensa local de la época, reducida a dos o tres periódicos y sólo cuatro estaciones de radio, se encontraba empeñada en una fuerte campaña en contra del movimiento reformador de la Universidad y, ante los acontecimientos del Centro Escolar, simplemente guardó silencio. Una nota muy pequeña perdida en un diario vespertino y nada más. No hubo columnista que analizara el hecho, ni reportero que investigase el asunto. No se generó ninguna discusión pública en torno a este hecho. Sólo el silencio acompañó al único movimiento huelguístico estudiantil que se ha registrado en la historia de aquella institución educativa. La presente crónica está escrita de memoria y lleva la intención de dejar para la posteridad un testimonio de esos hechos. Seguramente adolece de algunos olvidos involuntarios que resultan naturales a 45 años de lo ocurrido. Sin embargo, lo esencial queda consignado como una contribución para las páginas de la historia universitaria y de la educación en el estado de Puebla. Crónica de un hecho casi olvidado
ngresé a la Escuela Preparatoria del Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec (cenhch) en febrero de 1961. Cuatro años antes, el 18 de febrero de 1957, los miembros de mi generación estudiantil (cohorte, como dicen ahora los tecnócratas de la educación) fueron fundadores de ese complejo educativo, ingresando como alumnos de sexto de primaria, mientras que los alumnos que nos precedían, los que en ese año cursaban segundo de preparatoria y a quienes denominábamos “los hermanos mayores”, habían sido, a su vez fundadores de la Escuela Secundaria, y todos nos sentíamos orgullosos de ello. Al ingresar al bachillerato, un profesor de inglés, Alberto M. Cossío, nos hizo hincapié en que, por el simple hecho de haber sido inscritos en el bachillerato del cenhch, habíamos adquirido la categoría de universitarios pues nuestra preparatoria se encontraba incorporada a la Universidad Autónoma de Puebla, tal como permanece hasta la actualidad. Primeros barruntos
n los meses de marzo y abril de ese año, una de nuestras actividades cotidianas, aparte de nuestra asistencia diaria a clases y a las actividades deportivas de nuestra escuela, fue la de ensayar nuestra participación en el desfile del 5 de Mayo, que ya se encontraba muy próximo. Esto lo hacíamos sobre la avenida 25 oriente-poniente. A finales del mes de abril, al pasar nuestro ensayo de desfile frente a las
instalaciones del Colegio Benavente, nos pudimos percatar de que la casi
totalidad de los cristales del edificio que daban hacia la calle de esa escuela
se encontraban rotos y que de su techo colgaba una manta que rezaba “Esta es una
muestra de los ataques comunistas”.
Pronto se corrió la voz entre nosotros. Nos enteramos que el 24 de abril hubo un
enfrentamiento en el zócalo de la ciudad, ocurrido cuando los estudiantes de
corte conservador, egresados en su mayoría de los colegios Oriente, Benavente y
Carlos Pereyra y que integraban el Frente Universitario Anticomunista (fua),
apoyados por alumnos de dichos colegios, armados con garrotes, varillas
metálicas, mangueras rellenas de tierra y guanteletes metálicos, habían agredido
en plena calle a los universitarios progresistas porque éstos apoyaban a la
República de Cuba, que una semana antes, el 17 de abril, había sufrido un
intento de invasión armada patrocinada por el gobierno de los Estados Unidos.
Este militar, de reconocida trayectoria liberal, había ordenado que la tropa se colocara entre el Colegio Benavente y los indignados universitarios que pretendían tomarlo por la fuerza. Sólo permitió que el edificio fuera apedreado durante algunos minutos sin que los destrozos pasaran de los vidrios rotos. Cuando los universitarios llegaron a la esquina de la 25 poniente y 2 sur, el general se plantó frente a ellos y les preguntó “Muchachos ¿A qué vienen?”. Zito Vera Márquez, uno de los líderes del movimiento, respondió: “Venimos a tomar el Benavente”. “Eso no lo voy a permitir, pero les doy permiso que lo apedreen durante cinco minutos, después no los quiero ver aquí”. Palabras más o palabras menos esa fue la plática y los universitarios aprovecharon el tiempo concedido para descargar en la fachada del edificio su coraje por la agresión sufrida por ellos el día anterior. He aquí la razón de la manta que vimos colgada en la fachada del Benavente y a la que me he referido líneas atrás. El ambiente universitario
osotros no lo sabíamos pero ya se encontraban en marcha los acontecimientos que conducirían a la Reforma Universitaria en la uap. En los últimos días de abril la Universidad fue cerrada por instrucciones del rector Armando Guerra, que esperaba que con ello se apaciguaran los ánimos. En respuesta, el 1° de mayo, los universitarios progresistas tomaron el edificio Carolino, desconocieron al rector, que apoyaba al fua y que a su vez era apoyado por esta organización, y el 9 de mayo nombraron en su lugar al médico Julio Glockner Lozada, masón progresista e irreverente que había escandalizado a la puritana sociedad poblana de la época al convertirse en el único médico de la ciudad especializado en la atención de enfermedades de transmisión sexual, a las que se denominaba “venéreas” por considerar que venían de Venus, es decir, de la mujer. El médico Glockner también era catedrático de la preparatoria del Centro Escolar y era de los profesores más reconocidos y apreciados por los estudiantes pues nos trataba con respeto y camaradería. Es probable que su personalidad y carácter haya sido parte de los factores que contribuyeron para avanzar la Reforma Universitaria y provocar en nosotros, los alumnos del cenhch, un sentimiento de simpatía hacia el movimiento. El ambiente en el cenhch
a inquietud universitaria nos llegaba de cerca a los alumnos de la preparatoria del cenhch. Al fin y al cabo éramos y nos sentíamos universitarios, aunque nuestra escuela se encontrara fuera de los muros del Carolino, donde en aquel entonces se concentraba la casi totalidad de las escuelas universitarias. Pasado el evento del 5 de mayo, una vez cumplido nuestro compromiso cívico, las cosas llegaron a un nivel que nos resultaba insoslayable. Mientras que los miembros del fua abandonaban el edificio Carolino e instalaban su versión de Universidad en la escuela de Medicina; primero, en la 5 poniente 139 frente al Congreso del Estado, y la 3 poniente 725; después los progresistas, en su mayoría egresados de escuelas oficiales, se mantenían en posesión del Carolino y demandaban reformas de fondo en el quehacer universitario. Por tales hechos, las actividades universitarias se paralizaron.
El gobernador del estado, Fausto M. Ortega, no reconoció a Julio Glockner como rector y siguió dando su reconocimiento y el consiguiente subsidio a Armando Guerra, esto pese a que la mayoría de los universitarios permanecían en el edificio central de la institución, motivo por el que a los progresistas se les comenzó a denominar como “los carolinos”, en contraposición con los conservadores, a los que el calificativo de “fúa” se les convirtió en denominación despectiva. La directora de la preparatoria del cenhch era la química Marina Sentíes Lavalle, universitaria ultraconservadora y destacada miembro del Consejo de Honor de la uap. Era obvio que no simpatizaba con el movimiento de Reforma y que intentaba bloquear cualquier conato de vinculación entre los alumnos del cenhch y los universitarios reformistas. En la planta docente del Centro Escolar, sin embargo, teníamos a catedráticos progresistas entre los que destacaban el director general del plantel, el profesor Enrique Martínez Márquez y el prefecto de estudios de la preparatoria, el profesor Modesto Carcaño Salazar. También el entonces capitán de caballería Raúl Velasco de Santiago, intendente de la escuela y jefe de los profesores de educación física, que pese a su formación en las filas del avilacamachismo, mantenía una visión liberal aunque no exenta de militarismo de lo que a su juicio debía ser la educación. Estalla la huelga
as pláticas y discusiones que sosteníamos en los pasillos los preparatorianos del cenhch giraban en torno a los acontecimientos que ocurrían en la Universidad, hasta que llegó el día en que, de manera espontánea, decidimos suspender clases y nos concentramos en el patio central de la escuela. Ahora que lo recuerdo, no dejo de sorprenderme de lo que ahí ocurrió. Invito al lector a imaginarse el aspecto que brindaba un conjunto de 250 ó 300 jóvenes de entre 15 y 18 años de edad, concentrados en el patio central de la escuela, uniformados de color beige, a la usanza militar, con corbata negra, pelados a la “brush” o por lo menos con casquete corto, condicionados durante años a una estricta disciplina que rayaba en lo militar, poco dados a la discusión política y/o filosófica pero educados en la idea de que los valores liberales debían ser defendidos tal como un siglo antes lo habían hecho Benito Juárez, Melchor Ocampo, Santos Degollado y toda la pléyade de próceres de la Reforma en nuestro país, algunas veces hasta en ofrenda de su vida. Y esos adolescentes estábamos ahí, en huelga de clases, dispuestos a defender a la que ya considerábamos nuestra Universidad. La verdad es que nuestro movimiento era muy ingenuo pero no carecía de razón. A un grito de los profesores, nos concentramos en el reducido auditorio de la preparatoria y hasta ahí llegaron la directora, Marina Sentíes; el jefe de educación física, Raúl Velasco, su ayudante, el teniente Alejandro Lora Cruz (padre de Alejandro Lora, que con el tiempo se convirtió en uno de los roqueros más famosos de nuestro país), el director general, Enrique Martínez Márquez, el prefecto Modesto Carcaño y buena parte de la planta docente del plantel. Ahí, nuestros profesores nos preguntaron: “¿Qué es lo que quieren muchachos?”
Los alumnos grandes, los de segundo año, nuestros hermanos mayores, fueron los primeros en responder. Hablaron José Carlos López Reyes, actual catedrático de la Facultad de Medicina; Cecilio Álvarez Toledano, hoy doctorado en Química e historiador de la Universidad Nacional Autónoma de México y, mediante convenio, también en la Universidad Saltpetriere de París; Othón García López, quien con el tiempo se convirtió en un renombrado pianista. Después de ellos, ya roto el miedo, hablamos todos los que pudimos, casi sin orden ni concierto, y todos coincidimos en lo esencial: “Nosotros somos universitarios y nuestra Universidad está en huelga. Si seguimos con nuestras clases normales nos sentiremos como esquiroles”. Muy poco se mencionaron, aunque no se dejó de hacerlo, los propósitos del movimiento universitario de Reforma que en esos momentos se encontraba en su etapa incipiente y cuya enorme magnitud aún no nos resultaba del todo clara. Más bien era una intuición la que nos guiaba, un sentimiento de estar haciendo lo correcto, un dejo de oponerse a las maniobras de los conservadores y de defender los principios liberales. Tal vez, si nos hubieran preguntado cuáles eran los principios por los que luchábamos, no estuviésemos en posibilidades de responder con toda claridad, pero, allá en el fondo, sí lo sabíamos aunque no supiéramos cómo expresarlo con palabras. Y, pese a nuestra directora que nos instó a “no dejarnos engañar por la demagogia comunista”, con el apoyo de nuestro director general, del prefecto y del capitán Velasco, declaramos la “huelga en apoyo al movimiento universitario”. “Muy bien muchachos, las autoridades respetaremos su decisión, sólo les pido que sean congruentes siempre”, fueron las palabras que nos dirigió el profesor Enrique Martínez Márquez, el director general. La marcha al Carolino
así, uniformados y todo, marchamos hacia el edificio Carolino para patentizar nuestro apoyo a los universitarios, entre quienes se encontraban algunos de nuestros antiguos compañeros de secundaria que no habían seguido sus estudios en el Centro Escolar y que habían preferido inscribirse en la preparatoria de la Universidad. Cuando nos encontrábamos a la altura del jardín de Analco, Odilón García, corneta de órdenes de nuestra banda de guerra (primera voz de “Los Demonios del Rock”), conjunto musical formado por estudiantes del cenhch y uno de los alumnos más cercanos a la química Marina Sentíes, nos pidió que nos detuviésemos; según dijo, no estaba claro a cuál de los lados del conflicto universitario íbamos a apoyar pues “la Universidad está dividida en dos grupos”. Nos invitó a que apoyáramos a “los universitarios de la 5 poniente”. A estas alturas, por despistados que pudiéramos parecer, esto no debía suceder. Estaba claro que apoyaríamos a los universitarios progresistas, aquellos que comenzaban a introducir en su lenguaje el término de Reforma Universitaria y que demandaban respeto para el artículo tercero constitucional en el que se encuentra consignada la educación laica como uno de los pilares del sistema educativo mexicano. Othón García y Cecilio Álvarez le respondieron a Odilón: “No te hagas, bien sabes que vamos a apoyar a los del Carolino”. Odilón no insistió y pronto llegamos hasta la vieja casona de don Melchor de Covarrubias. Nuestra presencia en el Carolino
a sensación que teníamos era muy rara. Hasta pocos días antes, el hecho de que un estudiante del cenhch, uniformado, se atreviese a pasar frente al Carolino, habría sido motivo de fuertes gritos y rechiflas de los universitarios y, posiblemente, hasta de ser blanco de gises o globos de agua arrojados en su contra. Para muchos de nosotros, esa fue la primera ocasión que entramos al edificio y no dejaba de sorprendernos la cordialidad con que fuimos recibidos. En los balcones del edificio se encontraban instalados altoparlantes que todo el día explicaban a la población los motivos del movimiento que ahí se había generado. A esta forma de difusión se le denominaba “Radio Universidad”, aunque de radio no tuviera ni la más mínima forma. Cuando la razón de nuestra presencia fue conocida, desde el balcón de rectoría fuimos invitados a que algunos de nosotros hiciéramos uso de la palabra para manifestar nuestra solidaridad. Nuestros compañeros grandes fueron los encargados de representarnos en la tribuna y lo hicieron muy bien. Hablaron de nuestra huelga, de nuestra solidaridad y del apoyo que brindaríamos al movimiento reformista. Tuvimos una sensación muy fuera de lo común cuando escuchamos la porra del Centro Escolar gritada por los universitarios. Muy poco tiempo atrás, tal vez un día antes, esto habría sido inconcebible y ese día se hermanaban las “Goyas” con los “¡Fuerza, ea!”. Desde el balcón, varios oradores elogiaron la decisión que habíamos adoptado. Quince días de mayo de 1961
ueron aproximadamente quince días los que duró la suspensión de actividades en
la preparatoria del cenhch. Quince días en que nos sumamos al reparto de
volantes en las calles y al uso de la tribuna de “Radio Universidad”. Quince
días que alternamos nuestro apoyo a los universitarios progresistas con nuestras
visitas a nuestra escuela, donde nuestros “hermanos menores”, los alumnos de
primaria y secundaria, nos veían como algo fuera de este mundo, como seres raros
que hacían cosas que para ellos resultaban incomprensibles, por lo menos para la
gran mayoría ya que no faltaban quienes sí nos entendían y apoyaban. Quince días
que a muchos de nosotros nos marcaron de por vida. A quien esto no le gustaba ni siquiera un poco era a la directora de la preparatoria, que cada vez que nos veía nos preguntaba “¿Cuándo van a dejar de estar de flojos? Ya regresen a clases”. Esta actitud de oposición al movimiento fue permanente en ella a lo largo de todo el proceso de Reforma Universitaria. Marina Sentíes fue directora de la preparatoria del
cenhch durante cuarenta años
y en todo ese tiempo nunca volvió a enfrentar una huelga estudiantil aunque sí
tuvo que afrontar, durante el ciclo escolar 1986-87, no recuerdo con precisión
el mes, un fallido paro magisterial que exigía su destitución.
Tiempo después, los estudiantes de aquella generación nos reencontramos ya como universitarios o como egresados de nuestra Universidad, en el movimiento universitario y popular de octubre de 1964 contra el gobernador Antonio Nava Castillo; en 1968 en solidaridad con el movimiento universitario nacional que exigía libertades democráticas en el país; en 1970 y 1973 en la lucha final entre los progresistas y el fua, en la que esta organización salió derrotada, siendo expulsados sus miembros de la Universidad, los mismos que con el apoyo de la iniciativa privada fundaron la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (upaep) a la que le imprimieron el corte ultraconservador y confesional que no pudieron imponer en la Universidad Autónoma de Puebla. En fin, nos reencontramos en muchos momentos más de la historia universitaria de la que hemos sido partícipes y testigos presenciales. Pero de nuestra memoria nunca fueron borrados aquellos quince días de mayo de 1961, nuestra primera escaramuza política universitaria, que por cierto, no mereció más allá de una pequeña nota perdida en las páginas de La Voz de Puebla (¿O quizá fue en las de El Sol?), que entonces formaba parte de la cadena periodística García Valseca, que se encontraba empeñada en una furibunda campaña contra el movimiento de Reforma Universitaria. No quedaron fotografías para el registro de aquellos acontecimientos porque a nadie se le ocurrió llevar una cámara de retratar. No quedó ninguna crónica escrita porque nadie tuvo la idea de escribirla. Sólo quedó la memoria registrada en la cabeza de quienes estuvimos ahí y es a ella es a la que recurro para escribir este relato. Espero que no me haya traicionado demasiado. Tal vez omito algún hecho, algún dato o algún nombre importantes. Puede ser, y si así es ofrezco disculpas anticipadas por ello. En todo caso, queda para otros protagonistas de esos acontecimientos el
introducir las correcciones, ampliaciones y precisiones que, a su juicio y
memoria, resulten adecuadas.
cenhch
l Centro Escolar “Niños Héroes de Chapultepec” cumplirá en enero de 2007 cincuenta años de existencia, y las autoridades alumnos y ex alumnos de esa institución se encuentran preparando un programa de festejos que conmemore dignamente tan importante acontecimiento. Al respecto de lo anterior, en El Sol de Puebla del 16 de enero de 1957,
apareció la siguiente nota: Representantes de diversos sectores del mundo oficial tanto del Estado de Puebla
como de la república y numerosa concurrencia asistió a la ceremonia. Correspondió contestar el informe de gobierno al presidente de la Cámara de Diputados, Prof. Guillermo Bonilla y S. El Gral. de división Modesto A. Guinard, subsecretario de la Defensa Nacional y representante personal del Presidente de la República, concluida la lectura y contestación del informe de gobierno, transmitió el mensaje que el Sr. Don Adolfo Ruiz Cortínez envió al pueblo de la entidad poblana.
Una vez terminado el acto y levantada la solemne sesión legislativa, la comitiva oficial y el pueblo asistente se dirigieron del auditorio al Patio Central del Centro Escolar, en donde se halla el monumento a los niños héroes, para develar la placa que declaró inaugurado el plantel. Correspondió descorrer la cortina que ocultaba la placa metálica al general de
división Modesto A. Guinard y al también general de división Heriberto A. Jara. Ildefonso Zorrilla Cuevas
El 6 de marzo del presente año falleció el licenciado Ildefonso Zorrilla Cuevas quien fuera rector de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (uabjo) de 1978 A 1982, años cruciales de las universidades públicas. Asesinado (22 de febrero de 1978), el secretario general de esa institución Carlos Hernández Chavarría, miembro del Partido Comunista, y ocupadas, por el Ejército, las instalaciones de la Universidad estuvieron cerradas por un largo período y sólo la participación de los sectores más sensibles de Oaxaca y del resto del país, hicieron posible la reapertura de esa institución. La participación del secretario de Gobernación Jesús Reyes Heroles, y del rector de la Universidad Autónoma de Puebla, ingeniero Luis Rivera Terrazas, hicieron posible un acuerdo para abrir, con el rectorado de Ildefonso Zorrilla Cuevas, la Universidad pública oaxaqueña. Durante el período de ambos rectores, Zorrilla y Terrazas, los lazos de ambas entidades universitarias se estrecharon y algunos profesores y funcionarios de la Universidad poblana prestaron sus mejores concursos a la superación de los problemas cotidianos que fueron resueltos con imaginación y entrega de quien falleciera hace algunos días. Roberto
l 12 de febrero falleció el doctor Roberto Pliego Pastor, destacado profesional que participó de manera notable en el movimiento de Reforma Universitaria que se inició en 1961. Contribuyó de manera notable al desarrollo y fortalecimiento de la Escuela de Odontología de la Universidad Autónoma de Puebla —actual Facultad de Estomatología—, de la cual fue director en dos periodos: de 1964 a 1966, y de 1967 a 1970. Durante su gestión el doctor Pliego Pastor logró impulsar un plan de estudios sumamente avanzado para su época. Lamentablemente en los años 70 la escuela de Odontología se vio envuelta en un grave conflicto político, enseñoréandose la intolerancia, propiciando la salida de algunos de sus mejores cuadres académicos, entre ellos los doctores Pliego Pastor, Edgar Arvea y Rodolfo Reyes Burgos. Pese a ello, el doctor Pliego Pastor continuó sosteniendo una relación muy estrecha con la Universidad Autónoma de Puebla, sobre todo en los años difíciles de 1972 y 1973, cuando los enemigos de la institución desataron otra brutal ofensiva que provocó la muerte de varios universitarios. Por su aportación, y por su conducta consecuente con los ideales que enarboló, su recuerdo estará siempre presente en la memoria de nuestra institución. Abrazo solidario El domingo 5 de marzo falleció la destacada poetisa y maestra Amapola
Fenocchio Furlong, esposa de Antonio Esparza Soriano, amigo y colaborador del
Archivo Histórico de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Quienes
laboramos en esta dependencia le enviamos nuestras más sinceras condolencias.
|